jueves, 28 de febrero de 2013


PERSECUCIÓN POLÍTICA, DEGRADACIÓN MORAL Y DESVERGUENZA INSTITUCIONAL


   Emilio Nouel

Tensa es la actual situación política. De nuevo, el poder autoritario arremete contra la oposición democrática, y Venezuela sigue dando qué hablar.
De un país que tiene esbirros por fiscales del ministerio público y  verdugos por jueces, no se puede decir nada bueno. Nuestra administración de justicia es de vómito.
En Venezuela, estamos viviendo momentos álgidos de desvergüenza institucional, de oprobio político. Desde los que usurpan el poder hasta todos los poderes públicos.    
La degradación moral, con una que otra excepción, no puede ser mayor. Ha batido el record histórico nacional. Algo nunca antes visto.
Las más recientes acciones arbitrarias contra dirigentes de la oposición democrática atestiguan hasta dónde son capaces los que gobiernan de pisotear sin ningún pudor todo principio o norma legal.
A Pablo Pérez y Leopoldo López les ha tocado en esta oportunidad ser víctimas del atropello. Éste forma parte del plan de persecución fraguado desde un poder en decadencia, que se pudre en sus entrañas, por la corrupción y el canibalismo interno.
Es muy difícil no sentirse abochornado por la imagen que estamos trasmitiendo al mundo. Si ya ésta era patética en los últimos años, qué se puede decir de lo que está sucediendo en los días que corren.
La burla de que somos objeto todos los venezolanos con la situación opaca de la enfermedad del presidente raya en la obscenidad. Es un escándalo para cualquier observador. Los extranjeros que conocen de nuestros asuntos no pueden comprender, y algunos ni creer, cómo en nuestro país puede estar aconteciendo semejante cosa.
Las violaciones flagrantes y reiteradas a la Constitución, avaladas por un poder judicial infame, que constituirían una afrenta para cualquier pueblo de un país medianamente civilizado, son en el nuestro el pan de cada día.
La barbarie, que ha tomado el poder desde hace más de una década, infringe como le viene en gana, el ordenamiento jurídico. No respeta principios constitucionales, ni normas legales.
La crueldad de quienes gobiernan de cara a los presos políticos que injustamente han sido sentenciados o están en proceso, llega a los niveles de sadismo. La monstruosidad de esta conducta sólo tiene explicación en un grave desequilibrio psicológico o en una enajenación producto de la ideología mortífera que los inspira.
No otra puede ser la conclusión a la que uno puede llegar sobre los salvajes que operan la descomposición social que experimenta lamentablemente Venezuela.
Este horror sin duda, nos sobrecoge. Nunca, ni por asomo, me pasó por la mente que cosa parecida pudiera llegar a ocurrir aquí. El resentimiento y el odio que han sido potenciados y alimentados desde el poder han transformado el alma de muchos venezolanos, para mal, y eso requerirá de mucho esfuerzo para revertirlo.  
Esta atrocidad tiene que parar. Debemos pararla. Política y éticamente estamos obligados a ello. A las fuerzas democráticas les corresponde un delicado papel en la reorientación política, económica y social del país. Y en la coyuntura que se avecina, debe demostrar su capacidad e inteligencia para que el necesario viraje se dé en las condiciones menos traumáticas.
El pulso de los acontecimientos no se puede perder. Las acciones políticas de protesta, denuncia y movilización que sea menester adelantar, deben estar signadas por la estrategia diseñada y consensuada en el seno de la unidad de los partidos democráticos y otras organizaciones. Perseverar en ella es la garantía del triunfo definitivo.     
EMILIO NOUEL V.  

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COMO EN SANTA MARTA


     Ibsen Martínez


1- El manual escolar de historia venezolana por excelencia lo escribió un sacerdote francés: Louis Alfred Pratlong Bonicel, nacido en Hyelzas, Francia, en 1888. Llegado a Venezuela en 1913, hizo votos perpetuos con la orden de los lasallistas y adoptó el nombre de hermano Nectario María.
Su librito de historia patria apareció en 1927 y fue reeditado innumerables veces, hasta bien entrados los años setenta del siglo pasado. Recuerdo una edición pirata cuya portada mostraba el busto de Bolívar flanqueado por los de Cristo y Don Quijote.
Aquella portada hacía justicia al espíritu hagiográfico del manual del hermano Nectario María en el cual la historia de Venezuela, Colombia y las demás repúblicas andinas se adivinan ya en el anecdotario de la niñez y mocedad de Bolívar.
Así, Bolívar, noble criollo adolescente, juega a la pelota con el príncipe de Asturias en el Madrid de Carlos IV. Una especie de hand ball o de squash matritense, imagino yo, que el hermano Nectario María no se molesta en describir porque lo suyo es contarnos que, de un pelotazo, el Gran Caraqueño tumba el gorro del futuro rey Fernando VII y que el episodio prefigura la batalla de Ayacucho.
Los bandos en pugna no parecían ser España y los movimientos independentistas americanos, sino meramente Bolívar y los otros. Sus desmesuras eran ocurrencias geniales; sus crímenes de guerra, duras e inescapables decisiones. Todo el libro era finalista, teleológico. Y todo él venía trufado con versos alusivos, espumados de la cursilería subregional andina durante un siglo de culto al héroe, como este, inolvidable, del áulico Tomás Ignacio Potentini:
Rayo de luz en la guerra
Y arcoiris en la paz
Cuando creyeron quizá
Que se cansaba su brazo
Hizo en la América un trazo
Y volando, casi loco,
Con aguas del Orinoco
Fue a regar el Chimborazo.
2- Imbuido de las ideas que animan los departamentos de estudios “multiculturales” en algunas universidades gringas, Hugo Chávez dio hace tiempo en propalar la vergonzosa verdad que desde las ramas laterales de la familia Bolívar -quien benévolamente nos eximió de descendientes directos- hasta el mismísimo John Lynch, autor de su más reciente biografía, pretendieron ocultar sin éxito, como si de un culebrón de Félix B. Caignet se tratase: Simón Bolívar, incrédulos del mundo, era negro, sépanlo: Bolívar fue el hijo de una esclava.
De allí la “conexión” emocional -la de Chávez, se entiende; el Bolívar redivivo- con los demás negros, mulatos, zambos, cuarterones y, en general, con toda la “gente de quebrado color” que ya en tiempos de la Capitanía General de Venezuela se vio excluida como “pardos” y hoy nutre el electorado chavista.
Para mejor anclar la superchería, se designó oficialmente a la población de Capaya, en Barlovento, como su lugar de nacimiento. La leyenda ha prendido en una hacienda cercana, otrora propiedad de los Bolívar: allí habría nacido, de madre negra, el Libertador. Formulada solo como posibilidad, la especie se ha colado ya en algunos textos escolares. Pero las vallas que dan la bienvenida al turista al lar natal de Bolívar flanquean ya la carretera que conduce a Capaya.
Cosa muy distinta a enmendar la partida de nacimiento del grande hombre es dar cuenta de la verdadera causa de su muerte.
3- Toda la iconografía luctuosa del Libertador -es especial la pictografía naif- destaca el reloj que en San Pedro Alejandrino se detuvo a la una y cinco minutos de la tarde del 17 de diciembre de 1830.
Fue, de acuerdo con la tradición, la hora de su último tísico estertor, salvo que aceptemos la hipótesis de Jorge Mier Hoffman, autor de La carta que cambiará la historia (Editorial Arte, Caracas, 2008).
Un fragmento del reclamo publicitario del libro imparte lo esencial de la “hipótesis Mier Hoffman” en un lenguaje que el hermano Nectario María sin duda habría aprobado: claro y sin vainas: “Bolívar no murió de tuberculosis. Bolívar no murió en la Quinta San Pedro Alejandrino. Bolívar no murió un 17 de diciembre de 1830. Los restos de Bolívar no están en el Panteón Nacional”.
Mier Hoffman, quien al parecer es descendiente del último anfitrión que tuvo el Libertador antes de patear el balde, se declara depositario de una carta escrita -bueno, más bien dictada entre tosigones y esputos de sangre- por Bolívar 11 días antes de morir.
Si hemos de creer a Mier Hoffman, el dictado debió ser sumamente arduo, pues la carta se enmascara hábilmente como el febril último adiós a un antiguo amor de juventud pero, en realidad, es la denuncia de una conspiración para asesinarlo.
Para ello, Bolívar recurrió a claves masónicas para burlar el cerco de perfidia que le rodeó en sus últimos días y acusar al presidente de los Estados Unidos, Andrew Jackson, al rey Fernando VII y a la corona inglesa como autores intelectuales del magnicidio.
Extrañamente, la carta no menciona a Santander, pero puede que solo sea otro truco de Bolívar para despistar.
La exégesis de una carta secreta denunciando un magnicidio fue demasiado para Hugo Chávez: en cuanto supo de ella, designó a Mier Hoffmann asesor de una comisión presidencial de la que hizo parte la Fiscalía General de la República para esclarecer el crimen. La carta secreta condujo al post mórtem y al ADN y, eventualmente, a la reconstrucción digitalizada del “verdadero rostro” de Simón Bolívar.
La sorna caraqueña insiste en que con la aparatosa exhumación de la osamenta de El Libertador, Chávez buscaba tan solo hacerse de una reliquia necesaria para la elaboración de un nganga o amuleto del rito afroantillano Palo Mayombe que nos llegó de Cuba junto con el G2.
¡Ah!, las manos del Che Guevara, el cadáver de Evita Perón, el ADN y el retrato digitalizado de Bolívar y, ahora, el postoperatorio clandestino de Hugo Chávez: 200 años dura la orfandad del perfecto idiota latinoamericano.


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INCERTIDUMBRE



LUIS JOSÉ VIRTUOSO SJ


Nos gobierna la incertidumbre. Pareciera que aquel personaje estrambótico de las aventuras de Batman y Robin-”el acertijo”-hubiera tomado las riendas de nuestro destino político. Su estrategia de acción, un tanto macabra, consistía en enfrentar a sus potenciales víctimas con la resolución de un determinado acertijo. Si lo resolvía podía salvarse de la celada, de lo contrario moriría en la emboscada.
La forma como ha sido manejada la enfermedad del Presidente de la República y su ausencia del cargo, ha convertido al gobierno en un ente abstracto, confuso, con varias cabezas, bajo la supuesta justificación constitucional, de la “continuidad administrativa.” Si tuviéramos en el país una real separación de Poderes Públicos, en donde cada uno de ellos en su rama respectiva ejerce una direccionalidad plena de los asuntos de su competencia, quizás la crisis del Ejecutivo pudiera sobrellevarse en los hombros de ellos. Pero resulta que en Venezuela, se ha estructurado un régimen político dependiente totalmente del Poder Ejecutivo Nacional y éste se ha ejercido personalísimamente por quien lo ha detentado en los últimos años. De tal manera que ausente el presidente Chávez de la escena, no sólo el gobierno sino el Estado entero pareciera caminar sin rienda.
La salud del presidente Chávez se ha manejado en el más estricto secreto, disfrazándolo con comunicados oficiales que nos dejan con más duda que información. La consecuencia lógica ha sido la proliferación de todo tipo de rumores que oscurecen más la incertidumbre. Como además, la cúpula del poder político optó por manejar la crisis fuera de lo pautado en la Constitución, quitando la hoja de ruta para este tipo de casos excepcionales, se nos ha obligado a vivir adivinando qué ocurrirá en el corto y mediano plazo, haciendo uso del único supuesto posible que es ponerse en la cabeza de los que manejan los hilos del poder y sus intereses. Nos hemos vuelto expertos en construir escenarios en base a hipótesis y vaticinios. El deporte favorito de la vida nacional es jugar al acertijo.
Es un derecho ciudadano, constitucionalmente establecido, contar información oportuna y veraz de todos los órganos del Estado. Este derecho, entre otros, garantiza que el poder se distribuya equitativamente porque permite un ejercicio real de participación en pie de igualdad, se favorecen también las posibilidades de cooperación constructiva de la sociedad en la resolución de los problemas que a todos nos aquejan.
La incertidumbre crece y se convierte en misterio. Las explicaciones más que aclarar oscurecen. Información y Constitución se han convertido en nuestras primeras necesidades. 


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miércoles, 27 de febrero de 2013


¿Merece el pueblo la verdad?



ANIBAL ROMERO

En medio de la incertidumbre que existe en Venezuela, políticos y comentaristas de oposición enfatizan que “el pueblo merece conocer la verdad” acerca de la situación de Hugo Chávez. Es posible que cuando estas líneas sean publicadas ya esa verdad, cualquiera que sea, haya sido anunciada por los voceros del régimen. No obstante, ello no afecta la sustancia de lo que plantearé.
El punto es simple: Pienso que el pueblo, entendiendo por tal a la masa empobrecida que ha sostenido a Chávez durante catorce años de oprobio, no valora el peso de la verdad y por lo tanto no “merece la verdad”. Es más, lo que merece, luego de votar reiteradamente por un personaje ruin y funesto como Chávez, y de avalar las tropelías, abusos y mentiras, aparte de la crueldad contra Franklin Brito, Iván Simonovis y María Afiuni, entre miles de otros, lo que merece ese pueblo –repito– es a Maduro y Cabello. Al fin y al cabo estos sujetos representan la continuidad de lo que el pueblo ha respaldado durante años de decadencia y dolor.
Aborrezco la cultura de la victimización que recorre el mundo y acá se traduce en ese tratamiento complaciente e hipócrita, que tanto Gobierno como oposición asumen hacia la mayoría empobrecida y dependiente. Semejante actitud pone de manifiesto menosprecio hacia la gente, el deseo de manipularles y hacerles servir los propósitos de poder y engaño de los inescrupulosos que hunden al país.
Lo que en Venezuela se hace es malcriar al pueblo, profundizar su sujeción a las dádivas del Gobierno, alentar sus peores rasgos y suprimir los anhelos de superación personal que quizás todavía albergan en sus corazones. La revolución “bolivariana” ha estimulado la pereza, la indisciplina, el irrespeto a las normas, la irresponsabilidad hacia los demás y hacia la nación en su conjunto. Pero al coro hipócrita del régimen se suma, por desgracia, una oposición que multiplica las promesas, y que en medio de la bancarrota del país a raíz de los disparates del régimen lo que procura es ofrecer más misiones, más dádivas y regalos. La competencia populista no cesa.
La revolución creó una ley del trabajo que acaba con el trabajo, una ley de alquileres que aniquila la vivienda de alquiler, unos controles de precios que aumentan los precios y la escasez, una política agrícola que asfixia la producción de alimentos. Han sido catorce años de mentiras, de gansterismo político y de división deliberada entre los venezolanos, fomentando el odio y los delirios utópicos.
Me termo que buena parte del pueblo venezolano ha apoyado este horror. Y como creo que el mérito no es algo que se obtiene de gratis, sino que se conquista con esfuerzo, perseverancia y dignidad, reitero mi convicción de que ese pueblo, a menos que cambie, a menos que reflexione y deje de lado el nefasto realismo mágico bajo el que ha vivido y aparentemente aspira a vivir, no “merece la verdad” (aparte de que seguramente no quiere saberla). Tampoco merece otra cosa que lo que tenemos y a diario constatamos: un país en ruinas, del que se van los mejores talentos, que sólo ofrece a sus jóvenes el destino de contribuir al deterioro y esterilidad espiritual y material en que nos deslizamos, centrando nuestras menguantes energías en contener el torbellino destructivo desatado por un hombre ruin y sus enceguecidos seguidores.
La demagogia y la condescendencia hipócrita están malogrando a las democracias occidentales. Pero el caso venezolano es singular y desgarrador. Nos hundimos llevados de la mano depredadora de la Cuba castrista. ¡Qué vergonzoso destino!
(TOMADO DE EL NACIONAL)

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martes, 26 de febrero de 2013


EN POLÍTICA NADIE LLEGA PARA QUEDARSE


   Fernando Mires


Dos son los hechos a los cuales en política no debemos atender demasiado. Uno son las encuestas; no porque sean falsas, sino porque hasta las mejores son válidas sólo el día en que se hicieron. El otro son las profecías, las que perteneciendo a las religiones, en política no tienen nada que hacer. Esto último no puedo sino reafirmarlo al leer el reciente artículo publicado por Joaquín Vilallobos en “El País” bajo el título: "El chavismo llegó para quedarse". 
¿Cómo lo sabe Villalobos? Yo, en cambio, no tendría ningún problema para afirmar: "La verdad es que no sé si se queda o se irá". ¿Cómo puedo saberlo si no tengo ningún acceso a las puertas del futuro, ninguna ideología que asegure triunfos y derrotas irreversibles, ninguna ciencia universal? Pero ¿tiene algo de eso Villalobos? Al menos cree tenerlo. De otra manera no habría tenido riñones para lanzar su tremenda profecía: "el chavismo llegó para quedarse".
Vamos al grano: Villalobos asegura que el chavismo llegó a Venezuela para quedarse. ¿Cuáles son sus argumentos? Principalmente, tres. El primero es que el chavismo reorientó los beneficios del petróleo hacia los sectores más desposeídos. El segundo es que el carisma de Chávez trascenderá a su vida, como el de Che Guevara. El tercero es que la oposición ha cometido profundos errores, descapitalizando su potencial electoral. Y además, agrega, la oposición se encuentra dividida en una ensalada de más de 70 organizaciones . 
Ahora, desde un punto de vista formal, los tres argumentos pueden ser considerados correctos, es decir, Villalobos no ha mentido. Sin embargo, la experiencia indica que hay dos modos de no decir la verdad. Una es sustituirla por una mentira; y éste no es el caso. La otra, más sutil, es decir sólo una parte de la verdad; y éste es el caso. 
Es cierto como afirma Villalobos que el chavismo reorientó la renta petrolera hacia algunos sectores más empobrecidos. Pero también es cierto -y ahí calla Villalobos- que ha provocado una de las inflaciones más altas del mundo, la que también recae sobre los más pobres. Tampoco dice Villalobos algo que hasta el ministro Giordani reconoce: que el sistema productivo nacional se encuentra destruido, o que la alimentación de los venezolanos depende sólo de importaciones, entre ellas de las del "imperio". 
Es verdad también que el carisma de Chávez trascenderá a su vida, pero no como el de Che Guevara, o como Allende -agrego yo-, quienes murieron peleando y no en la cama. Además, en ningún país de América Latina se ganó una elección apelando al nombre de Che Guevara. Si hasta Pepe Mujica, ex tupamaro, tuvo que  distanciarse de sí mismo para ser elegido. El guevarismo, es muy sabido, nunca fue ideología de los pobres. Solo fue la de esos pobrecitos que perdieron sus vidas en montañas ignotas. Eso lo sabe Villalobos mejor que yo.
El chavismo seguirá, por cierto, apelando al nombre de Chávez y esa será parte de su mística; no hay que ser profeta para saberlo. Pero cada partido posee sus nombres muertos. La oposición venezolana tiene por ejemplo el de uno de los más grandes demócratas del continente: Rómulo Betancourt; y hará muy bien en recordarlo cada vez que pueda.
El tercer argumento es más complicado. Es cierto que la política de la oposición facilitó el camino al chavismo y todo lo que de ella cuenta Villalobos puedo subscribirlo. Lo que no dice Villalobos, sin embargo, es que esa oposición no ha sido diezmada, es decir, continúa manteniendo más de un 40% sólido. Tampoco dice Villalobos que desde la campaña de Rosales, la tendencia electoral de la oposición es creciente y la del chavismo decreciente. Pero lo más importante -y eso lo obvia Villalobos, cuyo artículo parece ser escrito hace 10 años- es que en la oposición venezolana ha habido un importante desplazamiento hegemónico. Eso quiere decir, la derecha opositora ha perdido la conducción, la que ahora es ejercida por partidos predominantemente de izquierda o de centro. Más todavía, durante su campaña, Capriles levantó, aunque de modo algo desordenado, un programa social en algunos puntos más radicales que los del propio chavismo. 
¿Qué en la oposición hay más de 70 organizaciones? En ese punto la mofa es más que injusta. Porque Villalobos, si es que conoce el proceso político venezolano, ha de saber que de esas 70 organizaciones hay sólo cinco o seis que merecen el nombre de partido. El resto es perfectamente prescindible. Y bien; ninguno de esos cinco o seis partidos son de derecha sino -para decirlo en el  antiguo vocabulario de Villalobos- "socialdemócratas". Más todavía, esos cinco o seis partidos no sólo son coalicionables; son, además, programáticamente compatibles. En cualquier caso más compatibles de lo que lo son las diversas fracciones del chavismo a las que Villalobos parece ignorar. Esos cinco o seis partidos, dicho en breve, son la sustancia de la MUD, organización que coordina las diferencias y los plazos del conjunto político opositor. En otras palabras, le guste o no a Villalobos, en Venezuela existe la oposición mejor constituida de todo el continente (incluyo a la chilena que, como es sabido, depende de una sola persona: Michelle Bachelet, algo que no ocurre en la oposición venezolana) 
Eso no quiere decir por supuesto que la derrota del chavismo está cantada antes o después de la muerte de Chávez. Todo lo contrario: lo más probable es que el chavismo mantendrá su posición dominante (no hegemónica, dominante) durante algún tiempo. Y con alguna seguridad, el PSUV podrá seguir siendo partido mayoritario aún perdiendo elecciones. Pero eso no autoriza a nadie para afirmar que el chavismo llegó para quedarse.
Pues, ¿qué significa en política "quedarse"? Si eso significa establecerse, no hay dudas: el chavismo probablemente no desaparecerá, como no desapareció el peronismo o el aprismo. Por lo tanto el tema no es si se queda, sino "como" se queda. O para escribir con ejemplos: el peronismo permaneció en Argentina, pero adoptando formas políticas que nada o poco tienen que ver con el peronismo de Perón. Más aún: el menenismo y el kirchnerismo son en gran medida la antítesis del peronismo originario. El aprismo a su vez tuvo en Perú dos periodos con un mismo presidente, pero el primer gobierno de García no sólo no tiene nada que ver con el segundo sino, además, fue todo lo contrario. Lo mismo ocurrió en México, ¿o alguien va a decir que el PRI de Peña Nieto es el mismo de Lázaro Cárdenas o el de Carlos Salinas de Gortari? El ejemplo más notable es quizás el del uribismo. El uribismo se quedará en Colombia; pero no como uribismo sino como santismo; es decir, para quedarse deberá negarse a sí mismo; o convertirse en "otro"
Sí; efectivamente, los partidos a veces se quedan, pero al precio de dejar de ser lo que fueron, o lo que es igual: en política quedarse significa irse- de- sí- mismo. Sin ánimo de profetizar, lo mismo puede que ocurra con el PSUV, esa versión venezolana del PRI mexicano.
Y si alguna vez el PSUV para quedarse, se va de sí ¿dónde está el problema entonces? Lo importante es que se irá, no que se quedará.
En política nadie llega para quedarse. No hay, efectivamente, algo más transitorio que la política. Nada está hecho ahí para siempre. La política como la vida es contingente, depende siempre de lo no previsible. Todos los días hay que repartir de nuevo las cartas. Los factores que la condicionan son múltiples: un asesinato a mansalva, una epidemia, una catástrofe tectónica, una crisis financiera originada en Singapur (por ejemplo), la biología y su mortalidad, una inundación, un caso de corrupción  innombrable, y tantas cosas más, marcan las arenas políticas de modo incesante. En política en fin -y eso es lo que subrayo- lo único que se puede pre-decir es el pasado. ¿Y el futuro? Hay que dejárselo a horoscopistas y a marxistas. Pero Villalobos no es ninguna de las dos cosas.
Incluso Antonio Gramsci que era marxista -aunque de los buenos- afirmaba que en política hay que actuar “con el pesimismo de la inteligencia y con el optimismo de la voluntad”. Joaquín Villalobos, en cambio, escribió su artículo sobre Venezuela haciendo exactamente lo contrario. En mala hora.





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lunes, 25 de febrero de 2013


CLUB DE LOS INFALIBLES


Simón Bocanegra

El sábado pasado se presentó en sociedad la autodenominada Junta Patriótica. El nombre no es casual. Es el mismo que utilizó la alianza que derrocó a Pérez Jiménez, pero las semejanzas llegan hasta ahí, a pesar de que entre sus integrantes figure Enrique Aristiguieta Gramcko, quien formó parte de la original.
Este grupo está liderado por un conjunto de generales sin tropa, afirmación que basamos en los resultados de las primarias opositoras de febrero de 2012 donde participaron dos de sus principales integrantes y entre ambos lograron el 1,74% de los votos.


Diego Arria, uno de ellos, se refiere a la MUD como la oposición oficial, suponemos entonces que él integra y dirige la oposición extraoficial.
En sus declaraciones asegura que el consenso nacional no se produce en base a lo que decidan cinco miembros de la MUD, olvidando que estos dirigentes representan a organizaciones políticas, débiles, pero mucho más fuertes que la que pueda liderar el propio Arria.
Afirma que los trabajadores están representados en la referida Junta, tal vez por la participación en el acto de Froilán Barrios, pero estamos seguros que la mayoría de los integrantes del Fadess, ente sindical al cual está adscrito Barrios, no comparten la pertenencia a la JP.
Por otro lado, en esa variopinta alianza también están los estudiantes que participaron en el encadenamiento frente a la embajada de Cuba.
Estos jóvenes deciden lo que van a hacer sin consultarlo con nadie. Le reclaman a la MUD su parálisis, pero no se toman la molestia de discutir sus acciones y después pretenden que todos los respalden.
La semana pasada anunciaron que irían al Hospital Militar a exigir conocer el estado de salud de Chacumbele, los chavistas se estaban frotando las manos esperando que cometieran esa estupidez.
Afortunadamente, hasta ahora no la han concretado. Arria declara como si tuviera la razón y la fuerza. En nuestra humilde opinión carece de ambas.



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EL CHAVISMO LLEGÓ PARA QUEDARSE


      Joaquin Villalobos


En estrategia política no hay peores errores que subvalorar al adversario, creerse la propaganda propia y presentar los deseos como realidades. Venezuela es el corazón de la polarización continental, sin embargo, luego de 14 años de Gobierno y 14 victorias electorales indiscutibles, es más importante entender lo que está pasando que hacer juicios sobre quienes son los buenos o los malos. Solo un cambio en la correlación de fuerzas interna puede revertir el deterioro democrático, nadie va a intervenir en el país y las condenas sirven para casi nada. Por encima de tomar partido lo central ahora es saber si Venezuela seguirá igual, empeorará o comenzará a cambiar positivamente.
Al igual que las cóleras de los cubanos de la Florida le dieron más de medio siglo de vida política a Fidel, la fortaleza del fenómeno político Chávez es consecuencia de los errores de la oposición. Usaron primero el último recurso, el golpe de Estado, para luego caminar en una estrategia invertida que del golpe regresó a las elecciones, pasando por huelga, protestas, referendo, denuncias de fraude y retiro de las elecciones, para luego regresar a estas ya diezmados. Siguieron un proceso perfecto de desacumulación de fuerzas en el que perdieron espacios de poder e influencia en las Fuerzas Armadas, la empresa de Petróleos de Venezuela, la Corte Suprema de Justicia, el Consejo Nacional Electoral y la Asamblea Nacional. De esto nació la actual capacidad del régimen de manipular leyes e instituciones a su antojo. Ahora, luego de cientos de miles de millones de dólares invertidos en políticas sociales, sin duda existe más pueblo con el chavismo que con la oposición.
Algunos piensan que con la muerte de Chávez, el régimen y el partido que ha construido se debilitarán y dividirán y que una crisis económica derrumbará finalmente al Gobierno. Sin embargo, la realidad pareciera ir en sentido contrario, la muerte del caudillo fortalecerá al movimiento y al régimen. Como lo dijo uno de sus seguidores: “Chávez pasará a la mitología de los altares callejeros”, probablemente con tanta fuerza como el “Che Guevara”. No existe en la izquierda un santo que haya repartido tantos cheques a tantos. Su muerte temprana lo hará sobrevivir a las consecuencias de su ineficiente Gobierno.
Es un error sobrevaluar los conflictos de poder que la transición traerá al interior del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV). Es más frágil la unidad de los opositores sin poder que la de los chavistas con el poder. Los militares disfrutan de mucha autoridad dentro del régimen, por tanto, es difícil que se vuelvan oposición. Sin embargo, en combinación con el chavismo rico seguirán siendo la principal contención a una mayor radicalización. Lo más probable es que los militares se moverán entre la indiferencia y la defensa de un régimen que los beneficia.
Un factor clave para el apoyo popular ha sido la reorientación de los beneficios del petróleo hacia políticas sociales
Ganar un tercer periodo con el candidato enfermo, en medio de inflación, escasez, ineficiencia y miles de homicidios, evidencian que se trata de un fenómeno político mucho más complejo. La gravedad de estos problemas habrían provocado la derrota electoral de cualquier coalición gobernante en condiciones normales y esto no puede explicarse solo por desigualdad en la competencia. La fuerza del chavismo no está en la eficacia para gobernar, sino en que el régimen cambió la orientación de los beneficios de la renta petrolera. Antes esta se distribuía más hacia arriba que hacia abajo. Chávez abrió espacios de inclusión social a los más pobres, generó oportunidades de enriquecimiento a nuevas élites y proporcionó a estos sectores identidad política y poder. Esto ha cambiado a Venezuela para siempre.
En 1991 el FSLN de Nicaragua obtuvo el 40% de la votación en medio de una guerra contrarrevolucionaria apoyada por Estados Unidos; de una devaluación que obligó a imprimir billetes de 10 millones de córdobas, de una escasez superior a la de Venezuela y sin contar con petróleo. Una de las fortalezas del sandinismo fue un paquete de arroz, frijoles y azúcar que recibían los nicaragüenses pobres. Los procesos de inclusión, generación de nuevas élites y construcción de identidad política son algo más que “populismo”, responden de forma distinta en una competencia electoral, resisten las crisis económicas y su desgaste es lento. Sin duda el chavismo va a agotarse, pero no de inmediato.
Enmendar el error de haber destruido los partidos y atomizado el sistema político será complicado. La oposición está compuesta ahora por más de 70 organizaciones y tomará tiempo convertir esta ensalada política en al menos dos partidos fuertes. El PSUV es y seguirá siendo la fuerza hegemónica en el país, aun si perdiese el Gobierno. El futuro de Venezuela depende ahora más de lo que pase en el chavismo que de lo que haga la oposición. Sin embargo, es difícil que se produzca una mayor radicalización; no hace sentido que los cubanos, que tienen tanta influencia en el país, apoyen la construcción del modelo “revolucionario” que ellos están desmantelando. Por otro lado, en ausencia del caudillo la preservación de la unidad entre chavismo rico y chavismo ideológico requiere de pragmatismo y cambios graduales, no importa si persiste la retórica extremista. La Revolución Bolivariana no tiene ningún futuro, pero el chavismo llegó para quedarse.

Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de conflictos internacionales.


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domingo, 24 de febrero de 2013


LOS RICOS SON VULNERABLES
            Moisés Naim
La crisis económica ha hecho que la clase media en Europa y Estados Unidos hoy sea mucho más vulnerable a los avatares que empujan a una familia hacia la pobreza. Y en los países de menores ingresos, a pesar del indudable progreso de algunos, la mayor parte de la población sigue siendo pobre. Mientras tanto, la desigualdad económica ha venido agudizándose. Entre 1970 y 2012, los ingresos del 1% de la población de EE UU que más gana se duplicaron, pasando del 10% al 20% del total. Y durante aproximadamente ese mismo lapso, los ingresos del 10% de la población más pobre solo crecieron un 3,6%. Y sabemos que la carga más pesada del ajuste económico europeo no ha recaído precisamente en quienes más tienen.
Esta dura realidad, sin embargo, oculta otra tendencia que comenzó antes de la crisis económica y que va a continuar después de que esta amaine: las grandes empresas y sus máximos directivos están perdiendo poder. Esto es difícil de creer en tiempos de tanta y tan justificada indignación ante una crisis causada por las decisiones de los empresarios más poderosos y por el hecho de que muchos de ellos no parecen haber pagado un precio muy alto por sus errores. Sin embargo…
Tanto la gente más rica del mundo como quienes dirigen empresas que parecen fortalezas inexpugnables son más vulnerables que antes a la pérdida de poder, dinero y prestigio. Esto de ninguna manera implica que haya que tenerles lástima. Obviamente, siguen estando muy bien. Pero suponer que en las alturas del poder económico no están ocurriendo profundas transformaciones es un error.
Según Emmanuel Sáez, de la Universidad de California, el 1% de mayor renta en EE UU vio reducirse sus ingresos en un 36% a raíz de la crisis, mientras que el restante 99% sufrió una caída del 11,6%. En 2012, 441 de las mil personas más ricas del mundo que figuran en la lista de Forbes experimentaron una caída en su patrimonio. Es obvio que una pérdida del 11% en los ingresos de una familia que a duras penas llega a fin de mes es una catástrofe, mientras que la caída de un tercio en los ingresos de quienes más ganan no tiene mayores consecuencias. Pero el hecho es que actualmente quienes más ganan tienen una situación menos segura que antes.
Y no solo en ingresos; sus empleos también son menos seguros. En EE UU, la permanencia de un alto directivo en su puesto se ha reducido a la mitad respecto a la década de los noventa: de 10 a 5 años. En 2011, el 14% de los máximos responsables de las 2.500 empresas más grandes del mundo dejaron su cargo involuntariamente.
Lo mismo ocurre con las empresas mismas: ya no es tan fácil como antes mantener una posición de liderazgo. Un estudio de Diego Comin y Thomas Philippon mostró que, en 1980, una compañía de EE UU en el 20% superior de su sector solo tenía un riesgo del 10% de quedar fuera de ese nivel en los cinco años subsiguientes. Dos décadas después, esa probabilidad se había elevado al 25%. En el sector financiero —siempre uno de los más poderosos— las grandes empresas tradicionales han quebrado o son acosadas por nuevos competidores. En el segundo semestre de 2010, los 10 mayores hedge funds (fondos de riesgo) —la mayoría de ellos desconocidos para el público— ganaron más que los seis bancos más grandes del mundo en su conjunto. Esos diez fondos solo emplean a unos pocos miles de personas, mientras que los bancos más grandes tienen cientos de miles de empleados.
Otro riesgo que ha aumentado mucho para las grandes empresas y sus directivos es el de sufrir un accidente que arruina su reputación. Una investigación de Oxford Metrica encontró que las empresas dueñas de las marcas de mayor renombre mundial tienen, en un periodo de cinco años, un 82% de probabilidad de sufrir un accidente que reduce drásticamente el valor de su marca. Hace dos décadas, esta probabilidad era tan solo del 20%.
¿Qué significa todo esto? No significa que el poder económico esté desapareciendo ni, mucho menos, que su capacidad de influir sobre políticos y gobernantes esté menguando. Significa, sí, que la situación de los más ricos y de los responsables de grandes empresas ya no es tan cómoda y permanente como antes. El poder económico, como muchos otros en estos tiempos, es ahora más fácil de obtener, mas difícil de ejercer y más fácil de perder. Y eso es una buena noticia.
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