lunes, 30 de abril de 2012


Un Joven de 90 años


Por: Pedro Luis Echeverria

Se ha llamado de muchas maneras. Así se lo impuso la vida clandestina, que por muchos años de su existencia, se vio obligado a llevar. Su espíritu de luchador incansable, la integridad de su vida, la firmeza de sus convicciones y el ejemplo que ha dado, son la mejor identificación de este eminente compatriota, un joven de 90 años que ha sabido interpretar cabalmente nuestros problemas y nuestras realidades, nuestras carencias y nuestras posibilidades. Este generoso joven de 90 años  se ha entregado sin consideraciones ni regateos de ninguna especie a la obra de labrar un mejor destino para el sufrido pueblo venezolano. Mi amigo, el joven de 90 años, ha sabido llenar todos los valores del espíritu; con gran tesón y entusiasmo juvenil ha cultivado ambiciosa y fecundamente su intelectualidad. Cuando ha tenido que revisar y rehacer su ideario político no ha dudado en hacerlo, aun cuando eso le significara confrontación ideológica, acerbas críticas y la  dolorosa pérdida de compañeros de ruta. Ha batallado sin dudas ni vacilaciones, con convicción, con integridad y patriotismo y con el gran entusiasmo que lo anima para reivindicar las necesidades de su pueblo en una labor útil, eficaz y duradera. Ha  practicado el bien sin interés mezquino y sin hipocresía, ha sostenido sus convicciones con inquebrantable firmeza y jamás se ha desviado del camino que él cree debe seguir. Ese joven de 90 años con sus ejecutorias nos ha enseñado que la política no es solamente la lucha por conquistar el poder; su agitada y fructífera historia nos recuerda que la política es un apostolado que debe practicarse con justicia, desprendimiento y nobleza de espíritu.
Este joven de 90 años ha desempeñado importantes posiciones partidistas y burocráticas que le han ganado gloria, respeto, afecto y estima, pero por encima de todas ellas, sus compatriotas le hemos otorgado el mejor blasón para la dilatada trayectoria de este hombre de bien: lo percibimos y lo admiramos como el valiente, sacrificado y consecuente luchador social que siempre ha sabido estar al frente, cumpliendo cabalmente con las responsabilidades de su indiscutible liderazgo. Su vida ha significado, para incontable numero de venezolanos, un grito de entrega, de alegría, de sembrador de esperanzas, de esas esperanzas que necesita el pueblo venezolano para salir de oscuras circunstancias por las que atraviesa y ha atravesado nuestro país y reafirmar que merecemos  y tenemos el derecho de  ser protagonistas de nuestra propia historia.
A este joven de 90 años le debemos mucho. En su mundo generoso no han germinado nunca el odio y el rencor; y si alguna vez probó las amarguras de la deslealtad o la ingratitud jamás  permitió que éstas condicionaran su apostolado.
Es un mensaje viviente para los constructores de la sociedad que quieren y sueñan con una Venezuela mejor. Es la fuerza y la inspiración que nos anima y ayuda, para superar nuestras dificultades y limitaciones.
¡Larga vida a nuestro Pompeyo Márquez, un joven de 90 años!

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domingo, 29 de abril de 2012


LA AGONIA HUGO CHAVEZ
Carlos Alberto Montaner
Sus médicos cubanos ya le comunicaron al presidente Hugo Chávez que muy probablemente no llegará vivo a las elecciones de octubre. No se trata de certezas, sino de una aproximación estadística. Las personas de su edad afectadas por el cáncer agresivo que padece, complicado por la metástasis generalizada que se ha desatado, suelen sobrevivir equis meses. A veces exceden el periodo o a veces no llegan. Sólo se trata de un macabro promedio.
Una de las primeras reacciones de Chávez fue llamar a un jefe de estado amigo para contárselo. A partir de ahora hará cosas cada vez más extrañas. Necesita, como cualquier persona moribunda, ánimo, compasión, palmadas cariñosas.
Una vieja amiga tanatóloga, especialista en ayudar a morir a los enfermos terminales, que ejerce su triste y necesaria profesión en un gran hospital, siempre insistía en que las gentes necesitan, por encima de todo, más que palabras de consuelo, que le aprieten la mano cuando se despiden de este mundo. Ese contacto final de piel a piel es misteriosamente reconfortante. Quita un poco el miedo que provoca asomarse a ese abismo insondable.
En efecto, las personas moribundas sufren de varios miedos diferentes. Le temen a la destrucción acelerada del cuerpo. Han vivido pendientes de él. Lo han cuidado, lavado, protegido, lo han enseñado con orgullo, y, de pronto, el deterioro, en lugar de ser paulatinamente perceptible, se presenta de sopetón como una pesadilla.
Las personas, especialmente las poderosas, además, le temen a la pérdida de autoridad sobre el propio yo. El enfermo terminal está a merced de los médicos, de los enfermeros, de los parientes. De una manera cruel, se invierten las relaciones de poder y el enfermo terminal sufre la indignidad de ser sometido por cualquiera con una bata blanca o por el familiar o amigo que le hace compañía. Vuelven a ser tratados como niños.
Y está el miedo al dolor. Ése es terrible y acarrea una consecuencia nefasta: el enfermo terminal subordina toda su existencia, la poca que le queda, a tratar de evitar esa experiencia. Se obsesiona con el dolor. Habla y piensa constantemente en eso. El resto de los temas dejan de ser importantes. Ante un dolor agudo, ¿quién piensa en el amor, en la responsabilidad o en lo que sea? ¿Qué hay más absorbente que el temor a un dolor penetrante?
Chávez advierte que tiene poco tiempo para la inmensa cantidad de asuntos que deja pendientes, pero súbitamente han cambiado sus prioridades. ¿Le importa mucho el destino de su revolución bolivariana a estas alturas de la vida o de la muerte? Tal vez no. Se sabe rodeado de bandidos dedicados al desfalco de los fondos públicos y de narcos generales que han echado las bases de un narcoestado. Con esa impresentable tropa no puede comparecer ante la posteridad. La revolución bolivariana fue un sueño trunco.
¿Le importa hoy, a las puertas de la muerte, aquel loco proyecto del socialismo del siglo XXI que nunca llegó a definir del todo, o que definió de tantas maneras que nadie tiene la menor idea de lo que está hablando? ¿Quién va a derrotar ahora al imperialismo yanqui y enterrar al capitalismo? ¿El limitado señor Nicolás Maduro? ¿El viejo pillín José Vicente Rangel? ¿Se cree alguien que Diosdado Cabello es un revolucionario idealista consagrado a la redención de la especie?
¿Puede Chávez dejarle a un albacea el encargo post mortem de que continúe ejerciendo la filantropía revolucionaria con Cuba, Nicaragua, Bolivia y otros estados pedigüeños? Chávez es pródigo como nadie con el dinero de los venezolanos. Se ha comprado la fama a punta de bolívares. Le regala plata a candidatos extranjeros, a amigos, a cualquiera que pasa por Caracas y le hace un cuento. ¿Quién va a reproducir ese comportamiento dadivoso para cultivar su gloria tras su muerte?
¿Qué es, en suma, la revolución bolivariana? Chávez lo sabe y se lo lleva a la tumba con pesar: es sólo una nueva oligarquía política que saquea al país impunemente. Nada más. Si en algo Chávez recuerda a Bolívar, es en que también ha arado en el mar. Todo ha sido inútil. Su experimento revolucionario no será estudiado en las clases de Ciencias Políticas, sino en las de Criminología. Se morirá con esa pena. Es muy triste.

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AMÉRICA LATINA: EL MOTIN DE LOS DINOSAURIOS

        Álvaro Vargas Llosa
Me ha vuelto a la mente el hermoso título de un libro de Carlos Raúl Hernández -’El motín de los dinosaurios’- pensando en cómo un grupo minoritario de gobiernos de la izquierda carnívora (por oposición a la izquierda y la derecha vegetarianas) están secuestrando las relaciones y la imagen de América Latina de cara al mundo. Esto, en el mejor momento político y económico de la historia contemporánea de aquella zona del globo.
Hace muy pocos días, el puñado de aliados de Cuba, todos ellos debilitados por sus crisis respectivas, impidieron que la Cumbre de las Américas, escenario en el que la región dialoga con Estados Unidos y Canadá para pensar el futuro común, produjera un documento final. Con el pretexto de que es inadmisible la no participación de Cuba, una dictadura de 53 años que viola la Carta Democrática de la OEA, frustraron la reunión. Ya lo habían hecho en ocasiones anteriores. Por culpa de ellos no se pudo aprobar, en 2005, en la misma cita, el Área de Libre Comercio de las Américas que hubiera permitido avanzar hacia un continente con libre circulación de bienes, capitales, ideas y quizá, algún día, personas.
Casi inmediatamente después del fiasco de Cartagena, la señora Cristina Kirchner, que también había armado un berrinche en la Cumbre de las Américas porque los demás no se plegaron a su exigencia de hacer causa común con su muy reciente reclamo sobre Las Malvinas, decidió dar el zarpazo contra la filial de Repsol y, a juzgar por el lenguaje de baja estofa, el asalto a la sede de la empresa y la expulsión perentoria de los ejecutivos salientes, contra España. Esto, luego de ir a la greña con el Reino Unido desde diciembre pasado.
Y así llevamos algunos años en que, a pesar de que las dos mayores economías latinoamericanas, Brasil y México, y la mayor parte de países de la región están en manos de líderes razonables, resulta imposible fijar unas pautas de relación exterior colectiva desacomplejadas y modernas. Los Chávez, los Kirchner, los Morales, los Correa y los Ortega logran, para felicidad de La Habana, impedir que la izquierda y la derecha vegetarianas prevalezcan en las cumbres y, por supuesto, en la conducción del organismo hemisférico, la OEA, que se supone debería expresar los valores liberales del continente.
¿Qué está pasando? Esencialmente, la capitulación de los demás. Por temor a las repercusiones internas, por falta de visión regional, y por creer que el daño lo sufren sólo los gobiernos que así se comportan, países como Brasil, México, Chile, Perú, Colombia y Uruguay, entre otros, prefieren no tomar el control de la imagen colectiva del continente ante el mundo. A lo cual se añade otra razón: ciertos países de la izquierda vegetariana, incómodos por haber abandonado sus raíces ideológicas, sienten un placer compensatorio en ver a sus pares carnívoros hacer de las suyas.
Todo esto ha contribuido a que Estados Unidos se desentienda de América Latina en términos políticos (quizá también a que el servicio secreto del mandatario estadounidense creyera hace pocos días que Cartagena era un burdel en lugar de la hermosa ciudad colonial de un país que progresa asombrosamente) y a que las relaciones con Europa se vayan tensando cada vez más.
Los dinosaurios están amotinados y se echa en falta un capitán a bordo que retome el control del barco.

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viernes, 27 de abril de 2012


IRRUPCIÓN DEL NEOPERONISMO
M.A. BASTENIER

En Argentina se libra una batalla entre espectros. El abracadabra del general Perón resiste difícilmente la irrupción de su sucesor, el kirchnerismo, emanación sacralizada de Néstor Kirchner, anterior presidente que murió hace dos años dejando viuda a la titular del cargo, Cristina Fernández. El kirchnerismo acuna y legitima, sin embargo, el crecimiento de un credo fuertemente populista e izquierdizante, atribuible en su totalidad a la presidenta. Por eso, lo propio sería hablar de cristi-kirchnerismo.
¿Cuáles son los elementos constituyentes de ese neoperonismo? El más visible es la juventud, representada de manera decisiva para la estatización de YPF-Repsol por dos poderosas fuerzas políticas, que colonizan los aparatos de poder argentinos. La Cámpora, que toma su nombre de Héctor J. Cámpora, el presidente de quita y pon que le guardó la silla caliente al general Perón en su regreso al poder en 1973; y el Movimiento Evita, del que no hace falta decir a qué santo se encomienda.
La Cámpora domina las comunicaciones institucionales a través de la agencia Télam, que aseguraba que el G-20 quería más a Argentina que a España, y Canal Siete, bajo los auspicios de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual, en cuyo consejo tiene dos representantes; ha puesto asimismo pie en Interior, donde ocupa la secretaría de Asuntos Municipales; se despliega en el ministerio de Planificación; y hace otro tanto en Justicia, donde el segundo del ministro es Julián Álvarez, connotado camporista. Pero es en Economía donde tiene su alma máter en la persona del viceministro y autor intelectual de la expropiación, Axel Kicillof, a los 41 años estrella emergente del poder crístico, de quien se cuenta que ha dicho: “a Cristina la tengo hipnotizada”. Y todos ellos, encabezados por su jefe, Máximo Kirchner, hijo de la pareja Kirchner-Fernández, forman la Guardia Pretoriana de la presidenta. El Movimiento Evita, en contraste con el entrismo de La Cámpora, es una fuerza de base obrera, que bajo la dirección de Emilio Pérsico dice contar con 70.000 militantes y gestiona numerosas cooperativas del programa Argentina Trabaja. Mientras los primeros quieren ser los cuadros del cristi-kirchnerismo, los segundos son correas de transmisión para el votante-pueblo de la fe neoperonista.
El segundo componente implica a los medios de comunicación privados, como consecuencia de la reciente aprobación de la ley que pone bajo control del Gobierno la importación de papel prensa, hasta ahora de libre adquisición. Las publicaciones periódicas gozan de plena libertad de crítica, pero, lógicamente, preocupa a empresas y profesionales la capacidad de amenaza y presión de que con ese instrumento se dota la presidencia.
Y el tercero es el antiimperialismo, de momento en versión blanda, porque meterse con Estados Unidos serían palabras mayores. Ese sentimiento tan dado a los eslóganes, se parece crecientemente al chavismo, que vocifera contra Washington, pero mucho se cuida de no violentar el negocio del crudo. La presidenta argentina difícilmente competirá con la locuacidad de Hugo Chávez, pero el léxico de ambos ya converge, como cuando recuerda a los españoles la época en la que el trigo argentino “les llenaba la pancita”. El cristi-kirchnerismo podría acabar siendo un nuevo chavismo del siglo XXI.
Un 62% de encuestados es favorable a la expropiación, cuota estimable pero no arrasadora, pese a que los golpes de pecho nacionalistas suelen ser siempre bien recibidos, pero el apoyo masivo que recibió Buenos Aires por la reivindicación de Malvinas no se ha repetido. El pueblo argentino parece ser menos populista que su Gobierno. Y en el exterior, predeciblemente a favor están Venezuela, Ecuador, y únicamente proforma, Bolivia, donde Evo Morales se lleva muy bien con Repsol. Al eje bolivariano hay que sumar, pero con enorme discreción, Brasil y Uruguay, el primero por mostrarse antiimperialista de oficio, y el segundo porque tiene demasiado que ver con Buenos Aires. Y enfrente forman Juan Manuel Santos de Colombia, que secamente dijo que en Bogotá no se nacionalizaba; Felipe Calderón de México; y Sebastián Piñera de Chile, países ambos con intereses en Repsol. La mayoría de los demás prefiere callar.
El ascenso de La Cámpora provoca el recelo del peronismo clásico que considera obra suya la victoria en primera vuelta de las presidenciales, y ha debido ver con satisfacción la caída en una trifulca con el vicepresidente Amado Boudou, del mayor de los camporistas históricos, el Procurador General Esteban Righi. Pero, como escribe Morales Solá en La Nación, Cristina Fernández está obsesionada con que se la vea como una “líder fundacional”. El de un nuevo peronismo.

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CON GUZMAN BLANCO VIVÍAMOS MEJOR

IBSEN MARTÍNEZ
Viendo mejor las cosas, debí escribir más bien: “Guzmán Blanco vivía mejor”.  ¿Comparado con quién?, preguntará usted, y la respuesta resplandece por lo obvia: Antonio Guzmán Blanco, arquetipo de dictador  latinoamericano,  vivía, y en general, hacía todo lo que cuadra a un autócrata, pero no era  un desalmado. Y todo, absolutamente todo  le salía muchísimo mejor que a Hugo Chávez, por mencionar a un aspirante al título de presidente vitalicio.  Rato largo mejor.
Para empezar, consideremos sólo una de las propensiones que Guzmán Blanco y Chávez tienen en común: la de querer vivir en el extranjero el mayor tiempo posible, lejos de esta “equivocación de la Historia”, como Pío Miranda  solía llamar a Venezuela.
( Conviene no confundir a Pío con Francisco de Miranda, otro charlatán fracasado,   quién sabe si pariente lejano del comunista valenciano, y a quien, llegado el momento, llegó a costarle la vida el haber condescendido a rodearse de gente tan amiga del bochinche y del salto de talanquera como era la panda de  “grandes devoradores de serpientes”, Simón Bolívar a la cabeza,  que en 1812 lo entregaron a las autoridades españolas a cambio de un salvoconducto.)  Pero volvamos a nuestro breve esquisse comparativo entre Guzmán Blanco y el  Sarcoma Andante.
Una elocuente diferencia  la hallamos en el desprecio que Guzmán Blanco ( en lo sucesivo, simplemente Guzmán, a secas) sentía por el país natal al que, en su correspondencia íntima, llegó a describir muy atinadamente como “principado de la pequeñez”.
A Guzmán  sencillamente no le gustaba vivir en este chiribital anegadizo,  habitado por balurdos vociferantes e igualados que llamamos Venezuela, y lo admitía sin melindres,  al punto de cerrar periódicamente el megarrancho que algún adulante le regaló  ¡en Antímano, hágame usted el favor!  para   mudarse a un palacio construído en el siglo XVIII en Auteuil-Neully-Passy, París 16, el mismo barrio de Moilère, Victor Hugo y Marcel Proust. A pata e’ mingo del Bosque de Boloña.  “Venezuela es para hacerse rico y vivir en París”, dicen que  dijo alguna vez, todavía chamo, con polainas y en campaña guerrera en la Sierra de Coro
En cambio, a Chávez, no sin razón bautizado por Laureano Márquez con un indiferenciado “Esteban”,  le es igual vivir en una alcabala de la Guardia Nacional  en Los Corozos, en las riberas del Arauca, en un cambuche de las Farc, en ese engendro pretendidamente neoclásico que llaman Miraflores o en una “casa protocolar” en La Habana, rodeado de esbirros del G-2 en guayabera.
La imagen del G-2 husmeándolo todo conduce descansadamente a otra diferencia abismal entre Guzmán y Esteban y es que el Autócrata Civilizador gustaba de hacer pausas en el agotador tráfago de la vida oficial y suspender las funciones de gobierno para retirarse a los placeres de la vida íntima. A disfrutar del convivio familiar o  de la tertulia entre amigos cultos y ocurrentes. Le gustaba alternar, relajadamente y  en un ambiente très détenducon los caballeros franceses, elegantísimos capitanes de industria  con quienes solía hablar de negocios.
No por ello dejó de ocuparse de  dictar el Decreto de Instrucción Pública, erigir el Palacio Federal Legistativo, dotar de acueductos y cloacas a la ciudad de Caracas,  inaugurar el Teatro Municipal ni mucho menos de instaurar  un razonable estado seglar con ferrocarriles, moneda de curso legal, timbres fiscales   y sistema de aduanas donde antes no hubo sino monte, culebra y matazón de gente.
Y todo hecho con   la mayor souplesse, entre un polvito querendón con alguna rubia cocotte parisina – o con su cuñada, como es fama inverificable: Guzmán Blanco, el de  la bragueta cordial – y un canard à la solognote, convenientemente rociado  con un Lamy-Pillot cosecha de 1867, el borgoña favorito de Napoleón III, en almuerzo tertuliante con el pana francés que le pasó senda comisión por el tendido del telégrafo. Todo conducido sin vociferaciones ni balcones del pueblo ni malas palabras.
Esteban, en cambio, no sabe estar solo. Para él la vida debe parecerse a la batalla de Araure pintada por Tito Salas: un atajaperros de lanzazos, mentadas de madre  y tiros a quemarropa.  Se burlaba Quevedo de Lope de Vega diciendo que éste no sabía  vivir “si no es en multitud y a gritos, como sus comedias”. Tal destino, al parecer, nimba al Caudillo de Sabaneta al punto de hacer inimaginables los sufrimientos morales que al Héore del Museo Militar le impone el secuestro de que es víctima a manos de la banda de los hermanos Castro. No hay Twitter, ese miserable y triste consuelo de 140 caracteres,  que mitigue la pena de no poder ya infligirnos, durante nueve horas,  una cadena de dicharacheras consignas con la regularidad acostumbrada.
Guzmán fue un dictador, cómo no, pero alcanzó todo lo que se propuso, acaso porque se proponía cosas perfectamente razonables y hacederas: un modetso pero funcional srviciotelefónico entre Caracas y La Guaira, por ejemplo. No fue nunca un líder continental de patio de bolas, como Esteban. No se le quedó en el tintero ningún Gran Gasducto Guayana-Cochabamba-Patagonia ni lo cegaban supercherías propias de comunista de pueblo, como esa de que un hospital cubano es mejor que el Anderson Cancer Center de Houston.
Si a Guzmán le daba por cambiarse  de barrio, no se andaba con pendejadas: se mudaba de un solo coñazo a París; no a Guanabacoa. Guzmán fue hombre de muy superior musculatura moral, comparada con la de Esteban. Si lo atacaba la nostalgia, tendía un cable submarino transatlántico desde Le Havre hasta Carúpano y se  enlazaba con el sistema nacional de telegrafía para preguntar como estaban por la casa y, de paso, darle instrucciones al  bueno-para-nada de Linares Alcántara.
¡Pero ni de vaina se le ocurría venirse desde Francia a que lo asaltaran y le pegaran un tiro en la cabeza para quitarle la carroza !
Cuando, luego de una larga vida – en esto tampoco lo ha de superar Esteban -,  llegó el momento de entregar la careta y las chingalas,  Guzmán arregló sus cosas, privadamente,  sin lloriqueos en público, y le importó un carajo la posteridad ni quién  pudiese sucederlo. A él, que le quitaran lo bailado.
Murió inmensamente rico, realizado, harto como San Lucas y en París. Sin aguacero.
Ibsen Martínez está en @ibsenM


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Riesgo de golpe en Venezuela: hora de decir no

Infolatam
Sao paulo, 26 abril 2012
Por Sergio Fausto

No hay duda de que el estado de salud de Chávez se agravó. Él mismo admitió el hecho, al implorar públicamente a Jesús que no se lo llevase todavía. El dramático llamado fué al inicio de abril, en una misa televisada para todo el país. La hipótesis de que no cuente con las condiciones físicas necesarias para disputar las elecciones de octubre dejó de ser posible para volverse probable. Así, se dibujó en el horizonte el espectro de la alternancia de poder, el mayor temor del chavismo. De hecho, si las encuestas sirven de guía a estas alturas, seis meses antes del encuentro, cualquier candidato del gobierno, excepto el propioChávez, sería derrotado por Henrique Capriles, el candidato único de la oposición.
Para un movimiento político que se apoderó del Estado, lo agigantó y transformó en un instrumento para el ejercicio arbitrario del poder, solo que bajo la facahada de un régimen constitucional y democrático, esa es una perspectiva aterrorizante. Para algunos inaceptable.
Ya en noviembre de 2010, el general Henry Rangel, jefe del órgano de la cúpula de las Fuerzas Armadas, dijo con todas las letras, en entrevista de prensa, que en caso de victoria de la oposición, el pueblo y los militares se rebelarían. Chávez no sólo no lo condenó, si no que lo promovió a un nivel todavía más alto en el generalato. En enero de 2012, lo nombró ministro de defensa. Semans atrás, el generla Henry Rangel volvió a declarar inaceptable la vistoria de la oposición. Chávez afirmó que aceptaría sí, pero no repredió al subordinado. Al mismo tiempo, el presidente venezolano propaga la idea de que la oposición, con ayuda de los Estados  Unidos, planea promover la convulsión social para justificar un golpe de estado. Como parte de ese escenario político, formó un comité civil-militar con el supuesto objetivo de veitar la subversión opositora. Y ordenó al servicio de inteligencia que vigilase a gobernadores y prefectos de la oposición, así como a los comandantes de sus respectivas fuerzas policiales, para prevenir que llevasen a cabo el tal plan de desestabilización política.
Todos esos son hechos ampliamente difundos por la prensa. A ello se unen indicios igualmente preocupantes. En un artículo reciente, el periodista venezolano Nelson Bocaranda afirma que hubo en La Habana una reunión entre oficiles de la alta cúpula de las Fuerzas Armadas de Venezuela y dirigentes del régimen cubano, entre ellos el propio Raúl Castro. Los participantes de la reunión habrían discutido la hipótesis de emplear las Unidades de Protección al presidente, fuerzas especiales directamente ligadas aChávez, entrenadas y/o formadas por cubanos, para realizar actos de provocación que serían atribuidos a la oposición y justificarían una intervención militar para la mantención del régimen chavista. Cuesta poco recordar que Cuba depende vitalmente de la ayudsa económica de Venezuela y que los cubanos conocen exactamente el real estado de salud de Chávez.  O sea, están interesados en la mantención del régimen y saben que éste está en peligro.
Si no podemos afirmar con certeza la veracidad de lo que escribe Bocaranda, por otro lado no cabe duda de que algún tipo de intervención militar en los próximos meses es una hipótesis real en Venezuela. Y si esto llegara a ocurrir, sería a manos del chavismo, con o sin su líder al mando del proceso, por la simple razón de que hoy la oposición, lo mismo que sus sectores menos democráticos, ahora minoritarios, no disponen de apoyo en las Fuerzas Armadas, ni del auxilio de las “milicias populares”. Las armas están conChávez y los suyos.
Difícil imaginar que una intervención armada diere lugar a un gobierno, por no decir régimen, capaz de perdurar en el tiempo. Probablemente el poder emergente tendría una corta vida, pero seguro que lanzaría a Venezuela a una escalada de inestabilidad y violencia que haría empalidecer, por duración e intensidad, al recuerdo del caos provocado por el “Caracazo”, en 1989. En aquella ocasión, la capital del país quedó patas arriba en medio de la revuelta popular contra la política económica de Carlos Andrés Perez, al final duramente reprimida por la policía y el ejército, dejando muertos y heridos. Esta vez,  se enfrentarían dos bloques sociales y políticos completamente antagonizados, fracturando la sociedad y las fuerzas armadas, en un país donde la violencia y la diseminación de armamentos ya alcanzaron niveles alarmantes.
Venezuela tiene 30 millones de habitantes, es un gran exportador de petróleo, tiene una de las mayores reservas probadas de ese combustible fósil en el mundo y es la cuarta mayor economía de América del Sur. Los que pase en ese país tendrá repercusiones en la región. En el gobierno de Dilma, Brasil ha mantenido una actitud de mayor alejamiento en relación a Chávez y lo que él representa, apesar de la proximidad de su asesor especial para asuntos internacionales, Marco Aurelio García, con el gobierno venezolano (son próximas también las relaciones de José Dirceu con personajes del régimen chavista).
Llegó la hora de que Brasil envíe un recado claro a Chávez y a los suyos: el gobierno brasileño no se quedará quieto y pasivo si hubiese, bajo cualquier justificación, un intento de golpe o autogolpe para evitar el transcurso normal del proceso electoral, ya de sí muy comprometido por las arbitrariedades del régimen chavista.
La presidente Dilma sabrá evaluar el modo y los medios para enviar ese recado. Podrá tomar la inciativa en solitario o articularla con otros jefes de estado sudamericanos, en especial con el hábil y capaz presidente Juan Manuel Santos de Colombia, país vecino e importante socio comercial de Venezuela. Puede incluso valerse de los buenos oficios de sus colaboradores y compañeros de partido que gozan de la intimidad del actual gobierno venezolano.
Pero no pude ignorarse la hora grave que vive Venezuela.
(Publicado en O Estado de Sao Paulo, traducido por Infolatam)

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El trilema: euro, inflación o democracia

MIGUEL ÁNGEL SANTOS |  EL UNIVERSAL
viernes 27 de abril de 2012  
La persistencia de Alemania en su receta de austeridad, impuestos y recortes ha sumido a buena parte de Europa dentro de unos cuantos círculos viciosos de los que le será muy difícil salir. El primero es el económico. Tómese por ejemplo el caso de España. Como consecuencia de sus dislates de otros años el país se encuentra hoy con una de las mayores tasas de desempleo a nivel mundial (22%) y también con uno de los mayores salarios relativos de Europa. La legislación laboral, similar a la nuestra en el sentido que hace prohibitivo el despido e inhibe así la contratación, hace que el mercado se ajuste no a través del precio (salarios), sino de las cantidades (puestos de trabajo). 

En plena recesión, con la prima de riesgo de España en niveles récord, el presupuesto nacional se ha vuelto inviable. La aritmética pura exige subir los impuestos y bajar los gastos, pero esa es una reacción pro cíclica que sólo puede acentuar el problema. Pensándolo bien, el país ha caído en el peor de los dos mundos. No está bajo los designios de una administración keynesiana, cuyos pilares teóricos son el estímulo fiscal como herramienta para recuperar la actividad económica y la reacción anticíclica. Pero tampoco se trata de la derecha, que al menos en teoría también tiene sus bondades: Menor gasto y menores impuestos, con la esperanza de que estos últimos estimulen la recuperación. Tampoco. Europa (Alemania) le ha impuesto a Rajoy una combinación de mayores impuestos y menor gasto. Siendo así, sólo cabe esperar los peores escenarios del ideario de derecha (mayores impuestos afectarán la iniciativa privada, reduciendo la inversión, la actividad, y en consecuencia la base sobre la que se calcula el impuesto) y keynesiano (recortar el gasto en medio de una recesión y bajo una crisis de confianza debilitará aún más la demanda). Uno no puede sino preguntarse a qué se le está apostando, de dónde va a venir la inversión que hace falta para crear los puestos de trabajo necesarios, que es lo que puede salir bien de todo esto. 

Alguien podría decir que la flexibilización laboral provocará una caída en los salarios que devolverá a la economía española algo de la competitividad perdida. Pero con tipo de cambio fijo (moneda única) ese será un proceso lento y muy doloroso, similar al sufrido por Gran Bretaña cuando, tras el fin de la I Guerra Mundial, se empeñó en volver al patrón oro a la tasa preguerra. Y aquí es dónde entra el segundo círculo vicioso: el social. Los mayores impuestos y los recortes en programas de atención social (educación, salud, pensiones) han provocado un descontento generalizado entre los más vulnerables, que se oponen con cada vez más fuerza al euro, la integración y la inmigración. En ese estado de cosas, pareciera una cuestión de tiempo antes de que surja un candidato que reúna a esa mayoría y le dé un golpe a la mesa. El miedo que la UE tiene a este escenario ya ha sido recogido en el veto que se le hizo en su momento a Papandreu cuando se le ocurrió registrar a todos llamando a Grecia a referéndum. Y es que por los vientos que soplan Europa pronto tendrá que escoger entre mantener el euro, baja inflación, y democracia. Puede tener dos de esas tres, pero no las tres. 

@miguelsantos12


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LA ELECCIÓN FRANCESA Y 

EL FUTURO EUROPEO

Emilio Nouel V

Los resultados que anunciaban las encuestadoras más prestigiosas para la primera vuelta de las elecciones francesas se dieron. La diferencia entre Sarkó y Hollande fue mínima; entre ellos dos se decidirá el asunto.

Hollande y Sarkozy tendrán un debate



Sin embargo, la fuerza política que surge como fiel de la balanza para dentro de una semana, es la representada por la señora Marine Le Pen. Superó con mucho la más alta votación de su padre. Logró un 18 % del total. El 50 % de los no profesionales, que no tienen un diploma, voto por ella. También el 20 % de los jóvenes. El 26 % de las personas entre 35 y 49 años y de las comunidades rurales.
Sin duda, un resultado que tiene preocupada a las autoridades de la Unión Europea en Bruselas, habida cuenta del discurso antieuropeísta y ultranacionalista de aquella.
Si esta fuerza política mantiene el apoyo obtenido o lo aumenta para las legislativas de junio, la dinámica de la política francesa sufrirá cambios importantes.
Para los candidatos finalistas, conquistar una tajada importante de los votantes de las opciones descartadas es trabajo duro y complejo que los estrategas electorales de los equipos en liza están ejecutando.
Ir o mantenerse en el centro o desplazarse a los extremos son cursos no exentos de riesgo. Sarkozy y Hollande, y sus asesores, no la tienen fácil.
Las alianzas y acuerdos están planteados, sobre todo con vista a las legislativas. 
¿Qué dice la gente al respecto?
El 64 % de los que votaron al Presidente se inclinan por acuerdos entre Unión por un Movimiento Popular (UMP), partido de Sarkozy, y el Frente Nacional de Le Pen. El 59 % de los votantes de esta última piensa lo mismo.
Por otro lado, un sondeo de OpinionWay, citado por Les echos, indicaría que el 64 % de los franceses se oponen a una eventual alianza entre UMP y FN. Los sondeos recientes siguen dando el triunfo a Hollande sobre Sarkozy (intención de voto: 54 % a 45 %), aunque debe decirse que el último salió bien parado de la primera vuelta, habida cuenta de que fue el blanco de ataque de todos los candidatos.
Según estos sondeos, los votantes de Le Pen, sólo en un 45% se pronuncian por el Presidente y 23% por el retador. Se abstendría el 32%.
De los votantes de Bayrou, que quedó en el cuarto lugar, el 37% se inclinaría por Sarkozy y 33% por Hollande. El 81% de los del petit Chávez francés, Melenchon, votarían por Hollande.
Por otro lado, la mitad de los franceses (50%), desearía que ganara Hollande.
No obstante, sabemos que las vueltas que da la política nos podrían traer sorpresas. Y el tema de las alianzas posibles, las abstenciones de parte de los que votaron en la primera vuelta y la movilización de los que no lo hicieron, pueden producir resultados diferentes a los de los sondeos, colocando las diferencias entre los dos candidatos más pequeñas de lo que aparentan.
Más allá de estos temas político-numéricos, la posibilidad cierta de que la izquierda moderada socialdemócrata, de capa caída en los últimos tiempos en esa región, llegue al poder en un país de tanta importancia mundial y europea, no es asunto menor.
Y lo es, no porque tal triunfo electoral pueda tener significación para los que se adscriben o simpatizan con esa corriente política mundial, sino por las políticas que adelantaría un gobierno socialista, habida cuenta del berenjenal fiscal-financiero en que está metida Europa en la actualidad.

Es posible que Hollande enfrente las orientaciones financieras que hasta ahora han impuesto en Europa el duo Merkel-Sarkozy, lo cual no deja de ser preocupante toda vez que se podría desencadenar un debate que afectaría la necesaria gobernabilidad en la zona y la percepción que de ésta se tenga en los mercados.  
Quisiera pensar que las consignas o planteamientos, algunos anacrónicos, que al calor de lo electoral se han emitido, no sean los que inspiren las políticas que se instrumenten y ejecuten. Serían contraproducentes, no sólo para los franceses sino para la Unión como un todo. Y el buen funcionamiento de la Unión interesa a la economía planetaria. Los efectos negativos de las crisis de los países, tarde o temprano, trascienden las fronteras. El efecto de contagio está más que demostrado con las crisis anteriores. De hecho, la que padecen los europeos es también consecuencia de otras generadas en contextos distintos.
La globalización nos ha hecho partícipes de un mundo cada vez más interdependiente e interconectado, que exige igualmente salidas conjuntas a todos los desafíos que la vida planetaria nos presenta.
No es tiempo de pócimas mágicas, de ensoñaciones ideológicas o nacionalismos estériles. Se imponen soluciones realistas a tan graves problemas. Sólo el esfuerzo productivo, políticas de crecimiento, la elevación de la competitividad, el impulso al desarrollo tecnológico y el manejo racional (austeridad) de los recursos públicos, pueden sacar adelante a los países europeos que están experimentando situaciones fiscales y financieras críticas.
El panorama no luce fácil y las opciones son muy discutidas. Las posiciones encontradas tendrán que buscar un punto de equilibrio. Habrá que hacer un gran esfuerzo para acordar un camino conjunto que no se lleve por delante los logros de la Unión.
Y no hay que olvidar que estas crisis son el caldo de cultivo de las más horrendas derivas antidemocráticas o totalitarias. Y ya sabemos de la debilidad intrínseca de los regímenes políticos libres. No son pocos los movimientos de ideologías demenciales que tienen vida en Europa. 
Sólo nos resta esperar que en Francia -gane quien gane- el nuevo gobierno asuma sus responsabilidades con una visión pragmática, moderna y acorde con las graves circunstancias que vive esa región.


EMILIO NOUEL V.
@EnouelV

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jueves, 26 de abril de 2012


DERROTAS ELECTORALES Y TERAPIA POLÍTICA

Fernando Mires
Me había propuesto escribir sobre las elecciones de Abril en Francia. Mas, ¿podía decir algo nuevo después que miles ya han escrito sobre el mismo tema?
Ya todo el mundo sabe que las elecciones francesas trajeron consigo tres grandes noticias. La primera, la derrota de un mandatario que había logrado mantener a flote la economía del país en medio de una feroz crisis mundial. La segunda, el amenazante avance del “lepenismo”, variante post-moderna del fascismo del siglo XX. La tercera, el hasta hace poco inesperado repunte de los socialistas.
De esas tres noticias, el repunte socialista parece ser un acontecimiento que puede tener cierta relevancia en otros países europeos. Los socialdemócratas alemanes, quienes ya estaban resignados a ser derrotados por el pragmatismo inclaudicable de la Merkel, los socialistas escandinavos, e incluso los socialistas españoles por quienes nadie da un “duro”, han sentido revivir en sus venas ese oscuro deseo del poder. El mismo poder sin el cual un político no merece ejercer su profesión.
No todo está entonces perdido para la “causa socialista”; esa es hoy una de las opiniones predominantes.
El tema también puede ser reformulado así: es posible que el proyecto (estatista, obrero, industrial) del socialismo democrático se haya hundido junto con la modernidad, pero los partidos socialistas sobreviven y, en algunos casos, gobiernan en medio de una era post-industrial que tal vez no entienden. Incluso la oportunidad de que tales partidos realicen una apertura hacia nuevos temas -los de la ecología, los de género, los de las “indignaciones” frente a la extrema racionalización de la vida, los de la digitalización de las relaciones humanas, y muchos más- no hay que descartarla del todo.
No son pocos los socialistas que hablan, por ejemplo, de una “cuarta vía”, una que cursará ya no entre capitalismo y socialismo (léase: libre mercado o estatismo) como fue el propósito de “la tercera” -la de Tony Blair, la de Anthony Giddens- sino “más allá” de las tres: en esa superficie marcada por una realidad cuyos actores y temas no son los mismos que signaron las terribles tragedias del siglo XX.
Al haber sido desalojados de diferentes gobiernos, los socialistas han tenido la oportunidad de renovar discursos, personas, e incluso rígidas estructuras internas. En ese sentido el lugar de la oposición les ha ofrecido una posibilidad terapéutica que no habrían podido obtener de otro modo. Ese es justamente el sentido de la rotación en el poder en torno a ese “vacío” (Lefort) que ninguna fuerza humana puede –ni debe- llenar totalmente
Nadie tiene derecho a ocupar el poder durante una eternidad. Mas aún, en una democracia el poder es ejercido no sólo desde el gobierno sino también desde la oposición. En Europa hay incluso partidos que para seguir manteniéndose en el gobierno aplican los programas de la oposición. Lo dicho es también válido en algunos países latinoamericanos. Para poner dos ejemplos: José Mujica en Uruguay realiza un programa de derecha en nombre de la izquierda y Juan Manuel Santos realiza un programa de izquierda en nombre de la derecha. Lula, a su vez, realizó ambos al mismo tiempo.
También tiene validez latinoamericana el hecho de que la oposición, bajo condiciones democráticas, sea el lugar de la recomposición de partidos que en algún momento ocuparon el poder político y desde ahí fueron desalojados portando el estigma de la más alta y posible corrupción. El caso más espectacular ha sido sin duda el del retorno político del PRI, en México.
Efectivamente, cuando en México el monopartidismo estatal de tipo soviético y/o otomano que ejerció durante tantas décadas el PRI, se vino abajo (2006), muchos pensamos que el PRI sucumbiría junto con su mafioso “sistema”. Hoy, sin embargo, asistimos al retorno del PRI reunificado en torno a su candidato, líder, y probablemente futuro presidente: Enrique Peña Nieto. Mas, ese PRI ya no es el de antes. El de ahora no es un partido despótico, y no lo es no porque sus dirigentes no quieran sino porque no pueden. El PRI es uno entre otros, uno que compite en el marco de un orden muy distinto al que ese mismo partido impuso en un no tan lejano pasado.
Los pueblos, se dice, tienen mala memoria. O tal vez son condescendientes con aquellos que, después de haber sido derrotados son capaces de levantarse y aceptar nuevas condiciones del juego. Lo vimos recientemente en el Perú. Si no hubiera sido por la rápida decisión de sus más lúcidos políticos, quienes decidieron cerrar filas en torno a Ollanta Humala, hasta el “fujimorismo”, con toda su tenebrosa historia a cuestas, y con la mayoría de sus antiguos dirigentes en puestos decisivos, habría podido retornar en gloria y majestad. Probablemente eso ocurrirá alguna vez, pero antes el fujimorismo deberá pagar algunas penitencias, renovar sus cuadros políticos y transformarse, como sucedió con el PRI, en un partido verdaderamente constitucional.
En una democracia la posibilidad del retorno no está negada a nadie. La transformación de un partido autocrático en uno democrático, tampoco. Incluso en Venezuela, país donde ha emergido una combativa y organizada oposición al régimen pro-totalitario que allí impera, la posibilidad de que el chavismo, cuando sea desalojado del poder, regenere sus “podridas cúpulas” y retorne a la competencia política, no está del todo negada.
En relación con este último caso, mi tesis es la siguiente: “Solo una derrota electoral puede salvar políticamente al chavismo”. ¿Salvarlo de qué? La respuesta es muy simple: de sí mismo.
Sobre la base de esa tesis, escribiré muy pronto un nuevo artículo.

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