viernes, 31 de enero de 2014

EL ARTE DE LO IMPOSIBLE
    José Ignacio Torreblanca
Se dice que la política es el arte de lo posible, pero viendo los giros que está dando François Hollande, está claro que tenemos que darle la vuelta a la definición. Al ser elegido, prometió devolver la dignidad a una izquierda maltrecha por los años de gobierno de Sarkozy. Fiel a su programa, al llegar al Gobierno la emprendió con los superricos, incrementó el gasto social, activó las políticas de empleo, puso al frente de la cartera de Industria a un ministro partidario de la desglobalización, aprobó el matrimonio homosexual y aceleró la retirada de las tropas de Afganistán. Mientras la izquierda francesa disfrutaba de este festín ideológico, la socialdemocracia europea se regocijaba con lo que parecía el comienzo de la remontada electoral tras una larga travesía en el desierto. Eso sí, los ricos, la industria, la derecha católica y The Economist se echaron las manos a la cabeza por tanta radicalidad. Anécdota o categoría, Gérard Depardieu, personificación de la Francia resistente de Cyrano de Bergerac y Asterix el Galo se exilió a Rusia.
Fundido en negro. Unos meses más tarde, todo aquello parece un espejismo. El mismo Gobierno presume de mano dura ante los inmigrantes; su ministro del Interior, autor de la infame expulsión de Leonarda Dibrani, es el hombre más popular del país. A su vez, el presidente, denostado por una supuesta debilidad de carácter, se ha convertido en el mejor aliado militar de EE UU: se ha ofrecido voluntario para bombardear a El Asad en Siria, ha cuestionado el acuerdo nuclear con Irán y anda dando coscorrones a los islamistas por todo el Sahel, desde Malí a la República Centroafricana. Pero es en casa donde tiene lugar el cambio más visible: además de congraciarse con los católicos mediante una visita relámpago al Vaticano, da un giro de 180 grados en política económica. Ahora apuesta por las políticas de oferta, mima a los empresarios, reduce el gasto público y las cotizaciones sociales y quiere hablar de flexibilidad laboral, para lo cual consulta a Peter Hartz, el exjefe de recursos humanos de Volkswagen, arquitecto de los minijobsen Alemania (condenado, por cierto por sobornar a los sindicatos). La izquierda se queda boquiabierta y Paul Krugman monta en cólera. ¿Estamos hablando del mismo presidente?
¿Estrategas visionarios, pragmáticos guiados por la responsabilidad u oportunistas compulsivos? Que cada cual saque sus conclusiones. Solo falta saber si la convergencia entre Hollande y Merkel será buena para Europa. Y parece que lo será.No sabemos qué rondará la conciencia de Hollande, pero es probable que, de sentirse incómodo, encuentre consuelo mirando a Berlín. Allí, Angela Merkel, pese a su formación en física, no tuvo ningún reparo en humillar a sus socios de gobierno liberales y adoptar el programa máximo de Los Verdes decretando el fin de la energía nuclear. Como tampoco le ha temblado la mano ahora al instaurar el salario mínimo, elevar las pensiones más bajas y aumentar las ayudas sociales. En el país donde la exportación, la competitividad y el control de costes es la religión dominante, al menos para el empresariado, es indudable que la hija del pastor protestante ha pecado cediendo ante los socialdemócratas.

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LA RESPONSABILIDAD DE LA UNIDAD | EDITORIAL 31.01.14




Se discute en los medios y en las redes sociales acerca de lo que la Unidad hace, lo que no hace, o lo que debería hacer. A la Mesa de la Unidad Democrática es barato atacarla y nadie parece defenderla, como si ninguno se diera por aludido cuando es criticada. Al final, a nadie van a perseguir, o enjuiciar, o encarcelar o quitarle un contrato por criticar con dureza a la Mesa.
Pero, en verdad, ¿Cuál es la responsabilidad de la Mesa de la Unidad?
Son varias. Todas muy importantes.
Una, recién adquirida o renovada por el voto popular, es gobernar en 76 municipios y el distrito metropolitano, lo cual equivale a regir los destinos locales de media Venezuela. A esos ciudadanos tenemos que cumplirle gobernando bien y para todos. Gobernamos, así mismo, en tres estados: Miranda, Lara y Amazonas. Allí tenemos que demostrar nuestras ideas, nuestra sensibilidad social, nuestra capacidad para hacer las cosas de un modo diferente y mejor.
Tenemos 65 diputados a la Asamblea Nacional. No es mayoría pero son muchos diputados. Una bancada numerosa que desempeña su trabajo en condiciones muy hostiles. Pero tenemos, a través de nuestros diputados y diputadas, la responsabilidad de hacer que se sientan representados eficazmente los que votaron por la Unidad en 2010, y se sientan atraídos por nuestro mensaje los que no lo hicieron.
Tenemos, además, el frente crucial de la lucha política, en un año que no tiene agenda electoral, pero que se caracteriza por una situación económica y social que necesita canales de expresión. Ahí un gran desafío a la imaginación y a la acción. Porque la lucha política requiere reflexión, estudio, debates y acuerdos, pero sobre todo acción.
No hay dilema entre diálogo y protesta. Ni puede haberlo en una alternativa democrática genuina como es la Unidad. Nadie ha planteado en la Mesa de la Unidad no dialogar. Sería una insensatez. Nadie ha propuesto en la MUD no protestar. Sería un grave desconocimiento de la realidad.
Cumplir con nuestras responsabilidades de gobierno local y regional y con nuestra representación parlamentaria, y con nuestra condición de alternativa capaz del diálogo y la protesta cívica por el bien de todos. Esos son los desafíos. Esa es nuestra responsabilidad.

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Regreso a la zona de turbulencias

      ARGELIA RÍOS   

EL UNIVERSAL

La áspera reacción de un sector del chavismo frente a las recientes medidas económicas, volvió a encender las alarmas de las autoridades revolucionarias. Tras el respiro conseguido por el "dakazo", la nomenclatura acaba de atajar un rebote del descontento popular. La reciente devaluación del bolívar y el incremento dramático de la carestía -que ya no sólo comprende a los productos básicos de la cesta alimentaria- está exponiendo nuevamente el boceto de un país cuyo pueblo vuelve a lucir contrariado por el rumbo que las cosas han tomado y por los daños, cada vez más lacerantes, que las decisiones de "la sucesión" generan en la calidad de vida de la gente. 

Ese es el tema que hierve en el cotilleo endógeno de las fuerzas aliadas, donde muchos se preguntan cuánta desmejora estarán dispuestos a aceptar quienes le dieron el beneficio de la duda al "chavismo sin Chávez". Lo que se habla dentro de las covachas rojas describe una incertidumbre creciente respecto del dramático contraste que se va configurando entre aquello que fue la revolución conducida por el difunto comandante supremo, y esta otra dirigida por sus herederos políticos. La posibilidad de que el país chavista valore sus actuales calamidades como el producto de las desviaciones del proyecto original de su líder fundador, inquieta a una diversidad de fracciones internas, incluido el segmento militar, desde cuyas filas se observa -con más reserva que confianza- la evolución del actual enredo económico y de los escenarios de conflicto derivados de la cada vez menos inocultable bancarrota nacional. 


A pesar de la uniformidad de la vocería oficialista, que aparenta estar segura de la apuesta que ha hecho Maduro con la radicalización de los controles y la inducción de una drástica caída del consumo, en los sótanos del "proceso" burbujean las dudas: unas, en torno a la capacidad del Estado bolivariano para producir una intervención ahora sí eficiente de todos los intersticios de la economía venezolana, y otras, en torno a la tolerancia con la cual el pueblo revolucionario aceptaría el descenso de su poder adquisitivo y, en general, de las condiciones de progreso que creyeron disfrutar cuando Chávez estaba al frente de los timones del proyecto. 



Hasta la muerte del comandante, muchos tuvieron en la revolución un mecanismo de ascenso social que, poco a poco, está dejando de funcionar. No es poca cosa que, desde las propias entrañas del chavismo, se proteste en contra de la "expropiación" de derechos considerados ya como "adquiridos", tal cual ha quedado evidenciado entre quienes, siendo revolucionarios, exigen su gota de petróleo, diciendo en coro "con mi cupo no te metas". No caben dudas de que Maduro ha regresado a la zona de turbulencias. 

Argelia.rios@gmail.com / @Argeliarios

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LAS CARTAS SOBRE LA MESA


JEAN MANINAT 
  
EL UNIVERSAL

No son tiempos calmos estos para la oposición democrática en el país. Las derrotas desmoralizan, a pesar de que se demuestren avances, logros consolidados, se abran nuevas posibilidades, perder siempre es frustrante y no faltarán las almas acuciosas para hacértelo saber. Hay maneras de descargar la furia desde la gradas: culpar al umpire de todo lo malo; a las instrucciones del coach de primera base; a las estrategias y decisiones de último momento del mánager y hasta a la disposición del batboy para realizar su tarea con eficacia y prontitud. Pero la preferida, la que más calma los ardores y despierta las endorfinas de la complacencia, es culpar a la figura del momento, pedirle que nunca más se suba al montículo, se aproxime al diamante y tome un bate, que entregue el guante cuanto antes y se vaya para su casa. A la fascinación de ayer sigue el resentimiento del día siguiente. Se diría que es normal en un juego -aun en el más inteligente del mundo- donde la afición a un equipo genera pasiones y desencantos del tamaño de un estadio.

Pero cuando uno ve a políticos veteranos y alternativos; a analistas de vieja data y de nuevas miras, sacudirse el polvo de su responsabilidad e indicar con el dedo (o frunciendo criollamente la bembita) hacia quien lideró el gran come back de la oposición democrática para convertirla en una opción creíble, como el gran culpable de que el chavismo siga vivo, no deja de causar un cierto estupor a pesar de estar uno en una edad y vivir en una época donde poco puede sorprendernos. Me refiero -por si quedaran dudas- a Henrique Capriles.

No se pone en entredicho el derecho a criticar, a tener una visión independiente y manifestarla, a contrastar y sopesar valoraciones diversas sobre los acontecimientos políticos en el país. Lo lamentable es que hay quien se esconde tras el derecho a la crítica para lanzar argumentos ad hominem, descalificaciones personales embozadas, señalamientos de orden moral, y lo más pasmoso: acusar de falta de temple a quien no ha hecho otra cosa que jugarse el pellejo diariamente en una empresa a todas luces colosal dada la absoluta falta de escrúpulos del contendiente que se enfrenta. (Dicho sea de paso, si usted no ha caído en ninguna de esas actitudes, por favor no sé dé por aludido).

Como Melquíades en Macondo, la política en Venezuela siempre está provista de conjuros y portentos que no permiten que ni la más veterana capacidad de asombro tenga un momento de reposo. Hace unos días, el Dr. Frankenstein criollo que convocó la furia de los  elementos, las tormentas, la química, la electricidad y los pararrayos, para dar vida a lo que ya era un cadáver político y echarlo a andar victorioso por su sendero de destrucción y división del país, ha dado su contribución al análisis de la situación. Según nuestro demiurgo, lo que se requiere son  millones de gente en la calle y líderes "viriles" capaces de llamar al sacrificio e incluso dar la vida, en vez de aceptar dialogar sobre la inseguridad con el gobierno y seguir distraídos con la opción electoral. Aquel día mítico habría que haber conducido a la gente a la confrontación y a la sangre, sin importar el costo humano. De la MUD estar dirigida por Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger y Bruce Willis, otro gallo cantaría, empieza uno a sospechar.

Los líderes de la oposición democrática han manifestado su voluntad de mantener la unidad y trabajar por perfeccionarla. Nadie pone en duda el carácter constitucional y democrático de la lucha. A medida que la situación evoluciona las diferentes posiciones adquieren un perfil propio algo más delineado. Ese no sería un problema, la diversidad es un nutriente básico de la democracia y un poderoso antídoto contra el anquilosamiento político. Las organizaciones cerradas sobre sí mismas, terminan cultivando telarañas, humedad y escorpiones. Habría que abrir las ventanas de la MUD, que se dé la discusión abiertamente, que cada quien diga en voz alta las razones de lo que piensa: sea la Constituyente, la calle, la tarjeta única, las aspiraciones personales, los nuevos retos del esfuerzo democrático. Pero una vez establecida la línea común, compete respetarla y salir a trabajar por ella. No basta con decir presente cuando pasan lista y desentenderse de la tarea común una vez fuera del recinto de reunión. (Todavía estamos esperando que sus proponentes nos expliquen qué pasó con la propuesta de la Constituyente).

No es fácil, se entiende, pero la sola manera de confrontar al régimen con eficacia es en base a la unidad y con las cartas abiertas sobre la mesa. No hay truco que valga.

@jeanmaninat


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ACELERAR EL CAMBIO

Simón García

Se está convirtiendo en una inquietud dominante el asunto de cuándo va a producirse un cambio en la situación que vive el país. Preocupación que justifica extender la pregunta hacia las condiciones que se requieren para producirlo. El paso de uno a otro tema es aparentemente simple, pero no existen evidencias de que tengamos las preguntas pertinentes y las respuestas convenientes.

Más bien en la inquietud parecieran alojarse indicios no sólo de impaciencia, sino dudas de que ese cambio pueda ser posible. Esa incertidumbre comienza a abonar tres conductas: el acomodo pasivo al régimen; la rebeldía desesperada o el refugio nihilista en una vida privada que no quiere saber nada de política. Todas pueden ser reacciones humanamente válidas, pero ninguna de ellas propicia la reflexión ni la adopción de pasos que nos encaminen hacia las salidas.

Los últimos quince años muestran la instalación sostenida de un modelo opresivo de sociedad.

Aunque se conserven formalmente aspectos democráticos, lo dominante ha sido la transformación y el manejo del Estado en órgano de dominio directo cuya función es ejercer una hegemonía excluyente.

Pero es igualmente relevante que el aplastante desempeño del Estado como principal sujeto político, con toda su variada capacidad de intervención, no haya logrado doblegar a las fuerzas democráticas. La existencia de esta lucha, en condiciones de extrema desigualdad, ha contribuido a mantener espacios de convivencia, a la subsistencia de determinados derechos y a sostener la posibilidad de construir una mayoría social, plural y ciudadana que debilite las bases populares del régimen. Por ser demasiado obvio es necesario recalcar que la velocidad del cambio depende de conquistar una mayoría que necesariamente tendrá que contener un apreciable sector del lado oficialista y una fracción de los que por distintas razones están colocados fuera del debate y el combate sobre el país que queremos. Es decir, la relación de antagonismo con el régimen debe tener formas distintas según se enfrente a la cúpula autoritaria o se confronte a sus seguidores de a pie, por conciencia o por gratitud.

Hay que tener un discurso efectivo y una presencia afectiva donde es alta la influencia del poder dominante. 

Un régimen parado en un piso muy lleno de contradicciones y que por eso, entre otras razones, acentúa sus propósitos de hostigamiento, desmoralización y reducción de todo lo que se le opone.

Pero la existencia de ese dato no debe hacernos creer en espejismos sobre golpes o insurrecciones de la calle que terminan en más penurias para la gente. 

Los partidos, si se comprometen en su renovación, constituyen una esperanza. Otra expectativa positiva es la existencia de un nuevo liderazgo si es capaz de profundizar la competencia solidaria para dotar a la oposición de una condición alternativa.

La MUD debería ocuparse ahora de mejorar la autoestima de los millones de venezolanos que han seguido sus orientaciones electorales y abrir con ellos un debate nacional sobre los elementos de una estrategia que nos devuelva la confianza en que sí es posible acelerar el cambio. 
@garciasim

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jueves, 30 de enero de 2014

FIN DE CICLO


      Colette Capriles

La memoria ha de ser, sin duda, un efecto colateral de la necesidad que tiene el cerebro de percibir un mundo más o menos ordenado. No es en absoluto una “facultad” que registra y reproduce los hechos, sino una actividad que los crea (y re-crea) en la medida en que se hacen necesarios para darle consistencia a la experiencia. Digo esto porque recordar no evita repetir. A veces es, por el contrario, la mejor aliada de la pulsión repetidora. Y si en la vida la repetición es un síntoma de que la experiencia no pasa, me pregunto cómo considerarla en política, en un momento en que todo evoca el final de un ciclo y se encuentra uno con la sensación de que también vuelve la misma atmósfera, entre inercial e histérica, que ya vivimos hace veinte años.
Los clamores por el salvador que administre una solución indolora e inmediata, por ejemplo. O por una solución técnica que ya estaría infaliblemente escrita en alguna parte, porque con la misma infalibilidad se ha diagnosticado, desde el sofá y el teclado, al país y su circunstancia. En realidad resulta casi morboso contemplar la frenética actividad que despliegan ciertos sectores del país cuando perciben que las temperaturas sociales favorecen su perspectiva, que terminó, en los noventa, promoviendo el militarismo y la antipolítica que necesariamente le acompaña.
Mientras escribo esto se reúne la Celac: los latinoamericanos diciéndole al mundo, y especialmente a sus vecinos democráticos, “con mis dictaduras no te metas”. La verdad es que desde el siglo XIX somos el más grande laboratorio político de Occidente, y directamente desde la centrífuga ofrecemos al mundo las nuevas democracias totalitarias del siglo XXI, con descuento mayorista. No es que el modelo predominante sea, como hasta hace un par de años fue, el chavismo. Habrá otros. Pero el espíritu de una democracia vertical y plebiscitaria, con instituciones risibles y trágicas, un “pueblo” construido especularmente como proyecto de élites, y afán de modernidad consumista: todo eso permanecerá entre nosotros, metamorfoseándose y adaptándose a las condiciones de la ecología política mundial, como el gran aporte de Latinoamérica a la historia política del futuro.
Debido a la cualidad “circulatoria”, por así decirlo, del petróleo, Venezuela es extremadamente sensible al clima político mundial. Y este se prepara para una larga temporada de declive democrático, con más o menos curvas, pero en definitiva apuntando a la proliferación de regímenes que privilegian la ecualización y estandarización social –y, por lo tanto, la concentración de poder– mientras que veremos la separación o limitación del poder como un artefacto decimonónico y antipopular. Leí en estos días un artículo de Oppenheimer que pronosticaba una suerte mejor para el resto de Latinoamérica que la de Venezuela, que muchos comparan a Zimbabue y su oportunidad histórica perdida. Parece que las restricciones económicas pueden moderar la deriva “demoautoritaria” en el continente, pero en mi opinión no van a evitarla. Y Venezuela, habiendo paradójicamente sido su principal arquitecta, puede ser, en medio de su crisis, la que renueve la reacción contra ese proyecto, lo que no ocurrirá si se persiste en repetir la fracasada fórmula de los noventa.
Este es el peor gobierno posible pero no solo porque sus ejecutores sean (como son) una selección particularmente decantada de lo más mediocre de entre nosotros. O porque su papilla ideológica y su sumisión al castrismo sea vergonzosa y su voluntad de poder, grosera. Lo es, también, porque se sostiene en el resentimiento. El de quienes se imaginan haber sido postergados en el pasado, y el de quienes ahora se sienten excluidos, porque el candidato no los convocó para beneficiarse de su desinteresada sapiencia y diseñar los planos de un país de maqueta. Aquí se podría insertar una frase patriótica, algo así como “deponed vuestros mezquinos intereses y uníos”, etc.; pero en una veta más pragmática, quizás valga la pena subrayar que no siempre el petróleo salva y que no siempre se repiten las oportunidades.
@cocap

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José Virtuoso: “Buscar Una Pronta Salida De Maduro No Nos Ayuda”



El gran reto de la Mesa de la Unidad Democrática en 2014 será abrir más el diálogo interno y armar un proyecto político que les dé más identidad y más proyección a largo plazo. Así lo cree el padre José Virtuoso, rector de la Universidad Católica Andrés Bello, quien valora de manera positiva los acercamientos entre los líderes de oposición y el Gobierno. Además, considera que la Unidad debe dejar de ser solo un sentimiento de oposición al Gobierno y comenzar a ser un foro que incluya a quienes, pese a disentir de la revolución, no se sienten identificados con los principales partidos que integran la plataforma.
Virtuoso, quien integró el grupo de veedores Ojo Electoral que se formó en 2004 previo al referendo revocatorio de Hugo Chávez, considera que hay que pasar la página con respecto al tema de la legitimidad del presidente Nicolás Maduro y que no es el momento de buscarle una salida a su gestión. En cambio, apuesta por “una forma de hacer oposición real, contundente, con unos métodos civilizados”. El año pasado, previo a los comicios municipales, escribió en la prensa sobre la necesidad que tenía la MUD de iniciar un proceso de cambio, lo que denominó una constituyente interna.
¿Qué significa una Constituyente en la MUD? ­Uso la imagen de la Constituyente de forma metafórica, tomando la idea de que se dé el espacio para acordar, no solo debatir, sino acordar mediante los métodos de deliberación y de consenso con todos los sectores sociales, de buscar cuál es el programa que le dé contenido a la Unidad. En este momento la Unidad dentro de la oposición tiene que ver más con ese sentimiento de oposición y con la búsqueda de una alternativa para sustituir representantes en el poder, pero yo creo que todavía se adolece de un programa, consensuado, acordado y de las estrategias para llevar a cabo ese programa, ese es un debate que tienen que hacer los partidos conjuntamente con sus bases y con otros sectores de la sociedad que también se dicen de oposición, pero no necesariamente militan dentro de una organización política.
¿Cómo ve el papel de la MUD en 2014? ­Creo que la MUD, desde su creación hasta la fecha, ha sido una gran plataforma electoral para los partidos de oposición y ha coordinado tanto el proceso de selección de candidaturas como los criterios de organización de las mismas.
Ahora creo que necesariamente tiene que jugar otro papel, porque las próximas elecciones serán a finales del año 2015. Hay un largo período en el cual la MUD quizás pudiera ser una gran instancia de diálogo dentro de los mismos partidos, es decir, coordinadora del debate de propuestas, de ideas, una instancia donde se pueda llegar a acuerdos programáticos en las toldas, es decir, una instancia para coordinar estrategias, precisamente porque no tiene en este momento que jugar el papel de coordinadora electoral.
¿En qué ayudaría ese programa a los miembros de la MUD? ­En el marco de que sea un programa y unas estrategias que apliquen los diversos partidos, es complicado porque no es el programa de una tolda, sino de un gran movimiento de oposición, ayudaría entre otras cosas a que no solamente se hable de “la oposición” como el otro polo, sino que se hable de una fuerza política muy definida con unas propuestas y con unos métodos. Que se hable de un proyecto alternativo, claramente identificado, no solamente de la oposición al chavismo sino un proyecto que tiene claramente definido una cara propia, un programa y una estrategia.
Pero la MUD ha presentado programas de Gobierno ¿En qué se diferencia este proyecto que usted propone? ­Los programas de gobierno son muy puntuales, destinados a generar una serie de políticas públicas que se tienen que hacer desde el Ejecutivo. En cambio, un proyecto político es algo más amplio, es en qué modelo social, económico y político nos ubicamos.
¿Podría tener carga ideológica? ­Claro. Yo creo que esa es parte de la discusión de un proyecto político. En qué ideología se inscribe, en qué gran marco de comprensión, cuál es la narrativa y el discurso con el que se describen sus grandes horizontes y sus grandes perspectivas. Un proyecto político se plante sus horizontes a largo plazo, es algo que se proyecta para 20 años y se debe pensar cuáles son sus símbolos, cuáles son sus palabras claves, cuáles son sus figuras, cuáles son sus grandes utopías, cómo concibe el gobierno, cómo concibe el Estado referente a si se es Gobierno en un próximo período. En ese sentido el proyecto político es un gran marco y, como su nombre lo explica, es una proyección. Una mirada a mediano y largo plazo donde se prevé una serie de transformaciones, más global de lo que puede ser la adscripción a una ideología o a una nueva ideología.
¿Qué lectura le da a las diferencias dentro de la Unidad y cómo pueden enfrentarse? El que existan diferencias me parece muy bueno, además dentro de la oposición no puede ser de otra manera, porque no es un partido sino varios partidos de oposición, y existen personalidades, liderazgos distintos y organizaciones distintas, entonces, obviamente, tienen que haber diferencias. El tema es cuándo esas diferencias se convierten en fuerzas centrífugas y terminan evidentemente dispersándose del centro o cuando esas diferencias son fuerzas centrípetas, es decir, que manteniendo el movimiento y la dinámica de las diferencias, aun así tienden a nuclearse alrededor del centro. Entonces, cuando uno habla de un proyecto político debatido y acordado por todos estos sectores no es para eliminar las diferencias, es para que se establezca un marco donde las mismas tengan juego.
¿Cómo ve a las minorías? ­Dentro de lo que es ese proyecto alternativo, evidentemente que el liderazgo propiamente político lo tienen los partidos, pero hay otros movimientos, personas o grupos que no se identifican con el proyecto político dominante, que se sienten de oposición a él, que andan en búsqueda de un proyecto alternativo y que quieren encontrar también su lugar, su expresión y poder dar su palabra y articularse en un movimiento de este tipo y quizás no encuentran el lugar porque el espacio o el espectro fundamentalmente lo tienen los partidos.
¿Cómo puede hacer la Mesa para que el discurso sea coherente con la acción?La oposición tiene representantes parlamentarios, en las gobernaciones y en las alcaldías. Como la coherencia entre discurso y práctica tendría que empezar por validarse en el ejercicio de estos cargos, es decir, cómo nosotros demostramos que el discurso de la oposición es real y creíble, efectivamente apuntando a la solución de los problemas en los lugares donde han sido electos. Es decir, la representación electoral puede ser esgrimida y presentada como el mejor aval para la credibilidad y para fortalecer la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Un elemento fundamental es que la convocatoria y la credibilidad estén avaladas por ese ejercicio eficaz para la cual te eligieron.
¿Considera que es el momento de buscar una salida al Gobierno antes de que cumpla el período para el cual fue elegido? ­Creo que esa no es la lucha de este momento. Hemos pasado por dos procesos electorales, venimos de una contienda comicial y de un proceso político que arranca con la muerte del expresidente Hugo Chávez y termina el 8 de diciembre.
Ahí hubo un ciclo de legitimación de Nicolás Maduro como presidente. Cuando digo un ciclo, no solamente estamos hablando de dos procesos electorales, sino de una confrontación, de una discusión pública donde se comenzó por cuestionar si Maduro había ganado la presidencia por los métodos adecuados. Hubo reclamos de reconteo de votos, hubo pugnacidad, conflicto y se fueron desarrollando toda una serie de hechos que terminaron el 8D.
Me parece que seguir ahondando en esa discusión para la oposición no tiene sentido, seguir discutiendo en este momento sobre ese proceso me parece que es no reconocer lo que ha sido la zozobra de la sociedad venezolana y el conflicto a lo largo de estos meses. Efectivamente, se dio un proceso que ha tenido sus momentos de validación electoral, el último proceso a mi manera de ver fue una validación de qué es lo que lo que la sociedad venezolana quería o no, de hecho la contienda fue planteada explícitamente por el gobernador Henrique Capriles como un plebiscito, el Gobierno también lo asumió así, y ese plebiscito tuvo triunfadores y perdedores. Entonces me parece que seguir en eso no nos ayuda para nada.
Entonces, ¿cuál es el próximo paso? ­Creo que el país entró en una nueva etapa en la que hay una serie de problemas de gobernabilidad que el Gobierno, encabezado por Maduro, tendrá que enfrentar. A la oposición creo que le tocan tres tareas fundamentales: en primer lugar, aprovechar este tiempo para consensuar y construir su proyecto político, para hacer su constituyente interna. En segundo lugar, para fortalecer también sus estrategias, sus tácticas, sus mecanismos para hacer oposición, para movilizar, para vincularse a las demandas sociales y para hacer oposición que le permita acumular fuerza y presencia en la sociedad venezolana. El tercer paso tiene que ver con hacer oposición, sobran elementos dentro de la problemática venezolana para asumir unos frentes concretos de oposición frente a las políticas y sociales. Entendiendo que hacer oposición tampoco significa una crispación en el enfrentamiento, de tal manera que impida todo tipo de diálogo y todo tipo de acercamiento, es decir, para mí fue una señal importante, lo que uno desearía que fuera el futuro civilizado de este país, la reunión que tuvo Maduro con los alcaldes recién electos en diciembre.
Yo no vi allí a unos alcaldes sumisos con la cabeza debajo de la mesa, diciendo “Sí señor presidente”. Vi a unos alcaldes parados frente al presidente diciendo sus malestares, sus críticas, es decir, eran alcaldes de oposición. Tampoco vi al gobierno queriéndose ganar a los alcaldes haciéndose el simpático, el Gobierno dijo las cosas tal como las pensaba. Entonces creo que tenemos que ir a una forma de hacer oposición real, contundente, directa. Ojala, siempre que eso sea posible (no siempre es posible) por unos métodos civilizados y que no lleven a la crispación total.
¿Cómo ve los cambios estructurales de la MUD? ¿Es necesaria una reforma? ­Efectivamente, la MUD es hoy por hoy un foro, un espacio de los partidos políticos de oposición, y evidentemente en ella tienen más peso los partidos que tienen mayor votación que los que tienen menos votación. Tienen en la figura de Ramón Guillermo Aveledo una suerte de gran coordinador de ese foro. Probablemente eso tendrá que seguir siendo así. El tema es que para dar un debate de este tipo hay que ampliar mucho más la discusión en los espa- cios, creo que habrá que crear alguna instancia de movimiento social, algunos congresos generales de discusión.
Pienso que esa mesa puede llamar a un gran congreso representativo de tendencias, de movimiento, de la base de los partidos. La MUD tiene que seguir funcionando como lo ha ido haciendo, pero evidentemente que para llevar adelante un proceso de este tipo tendrían que crearse unas instancias particulares.
¿Cómo ve el papel de los estudiantes actualmente? ¿Considera que están adormecidos en este momento político? ­Me parece que los estudiantes universitarios en sus distintos espacios están muy activos y muy pensantes. Creo que hay un error en pensar que los jóvenes, por su dinamismo y energía, son los que tienen que llevar el protagonismo de la oposición en la calle. En los estudiantes tenemos tendencias de todo tipo. Considero además que dentro del proceso estudiantil, en las propuestas de los estudiantes se están manejando distintas posiciones: hay sectores que prevén una vinculación mayor con las demandas sociales, otros con los partidos políticos, hay diversas posiciones acerca de dónde conviene dar la lucha, lo que ciertamente creo es que están activos como muchos sectores pensando y analizando cuaáes son las mejores formas de expresión.
¿Cómo evalúa el papel de la Iglesia Católica en los últimos días? ­Se ha jugado un papel protagónico muy importante, la Iglesia Católica, más allá de las críticas, es un actor altamente valorado. La Iglesia ha jugado, en estas circunstancias en donde los espacios de encuentro están tan deteriorados, un gran papel. La voz de la Iglesia está presente tratando de indicar un camino sensato.
JESENIA FREITEZ GUEDEZ 
TAL CUAL

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