sábado, 30 de octubre de 2010

Casa de segundones

30 Octubre, 2010


Elías Pino Iturrieta

El título del artículo se toma de una frase lapidaria de Rómulo Gallegos. La pronunció cuando recibía el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Central de Venezuela, después del derrocamiento de Pérez Jiménez. “Universidad, casa de segundones, hermana menor de la revuelta armada, tú también tienes la culpa”, dijo entonces. Hoy la repito para llamar la atención sobre cómo los miembros de esa casa de estudios han contemplado en silencio y sin hacer nada digno de señalamiento, el insólito y deplorable “allanamiento musical” que llevó a cabo el alcalde de Caracas hace poco.

Que un funcionario de cuarta categoría tome la decisión de hacer un concierto en el campus universitario porque se le pega la gana y sin autorización del equipo rectoral, no es sino un signo de los tiempos. Es otra manifestación de la falta de respeto hacia las fórmulas habituales de convivencia que ha impuesto la “revolución” como parte de la rutina. Que se profundice el ataque contra la autonomía universitaria mediante cualquier tipo de manifestaciones, a través de las cuales se comunique desprecio por lo que ella representa, no es sino la continuación de un designio que no ha ocultado el régimen desde su advenimiento. Que el alcalde de la ciudad reemplace la utilización de la fuerza pública por una banda de rock para penetrar “triunfante” en la ciudad universitaria sin tomarse la molestia de pedir permiso, simplemente porque quiere exhibir el podercito que maneja o porque tiene la necesidad de complacer a un jefe que ha encontrado resistencias de sobra en el alma mater, no es sino la continuación de un libreto de insultos y conductas groseras mediante el cual ha querido manifestar el Gobierno su menosprecio de la ciudadanía. Nada nuevo destacamos en la actitud de marras, por consiguiente, que no sea el hecho de asegurar que la sociedad ha permitido, como si no le incumbiese, tales muestras de incivilidad y prepotencia.

En los últimos años, la UCV ha sido baluarte de la libertad y fortaleza de la defensa del saber en las más calificadas escalas. Nadie puede dudar de la dignidad manifestada por el actual equipo rectoral ante los continuos ataques del Ejecutivo, que no sólo han consistido en la negación de recursos materiales sino también en la promoción de sucesos violentos que han colocado a los miembros de la institución, estudiantes y profesores, en situaciones de indiscutible riesgo. Sin embargo, la institución no ha reaccionado con énfasis ante el “allanamiento musical”, es decir, frente a un vilipendio como jamás se ha visto ninguno en sus anales. La mansión de la libertad y la dignidad se convierte en casa llana por el capricho de un mandoncito, un faro de luz deviene en circo vocinglero gracias a los dineros de la alcaldía, y las autoridades universitarias se conforman con divulgar un comunicado de protesta, como otros muchos que han publicado, o con ofrecer entrevistas en la radio; y los profesores y los estudiantes, tan aguerridos en la víspera, hacen mutis por el foro. No pretende este profesor jubilado ofrecer a sus antiguos colegas y a los bachilleres de la actualidad la mecha para la candela, sino simplemente escribir sobre cómo le extraña ese paso del dinamismo a la apatía, de las algaradas al mutismo, que ha caracterizado su recepción del más elocuente “Desorden Público” que les haya concernido.

Temo que, pese a lo que se observe desde fuera, la UCV carece hoy de elementos de cohesión susceptibles de conducir a respuestas tan vigorosas como las que requiere el “allanamiento musical”. Pareciera que el equipo rectoral ha perdido la coherencia de sus inicios, hasta el extremo de mostrar fracturas evidentes. No va descaminado quien observe a los profesores, y en especial a su dirigencia, dando tumbos por el presupuesto sin detenerse en los problemas de fondo que persisten o se agudizan en la casa de estudios. Lo propio parece que sucede con el movimiento estudiantil, más fraccionado de lo que a primera vista se descubre y estorbado por rencillas debido a las cuales pierde gasolina un motor imprescindible para el claustro en el cual se forman. Nada halagüeño, en suma, sino todo lo contrario. No sé hasta qué punto haya convenido volver a la sentencia de Gallegos para describir la situación de la actual UCV, mi casa de estudios, el lugar en el que me formé y al que debo lo fundamental de lo que he hecho en la vida, pero su precaria respuesta frente a la insultante penetración del alcalde fulano de tal no es como para sentarse a aplaudir.

PSUV solicita a la Fiscalía investigar a Petkoff
EL UNIVERSAL
sábado 30 de octubre de 2010

El Partido Socialista Unido de Venezuela instó ayer al Ministerio Público a que abra una investigación contra el director del diario Tal Cual, Teodoro Petkoff, por sus opiniones sobre el atentado que sufrieron la noche del miércoles directivos de Fedecámaras.

A nombre del PSUV, el diputado Carlos Escarrá sostuvo que Petkoff "está haciendo unas afirmaciones que no pueden pasar inadvertidas".

En su editorial del viernes, el ex ministro de Cordiplan durante el gobierno de Rafael Caldera sostuvo que el ataque contra los dirigentes empresariales "es terrorismo político puro y simple", y luego añadió: "si bien no se puede atribuir en este momento ninguna responsabilidad a nadie en particular, no es nada improbable que la brutal acción provenga de alguno de los grupos armados que se identifican con el Gobierno, lo cual, por supuesto, no significa que éste tenga que ver con el hecho, aunque sea evidente su responsabilidad en la impunidad que les ha garantizado hasta ahora".

En referencia a Petkoff, Escarrá apuntó que "no puede ir preso porque es una persona senil, pero tendrá que responder por estas afirmaciones".

Resultado dudoso

Ramón Guillermo Aveledo, secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), ratificó ayer la repulsa de la alianza contra la agresión sufrido por dirigentes empresariales la noche del miércoles, del que salió herida de bala la ex presidenta de Fedecámaras, Albis Muñoz.

Exigió a las autoridades que se establezcan las responsabilidades, pero dejó claro que "no hay y el resultado de la investigación va a estar siempre sometido a dudas", citó un boletín de prensa de la MUD.

Por su parte, el ex presidente del gremio de empresarios, electo diputado unitario por Guárico, José Manuel González, aseveró que a su juicio los ataques "no son producto de la casualidad".

"Estamos ante la presencia de terrorismo político. Si bien es cierto que puede no ser mandado por el Ejecutivo, podemos estar ante la presencia de personeros armados que dicen defender esta 'revolución', producto del discurso de anarquía, odio, enfrentamiento, del Presidente, gobernadores, ministros, etc. Se incita al amedrentamiento de las instituciones y de empresarios en general, y de todos los que trabajan y disienten del Gobierno". González, quien recordó que en 2008 la sede de Fedecámaras fue atacada con una bomba y una persona murió en el hecho.

Lamentó que en aquella oportunidad "no se haya llegado a nada" y reiteró el llamado a las autoridades a actuar: "No estamos pidiendo ningún tipo de protección especial. Es responsabilidad del Gobierno garantizarles la paz y seguridad a todos los venezolanos. Ya está bueno de impunidad, pareciera que la violencia se ha convertido en política de Estado".

El jueves, la MUD emitió un comunicado en el que rechazó este hecho violento.

Quién es quién en la plaza de las lágrimas

Jorge Fernández Díaz

La Nación

Tuvo que morir su líder máximo para que el kirchnerismo se materializara ante la opinión pública como un auténtico fenómeno de masas. Las marchas y concentraciones de otras ocasiones dejaban dudas puesto que el aparato del gran partido de gobierno era capaz de llenar fácilmente plazas y estadios. No es que no haya habido esta vez clientelismo, caciquismo y aparato, pero nadie puede negar que el asunto excedió sobradamente ese corset del lugar común. Sindicalistas, organizaciones sociales, cooperativas, municipios y hasta gobernaciones enviaron a sus principales militantes desde todos los territorios de la República. Pero lo interesante fue descubrir, entre tantos, a espontáneos de todas las clases sociales. Algunos de ellos acudían, como siempre, ante la simple pero legítima fascinación que siempre produce la muerte abrupta y famosa. Acongojada por la inmolación de un político popular, y aun manteniendo con Kirchner algunas diferencias, mucha gente de a pie quiso transmitir su honda pena y su solidaridad con la viuda.

Los más pobres, que son tradicionalmente peronistas, llegaron del conurbano bonaerense y de las barriadas más humildes de la Capital para abrazar el fantasma de quien más les había dado. El crac de 2001 puso a esas clases pauperizadas al borde de la inanición y la sola comparación del antes y el después explica la valorización que existía sobre el presidente del Partido Justicialista. Es verdad que la inflación es el impuesto de los pobres, pero no resulta menos cierto que el consumo movió la rueda y permitió el crecimiento del cuentapropismo y del empleo en negro, que las paritarias atemperaron la caída en el proletariado nacional y que los polémicos planes sociales actuaron como paracaídas de los desamparados e indigentes. El 80% de los hombres que habitan las villas miseria son honestos albañiles bendecidos por el boom de la construcción y la obra pública. Los encuestadores dicen que, en todo este grupo, la imagen positiva de los Kirchner crece un 20% por encima de la media. No hay prácticamente ningún otro grupo político que trabaje en esas clases sociales. El peronismo está solo militando en el barro, mientras el resto de los partidos duerme el confortable sueño de la clase media.

Nada de esto, sin embargo, difiere demasiado del folklore peronista. Lo que agrega claramente el movimiento de Néstor y Cristina Kirchner, además de militantes estatales (hijos del nuevo Estado) es un sector flamante y creciente de las clases medias urbanas ideologizadas. Allí no hay ningún beneficio gubernamental directo. Pero hay cosas muy importantes en el orden de lo simbólico. Con su revival de los 70, Kirchner logró darles a esos jóvenes prematuramente desilusionados con la política nada más y nada menos que una causa. Una misión moral. Al generarles enemigos, les generó también ideales nuevos y les dio una droga irresistible para la juventud: el sentido de la épica y la combatividad.

Esos jóvenes que estos días plagaron el cortejo fúnebre son beligerantes defensores de los derechos humanos y del nacionalismo progresista. Combaten la anomia luchando en las redes sociales y en los colegios y en las facultades, donde han ido ganando un lugar a expensas de otros actores políticos de los partidos tradicionales, como el radicalismo.

Eran estos jóvenes quienes más consignas duras cantaban en la larga vigilia. Son ellos quienes más van a operar en el proceso de mistificación de alguien a quien consideran un mártir: "Persona muerta en defensa de una causa, cuya muerte da precisamente testimonio de su fe en ella". Para muchos de estos jóvenes, Néstor Kirchner es hoy más puro que antes. Yo diría que es tranquilizadoramente puro, puesto que muerto ya no puede cometer defecciones o pecados. Es una imagen detenida, un blasón para llevar al futuro.

Esta gigantesca masa humana no representa ni al "pueblo" ni a la "sociedad" ni a la "gente" ni a las "mayorías, todos conceptos abstractos y manipulables. Pero tienen la elocuencia de un fenómeno social que no puede ser minimizado.

JAMAS DEJÓ EL PODER


Joaquin Morales Solá

La Nación, 28 de Octubre de 2010


Podrán decirse muchas cosas de Néstor Kirchner, pero no que le faltó genio para construir un imperio político desde las ruinas. Nunca, como candidato, pudo ganar una elección nacional. Sin embargo, nunca dejó el poder desde que se encaramó en él. En 2003 le ganó Carlos Menem y en 2009 lo superó Francisco de Narváez. El kirchnerismo ganó las elecciones de 2005 y de 2007, pero él no fue candidato en ninguno de esos comicios.

El desierto del que venía lo obligó, tal vez, a una vida excepcional. Todo giraba en torno de él, bajo su presidencia o cuando la jefatura del Estado la ejercía su esposa. Su estilo de gobierno convertía a los ministros en meros conserjes sin decisión propia. Desde que se aferró al poder, fue, al mismo tiempo, gobernador de cualquier provincia, intendente de cualquier municipio del conurbano, ministro de Economía, jefe de los servicios de inteligencia, ministro de Obras y de Defensa, canciller y productor de los programas televisivos que lo adulaban. "Así, enloquecerá la administración o terminará con su vida", colegía uno de los ministros que a los que echó pocos años después de llegar al gobierno.

Fue, también, más que eso. Hasta marzo de este año, cuando cambió la relación de fuerzas parlamentaria, ejerció de hecho la titularidad del Poder Ejecutivo y del Legislativo, fue el jefe fáctico de los bloques oficialistas y titular de las dos cámaras del Congreso. De alguna manera, se hizo al mismo tiempo de la dirección de una porción no menor del Poder Judicial, con la excepción de la Corte Suprema. Siempre cargaba bajo el brazo una carpeta con la información última sobre la marcha del Estado; esos datos no eran a veces certeros y, muchas veces, sobresalían más por el error que por el acierto. Su objetivo no era la verdad, sino colocarla a ésta en la dirección en que estaba su sillón.

"Quiero dejar la presidencia, caminar por la calle y que la gente me salude con un «buen día, doctor»", solía decir cuando conversaba con frecuencia con periodistas que lo criticaban. Entonces era presidente. Cerraba ese diálogo y abría otro con sus habituales lugartenientes. "Mátenlo", les ordenaba de inmediato; les pedía, así, que incendiaran en público a algún adversario o a algún kirchnerista desleal para sus duros conceptos de la fidelidad. Nunca podrá saberse si aquel era un combate entre el deseo y el carácter, en el que siempre perdía el anhelo, o si el deseo era sólo una expresión fingida ante los oídos de un interlocutor diferente.

"Mátenlo", era una palabra que usaba frecuentemente para ordenar los castigos públicos. La política es cruel y las prácticas políticas son crueles. Kirchner era un exponente cabal de esa estirpe. Los amigos se convertían en enemigos con la rapidez fulminante de un rayo. Nada les debía a sus ex colaboradores, que habían dejado en el camino partes importantes de su vida para servirlo. Sus afectos estaban reducidos al pequeño núcleo de su familia, a la que realmente quiso con devoción, más allá de las muchas discusiones y discordias con su esposa. "La familia es lo único que la política no destruye", repetía.

Sabía aprovechar con maestría la debilidad del otro para caerle con la fuerza de un martillo. El caso más emblemático es el de George W. Bush. Conoció a Bush cuando era un líder muy popular en su país, insistió con que quería acercarse a él, lo visitó en la Casa Blanca y lo tranquilizó diciéndole que era no izquierdista, sino peronista. Ese romance duró hasta la cumbre de Mar del Plata en 2005, cuando Kirchner vapuleó imprevistamente a un Bush pasmado por la sorpresa. ¿Qué había pasado? La fatídica guerra de Irak había convertido en jirones la popularidad del líder norteamericano.

"No es popular estar cerca de él en estos momentos", explicó luego con el pragmatismo desenfadado del que hacía gala. La popularidad del otro era el índice de su simpatía. Por eso, nunca rompió con el colombiano Alvaro Uribe, de quien, además, solía hablar bien. Uribe se fue del gobierno con el 75% de aceptación. Todo eso ocurrió en un tiempo en el que Kirchner pintó el país del color de la Patagonia: el mundo fue siempre lejano e impenetrable para él.

Ambivalente, como un príncipe del oportunismo, Kirchner nunca terminó de comprender al conjunto de la sociedad argentina. Nunca recibía a nadie cuando andaba en sus tiempos de broncas desmedidas. Sin embargo, era un anfitrión cordial y conversador, un político clásico, cuando ingresaba en los períodos de conciliación. Eso sí: la información que le trasladaba a un periodista, por ejemplo, no siempre era confiable. Edificaba un océano con una gota de agua que pudiera afectar a un adversario. Y contaba con una buena despensa de información confidencial.

Una vez habló por teléfono con la periodista Magdalena Ruíz Guiñazú para pedirle disculpas porque había borrado la legendaria Conadep de un discurso suyo. Magdalena, sincera y frontal, le reprochó que se dejara llevar por la versión del pasado que le daba Hebe de Bonafini. "Es muy sectaria, pero yo la tengo cerca sólo para contenerla", le respondió el entonces presidente. Flotaba entre una orilla y otra durante su mandato. Luego se quedó definitivamente con Bonafini, con D?Elía, Moyano y Kunkel. Esas alianzas demostraron, más que cualquier cosa, no sólo su talante, sino su desconocimiento de la sensibilidad de la sociedad argentina. Esas figuras integran la lista de las personas más rechazas por una inmensa mayoría social.

El pasado

Compartía con ellos cierto gusto por la arbitrariedad. Al inventarse un pasado personal, debió también acomodar un presente que tampoco era suyo. Convirtió la revisión del pasado en un tema omnipresente, en una divisoria de aguas, en una herramienta para la construcción de su política cotidiana. Ese era un tema que reunía las condiciones épicas que más le agradaban. No le importaba si tenía que mezclar historias artificiales con personajes imaginarios. Hace algunos años, cuando él era presidente, luego de una de las muchísimas veces que vapuleó a este periodista en la fogata de sus atriles, nos reunimos para tomar un café en la Casa de Gobierno. Se produjo este diálogo que lo pinta de cuerpo entero.

-Usted sabe que lo que me imputó es absolutamente falso ?le dije.

-Sí. Pero usted quiere que otro presidente ocupe este despacho ?me respondió.

-¿No cree que estamos hablando de dos cosas distintas? ?le pregunté.

-No ?me contestó, y pasó de inmediato a hablar de otro tema.

Otro Kirchner, más implacable y menos amigable, apareció después de la crisis con el campo y del fracaso electoral de 2009. El Kirchner del primer período era más componedor y moderado. Pero no aceptó ninguna de las dos derrotas. Era un político que no había conocido la derrota y decidió, con envidiable voluntarismo, que no la conocería. Los culpables no eran sus políticas erradas o los argentinos que votaron por opositores, sino los medios independientes que se habían volcado hacia sus adversarios sociales y políticos. Emprendió una batalla para él decisiva contra esos medios y contra los periodistas independientes. No se tomó un día de descanso en esa guerra, como él mismo la llamaba, ni concedió tregua alguna. En esos menesteres bélicos lo encontró el estupor de la muerte.

Fue un presidente y un líder político que conocía los manuales básicos de la economía. Era una condición excepcional desde Arturo Frondizi. Sabía, en algún lugar secreto de su inconsciente, que la inflación y el crecimiento pueden coexistir durante un tiempo, pero no todo el tiempo. Sabía algo peor: ninguna receta antiinflacionaria carece de algunas medidas impopulares. No quería tomarlas. Su popularidad y la de su esposa no pasaban por un buen momento como para correr esos riesgos. Esa lucha entre el conocimiento y la conveniencia lo maltrató durante sus meses cercanos.

Tenía últimamente, dicen los que lo oían, una desilusionada percepción de las cosas, que jamás la llevaba a las palabras. Empezó a zigzaguear con un objetivo claro: él y su esposa nunca serían derrotados por el voto. Debía, por lo tanto, comenzar la escritura del día después, la de una epopeya culminada abruptamente por la maquinación de la "corporación mediática", por el sector rural, por el empresariado y por todo lo que expresara un pensamiento distinto del suyo. Todo eso ya era, no obstante, una fascinante reliquia de un mundo abolido.

Cinco días antes de su muerte, en la noche avanzada del viernes, su encuestador histórico y más eficiente, llamó desesperado a un importante dirigente filokirchnerista. Acababa de concluir una encuesta nacional (el trabajo de campo se hizo antes del crimen de Mariano Ferreyra) y él había hecho un ejercicio: duplicó la intención de votos de los Kirchner en el interior de Buenos Aires, en la Capital, en Santa Fe y en Córdoba. Aun con tanta fantasía, el resultado no superaba el tercio de los votos nacionales que el kirchnerismo sacó en las elecciones de 2009. "Esto está terminado", concluyó el encuestador. ¿Hay alguna posibilidad de cambiar el curso de las cosas?, averiguó el interlocutor. "Ninguna, hermano. Esto está terminado", repitió el conocido analista.

Una vida sin poder no era vida para Néstor Kirchner. Por eso, quizás, su vida y su poder se apagaron dramáticamente enlazados. El final del poder era, para Kirchner, el final de la vida. O de una forma de vivir tal como él la concibió.

EL ETERNO SUEÑO DEL PASADO


Antonio Sánchez García



"Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé"

Discépolo


Que no hay muerto malo se ha comprobado una vez más en el velorio de Néstor Kirchner, el último mohicano peronista. En vida tan ambicioso, tan mafioso, tan autocrático, tan pandillero, tan inescrupuloso y tan ladrón como su lejano ancestro. En su pequeño sarcófago, ya exorcizadas todas sus malignas trapacerías, un ejemplarizante patriota latinoamericano.

Su muerte súbita, sobrevenida según el perfecto guión de su atropelladora e impulsiva existencia, parece haber despertado todos los demonios de la sociedad argentina. Que atravesada durante gran parte del siglo XX y de esta primera década del XXI por la insólita e incomprensible contradicción entre la grandeza de su cultura, su homogeneidad racial y sus riquezas – que la predisponían a ser una de las primeras naciones del mundo - se halla, no obstante, en el estado de postración moral en que se encuentra desde el arribo del general Juan Domingo Perón hasta verse convertida hoy por hoy en una caricatura de si misma.

Sólo una sociedad tan contradictoria y consumida por sus propios fantasmas podía mostrar tanta excelencia literaria, tanta grandeza científica, tanta universalidad aunada en un mismo cambalache con la más bastarda y aldeana politiquería. Sólo esa inexplicable contradicción explica fenómenos tan dudosos e inmorales como la concupiscencia de Perón con su amuleto femenino, la femme detrás del trono, Eva Duarte; su reincidencia rebajada a sainete con la Sra. Isabel Perón – su apellido, Martínez, se pierde en el anonimato del que la sacó el general en alguna noche de juerga caribeña; el inútil intento por reeditar la saga protagonizado por el presidente Carlos Menem, desposando ya en el ocaso de su vida a una ex Miss Universo disfrazada de versión post moderna de la misma Eva Duarte. Y ahora con este desparpajo monárquico de un caudillo de montaneras del interior de la república aunado con su consorte y socia en el negocio del poder, Cristina Fernández. Todo lo cual interrumpido en un sangriento entreacto con la más espantosa y feroz dictadura militar de que se tenga conocimiento en América Latina y un escuálido gobierno de la decencia en la figura de un radical, Raúl Alfonsín. Condenado al fracaso en un país que no premia la moral, sino la brutal intemperancia. Digno de una opereta de Bertolt Brecht.

Una historia, en verdad, nada edificante. Sobre todo porque lleva a los extremos el mal endémico de una región prisionera de sus taras congénitas ya de quinientos años de historia: el personalismo caudillista, la autocracia, la inmoralidad en el manejo de la cosa pública, la criminalidad en el manejo del Estado, la brutalidad policial y la incultura política. Todo lo cual amasado con una enfermiza fijación al pasado, del que seguimos prisioneros mientras el resto del mundo se lanza al asalto del futuro con resultados verdaderamente deslumbrantes. Hubo un tiempo en que la Argentina se encontraba en el concierto de las naciones al mismo nivel que los Estados Unidos. Hoy yace a la cola del Segundo Mundo.

La perfecta metáfora de este desaguisado es el velatorio del último mohicano en el “Salón de los Patriotas” del palacio presidencial argentino. En cuya galería se mezclan ilustres magistrados con la dudosa figura de un forajido argentino, aventurero internacional y asesino contumaz: Ernesto Guevara Lynch, conocido como el Ché. Suficientemente asistido por el aquelarre de futuros candidatos a engalanar dicha galería del oprobio: el teniente coronel Hugo Chávez, el cocalero Evo Morales y el prócer ecuatoriano Rafael Correa. Todos ellos, tal para cual con el extinto.

Si no despertamos del ensueño, malos, muy malos tiempos para América Latina. No hombres: Instituciones. O continuaremos hundidos en el eterno sueño del pasado.


viernes, 29 de octubre de 2010

VIENEN TIEMPOS DIFÍCILES PAR CK


Andres Oppemheimer


La muerte del ex presidente argentino Néstor Kirchner casi seguramente dificultará la gestión de la actual presidenta Cristina Fernández –su viuda–, y posiblemente acelerará la reticente inserción de Argentina en la economía global

A juzgar por las entrevistas que les realicé en años recientes a Kirchner, la actual presidenta y sus asesores más cercanos, el ex presidente era el poder detrás del trono que prácticamente manejaba el gobierno hasta el día de su muerte.

Fue el tenaz líder del partido peronista que mantuvo bajo control a los líderes sindicales mediante una mezcla de intimidación y recompensas económicas, y fue quien estuvo detrás de casi todas las grandes decisiones gubernamentales de su esposa.

Un ex colaborador cercano de Fernández me dijo recientemente que cuando ella asumió la presidencia a fines del 2007, estaba decidida –aparentemente con el aval de su marido– a darle una marca personal a su gestión, y no a convertirla en una mera continuación del gobierno de su marido.

Pero dos crisis producidas al principio de su presidencia –una huelga rural contra los impuestos a las exportaciones y la revelación de grabaciones del FBI que sugerían que una maleta con casi $800,000 en efectivo que fueron entrados de contrabando al país por una delegación del gobierno venezolano habían sido destinado a los fondos de su campaña presidencial del 2007 –la llevaron a refugiarse cada vez más en su marido.

“Ella nos decía que ni siquiera nosotros, sus colaboradores, la estábamos apoyando, y que el único que la defendía era Néstor Kirchner”, me dijo el ex funcionario. “De allí en más, sus iniciativas personales quedaron cada vez más opacadas por las prioridades de Néstor”.

Sin Néstor Kirchner a su lado, no está claro si la presidenta Fernández podrá mantener alineados a los sindicatos y otros sectores de su partido, y si tendrá que adelantar las elecciones del 2011. Para empeorar las cosas, casi todos los economistas coinciden en que el fuerte crecimiento económico argentino de este año se detendrá sustancialmente el año próximo.

¿Qué cambiará en Argentina con la muerte del ex presidente? En un futuro no demasiado distante, es probable que Argentina se vuelva un país menos aislado del resto del mundo, y más consciente de que antagonizar a los inversores domésticos y extranjeros, a los medios de comunicación y a las otras ramas del gobierno no ayuda a crecer y reducir la pobreza.

La “pareja presidencial” –como se conoce a los Kirchner en Argentina– se benefició de una bonanza económica gracias a los altos precios mundiales de las materias primas y a las bajas tasas de interés mundiales, pero desperdició la mejor oportunidad de Argentina en casi un siglo de invertir en fortalecer las instituciones democráticas, educación, innovación, y en atraer inversiones que podrían haber sentado las bases para un crecimiento a largo plazo.

Cuando entrevisté al fallecido presidente Kirchner en el 2004, me dio la impresión de ser un líder que, a diferencia de sus colegas de países vecinos, mostraba poco interés por lo que estaba ocurriendo en el resto del mundo. En una prolongada conversación que mantuvimos después, constantemente culpó a terceros –Estados Unidos, las instituciones financieras mundiales y los gobiernos anteriores de Argentina– de todos los males del país.

Cuando al final de la entrevista sugerí humildemente que los países que más crecen y reducen la pobreza –ya se trate de Chile, China o India –son aquellos que mantienen el rumbo económico, atraen inversiones y que se vuelven más competitivos en la economía global, pareció no escuchar lo que estaba diciendo. Me interrumpió, y recomenzó su discurso acerca de cómo las políticas neoliberales del gobierno anterior y las instituciones financieras habían llevado al país a la debacle financiera del 2001.

El ex presidente no disimulaba su falta de interés por las relaciones exteriores. Uno de sus ex cancilleres me dijo en una oportunidad que “las reuniones con líderes extranjeros lo aburren. Es la parte de su trabajo que menos le gusta. Su principal y única prioridad es sacar a la Argentina de la pobreza”.

Los “plantones” de Kirchner a altos dignatarios extranjeros eran legendarios. Según reportes de prensa, dejó plantados entre otros al ex presidente ruso Vladimir Putin y a la ex presidenta de Hewlett Packard Carly Fiorina, quien, según The Financial Times, abandonó el palacio presidencial después de esperar 45 minutos en vano su entrevista con el entonces presidente. Fiorina siguió viaje a Chile y Brasil, donde los presidentes de ambos países le dieron una bienvenida de alfombra roja.

Mi opinión: La presidenta Fernández merece no sólo nuestra solidaridad en estos momentos de luto, sino también el apoyo de todo el mundo para que pueda gobernar exitosamente hasta el final de su mandato.

Después de las elecciones del 2011, no me extrañaría que Argentina se convierta en un país menos ensimismado.

Los principales contendientes para las elecciones de 2011 –incluyendo los peronistas, como el gobernador de Buenos Aires Daniel Scioli, y el peronista disidente y ex presidente del país Eduardo Duhalde– dicen, en privado o en público, que quieren una Argentina más insertada en la economía global. El fallecimiento del ex presidente Kirchner quizás marque el final de una era.

El tren se va
MIGUEL ÁNGEL SANTOS | EL UNIVERSAL
viernes 29 de octubre de 2010

El Fondo Monetario Internacional presentó hace unos días en Washington su Informe de Perspectivas Mundiales. En términos generales la conclusión es esperanzadora: entre 2001-2010 los países menos desarrollados crecieron a tasas mucho más altas que los más desarrollados, con lo que se redujo en alguna medida la enorme brecha que separa a unos de otros. Esta realidad ha venido a reivindicar las teorías clásicas de crecimiento económico, y muy particularmente la del nunca bien ponderado Robert Solow. Según Solow, dado que el capital tiene rendimientos mayores en países menos desarrollados, los desplazamientos de un lado a otro tenderían en el largo plazo a equilibrar los niveles de ingreso. De ser así, quizás en la segunda década del nuevo milenio veamos todavía más convergencia, con los capitales huyendo del ciclo de recesión y deflación al que se han ido deslizando Estados Unidos y Europa, y buscando resguardo en los mercados emergentes.

¿Cómo queda Venezuela dentro de todo este concierto? El informe reporta que ha crecido en los últimos diez años 34,8%, lo que equivale a 3,0% anual. Dado que nuestra población crece a una tasa anual de 1,7%, el ingreso promedio ha crecido 1,3% en cada año. Nada mal, ¿no? Depende. La década que culmina este año ha sido, junto con el gran boom petrolero de los años setenta, una de las más favorables. Pero no sólo es eso. El endeudamiento externo de Venezuela (documentado) ha crecido en más de 100%, ya sea en dólares reales o como porcentaje del tamaño de nuestra economía. Aún así, somos el país de la OPEP de menor crecimiento. Los demás miembros crecieron en promedio 74,5%, algo así como 5,3% anual, prácticamente el doble que nosotros.

Hay más. Durante el próximo quinquenio (2011-2015) Venezuela estará entre las tres economías de más bajo crecimiento en el mundo, junto con Italia y Portugal. Según el pronóstico, nuestro país crecería 5,8% en cinco años, o 1,1% anual, poco más de la mitad del crecimiento poblacional. Aunque estas cifras son suficientemente dramáticas, es muy probable que el informe haya sido demasiado benevolente con Venezuela. El PIB estimado para 2010 es de 285.214 millones de dólares. Esta cifra duplica los estimados más conservadores de nuestra magnitud. ¿Por qué? Y bueno, aquí vamos. Según mis números de pulpería, el FMI ha hecho los números de la producción venezolana a una tasa aproximada de 3,5 BSF/US$. En el fondo, parte del caos nuestro es que no tenemos ni idea de cuál es la tasa de cambio relevante para el conjunto de nuestra economía, pero se puede decir con cierto grado de certeza que 3,5 no es. Una tasa de cambio más razonable podría lanzar a nuestra economía al sótano de las estadísticas del FMI (a hacerle compañía a Italia, Portugal y Haití). En cualquier caso, es una realidad como un sol y no se puede tapar con un dedo. Si en algo todos están de acuerdo con el polémico modelo de Solow, es que sin inversión de capital no puede haber crecimiento. Y nosotros no hacemos sino asistir al espectáculo diario de la destrucción del capital, de la aniquilación de toda la acumulación de esfuerzos y capacidades que la nación se fue haciendo, mal que bien, con el paso de los años.

La ceguera revolucionaria


ARGELIA RÍOS | EL UNIVERSAL
viernes 29 de octubre de 2010

En apenas diez semanas estaremos ya en 2011: la competencia presidencial lucirá tan cercana que el país experimentará, inevitablemente, una atmósfera de esperanza renovada. El nerviosismo comienza a dominar las entrañas del "proceso", cuyos jerarcas -ocupados en fingir que todo sigue igual- se muestran inquietos ante la posibilidad de que la radicalización -el camino escogido- termine generando el efecto perverso de una derrota estrepitosa.

Tras la seguidilla de acciones arrogantes emprendidas después del 26S, Chávez da las primeras muestras de que el Gobierno seguirá acumulando graves errores en su ruta hacia 2012. Aunque parezca lo contrario, la revolución se encuentra a la defensiva y errática, empleando un libreto que ya no garantiza las ganancias de otros tiempos.

El romanticismo y la pureza que se le adjudicaba a los sustitutos de la clase política del pasado, no están presentes en este ciclo. Aquella aureola de probidad que favoreció al Gobierno frente al "enemigo", estará ausente en el trayecto que resta hasta 2012. El desgaste producido por el tiempo, las escabrosas desviaciones del poder y el desastre de la gestión pública, además del inocultable entramado de corrupción que afecta a la médula de la revolución, han restado la autoridad moral que le permitía al Gobierno contrastarse con la llamada IV República.

A estas alturas, con tan poco tiempo por delante, superar las dificultades de su penosa gestión pública hoy parece un objetivo inalcanzable. Los problemas se han vuelto colosales y resulta cuesta arriba ofrecerles solución en el plazo que Chávez necesita. Mucho menos con este envejecido recurso humano, que no ha podido afrontar con decoro los desafíos administrativos y gerenciales de estos doce largos años.

El grueso raudal de obstáculos gubernamentales supera con creces los alcances del guión que una vez fue eficiente para manipular a gusto la confianza de los venezolanos. El Gobierno no es el mismo, como tampoco lo es el país, ni la revalorizada opción de la alternativa democrática, que consiguió desescualidizarse al ampliar su público en los sectores populares... Todo ha cambiado, frente a los ojos de una revolución negada a ver y reconocer los sensibles giros ocurridos en su entorno.

La nación democrática ha mostrado una terquedad inflexible. El esfuerzo del Gobierno por aniquilar la expectativa de cambio, encenderá su avidez por sacudirse a Chávez y a su legión de picapleitos. Ciertamente, la radicalización es la única alternativa de la que disponía "el proceso", aunque ésa también sea el camino de su ruina. En contra de lo que cree la nomenclatura, el abuso reproducirá los conflictos y el deseo de cambio. Doce años después, un 48% es un buen número, pero el libreto escogido no asegura un milagro.


INACEPTABLE

Ramón Guillermo Aveledo

Lo ocurrido al Presidente de Fedecamaras Noel Alvarez, la expresidenta Alvis Muñoz y los directivos Ernesto Villasmil y Luis Villegas, no puede ser despachado con la resignación habitual en quienes vivimos en un país signado por la violencia y la impunidad. Ese “Gracias a Dios que pueden contarlo” al que nos va acostumbrando la frecuencia del delito violento, no basta para poner punto final al episodio que se inició en El Bosque y concluyó entre el Hospital Pérez Carreño y el Mercado de Coche dos horas y cinco minutos más tarde. Lo primero que cualquier venezolano al que le duela Venezuela debe hacer es repudiar el hecho. Repudiarlo y punto. Sin peros, sin matices. Con la violencia no hay tolerancia. Condena y punto. Del Presidente de la República para abajo. Lo segundo, exigir a las autoridades una actuación seria, objetiva, diligente, que esclarezca el caso y ponga a la orden de la justicia a los presuntos responsables. Aquí, desde luego, el celo y el empeño de los organismos competentes debe ser el máximo. Cabe esperar que, en la situación que vivimos, haya mucha desconfianza con relación a la actuación de las autoridades y la veracidad de su dictamen. Esa desconfianza, que es real, ha sido cultivada por la retórica y la actitud gubernamentales. Así como por el tratamiento de casos muy notorios, como el del fiscal Anderson, cuyos rasgos definitivos siguen siendo un misterio. Misterio del que brotan mil y una conjeturas. Y aquí viene un asunto que es imposible no abordar. En el editorial de Tal Cual del viernes 29, Teodoro Petkoff llama la atención sobre los riesgos sociales del terrorismo. La sola posibilidad de que eso pueda ser amerita una reacción muy categórica, definitiva, tajante, por parte del Estado. Ya vemos cómo se tolera la presencia en Apure y otras zonas fronterizas, de una Fuerza Bolivariana de Liberación, una organización armada irregular pro-oficialista. El propio Presidente ha reconocido su existencia y les ha llamado, con unas buenas maneras completamente inusuales en él, a que rectifiquen porque ese no es el camino, como en un consejo de tío y no como quien tiene la responsabilidad de asegurar la paz y la seguridad del país. Y una reflexión final. Aquí hay que desterrar la retórica de la división, la satanización de sectores y de actividades sociales, la promoción del rencor y el resentimiento, la constante exposición al desprecio público de personas, instituciones, empresas, partidos. Nadie podrá vivir tranquilo en Venezuela si por esa ruta llegamos al llegadero.

DEFENDER LA CONSTITUCIÓN
Contra las expropiaciones que se ordenan y aquellas con las que se amenaza, se han presentado múltiples argumentos. Económicos, políticos, sociales, laborales. El más claro de todos es que estatizadas, las empresas expropiadas funcionan peor, se alejan de su función de utilidad social y terminan siendo una fuente de problemas y un pozo de gasto público que podría ir a destinos más útiles.

Pero uno de los datos más preocupantes de las expropiaciones que a cada rato nos disparan, es que son realizadas con total ignorancia de la Constitución, que debe ser la base de la seguridad jurídica en Venezuela.

El mismo artículo 115 que garantiza el derecho de propiedad, establece como es lógico que la propiedad “estará sometida a las contribuciones, restricciones y obligaciones que establezca la ley, con fines de utilidad pública o interés general”. Allí entran los impuestos que pagamos o la obligación de dar paso si un predio rural es el único acceso a otros o deberes lógicos como que yo no puedo prenderle fuego a mi casa, porque haría daño a los demás.

El mismo 115 concluye que “Sólo por causa de utilidad pública o interés social, mediante sentencia firme y pago oportuno de justa indemnización, podrá ser declarada la expropiación de cualquier clase de bienes.” Como puede verse, por ningún lado aparece como modo de expropiación que el Presidente de la República grite ”Exprópiese” ante las cámaras de televisión.

Argumentos ideológicos (es una actividad “estratégica”) o punitivos (dañan el ambiente, explotan a los trabajadores, se portan mal) son los lanzados más frecuentemente, pero en ellos es muy dudosa, cuando no está ausente la “utilidad pública o interés social” que exige la Constitución.

Lo que se está haciendo es perjudicial para los trabajadores, para los empresarios, para los consumidores, dañino para la producción y propicio para la corrupción. Pero además es inconstitucional.

También es inconstitucional la sentencia del TSJ desconociendo la inmunidad parlamentaria de Biaggio Piglieri, José Sánchez, Richard Blanco y Hernán Alemán, y con eso la de todos los diputados electos el 26 de septiembre. El artículo 200 de la Constitución dice que tienen inmunidad “desde su proclamación”. La lesión a la independencia de la Asamblea Nacional, necesaria para que cumpla su función de control (porque no la está cumpliendo tenemos este inmenso desorden) es grande, el abuso contra las personas de esos diputados electos es descarado, pero lo peor es la burla que se hace de la Constitución.

Defender la Constitución es un imperativo cívico. Allí está el espacio para convivir y las reglas para que los poderes públicos funcionen para todos los venezolanos.
El acoso del Oscurantismo del Siglo XXI a la UCV

Humberto García Larralde

Resalta la asfixia presupuestaria a que se ha sometido a la Universidad Central de Venezuela, junto a las demás universidades autónomas del país. Durante los últimos años el presupuesto asignado ha variado escasamente, pero una inflación persistente en torno al 30% anual lo ha reducido drásticamente en términos reales. Ello se traduce en recursos insuficientes para mantener la excelencia en las actividades académicas de la institución, bien porque no pueden adquirirse equipos de última generación, porque no pueden reponerse las suscripciones a publicaciones de prestigio, por no poder becar a suficientes profesores para profundizar sus conocimientos en centros de excelencia en el extranjero, porque se reducen las salidas de campo en carreras experimentales o, simplemente, porque el deterioro de algunas instalaciones y/o la inexistencia de otras, mantiene en jaque el dictado de clases en algunas escuelas. Al lado de esto, los profesores que se jubilan no son reemplazados debidamente por la insuficiencia –en algunos años por la simple ausencia- de partidas para la reposición de los cargos que quedan vacantes. Last but not least, el alarmante deterioro del sueldo profesoral -como también de otros empleados universitarios-, atenta contra la necesidad de contar con una planta académica amplia a tiempo completo motivada para sostener las actividades de investigación, de docencia y extensión en niveles de excelencia. Un profesor a Dedicación Exclusiva en nuestra universidad gana hoy, en términos reales, menos de una cuarta parte de lo que percibía su antecesor en los años ’60 y ’70. Todo ello hace peligrar la calidad de los aportes de la UCV al desarrollo nacional. Y aun así, ¡se nos exige incrementar la matrícula!

Pero el acoso no termina ahí. Se acompaña de una malsana campaña de desprestigio de la institución universitaria por intermedio de la propagación de rumores falsos, la manipulación de la opinión pública a través de la mentira y de las medias verdades, el invento de acusaciones contra las autoridades rectorales y la sujeción de la comunidad universitaria a un clima de odio porque sus integrantes son supuestamente “privilegiados” y están de espaldas al país. Esta campaña, en la más pura tradición de Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda Nazi, es orquestada desde la Presidencia de la República y del Ministerio de Educación Universitaria. Lamentablemente, sirve de combustible a la campaña de violencia y destrucción por parte de escuadras fascistas gobierneras contra eventos académicos e instalaciones universitarias, y alimenta labores de abierto saboteo de una parte maleada de la dirigencia sindical universitaria, obrera y de empleados, que repite las mentiras aun sabiendo que lo son.

Los repudiables sucesos ocurridos en la Sala de Conciertos el pasado martes 19, cuando fue disuelta una asamblea informativa sobre las insuficiencias presupuestarias por el lanzamiento de dos bombas lacrimógenas y luego, una vez fuera de ese recinto, fueron agredidos y golpeados algunos profesores y estudiantes, es la más reciente manifestación de la barbarie contra la institución. Todo formó parte de un plan urdido según el cual se anotaron primero para ejercer el derecho de palabra un grupito de estudiantes que integran los grupos fascistas que hacen vida en la universidad, quienes se hicieron eco de las mentiras, medias verdades y falsos rumores mencionados antes, con la intención de sembrar un clima de confusión sobre la idoneidad de la gestión universitaria. Con el mayor cinismo y desparpajo, repetían la absurda acusación de que la UCV no rinde cuentas de los “millonarios recursos que le entrega el Estado”, cuando todo universitario sabe –o debería saber- que nuestra Alma Mater es una de las instituciones más auditadas del país y que está obligada a informar periódicamente sobre el uso de sus recursos como requisito para recibir nuevas asignaciones. ¡Precisamente se estaba informando a la comunidad sobre la situación presupuestaria! Pero antes de que el vicerrector Bernardo Méndez o la rectora Cecilia García Arocha pudieran desmontar las falacias, fueron lanzados los artefactos lacrimógenos que acabaron con la asamblea. La siembra de confusión, de dudas, quedó sin respuesta.

En un espacio cerrado como la Sala de Conciertos, atiborrada de personas, tal acción reviste un carácter criminal que debe ser sancionado penalmente: no hubo muertos o lesionados graves porque Dios es grande. Pero la acción orquestada en contra de la universidad no terminó ahí. Al tratar de reagrupar al público en el pasillo exterior para intentar proseguir con la Asamblea, fueron agredidas e insultadas las autoridades universitarias por parte de estos squadristi, así como el Presidente de la FCU, Roderick Navarro, y el de la Asociación de Profesores, Víctor Márquez. Cabe recordar que incluso en los años más violentos de la década de los ’60, siempre hubo respeto por parte de la dirigencia estudiantil radicalizada de entonces a las máximas autoridades de la academia. A diferencia, las fuerzas del oscurantismo hoy hacen suya la consigna del General Falangista, Millán Astray -en plena Guerra Civil Española-, en contra del rector de la Universidad de Salamanca: “¡Muera la inteligencia!”, en nombre de su “revolución” (¡!).

Finalmente, la escalada oscurantista en contra de la academia toma la forma del atropello grotesco a la autonomía universitaria perpetrado por el Alcalde de Caracas, Jorge Rodríguez, al montar un concierto de apoyo a la candidatura PSUVista a la FCU en “Tierra de Nadie”, sin contar con la autorización de las autoridades universitarias. Con el cinismo más desvergonzado, quien fuera electo en el pasado Presidente de la FCU sobre una plataforma “progresista”, justifica ahora su derecho a pasarle por encima a los fueros autonómicos a cuenta de que se trató de un acto “cultural”. Paralelamente, se instala un Mercal en las adyacencias del Hospital Clínico Universitario sin siquiera informarle a las autoridades rectorales. Valido de los copiosos recursos del poder, pisotea –prepotente- las potestades legítimas de un gobierno universitario que carece de policías e instrumentos persuasivos que no sean los de la razón, creyendo que ello es expresión de debilidad. En esta hora menguada para las instituciones democráticas, cree poder ganar favores con su jefe, atropellando a la autonomía universitaria. Pero se equivoca. Los valores de la libertad, del progreso, del ejercicio creativo del pensamiento, del respeto por el Estado de Derecho más temprano que tarde se impondrán a las fuerzas de la ignorancia, la arbitrariedad y el atraso.

Corresponde a la universidad autónoma, en nombre de estos valores, hacer suya la fuerza de la dignidad y del coraje esgrimida por el rector Unamuno en su respuesta a la barbarie militar del General Millán Astray ese 12 de octubre de 1936, citado arriba:

“Este es templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. (...) Venceréis pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: la razón y derecho en la lucha”.

¿Cómo pasará a la historia este alcalde violador de la autonomía junto a su “Comandante-Presidente”? No tengo dudas de que la ascendencia académica, cultural, científica y humanística de la Universidad Central de Venezuela saldrá prestigiada una vez más, como lo atestigua su noble historial, ante las fuerzas del atraso militarista y de sus huestes fascistas. Pero las amenazas son muy serias. Es menester convocar a los venezolanos de pensamiento libertario, de avanzada, para que, juntos con la comunidad universitaria, desagravien a la UCV ante el país. No dejemos que el oscurantismo del Siglo XXI acabe con uno de los pocos bastiones de creatividad y progreso que nos quedan.

¡No pasarán!