domingo, 30 de septiembre de 2012


MITIN DE CIERRE DE CAMPAÑA DE CAPRILES EN CARACAS






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La oposición a Chávez toma Caracas

Henrique Capriles reúne a cientos de miles de venezolanos en el cierre de su campaña en la capital



Caracas ha vivido este domingo una fiesta democrática como nunca antes. Cientos de miles de personas de todas las clases sociales y de todas las edades se han echado a las calles en apoyo del líder de la oposición Henrique Capriles, que cerraba campaña en la capital venezolana. Una marea humana se derramó por el centro de la ciudad con un fuerte contenido simbólico: Capriles le ha robado el espacio público a Hugo Chávez, el teniente coronel o comandante como le gusta que le llamen ahora, que ha gobernado este país desde hace 14 años y aspira, el próximo domingo 7 de octubre, a ser reelegido en el poder por otros seis años.
El candidato de la oposición, el flaco, como es conocido, comenzó su discurso con estas palabras: “Hoy Caracas está vestida de futuro, de progreso”. Prometió que el próximo domingo Venezuela “va a derrotar la violencia” y acabar con la división y la confrontación entre compatriotas. “La época del odio quedará enterrada partir del próximo 7 de octubre”, aseguró. Capriles destacó que el chavismo había priorizado las fantasías ideológicas de la revolución bolivariana sobre los problemas de la gente – “la ideología es superar la pobreza, tener empleo y acabar con la violencia, eso es lo progresista”- y llamó a los venezolanos a “votarse a sí mismos”, para que el país pueda salir adelante.
Cientos de miles de personas con banderas amarillas y naranjas y gorras de béisbol con la bandera nacional, que ha popularizado Capriles en esta campaña, marcharon en la mañana del lunes por las principales avenidas caraqueñas con una esperanza: "Hay un camino", como dice el eslogan de la oposición, pero también con el temor que resumía un cartelón con la caricatura de Chávez: “¿Te imaginas otros seis años más?". Pero la actitud de la gente no era de revancha sino de quien tiene la convicción de que hay otra forma de gobernar el país con eficacia y, sobre todo, sin arbitrariedades, sin autoritarismo, sin payasadas.
La marcha lenta y multitudinaria, partía a las nueve de la mañana (tres y media de la tarde en España) desde cinco extremos de Caracas, hasta converger en la Avenida Bolívar: la más emblemática de la ciudad, la que todo político que aspire con hacerse del Gobierno en Venezuela sueña con colmar de punta a punta. Capriles lo ha logrado. Durante los últimos diez años, este fue un territorio exclusivo de las fuerzas del chavismo, el patio de sus mítines y sus verbenas, donde la oposición tenía expresamente prohibido reunirse. Así fue hasta el pasado 10 de junio, ese día, cuando cientos de miles de personas acompañaron a Capriles a inscribir oficialmente su candidatura en la sede del Consejo Nacional Electoral, se acabó la veda. Pero la multitud de entonces no se podía comparar con la de este domingo.
José, un hombre de mediana edad, no se lo podía creer. “Nunca, nunca, había visto esta avalancha de gente. Esta vez esto va en serio”, decía mientras destacaba la cantidad de jóvenes, y sobre todo de mujeres, que con camisetas en las que se podía leer “yo soy progresista” o “vota progresista” se habían echado a las calles en la soleada mañana de Caracas.
Marisol, comerciante, de 33 años, que vive en una barriada chavista, dijo que estaba allí por la “inseguridad” que sufre la capital, con una de las tasas de homicidios más altas del mundo. Kinlin, ingeniero de sistemas, de 42 años, confesó que no había votado nunca desde que Chávez se hizo con el poder pero que ahora sí lo iba a hacer “por el desastre económico y la necesidad de un cambio”. María, de 62 años, citaba también la delincuencia y el desempleo como argumentos para votar por Capriles, como Efraín, albañil de 50 años o Gerardo, de 24, universitario en paro, cuya familia siempre ha votado por Chávez pero que esta vez ha dicho basta.
Capriles se ha convertido en el protagonista absoluto de la campaña y ha sabido conectar con los deseos de cambio de buena parte de la sociedad venezolana. Lo ha logrado con mensajes sencillos, directos, con la oferta de conservar lo bueno del chavismo, reparar lo roto y echar a andar hacia el futuro; de devolver la eficiencia a los servicios públicos de agua y electricidad, que hace diez años funcionaban y ya no; de mantener los programas sociales en beneficio de los más pobres, que han sido bandera del actual Gobierno; y de ampliar los horizontes de la economía nacional y romper el esquema del petroestado, que nada produce y todo lo importa.
Después de más de un década de torpezas y errores, la oposición al chavismo ha conseguido unirse y construir una alternativa de Gobierno que aunque perdiera las elecciones del próximo día 7 está aquí para quedarse. La confianza que expresaban los rostros de los manifestantes, la sensación física de que está vez es su turno –como dice una frase del himno electoral “algo bueno está pasando”-, su espontaneidad contrastan con la cada vez más vacía retórica oficial por muchas que sean las habilidades para manejar el espectáculo político por parte de Hugo Chávez.
La campaña había trascurrido sin tropiezos hasta el sábado, cuandotres militantes de la oposición fueron asesinados -el tercero ha muerto hoy en el hospital- por supuestos seguidores del chavismo durante una caravana de cierre de campaña que se realizaba en Barinas, el Estado natal del presidente. Para ellos, Capriles pidió justicia. El candidato seguirá dándole la vuelta por tercera a vez a Venezuela, luego de haber visitado más de 250 pueblos, hasta en los rincones más apartados del país.
Este domingo, entre la multitud que lo esperaba, la señora Carmen, una ama de casa robusta de 71 años, que se jacta de haberlo visto todo en su país, era la única del entorno que sostenía un cartel oficial de la campaña de Hugo Chávez con el eslogan: “Chávez, corazón de mi patria”. En la foto, tomada en 2006, año de su tercera reelección, se ve al presidente sonriente. Sobre el cartel, con un marcador de tinta, Carmen ha escrito: “Si este es el corazón de la patria, necesita un trasplante ya”.

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        NUESTRO PERSONAJE REGRESA


Plinio Apuleyo Mendoza


Carlos Alberto Montaner, Álvaro Vargas Llosa y yo pensábamos haberlo despachado para siempre. Pero ahí está. Ha vuelto. Está en las universidades tirándole papas explosivas a la policía. Incluso, cosa grave, en la Javeriana y en los Andes. Sus tesis reinan en muchas columnas de prensa, en centros académicos, en cúpulas sindicales, en el Congreso y en los partidos con filiación de izquierda. Pero lo que menos esperábamos es que ahora, gracias a las exigencias de ‘Timochenko’, esas tesis y sus correspondientes propuestas serán tema central en la mesa de negociaciones de paz. Nada menos.


Nos referimos, por supuesto, al perfecto idiota latinoamericano. Aunque parezca increíble dado el duro epíteto que con Montaner y Álvaro le colgamos en nuestro difundido Manual, a este personaje lo tratamos con algo de afecto recordando que a los veinte años muchos fuimos idiotas. Dejamos de serlo cuando descubrimos que las ideas que en los ámbitos universitarios nos embelesaban hoy han sido derrotadas por la realidad. ¿Cuáles son ellas? En primer término, muchas de la vulgata marxista, que todo lo explica por la lucha de clases. De acuerdo con esta visión, los grandes responsables de nuestra pobreza eran dos funestos aliados: el imperialismo y los ricos, agrupados bajo la etiqueta de burguesía, llamada luego oligarquía.
Como lo escribimos en nuestro Manual, si a este personaje pudiéramos tenderlo en el diván de un sicoanalista, descubriríamos en los pliegues más íntimos de su memoria las úlceras de algunos complejos y resentimientos sociales exasperados por la imagen de los ricos, de sus clubes, mansiones y fiestas. Entonces, el marxismo y todas sus variantes acaban por atraparlo.
Aunque con el tiempo estos sesgos ideológicos no le impidan sumarse a partidos de estirpe democrática, nuestro perfecto idiota sigue fiel a ciertas convicciones. Por ejemplo, su gusto por las nacionalizaciones, su freno a las multinacionales, su clamor por un reparto de la tierra que impida grandes propiedades agrícolas y, sobre todo, una redistribución de la riqueza a cargo del Estado, ignorando que lo que este recoge por la vía de los impuestos termina sólo engordando a la burocracia. Nuestro personaje, además, nunca culpa al gasto público por el incremento de la deuda externa, sino a la voraz banca internacional. Y a quienes defendemos la economía de mercado y sostenemos que el desarrollo y el empleo sólo los crea una buena gestión de las actividades empresariales y una educación de visos tecnológicos -modelo contrario a lo ocurrido en la Cuba castrista y en la Venezuela chavista- nos llama “neoliberales” y partidarios del capitalismo salvaje.

Si nuestro idiota pertenece al mundo político, la palabra mágica que lo acompaña siempre es “lo social”. Siempre buscará parcelas burocráticas a la sombra del poder y todo lo confía en subvenciones, ofertas populistas y reformas constitucionales. Considera además escandalosa la inversión privada en la educación y a la guerrilla la llamará comprensivamente “la insurgencia armada”, aunque mate, secuestre, robe y extorsione o torture.

Con este bagaje, nuestro perfecto idiota reaparece no sólo en Colombia sino en el continente. Es dueño de gobiernos en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua y se hace notar ahora en las políticas de doña Cristina Fernández en Argentina y en el poderoso Foro de São Paulo. Y con la ayuda de este contexto continental, que por primera vez le es favorable, ‘Timockenko’ no pone sobre la mesa de negociaciones el fin del terrorismo, sino un modelo propio de la vanguardia revolucionaria del idiota que deja fuera de juego los tres huevitos de Uribe* y las locomotoras de Santos**. ¿Quién iba a imaginar que a la paz se le fijara este precio?

@ELTIEMPO

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La disfuncional Venezuela

Entrevista con Moisés Naím

Por La redacción Letras Libres

Más allá de la retórica y el sano debate, Moisés Naím demuestra con datos duros, durante esta charla con
Libres, cómo la Venezuela anterior a Chávez brindaba
mejores condiciones económicas, políticas y sociales
a sus ciudadanos.






Moisés Naím, uno de los columnistas más leídos de 
Iberoamérica, es también autor de más de diez libros 
sobre economía y política internacional, entre ellos el best
seller Ilícito. Cómo traficantes, contrabandistas y piratas
están cambiando el mundo. También fue, durante catorce 
años, el director de la revista Foreign Policy, una de las 
publicaciones más influyentes del mundo. Ahora preside 
el consejo directivo de varias organizaciones y think tanks
internacionales, es senior associate del Carnegie Endowment 
y conduce desde Washington un programa semanal de 
televisión sobre temas globales, Efecto Naím, que se 
transmite en Estados Unidos y Latinoamérica a través de
la cadena NTN24 (DirecTV). Naím, quien fue ministro de 
Industria y Comercio de Venezuela, sigue muy de cerca 
el acontecer de su país.

• • •

Por vez primera vez en muchos años, la oposición 
venezolana parece estar en mejor forma que en el 
pasado. ¿Cuál es su evaluación de las fuerzas que 
se oponen a Chávez y su proyecto?
La nueva oposición venezolana ha sido heroica,
democrática, profundamente pacífica y muy honesta
en sus procederes. Todo esto nos ha llevado a muchos
a hablar de una nueva y muy diferente etapa en la
evolución
de las fuerzas políticas y sociales que se enfrentan al
presidente Chávez. Aunque aún tienen cierta influencia
actores heredados de la llamada “vieja política”, del
bipartidismo anterior a la “era Chávez”, es obvio que
la oposición muestra ahora rasgos novedosos: su cúpula
y su candidato presidencial son jóvenes, su imagen no
está asociada con el pasado y es imposible endosarle responsabilidades por la terrible situación que vive mi
país.
La oposición venezolana, insisto, es extraordinariamente
pacífica, democrática y transparente y, además, desde el
punto de vista social, su propuesta es muy progresiva y
tiene chance de alcanzar el poder. Los temas de su
campaña, apuntados a lo social, y el modo hasta
ahora exitoso en
que ha navegado en un ambiente electoral claramente
hostil al libre juego democrático, caracterizado por el
brutal ventajismo del gobierno y todo tipo de violencia
–física, judicial, mediática, económica–, añade puntos a
esa valoración. Sin embargo, hay otros factores, algunos
evidentes y otros menos, que también influirán sobre el
desenlace de las próximas elecciones.

¿Cuáles son esos factores?
El más obvio y el que más peso tiene es, desde luego, la
enfermedad del presidente Chávez, una “enfermedad
secreta”, de evolución imponderable. El secreto en torno
a su enfermedad y la incertidumbre que implica para todos,
incluso para el chavismo, confieren un cariz único a esta
campaña. Pero hay otros factores que van a ser muy
importantes y son menos obvios. Hay actores políticos que
no serán pasivos espectadores de las elecciones y para
quienes un eventual cambio de régimen es un riesgo
catastrófico.
El más conocido de estos actores es Cuba, pero otros países
de Centroamérica y el Caribe, potencias como China o Rusia
o países como Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Irán o
Bielorrusia, son protagonistas para los cuales el resultado de
las elecciones venezolanas es materia de interés nacional.
Reviste la máxima prioridad de los líderes políticos y militares
de estos países y de
sus familiares y amigos que lucran personalmente con los
enormes negocios que hacen con Venezuela.
Es también de sobra conocido que el narcotráfico, así como
todo tipo de redes criminales internacionales, se han
establecido
en Venezuela gracias al favorable ambiente que
encuentran
para sus actividades. Y en el caso de ciertas redes de
narcotraficantes, hay sobradas evidencias de que este
ambiente favorable se potencia gracias a la complicidad
activa de altos personajes del gobierno o sus allegados.
Esto no lo afirmo yo,
sino que está ampliamente documentado por
organismos y tribunales internacionales independientes
y respetados.
Suponer
que esos actores no están utilizando sus capacidades,
experiencias, recursos, contactos e influencias para
moldear
en lo posible una situación tan críticamente importante para
ellos es,
a mi juicio, muy ingenuo. Hay una amplia madeja
internacional
de redes
criminales para la cual la salida de Chávez del poder es
una gran amenaza.

Comencemos por la enfermedad de Chávez.
Al margen de su evolución clínica, de si Chávez puede
fallecer o
no antes de las elecciones del 7 de octubre, cosa que
nadie
sabe, su enfermedad lleva de modo natural a preguntarse
qué
harían los herederos de Chávez en caso de que él se vea
incapacitado por razones de salud. Chávez es el
equivalente al fundador de una empresa familiar
que tiene varios posibles
herederos pero que no está dispuesto a hacer
testamento ni
nombrar a un sucesor. Cada uno de los herederos
se siente
con el derecho, la capacidad y, en algunos casos, quizá
hasta en el
deber de ser el sucesor de Chávez, aunque esto implique
un
fuerte choque con sus rivales. Todos juegan a la armonía
en
público mientras tiran a matar en privado. En estas
rivalidades,
cada quien encuentra fuertes incentivos para excluir a los
demás y quedarse con el poder sin compartirlo. Sabemos
que, en
situaciones como esta, la colaboración y la armonía son
fáciles de mostrar con gestos y retórica, pero muy
difíciles de mantener en la práctica.
Las traiciones y el conflicto entre los herederos serán
la norma
hasta que no aparezca un vencedor con más poder
que los
demás
y someta o elimine a sus rivales. Las pugnas dentro del
chavismo serán brutales y largas.

¿Pero cómo se relaciona eso con la enfermedad de Chávez?
El patrón ha sido el de una súbita y dramática agudización
de la enfermedad del presidente, su tratamiento secreto en
Cuba,
seguido por su eventual reaparición en público. En esta se
ha mostrado al principio muy mal físicamente para luego
aparecer
vigoroso anunciando que está “libre, totalmente libre” del
cáncer.
Solo para que, tiempo después, tenga que ser llevado a
otro duro tratamiento en Cuba.

¿No podría designar un sucesor, llegado el momento? ¿Aun 
después de ganar las elecciones, si las ganase?
No, porque el poder es adictivo y la vida también. Abdicar a
favor
de otro es una entrega vital que no parece consistente con
lo que sabemos de la personalidad de Chávez. Por otro lado,
con seguridad piensa que solo él puede garantizar la
victoria electoral.

Usted ha dicho también que hay obstáculos políticos importantes 
a la designación de un heredero y sucesor de Chávez.
Así es. Pienso que también es posible que Chávez sepa que no
tiene la fuerza para controlar la situación una vez que designe
un sucesor. Cada uno de estos herederos dispone de fuentes importantísimas de fondos, de apoyo político, controla medios
de comunicación, gobernadores y alcaldes, segmentos de las
Fuerzas Armadas, aliados extranjeros, milicias, en fin, allí no
hay mancos:
todos tienen cómo asestar puñetazos con fuerza. Y, de ser
excluidos, todos tienen cómo reaccionar para evitar que otro
se quede con el total poder que ahora tiene Chávez. Que
Chávez escoja a uno y excluya a otros puede desestabilizar al chavismo
y el país entero. Repito: el escenario de un reparto armonioso
del poder entre estos caciques y sus facciones es posible,
pero es un equilibrio inherentemente inestable. No son
camaradas en un
proyecto nacional común: son feroces rivales políticos y
comerciales.

Se dice con insistencia que algunos de estos aspirantes 
al poder tienen vínculos con grupos criminales.
De eso está convencido el Departamento del Tesoro de
los Estados Unidos, que ha indicado que tal es el caso
del general en jefe y ministro de Defensa, Henry Rangel
Silva, y otros varios militares
de alta graduación. El Tesoro no hace esos
señalamientos
a menos que tenga evidencias irrefutables. Los
exmagistrados [Eladio] Aponte Aponte y [Luis]
Velásquez
Alvaray, antiguos altos personeros del régimen
chavista
y hoy acogidos en los Estados Unidos a programas
de
protección de testigos, en tratos con la dea,
también han
acusado a jerarcas del gobierno de estar involucrados
en
actividades ilegales. Lo mismo hizo en su momento
Walid
Makled,
uno de los más importantes narcotraficantes
internacionales,
que al ser capturado ofreció todo tipo de pruebas
que
comprometían a familiares y socios de jerarcas de
las Fuerzas Armadas, la política
y el gobierno. De nuevo, lo que importa es que la
amplia
criminalidad que opera desde Venezuela no lo
podría hacer
en la escala que lo hace sin la connivencia o
hasta la activa participación
de personas con poder. Y estos criminales no
se van a
limitar a enterarse de lo que pasa en las
elecciones a
través de sus
televisores.

Si Capriles Radonski ganase la elección, ¿cómo será el año 
que 
siga a ese escenario?
Cualquier gobierno nuevo va a tener que tomar decisiones
muy poco populares, porque heredará una situación
insostenible. Eso aplica también para los herederos de
Chávez, aunque si Capriles gana, el “año después” se
caracterizará
por la lucha entre un gobierno que tratará de hacer
cambios indispensables y una oposición feroz que
impedirá a toda costa cualquier intento de reforma.

¿A qué cambios se refiere?
A muchos. Y todos difíciles pues serán poco populares. La
criminalidad venezolana no se debe a la pobreza, la
desigualdad
u otros factores sociales. Es a causa del ambiente de
impunidad
y la metódica destrucción de las instituciones que toda
sociedad necesita para mantener la ley y el orden. Luchar
contra el crimen cotidiano
va a requerir un vigoroso despliegue de acción policial, tal
como el
país no la ha conocido, para tratar de devolverles a los
ciudadanos
la posibilidad de salir a la calle sin que los secuestren ni los
maten.
Eso no puede hacerse sin una escalada de las actividades
de
control policial, algo que puede ser muy mal acogido por la
población,
a menos que se haga entender que es necesario.
Por otro lado, heredará un país militarizado, donde
muchísimos
cargos importantes de la administración pública están en
manos de militares. ¿Cómo hacer para mandar a los
militares
de vuelta a sus guarniciones? ¿Cómo haces para emparejar
la economía? Muchos aspectos de la situación fiscal de
Venezuela
son insostenibles. Está siendo manejada con una visión de
muy corto plazo, de “raspar la
olla” a toda máquina. Toda la estructura fiscal del país está
destruida, todo el aparato productivo y de generación de
empleo
no estatal está destruido, y eso tendría que afrontarlo el
próximo gobierno mientras en la acera de enfrente estará
una posición
chavista con todo el dinero del mundo, una amplia base
social
y política y una enorme capacidad de disrupción. Lo mismo
vale
para todos los ámbitos del funcionamiento del Estado. Paradójicamente, el fuerte sesgo proestatista del gobierno
de
Chávez ha debilitado muchísimo al Estado, dejándolo sin
capacidades operativas básicas.

¿Contemplan sus escenarios para Capriles, de ganar la 
presidencia, alguna variante de negociación con los 
poderosos factores del chavismo?
Inevitablemente, Capriles tendría que hacer eso: negociar
con
Cuba, no suspender el flujo de petróleo, a cambio de
repatriar paulatinamente a los miles de cubanos que
actúan en el
gobierno venezolano. Es lo deseable, incluso previsible,
pero ¿cuán posible
es eso? Decirles a los chinos que no se preocupen, que
Venezuela seguirá enviando petróleo, ¿sin revisar y,
eventualmente,
denunciar los convenios suscritos por Chávez? Va a tener
que
decirle a la gente que las misiones [planes sociales
instaurados
por Chávez] no van a desaparecer, pero llega un momento
en
que todos esos intentos de negociación han de chocar con
la realidad y esta es que muchas de esas negociaciones
lucen muy difíciles de entablar y, mucho más, sostenerlas
en el tiempo. Ese es el camino y hay que hacerlo. El gobierno
no tendrá la fuerza para enfrentar frontalmente a estos
actores y se verá obligado a negociar con algunos de ellos.
Pero no será fácil.

Con tan estrecho margen como el que describe, ¿cabría hacer 
algo con Petróleos de Venezuela?
Volver a hacer de pdvsa una empresa que se ocupe
exclusivamente de encontrar, producir y vender petróleo de
la manera más eficiente posible. Ha sido un crimen de lesa
patria
el poner a pdvsa a financiar a fondo perdido toda clase de
actividades para las cuales no tiene competencia alguna y
que además la distraen de su razón de ser. Que pdvsa haga
el máximo dinero posible para el fisco y para todos los
venezolanos y que los otros organismos especializados del
Estado se ocupen de los planes sociales. A corto plazo será
necesario que haya muchas más compañías extranjeras
operando, tal como lo está haciendo el gobierno de Chávez,
solo que en vez de favorecer, a dedo corrupto, a un pequeño
grupo de empresas rusas, chinas o bielorrusas, se
convoquen licitaciones abiertas y transparentes en las
que todo el mundo
pueda participar. Eso lo hacía Venezuela antes y lo puede
volver
a hacer. Y así pdvsa podría ser más un regulador que un
productor, un muy eficiente y experto ente regulador.

¿Qué hacer con las leyes de corte estatista que, a trancas y barrancas, ha aprobado la Asamblea Nacional?
Ese es otro elemento del escenario sumamente restringido
que afrontaría un nuevo gobierno no chavista.
Naturalmente,
depende mucho de cómo quede la conformación de la
Asamblea Nacional y
de lo que pase con el poder judicial. Si ambos poderes
siguen monopolizados, como ahora, por el chavismo,
será imposible
hacer
las reformas que pongan al país en una senda de
progreso y estabilidad.

¿Hay alguna experiencia conocida en el mundo de una 
transición pacífica en la que un poder judicial absolutamente 
al servicio de 
un autócrata haya podido ser reformado hasta hacer de él un sistema judicial mínimamente confiable?
El caso de Chile es un ejemplo, aunque Pinochet nunca llegó
a los extremos que hemos visto en Venezuela con respecto a la captura total del poder judicial por el ejecutivo y por las Fuerzas Armadas. Esperemos que Venezuela sea el ejemplo y la respuesta positiva
a esa pregunta. Es imperioso hacerlo y, a la vez, sumamente
difícil.

Michael Reid, editor para las Américas del semanarioThe 
Economist, al referirse a Venezuela, ha dicho que quienes 
temen que el país llegue a ser una segunda Cuba no 
advierten que 
está más cerca de ser una segunda Nigeria, un Estado 
disfuncional. ¿Qué le sugiere esa imagen?
Que lo de Michael no es una especulación sino una constatación.

¿Qué evidencia tiene para sostener esto?
Los datos. Varios amigos, Gerver Torres, Gustavo Coronel,
entre
otros, han recopilado estos números que son muy reveladores
de
lo que ha significado la era de Chávez para Venezuela. Los
sacaron
de los organismos internacionales más objetivos y confiables,
así
como de fuentes del propio gobierno. Este cuadro lo dice todo:

















Como ve, ya estamos ahí. ~

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sábado, 29 de septiembre de 2012



   El bravo pueblo despierta




Hay realidades que uno sólo percibe al observarlas de cerca. Me ocurrió cuando, luego de vivir casi veinte años en París, decidí regresar a Colombia y ver en sus ámbitos más remotos -Caquetá, Guaviare, Vichada, Arauca, sur de Bolívar, Urabá y otros- lo que allí se estaba viviendo. Descubrí entonces una realidad estremecedora que la refinada Bogotá de cocteles, inauguraciones, foros y seminarios suele ignorar.
Algo parecido me acaba de ocurrir al ver de cerca, tras una breve visita a Caracas, cómo vive Venezuela la campaña electoral que culmina en las elecciones del próximo 7 de octubre. No es lo que imaginábamos. O mejor, lo que yo mismo había percibido meses atrás. Entonces, Chávez parecía invencible. Tenía todo en sus manos para asegurar una nueva reelección. Todas las esperanzas de la oposición radicaban en su frágil estado de salud. De resto, uno veía en la opinión adversa a su régimen una amarga resignación. El miedo acallaba protestas.
Pues bien, basta llegar a Caracas para darse cuenta de que la realidad que hoy vive Venezuela es otra. El descontento general ha revertido las tendencias. Después de haber recorrido dos veces el país hasta los más remotos caseríos y de haber presidido en Caracas multitudinarias marchas, Capriles Radonski ha logrado desterrar el miedo y convertirlo ahora en alegría, entusiasmo y decisión. Cuanta persona uno encuentra habla a favor suyo. Afiches con su imagen cuelgan de todos los postes de la ciudad. Jóvenes estudiantes reparten en las calles sus hojas de propaganda. Los barrios populares, como Catia o el 23 de Enero, ya no son terreno vedado para el candidato de la oposición.
No sucede lo mismo con el Chávez candidato. Si bien dóciles seguidores suyos acuden a sus mítines con franelas y gorras rojas, uno no percibe en ellos espontaneidad alguna. Se siente que cumplen más bien con una obligación remunerada. Y, cosa realmente triste, en las palabras de Chávez se advierte algo parecido a un toque de despedida. Su enfermedad ya no es el tema alrededor del cual giran todas las expectativas del país.
Detrás de esta nueva situación no están sólo el carisma evidente de Capriles y la esperanza que representa, sino, sobre todo, el descontento que hoy provocan catorce años de desastres. Son visibles. Por ejemplo, la inseguridad: 19.300 asesinatos se registraron el año pasado. Caracas es la ciudad más violenta e insegura del continente. Cualquier conductor corre el riesgo de que al lado de su vehículo se detengan dos motorizados y golpeen el vidrio con sus pistolas exigiéndole la entrega de su celular.
Otros problemas alarmantes: el despilfarro de los recursos nacionales por cuenta de un presidente manirroto; también la corrupción, la incompetencia estatal, el deterioro de las vías y, sobre todo, el empobrecimiento. Como bien lo anota Carlos Alberto Montaner, aunque los salarios, por obra y gracia de la demagogia populista, aumentaron un 571 por ciento en los últimos once años, los precios subieron un 733 por ciento. Al mismo tiempo, la escasez de productos básicos provoca en uno desconcierto. En todo el barrio de Las Mercedes -donde me encontraba alojado- no se consigue un huevo. Es un artículo tan exótico como el caviar.
Sí, la necesidad de un cambio se hace sentir como nunca en Venezuela. Trampas pueden presentarse para desconocer el muy probable triunfo de Capriles. Chávez ha puesto toda suerte de cerrojos en el sistema electoral, hasta el punto de obtener que el CNE (Consejo Nacional Electoral) se niegue a recibir observadores internacionales. Pero no será fácil que una oposición en plena efervescencia, como lo he visto, acepte un fraude oficial con mansedumbre. El bravo pueblo está despertando.

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viernes, 28 de septiembre de 2012


NAVIDADES EN OCTUBRE


Ibsen Martínez

Pues, señora, la verdad, después de la crónica que Leonardo Padrón nos brindó a sus lectores la semana pasada, no creía yo que hubiese mucho que añadir en punto a valorar el cariz y el grado de emoción que en los últimos trancos de su admirable campaña ha suscitado la candidatura de Henrique Capriles.
Me detendré, sin embargo, durante un párrafo o dos, quizá tres, en la muy celebrada pieza periodística de Leo Padrón para denunciar el abuso consuetudinario a que el proteico talento de mi amigo somete a quienes modestamente pretendemos vivir, bien o mal, de nuestro oficio de escribidores. Por lo visto, Padrón está decidido a demostrar que puede jugar las nueve posiciones en un mismo partido: guionista de estupendas teleseries, radiodifusor de entrevistas insoslayables, poeta, ensayista, hombre de la escena, consumado jugador de dominó, y ahora, también, fulgurante cronista del especial momento que atraviesa Venezuela. Pues bien, yo quiero prender mi bagatela de fin de semana justamente de lo que consumadamente Padrón logró acorralar en su crónica: la emoción colectiva que alienta en las concentraciones de apoyo a Capriles.
El poeta Padrón llamó atinadamene “fervor ” a esa inasible “cosa con plumas”, para usar la feliz expresión con que Emily Dickinson designa la esperanza. Valdrá la pena citar a la poeta estadounidense con propiedad: “La esperanza es esa cosa con plumas que se posa en el alma y canta sin parar”.
Tengo para mí que, entre lo mejor de todo lo bueno que ha venido pasando a lo ancho y largo del país y al conjuro de una candidatura joven y pujante como la del ya por todos llamado confianzudamente “El Flaco”, está, justamente, esa cosa con plumas que induce a todos a pensar que el fin de la ordalía de la juez Afiuni, la arbitraria prisión política de los Comisarios Simonovis, Forero y Vivas ( junto con sus compañeros de servicio), el suplicio carcelario de los directivos de Econoinvest y tantas muchas manifestaciones de la personal voluntad tiránica de Hugo Chávez llegarán en breve a su fin.
Si hubiese olvidado algún otro caso de arbitrariedad y desafuero es cosa involuntaria y no resta nada a lo que sinceramente anhelo acercar con mi voto: el retorno al imperio de la ley, tan contumazmente vulnerado desde hace tres lustros en cada expropiación, en cada clausura de un medio de prensa, en cada sentencia dictada desde Miraflores, en cada ley promulgada a la brava, sin debate ni consulta, en cada amenaza, cumplida o no, destinada a conculcar las provisiones constitucionales que garantizan la libertad de expresión, acaso la más señalada de las libertades democráticas.
Con todo, de entre tantos entuertos, resplandece uno que apenas la semana pasada nos fue recordado del modo más inescapable: nuestro país se halla hoy día en el foso de una lista elaborada por dos respetados think tanks: el Cato Institute estadounidense y el Fraser Institute del Canadá. Se trata de un indice de libertades económicas que con datos provenientes del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, y muy señaladamente, de la Organización del Comercio Mundial, singulariza a Venzuela como el país del planeta donde se goza de menos libertades económicas.
Los vociferantes del régimen rojo suelen descalificar estos índices con la facilidad que legó la tradición leninista: “injuria, no discutas; injuria, que algo queda”. Mas lo cierto es que, no importa cuantos dicterios “antimperialistas” se lancen contra las dos instituciones mencionadas, el hecho es que su metodología, compleja y multidisciplinaria, atiende a irrefutables datos de la realidad venezolana y evalúa categorìas tales como el tamaño de cada gobierno, el sistema legal imperante, los derechos de propiedad, la libertad para el comercio internacional y, muy especialmente, las regulaciones que impiden a los particulares, fundar negocios y activar con ellos la economía real.
No debería servirnos de consuelo pensar que China y la India ocupan los lugares 107 y 111 , respectivamente, en la lista que vengo comentando. Somos un país pequeño, indeciblemente joven, con una riqueza que serìa redundante encarecer en este artículo. Y dotado de un imponderable atributo moral colectivo: la vivaz creatividad y pujanza demostrada por nuestros compatriotas, en especial por nuestras mujeres, a la hora de emprender un negocio, grande o pequeño, aun en las condiciones tan hostiles al esfuerzo individual como las que, durante estos catorce años, nos ha tocado padecer.
Interponerse entre los sueños y la acción de los partioculares ha sido otro de los grandes crìmenes de esta “revolución” de la que el extinto Domingo Alberto Rangel afirmó, con acre punterí, que su única ideología es el pillaje.
Esas fuerzas, acaso dificiles de cuantificar en esta hora, se dejan sentir cada vez que un venezolano asocia el triunfo electoral de Henrique Capriles el domingo que viene con las posibilidades que ello abrirá a su rodaja personal de futuro, a su inalienable derecho a poner a prueba sus sueños de crear prosperidad, de participar en la carrera de los talentos y de ponerse en la ruta del progreso personal y familiar.
No de otra cosa nos habla la amiga que, con entusiasmo, dice, por ejemplo :“ Si gana el Flaco, el año que viene no me van a ver luz”. Y sus planes no son, precisamente, los de asaltar el erario público desde un cargo gubernamental, sino simplemente, aprovechar el clima de paulatina y sostenida liberalización de trabas que cabe esperar que traerá consigo un gobierno joven, moderno que, además de promover la concordia nacional en el plano político, abra caminos al indiscutible talento criollo para identificar necesidades insatisfechas por el mercado y al proverbial “camión de bolas” que encarna en los venezolanos cuando el clima de libertades económicas le es propicio.
Henrique Capriles ha logrado el prodigio de que la esperanza se pose en el alma de centenas de miles de sus compatriotas y ya no deje de cantar que este año las Navidades vendrán adelantadas.
Caen el 7 de octubre.

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       Frente al espejo


JEAN MANINAT | 
EL UNIVERSAL

Desde joven le gustaron los espejos. En ese mar de azogue se trasmutaba: era un cantante vernáculo o un actor de moda; a veces era él mismo y no le gustaba lo que veía reflejado. Así que aprendió a posar.

No salía a la calle, abría la puerta de su casa y se zambullía en su espejo. Imaginaba que todos lo reconocían como él se veía a sí mismo. Sobre todo, se sentía aguerrido, valiente, capaz de emprender hazañas y vencer enemigos feroces que no existían.

No era dado a la lectura, de manera tal que pobló su imaginación y su léxico de bravuconadas, de retrecherías, de latiguillos soeces que lo ayudaban a disipar la sensación de que no estaba a la altura. Así, suponía, eran los héroes llaneros.

Desfachatados y guachamarones. Ser valiente consistía en esconderse tras las faldas de la violencia verbal. Las palabras altivas suplantarían el arrojo físico de los lanceros de Boves  o de Páez.

"La marina tiene un barco/ la aviación tiene un avión/ vamos a ver a los cadetes/ que ya están en formación" cantaba, por esos tiempos, Emilita Dago, con Los Melódicos. El uniforme... el uniforme impone valor, pero sobre todo temor. Y esta vez el espejo, su otro yo, le devolvió la imagen de un apuesto cadete, de ajustada casaca, pulidos bronces, y algún día, sable en la cintura.

La Academia Militar no era exactamente lo que esperaba, era mucho el esfuerzo: respetar la historia  patria y sus héroes; familiarizarse con batallas que tuvieron lugar en países extraños; memorizar las proezas bélicas de generales extranjeros de nombres endiablados; respetar rangos basados en el mérito y la templanza; brindar honor y respeto a la institucionalidad democrática. Había que ganarse el uniforme, darle paciencia a la impaciencia.

Demasiada la prisa y poco el empeño. Siempre hay un atajo en forma de ensoñación. Mejor entonces transmutarse de nuevo. El espejo, su otro yo, le susurra que él es: ¡el hijo del Padre de la Patria!

Todo está permitido para cumplir tan grande destino. Habrá que labrar sigilosamente la traición a la institucionalidad democrática  que lo cobijó, cultivar acólitos entre los incautos y los avispados -toda empresa mirífica está repleta de ellos- enlodar lo bueno y medrar de lo malo. Hasta el zarpazo final.

Los delirios cobran vidas. Jóvenes soldados que se desangran sin saber por qué. Desasosiego y turbulencia son los "heraldos negros" que ahora brotan del espejo. Nada salió como previsto: el pueblo no se volcó a la calle y las tropas no se plegaron al magnicidio previsto. En un museo militar poblado por los reflejos de batallas más loables, la parodia se rinde. El golpe de Estado ha fracasado.

La cárcel es para algunos benigna. En las visitas semanales desfilan portadores de espejos de toda laya y tamaño. "Véase usted reflejado, es la imagen del futuro"; "finalmente encontramos a nuestro jefe, afuera lo esperamos pronto" le repiten los incautos y los avispados -toda empresa mirífica está repleta de ellos-.

Esta vez, el espejo le da la razón. Ha valido la pena el ensayo y la mímica. Se ha trasmutado en un poderoso líder de masas. Los preteridos lo acogen, las élites se vuelven a equivocar y el país se convierte en un gran circo donde el histrión encanta y aplasta. Todo lo promete y poco lo cumple. A su vera, la sociedad se divide y se ensombrece sin alcanzar ni de lejos la tierra prometida.

Todo ha ido quedando atrás. Tras catorce años, la función ya no convence. No basta remedar lo que una vez fue. Ya no escupe fuego, sólo luces de bengala. Los payasos que lo circundaban a duras penas salen de los camerinos. Los que creyeron en él se disuelven. La carpa itinerante está remendada y en la taquilla reposan las entradas pagadas que pocos recogieron.

Convoca, una vez más, la suerte del espejo. Del fondo emerge un hombre joven, entusiasta y sencillo, dinámico y políticamente certero, seguido de multitudes alegres y decididas a cambiar. "Majunche, escuálido, este es mi espejo" le grita y sus nudillos vuelven a herirse contra la dura realidad.

Afuera hay ruido de bocinas, de risas y abrazos, de banderas tricolores que baten, de algarabía integradora. Es el 7 de octubre del 2012 y el flaquito acaba de ganar.

@jeanmaninat

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                                 A COUNTER CRY

Gabriela Montero
Gabriela Montero


In late December, 2008, as I was boarding a flight for New Zealand with my two girls, the phone rang. An ordinary occurrence but, on this occasion, an extraordinary request. I had been invited to play John Williams' "Air and Simple Gifts" at the inauguration of President Obama, with Yo-Yo Ma, Itzhak Perlman and Anthony McGill. I had many hours to ponder the implications of this request. I, a Venezuelan, had been handed the opportunity to represent my native land in my adopted one, on this most historic and conciliatory of occasions. It was an incalculable honor.
If the inauguration of President Obama symbolized anything, it was the overdue victory of human dignity over barbarism, equality over division. Back home in my native Venezuela, however, human dignity is suffering its most brutal assault in our nation's history.
In 2011, the UNODC reports 19,336 Venezuelan citizens were murdered, establishing Venezuela as the most deadly country in South America, and the third most deadly in the world behind Honduras and El Salvador. To relativize that figure, a country NOT at war produced more violent deaths in 2011 than all of the war-mired, Middle Eastern theaters combined. The death toll was ten times that per capita of the U.S. in its darkest days of urban violence before zero-tolerance. More Venezuelans were murdered in 2011 than all Syrians killed in the first 16 months of the current uprising, including government forces, rebel forces and civilians. Caracas is now the world's most deadly capital city, with a murder rate in the region of 130 per 100,000. The Corruption Index on transparency.org has condemned Venezuela to a shameful 1.9 points from a possible 10. Mugabe's Zimbabwe, widely considered a failed state, manages to scrape a 2.2.
These figures are simply unacceptable in any civilized nation state. They represent a nation at war with itself. Behind them lies a broken system in which 90 percent of murders pass without an arrest being made, and a vicious class struggle whose arbitrator is the gun and the thug. They are fueled by the new rhetoric of the Bolivarian Revolution, in which a place at the table should be secured by any means, fair or foul. "Secuestro express" is a daily menace, often deadly, and sometimes carried out by the police themselves to supplement their poor wages. Armed gangs profile and seize a victim, and wait for thousands of dollars to be paid in ransom. If a glitch is perceived, the victim is simply killed and dumped.
Underpinning this dehumanization and chaos is the central and tragic irony that Venezuela ought by now to have proudly established itself as the Norway of Latin America. In the current market, its abundant mineral and oil resources should have fueled a thriving Venezuelan economy, well able to provide the social services promised by the current administration. With systemic corruption and violence of this magnitude, however, comes gross inefficiency and structural decay. Venezuela refines 30 percent less crude oil than it did twenty years ago, and inflation peaked at 27 percent earlier this year.
The Venezuelan who speaks out in opposition to systemic murder and corruption inevitably faces a chorus of non-sequiturs and the accusation of opposing the broader ideal of fairness and justice for all Venezuelans. I witnessed this opprobrium first hand, when I chose to compose "ExPatria", a tone poem for piano and orchestra illustrating extreme violence and corruption. Most Venezuelans embrace the principle that a nation should benefit uniformly from the fair, efficient and transparent distribution of its resources. The fact remains, however, that this Scandinavian social utopia has simply not been delivered. A violent kleptocracy is the daily reality for the Venezuelan people, and it has no right to call itself a democracy, simply because a majority was fooled and cajoled into voting for it.
In glaring contrast to the optimistic view of Venezuela exported by the success of "El Sistema," the now celebrated youth orchestra program, it is my duty as an artist to expose, with what small voice I have, the tragic predicament of a country under curfew, whose citizens live in a real and present fear of the next murder, the next kidnapping and the next expropriation. We are all immensely grateful for the continued existence of "El Sistema," founded some 37 years ago, and for its contribution to global musical life, but I am only too painfully aware that these small pockets of music represent a cultural and human oasis in a wider chaos whose malevolence is a constant and deadly threat to each and every member of society. What dangers do these youngsters face when they leave the sanctuary of the concert hall? To what can they look forward, when the music stops?
I am not a politician. I am a musician. Far from wishing to stoke the flames of partisanship, my music is an unsolicited, personally financed, non-affiliated protest and personal expression of regret. It is my appeal for national reconciliation and regrowth. It is my attempt to emotionally and metaphorically inform those around the world who are unaware of, or actively mis-informed as to, the daily reality of life in a disintegrating, yet abundant and beautiful Venezuela. It is a counter-cry to those with a far louder voice than mine, respected members of the artistic community like Sean Penn, whose harmfully romanticized view of the Bolivarian Revolution bares no resemblance to the daily insecurity faced by a nation which can afford to do so, so much better. The Venezuelan people must now insist upon it, and the international community must keep vigil to ensure a peaceful and democratic presidential election on October 7th.
 

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         CARTA A UN CHAVISTA



Enrique Krauze

Le parecerá extraño que me dirija a usted. Se preguntará ¿qué tiene que decirnos un escritor mexicano a nosotros los venezolanos, y en particular a los chavistas? Verá usted. Me importa y preocupa el destino de Venezuela porque creo que los países de la América Hispana formamos parte de una patria mayor que nuestras patrias.

Por eso dediqué un año al estudio de la historia y la vida de Venezuela, y publiqué el libro El poder y el delirio. Yo no soy un enemigo de Hugo Chávez.

Soy un crítico de Hugo Chávez, que es muy distinto. Yo le reconozco su vocación social. Para eso estableció las misiones. Pero así como no le escatimo esa vocación, creo ver con claridad las limitaciones y vicios de su estilo personal de gobernar y los enormes problemas que ha propiciado su larga permanencia en el poder.

Esa permanencia es ya un obstáculo para el desarrollo sano de su país. Una frase sabia, acuñada por el historiador inglés Lord Acton, resume siglos de experiencia: "El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente". La historia del siglo XX demuestra con creces hasta qué punto tenía razón. En consecuencia, la mayor prioridad de una auténtica democracia es poner límites al poder absoluto.

Y Venezuela está ahora mismo frente a esa necesidad histórica: debe poner límites al poder absoluto. No es necesario eternizarse en el poder para desplegar una obra social perdurable. En México, el presidente Lázaro Cárdenas es recordado aún por el pueblo con agradecimiento, pero Cárdenas gobernó seis años (1934-1940) y ni un minuto más. Una nación no puede confiar indefinidamente su destino en manos de un hombre. Y una nación no debe confiar en la palabra de un gobernante como si fuera la palabra de Dios.

Porque el hecho es que detrás de los interminables discursos del Presidente, detrás de las infinitas apariciones en la televisión, se oculta una verdad que los chavistas descubrirán alguna vez, con inmenso pesar. Me refiero, por ejemplo, al increíble dispendio de los casi 700.000 millones de dólares que han entrado a las arcas de Pdvsa. Aunque el presidente Chávez ha enmascarado con el velo de su discurso la corrupción de la élite política y militar que les es adepta, el país atraviesa por una grave crisis: los niveles de inflación son los más altos del continente; hay ­usted lo sabe­ una aguda carestía de alimentos básicos, electricidad, cemento y otros insumos primarios (como resultado de las masivas expropiaciones de las empresas privadas, y la ineficacia y corrupción). Y, para colmo, la criminalidad es la más alta del continente.

Venezuela tiene hoy la alternativa de votar por un proyecto distinto, el de Henrique Capriles, joven valeroso, sensible, responsable, conciliador y visionario. Sus propuestas buscan recobrar la sensatez económica y ha prometido que respetará y mejorará las conquistas sociales, y no afectará los sueldos y prestaciones de los empleados gubernamentales. Le sugiero a usted, respetuosamente, considerarlo.

Las llagas de Venezuela son inmensas, pero acaso la llaga mayor no sea ni social o económica sino moral. Me refiero a la discordia dentro de las familias venezolanas y a la discordia dentro de esa gran familia que es Venezuela. Es natural que las personas sostengan opiniones distintas, pero esas opiniones son sólo eso, y no tienen por qué convertir a las personas en enemigos. El presidente Chávez y sus voceros ven el mundo dividido entre "enemigos y amigos", lo cual es sumamente injusto, degradante y peligroso, porque en la historia los enemigos no dialogan entre sí: los enemigos, finalmente, se matan. Los insultos racistas que Chávez ha vertido sobre Capriles han sido infames. Llamarle "nazi" a un hombre cuyos bisabuelos fueron exterminados por los nazis es una barbarie que va más allá de los adjetivos. Los venezolanos son muy sensibles, felizmente, a la memoria de los mayores. Por eso usted no puede apoyar semejante vileza. Nada tiene Capriles Radonski que avergonzarse de sus ancestros.

Por lo demás, ya que Chávez se percibe a sí mismo como un redentor y ha llegado a invocar al propio Cristo en sus campañas, estoy seguro de que a usted no se le escapa la devoción de Capriles por la Virgen del Valle, patrona de la isla de Margarita, devoción compartida por millones de sus compatriotas. El fervor de Capriles no es calculado ni político. Es un fervor íntimo y sincero. Por eso conmueve a quienes lo abrazan en los pueblos.

Los hombres tenemos grabada en el alma la libertad. Ni aún queriéndolo podemos renunciar a ella. Y entre todas las libertades, la fundamental es la libertad de conciencia. Una persona no puede acallar su propia conciencia y no puede permitir que el poder intente gobernarla. Yo espero que usted ejerza su libertad el próximo 7 de octubre y vote por una Venezuela libre de odios ideológicos, una Venezuela que recobre la concordia, la tolerancia y la paz. 

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