jueves, 31 de octubre de 2013

REFLEXIONES MILITARES
DIEGO BAUTISTA URBANEJA  

EL UNIVERSAL

En cuestiones militares hay un punto de partida que parece una perogrullada: la característica distintiva de las Fuerzas Armadas de todo país es, precisamente, que están armadas. Eso es lo que las diferencia del resto de la ciudadanía. Esta aparente perogrullada tiene sin embargo grandes implicaciones y conduce a grandes preguntas.

La primera pregunta que las Fuerzas Armadas de cualquier país tiene que responderse es, ¿para qué son las armas que me definen como Fuerza Armada? La respuesta a esa pregunta es lo que constituye la misión de esa Fuerza Armada, como tal. Si esa respuesta no está clara, tampoco lo está el sentido de misión de la Fuerza Armada. 

¿Cuál es pues la respuesta que se da en la Venezuela de hoy a esa cuestión fundamental?

Esa pregunta tuvo una clara respuesta en la década de los sesenta. Ella fue: estas armas son para derrotar militarmente un movimiento subversivo armado respaldado por un gobierno extranjero, el cubano. Era una misión concreta y creíble, puesto que en efecto había en el país un movimiento armado respaldado por el gobierno cubano. Las Fuerzas Armadas de entonces cumplieron su misión a cabalidad. 

Una vez desaparecida esa razón para estar armada, las Fuerzas Armadas Venezolanas han estado buscando un nuevo sentido de misión. No ha sido fácil encontrarlo. Las hipótesis de guerra "naturales" del país ni parecían tener en general la fuerza necesaria, fuera por poco creíbles, fuera porque los mecanismos diplomáticos las domesticaron, fuera porque el adversario potencial era más débil que nosotros. Colombia fue por mucho tiempo nuestro principal tema en cuanto a hipótesis bélicas se refiere. El episodio del buque Caldas, durante el gobierno de Lusinchi, le dio sustancia y credibilidad, permitió a las Fuerzas Armadas estirar sus músculos, y comprobar que estaba a la altura de las exigencias, si estas emergían. En efecto, Colombia retiró el Caldas, y nuestras hombres de armas pudieron sentirse satisfechos.

Por lo que se sabe, la doctrina militar venezolana actual, ideada e inculcada por Chávez, tiene como núcleo la siguiente respuesta a la pregunta antes formulada: las Fuerzas Armadas están armadas para enfrentar un ataque imperial de Estados Unidos para apoderarse de nuestros recursos naturales. Las hipótesis de guerra anteriores -Colombia, Guyana, Cuba...- se diluyen por la hermandad latinoamericana o por la solidaridad socialista, que hace que los conflictos con esas naciones, o son por definición imposibles, o deban ser resueltos por cualquier otro mecanismo que no sea el bélico. 

Como el conflicto con el imperio supone un enfrentamiento desigual o asimétrico, hay que prepararse para un conflicto con esas características, lo cual da lugar a la doctrina de la guerra popular prolongada, y la consiguiente reorganización militar.

Cuesta creer que esa doctrina pueda resultar verosímil a nuestros oficiales. Es posible que ello se logre por la vía del adoctrinamiento militar, tan esencial en la formación castrense, que debe remachar incansablemente la noción y la identificación de un enemigo potencial. Pero pensar en una agresión militar por parte de Estados Unidos desafía los límites de la credibilidad. De ser todo esto así, nuestras Fuerzas Armadas estarían adoptando una doctrina militar basada en una idea sin fundamento: la de que sus armas están allí para enfrentar una agresión que de hecho no va a tener lugar ni el supuesto enemigo contempla. Por lo tanto, nuestras Fuerzas Armadas tienen, hoy por hoy, un sentido de misión ilusorio.

No estoy en condiciones de aventurar ideas sobre cuál podría ser una respuesta pertinente a la pregunta sobre la razón de ser de que las Fuerzas Armadas estén armadas. Lo que sí observo es que las fuerzas han sido usadas de modo persistente para tareas para las que no se requieren armas, y que por lo tanto no corresponden a las Fuerzas Armadas como tales. Me refiero a cosas como participar en actividades de desarrollo social, organizar ferias de consumo de alimentos, asistencia médica a poblaciones desasistidas, suplir cajeros en los supermercados. Puede que esté bien que hagan esas cosas. Lo que subrayamos es que, al no requerir armas, no van a la razón fundamental de ser de las Fuerzas Armadas.

No sé si la doctrina de la agresión imperial está sujeta a debates e interrogantes en el seno de las Fuerzas Armadas. Pero me luce que mientras esa doctrina esté vigente nuestras Fuerzas Armadas estarán partiendo de premisas falsas e hipótesis ilusorias para responder a sus cuestiones vitales. 

dburbaneja@gmail.com

miércoles, 30 de octubre de 2013

El país que queremos
Leandro Area

No hablemos de perfecciones que no estamos para exquisiteces. Nada es eterno. Dios, las barberías, plazas y heladerías tal vez, pero lo demás es semáforo; incluso y sobre todo, los gobiernos. Menos mal que gozamos de tal precariedad. Allí pienso, radica nuestra ilusión de felicidad y calidad de vida. Eso es la libertad: autoridad, capacidad y suerte para construir un camino a voluntad. Pero la libertad no es fácil, no sólo por el peso de responsabilidad que ella ejerce sino también porque entre lo individual y lo colectivo existe una tensión que hace que a veces se contraríen lo público con lo privado, pues el logro de lo uno reposa en la invasión del otro. Y para bien o para mal, uno no vive en soledad sino en sociedad aunque a veces se parezcan tanto.

Para colmo agreguemos al Estado, al gobierno, a las instituciones, al derecho, a la economía, y tendremos un coctél complejo de elementos que las más de las veces provocan un malestar generalizado en sociedades e individuos, que no sabemos ni queremos, pero tenemos que ingerir como cicuta. Porque con el transcurrir de la Señora Historia se han producido una serie de eventos que han trastocado la lógica del supuesto deber ser convertido en bochornosa realidad. Individuos solitarios y pragmatizados, sociedades incómodas y en tensión, Estados poderosos y excesivos, gobiernos pretensiosos y guapetones, riqueza bofetada y lejana; corrupción por lo tanto; el cuarto poder de minifalda en medio de una larga autopista. Y así.

Por ello es importante ubicar al país en el que nos ha tocado vivir dentro de un plano comprensivo. Pienso que existen tres tipos distintos de sociedades: las propositivas, las incómodas y las excluyentes, a ellas se corresponden formas de gobierno: el justo, el democrático y el totalitario. También tres tipos de instituciones: las independientes, las ineficaces y las controladas. Sugiero además tres maneras de comportamiento individual: pro-activo, manso y sumiso, y tres maneras de funcionamiento de la economía: prósperas, controladas y deprimidas.

 Las que ocupan la primera fila, es decir, sociedades propositivas, con gobiernos justos, instituciones independientes, individuos pro-activos y economías prósperas, corresponden a las sociedades con mayor calidad de vida, no siempre las más cultas, sensibles y felices, pero en todo caso sí, en las que hay mayores posibilidades de ascenso y desarrollo social. Las que ocupan la segunda fila, a saber, las incómodas, pseudo democráticas, ineficaces y mansas, representan la gran mayoría de las sociedades actuales. Su destino depende más de sus gobiernos que de los individuos e instituciones. La tercera fila está conformada por aquel grupo de naciones con sociedades excluyentes, gobiernos totalitarios, instituciones controladas, individuos sumisos y economías deprimidas. Este último es el caso de Venezuela. Decida usted el 8 de diciembre por el país en el que quiere vivir.

martes, 29 de octubre de 2013

EL ENIGMÁTICO SILENCIO MILITAR

Resulta que ahora que andamos con la soga económica al cuello, que andamos en una crisis sin precedentes, a Maduro le da por mejorar muy suculentamente los sueldos militares y permitirles que se endeuden por 37 millardos para que compren armas el año próximo y no olvidemos la cantidad excepcional de uniformados bien enchufados en la burocracia gubernamental. La única explicación que a uno se le ocurre es que quiere evitar que los susodichos tengan malos pensamientos en torno a las calamidades que nos aplastan.
Aunque es verdad que estamos en guerra, asunto en que los uniformados deberían tener la primera palabra. Pero lo que sucede es que este conflicto bélico es bastante especial porque nosotros no acabamos de identificar al enemigo o, mejor dicho, son tantos y tan variados que resulta difícil darle un orden a esos batallones que amenazan a la patria. De igual manera es sumamente enigmático el armamento que usan porque no son tanques ni aviones, ni nada que se le parezca, sino inflación, escasez, delincuencia, corrupción, apagones, rumores, mensajes mediáticos, cavidismo y cosas de esa naturaleza.
Sin reparar en que, usando el mero sentido común, pareciera que tanta devastación como la que sufrimos es producto de políticas erradas del mismo régimen durante quince años de gestión. Lo que daría el muy paradójico resultado, a lo mejor único en la historia, de un gobierno que se ha declarado la guerra a sí mismo.
Nosotros queríamos sólo hacernos dos preguntas sobre esta aparente feliz relación entre Ejecutivo y Ejército. Paralelamente a estas generosidades Maduro ha prometido que en un año las milicias tendrán quinientos mil efectivos y para fin de su mandato un millón (1.000.000, sic). Dado que estas huestes están hechas para defender la patria, lo que realmente quiere decir la revolución, o sea el gobierno y el PSUV, sería interesante saber qué piensa la Fuerza Armada, de apenas cien mil efectivos, de tan gigantesco, poco entrenado y difícilmente controlable ejército paralelo.
La segunda cuestión es más concreta.
Hace unos días salió en Gaceta un escandaloso decreto que constituía el Cesppa, una especie de organismo anticonstitucional que se convertía en una suerte de ente tutor de la defensa nacional, contra enemigos externos e internos, que recogía, clasificaba y suministraba información a una fantasmática Dirección político-militar de la revolución y cuya presidencia estaba en manos militares. Algunos analistas vieron en esto una suerte de “golpe frío”, en todo caso una merma del poder del Ejecutivo supeditado, en aspectos esenciales, a ese poderoso aparato. Pocos días después sale otra versión en la Gaceta en que ya no hay enemigos internos (entiéndase la oposición) ni externos, se le informa no a la tal Dirección sino al Presidente y se libera a los entes y personas privadas de la obligación de informar al organismo neonato. Por último, y no es un detalle, el presidente del Cesppa se convierte en director. ¿Qué pasó?, ¿quién fue el corrector y quién el corregido? Según los analistas aludidos se podría pensar que el que puso los puntos sobre las íes fue el primer magistrado, disminuido en la primera versión. Otros hablan de las reacciones de rechazo nacionales e internacionales al engendro militarista. Pero uno mantiene sus dudas, lo que pasa con la Fuerza Armada casi siempre tiene las características de una caja negra. A lo mejor se trató de una puja más entreverada.

Por: Fernando Rodríguez
Politica | Opinión
Diario TalCual
DECLARACION DE LA MESA DE LA UNIDAD DEMÓCRATICA: 
"PLAN PATRIA SEGURA FRACASÓ EN DAR SEGURIDAD Y ADEMAS VIOLA LOS DERECHOS HUMANOS"

Unidad Venezuela.- “A quien le matan un hijo, no pueden decirle desde el viceministerio de la suprema felicidad: ríase de la muerte. La felicidad no se decreta”, señala la diputada al Parlamento Latinoamericano Delsa Solórzano.

"El Plan Patria Segura es un fracaso: no ha resuelto los problemas de inseguridad y muy por el contrario viola nuestros derechos humanos, como acabamos de ver en el caso de los cuatro pescadores asesinados en Carúpano, donde hay toda una población conmocionada”,  afirmó la diputada Delsa Solórzano, coordinadora de la Mesa de Derechos Humanos y Justicia  de la Mesa de la Unidad Democrática.

Solórzano hizo énfasis en el carácter reiterado de las violaciones a los derechos humanos por parte de integrantes del Plan Patria Segura. Recordó que antes del lamentable caso de los cuatro pescadores asesinados el pasado fin de semana en Carúpano por funcionarios del CICPC, el país conoció el doloroso hecho de una madre y su hija asesinadas en Falcón por efectivos del Plan Patria Segura. Igualmente han sido atacados diversos módulos policiales por violaciones a los derechos ciudadanos.

“La inseguridad está cada vez peor. Este mes han ingresado a la morgue quinientas víctimas por homicidio. Esas son cifras que no tienen comparación con ninguna parte del mundo, incluso con países en guerra.  Y a ello se suma lo vergonzoso que significa ver tal cantidad de violación a los derechos humanos durante la gestión del ministro Rodríguez Torres”, subrayó la diputada de la Unidad.

Al final del día, indica,  no se logra proteger a las personas del flagelo de la inseguridad, sino que se violan nuestros derechos humanos.

“Ministro Rodríguez Torres: el problema es que usted tiene que entrenar a sus funcionarios para que respeten los derechos humanos. Usted tiene que entrenarlos para que comprendan que están para resguardarnos y no para hacernos daño”, dijo.

Agrega Solórzano que “los venezolanos estamos cansados de que se burlen de nosotros. Ese llamado viceministerio “de la felicidad suprema” es una nueva burla al pueblo venezolano”.

“Creando un viceministerio “para la suprema felicidad” no se resuelve el problema. Si usted tiene un hijo adolescente y no puede dormir pensando cómo le va a ir en la calle,  si va a poder regresar a la casa o si a alguien le matan un hijo, no pueden decirle desde el ministerio de la suprema felicidad: ríase de la muerte”.

“Es una burla a los problemas que tienen los venezolanos. Usted tiene que estar muy triste para pretender que la felicidad se decreta hay que resolver los problemas de todos los venezolanos para tener un pueblo verdaderamente feliz”, puntualizó Solórzano.
EL VENDEDOR DE SACUDONES


            Luis García Mora

Maduro vende continua y reiterativamente un sacudón en su discurso, como si inconscientemente no quisiera estar ahí. Maduro “matriza” su salida. Y esto, en el discurso de un Presidente de la República, genera una ola desestabilizante que termina, primero, convocando e induciendo al desorden; y, en segundo término, sugiere que actúa sin medir las consecuencias de sus actos.
Por ejemplo: hace unas noches, de manera insólita, anunciaba la juramentación de un “Comando Anti-Golpe Nacional”, que estipularía el orden público en caso de “un golpe”.
Todo lo advierte, todo lo proclama, todo lo publica en esta especie de gobierno nominalista (groseramente manipulador).
Y apunta hacia todos lados.
Como esto del gran Viceministerio para la Suprema Felicidad Social, a imitación de las más despreciables dictaduras africanas de Mugabe o Idi Amín Dadá. O ese macabro y facho Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria (CESPPA), sin pie alguno en la Constitución y de la más profunda raigambre gorilista y videlista sureña.
Asegura, presagia, adivina y predice un golpe. ¿Entonces? ¿A qué atenerse?
Él es el Presidente de la República y nosotros somos sus gobernados.
¿Qué debemos hacer según él? ¿Salir a la calle a defender la Suprema Felicidad y olvidarnos de la crisis?
¿Sabe él cuáles son los problemas de los ciudadanos? ¿Cuándo los va a enfrentar?
No, poeta. Las cosas son y están demasiado duras. Es roca lo que se palpa en las calles de esta Venezuela autoritaria.
Uno no puede dejar de sentir un profundo asombro ante la compleja situación que le toca presenciar. Cifras, datos, encuestas y los últimos focus groups apuntan todos a una toma de decisiones urgente e inevitable ante tantas necesidades represadas que presionan las compuertas del 8-D y pugnan por alcanzar de una vez ese tan temido 2014.
Es el diagnóstico general: la actual situación está soportada por hilos.
Ahora bien, ¿esto es cierto o falso?
Si se analizan los números de las últimas encuestas de septiembre, como dirían Seijas, Keller o León, se evidencia la fractura entre el chavismo light y el duro. Por encima del 60% de las alcaldías gubernamentales se pueden perder. Es decir: para el 8-D se espera una debacle electoral. O como dice el taxista volteando a mirarme: “una pela con una chola de goma mojada”.
Y todo está referido a la situación interna del chavismo, que es un verdadero polvorín. No se toman decisiones urgentes en materia económica porque las pugnas internas y el caos se los impide.
Todo está orientado a la política inmediata. Es la hora miope de los cerebros tácticos.
“El consenso es que Maduro no funciona y todo puede precipitarse”, me dicen. Y Maduro, se ve, trata de aproximarse al sector militar aunque, piensa uno, con demasiada torpeza.
Hay una dinámica, según explicaba una voz supuestamente enterada, de acción y reacción donde los militares están cada vez más descontentos con él. De ahí que trate reiterativamente de esgrimir una militarización simbólica y exagerada de su personalidad y de su propia imagen pública. Es más: hay en este último Maduro una adhesión casi incondicional a la imagen militar, muy postiza, muy forzada, pero cierta. ¿Para protegerse? ¿De qué?
Observando los números, nos damos cuenta de que estamos en el estatus económico de 2002, pero con las cifras negativas, peores aún, y con precios del petróleo más altos. Y entonces el comentario: “el Estado está paralizado. La inflación crece todos los días. El que vende hoy, mañana no puede reponer. La escasez ya es estructural. Y todo es consecuencia de la incapacidad de cohesionar, de dar viabilidad. Y de pensar. No funciona el BCV ni Finanzas. Giordani es un pterodáctilo. Y Maduro no articula bien: no puede ni hablar”.
La emocionalidad social (según las encuestas) está en los mismos niveles de febrero del año 1992, cuando Chávez dio el golpe de Estado. Por primera vez en estos quince años el venezolano comienza a sentir que su situación personal está peor que la situación del país. Y eso, todo eso, amigo lector, es una bomba de tiempo.
El discurso del poder está disociado por completo de lo que está sintiendo y padeciendo el ciudadano. Como dicen: El Presidente le habla a su sombra. No tiene el pulso del dolor nacional. Y le dicen que importando juguetes y arbolitos de navidad para diciembre pasará este chaparrón. Y él va e importa juguetes y arbolitos de navidad. Por otra parte, está totalmente desconectado con un discurso ideológico casi infantil y, como dice Dieterich, con una oratoria pseudo-clerical y a veces casi angélica, para adentro, que obedece a la guerra interna, pero no a lo que está pasando en el país.
Ya se quemaron las reservas estratégicas alimentarias (que normalmente alcanzan a cubrir tres meses de seguridad). El estado improductivo no tiene con qué, y depende de los barcos.
Un país que vive en el muelle.
Y todo esto mezclado, amigo lector, entre tanta maleza y bananas, ¿no es un coctel Molotov? ¿Una bomba que hace tic-tac?
Cráteres
- Gobierno adentro, la lucha por el poder aún no ha sido resuelta. Hay quien dice que en uno de los viajes de Diosdado al exterior Maduro, Jaua y El Aissami le vaciaron las alforjas de alcaldes que ya tenía amarrada a unas primarias del PSUV para escoger los candidatos e hicieron nombramientos a dedo.
- Hay una necesidad real que está creciendo. En las encuestas el sector de No sabe / No contesta (o a quienes casi nunca les importa nada esto de la política) es hoy un tercio del país. Similar a los años ochenta y noventa, cuando el estallido social del 27-F de 1989 y los dos intentos de golpe de Estado de 1992. Como me dice un dirigente político: “Fueron los que escribieron en las paredes durante los noventa Golpe ya”. Un feeling que atemoriza, que muestra la insatisfacción política y la frustración económica. Y las instituciones no responden. Quizá tenga razón el rector del CNE Vicente Díaz al asegurar que “La factura la puede terminar pagando la clase política en su conjunto, si no se salen de la peleadera empinándose sobre las diferencias”.
- Pregunto con quien pregunta: ¿qué motiva a Nicolás Maduro a militarizar el Gobierno?

DECLARACIÓN DE LA MESA DE LA UNIDAD DEMOCRÁTICA SOBRE EL MERCADO DEL DOLAR:
"El gobierno ha destruido los equilibrios económicos"

Los anuncios del presidente de PDVSA, Rafael Ramírez, declarando la “guerra al mercado paralelo del dólar”,  revela el total desconcierto en el que se encuentra el Vicepresidente del Área Económica del Ejecutivo Nacional, pues son justamente el BCV y la petrolera estatal los que con su errada política económica lo crean y lo alimentan.
Tal es la afirmación del economista José Guerra, Coordinador de la Mesa Económica de la Unidad Democrática, para quien las declaraciones de Ramírez son de una absoluta irresponsabilidad, “pues si el mercado paralelo está funcionando es porque es el gobierno quien le está inyectando los dólares y los bolívares”.
“Ramírez dice que va a derrotar el mercado paralelo, pero al mismo tiempo dice que le va a quitar las fuentes de suministro a ese mercado , lo cual tendrá como resultado que suba el precio del dólar paralelo, cuando lo que se necesita es justamente que haya más dólares para atender las necesidades de la economía venezolana. Todo lo que hace el gobierno es agravar la crisis”, sostuvo el economista Guerra.
En medio del gran desconcierto que según Guerra viven Ramírez y otros artífices de la política económica del gobierno, ocurre que “no atinan a dar con el problema ni con la solución, lanzan flechas al aire sin apuntar bien a la causa del mercado paralelo”
Guerra se refirió a las declaraciones de Ramírez según las cuales hay un sector que maneja una masa de dinero suficiente para crear las perturbaciones del mercado paralelo y en este sentido afirmó  el economista de la MUD que “si  eso es así, quiere decir entonces que hay bolívares suficientes para hacer funcionar el mercado y esos bolívares los maneja el Banco Central de Venezuela. Entonces la perturbación del mercado paralelo la están creando PDVSA y el BCV, uno por que crea muchos bolívares y PDVSA porque no está vendiendo suficientes dólares”.
Comentó finalmente Guerra la afirmación del presidente de PDVSA en cuanto a que se requerirán cincuenta años más de “revolución” para restablecer los equilibrios económicos: “Si en catorce años casi han destruido la economía venezolana, en cincuenta terminarían de pulverizarla. La economía venezolana puede recuperarse adecuadamente en año y medio con políticas claras y con un gobierno que aplique las medidas para recuperar la confianza, estimular la producción y el empleo”.

lunes, 28 de octubre de 2013

¿CONOCEMOS A LAS FARC?
 
Plinio Apuleyo Mendoza
 
Cualquiera podría decir que sí, que las conocemos de sobra, pues sus atrocidades salpican desde hace más de medio siglo diarios y noticieros. Sus jefes, desde La Habana, nos anuncian ahora sus propósitos e inquietudes en torno al proceso de paz. Pero me atrevo a decir que pese a este protagonismo mediático, muchos colombianos ignoran hasta dónde las lleva su verdadero credo ideológico.
Para entenderlo, dispongo de una perla que me encontré recientemente. Se trata de la declaración hecha en 1982, durante un consejo verbal de guerra, por el entonces dirigente del M-19 Luis Otero. Cuando le preguntaron por las razones que tenía su movimiento para explicar el asesinato de policías, los secuestros y extorsiones, se permitió decir: “Todo ello es explicable y obligatorio para un revolucionario. El concepto burgués de pesar, compasión, dolor, no existe. Las revoluciones se hacen con sangre y esta debe vertirla quien estorbe a los propósitos revolucionarios. Nada nos conmueve, el fin justifica los medios”. Y más adelante: “Los secuestros son una forma de conseguir expropiaciones. No nos impresionan las lágrimas de las víctimas ni el lloriqueo de la familia”.
Pues bien, esta es la cartilla que también las Farc y el Eln hicieron suyas, siguiendo la implacable senda trazada por Stalin, Mao y Pol Pot. Con ello asumen tranquilamente todos los delitos de lesa humanidad, de modo que es una ilusión del Fiscal creer que van a aceptar los castigos penales, así sean los benévolos y brumosos de una justicia transicional.
Por otra parte, muchos colombianos desconocen el poder real de las Farc hoy en día y lo que buscan con un acuerdo de paz. Pese a los golpes recibidos por ellas en el campo militar, están lejos de sentirse derrotadas. No lo están. Cambiaron hace años su guerra de posiciones por una guerra de guerrillas con acciones terroristas. Al lado de ella, han logrado una captura gradual de movimientos sociales, de poderosos sindicatos como Asonal Judicial, Fecode y Sintrainagro, de comunidades indígenas y afro- descendientes y de vastas zonas rurales gracias al narcotráfico.
Pero su mayor triunfo se sitúa en el campo de la justicia. Sus jueces y fiscales amigos han conseguido toda suerte de ejecuciones judiciales contra los militares. Los mejores oficiales y suboficiales que les habían infligido derrotas hoy se encuentran tras las rejas gracias a falsos testigos y a denuncias sin prueba alguna.
Abramos los ojos: sintiéndose tan fuertes o más que el Estado, las Farc no van a entregar sus armas ni aceptar sanciones penales. Son sus inamovibles. Y no se detienen ahí. Rechazan límites de tiempo para el diálogo de La Habana, buscan intervenir en nuestro modelo económico y en la estructura misma del Estado. ¿Aceptará tales exigencias el presidente Santos? Lo dudo. Sabiendo que son rechazadas por el 80 por ciento de la opinión, preferirá cuidar su reelección eludiendo cualquier acuerdo de esta índole, pero, eso sí, agitando en su campaña la banderita de la paz. Su vago referendo nos va a preguntar si deseamos que continúen los diálogos o si volvemos a la guerra de siempre. Son astucias electorales. Sólo eso.
Conociendo el perfil y la real situación de las Farc, la única alternativa que aceptarían para firmar un acuerdo de paz sería una ley de perdón y olvido y una asamblea constituyente con una fuerte presencia suya. De lo contrario… Sí, lo que nos han impuesto desde hace 50 años. Y para derrotarlas no bastarían ya las acciones militares. Sería preciso enfrentar su guerra política y judicial, su penetración en las zonas campesinas, en sindicatos y universidades y, por último, rescatar la moral de las Fuerzas Armadas, revisando injustas sindicaciones y condenas. Cierto, nada de eso es fácil. Es terrible la realidad que estamos viviendo, pero es mejor mirarla de frente y no creer en cuentos de hadas.

domingo, 27 de octubre de 2013

LECTURAS DOMINGUERAS
Venezuela no es Caracas

 LEANDRO AREA
ES PEOR. A menos que el país sea tan nada más paisaje. Pero en mi ingenuidad citadina y libresca, en la melancolía por lo no encontrado, en mi escala, imaginé gentes y parajes; los unos justos, saludables y alegres; los otros bucólicos, espectaculares, labrados. Imaginé igualmente espacios rebosantes de rebaños, hortalizas, tractores, luego de  63 años de vida personal transcurrida entre dictadura, democracia y socialismo del siglo XXI. En esta charada soñé con encontrar una Venezuela, superada de la historia vernácula en la que nos embaulan, plagada de héroes taciturnos, forjadores de hazañas, militares, donde en vez, la épica ciudadana del trabajo y el esfuerzo colectivo fuesen pauta de vida, y no el bululú que transitamos.

 ASÍ MISMO ASPIRE encontrar, lástima, una cultura política ,"¿dónde crees tú que vives?", distinta, ya emancipados de las mañas heredadas de tanto poder ladino con olor al museo que arrastramos cual fausto apolillado. Pensé que en el interior de la República respiraría cierta paz, algún sosiego, frente al alud de realidad que nos condena al reloj capital. Imaginé ordeñar mi vida de acuerdo al tañir de las campanas de la iglesia vecina que dirían cuándo, cómo y dónde debía encontrarme para cumplir deberes. Pensé que las regiones, los estados, atesoraban una majestad que los hacía inmunes a las plagas que nos consumen. Que los partidos, por más contaminados que estuvieran, por triunfos o fracasos, guardarían para sí un mínimo de orgullo con el cual respetar orígenes y fundamentos. 

EN ESE DELIRIO, palabra percutada, tuve la ilusión de medir carreteras y caminos que surcaran un país de progreso; calles que facilitaran el andar de gentes, animales, vehículos. Pensé en los elegidos que administran lo público portando como estandarte el don para resolver distancias y cristalizar acuerdos. Esperé valores, posiciones, conductas, pero lo que encuentro es una rebatiña de intereses en una nación donde sobra con qué celebrar piñatas de asistencialismo por doquier. Quise ver los resultados de la inversión hecha en los últimos cincuenta años,por ejemplo,  y hallé cascajo. Ambicioné también mirar de qué cosas vivíamos más allá del petróleo y me supo a cazabe, a queso de telita, a dulce abrillantado, a panela de "San Joaquín", a silla manufacturada con cuero de chivo, a fritanga. Orgullos nacionales.


 ACOSTUMBRADOS A ACEPTAR las ventoleras cotidianas de nuestros gobernantes, para después salir a pedir cacao electoral, pintones, no hemos sido capaces de crecer como pueblo. Somos huérfanos que no pobres; requeridos de llenar ese vacío con elocuentes hierbateros, caciques, vivos y corsarios, de aquí y de acullá, para no enfrentar la angustia de crecer. Enseñados a tenerle miedo a los guapos del vecindario, cuando nos aculillan con "...y ultimadamente qué", hemos dejado hacer a los demás, nos hemos abstenido, por miedo o facilismo. Nos han dicho que ellos sí, que nosotros no. Y ahora fíjese usted la envergadura de destino que nos espera si no asumimos el pedazo de vida que nos falta o nos queda. De eso se trata ya, de construir el espejo colectivo donde mirar a los hijos que vienen sin la vergüenza que cargamos ahora.
MANUAL PARA GANSTERS
   CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ |  

EL UNIVERSAL
Difícil conseguir un pensador que haya generado extremos de odio como Nicolás Maquiavelo. El Príncipe cumplió este mes cinco siglos de escrito cuando su autor estaba preso en San Casciano por orden de los Médicis, aunque se publicó 18 años después dedicado a uno de ellos, Lorenzo El Magnífico. En el cinquecentoy en adelante, Italia fue incapaz de lograr la unificación nacional y el libro añora una mano de hierro, un tirano implacable que pusiera fin al caos y las invasiones extranjeras de Florencia y otras partes de la península. Algunos comprensivos aspiraron "salvarlo" del fuego moral, siempre con pinzas. Para Rousseau es aleccionador, "preventivo". Croce piensa que indica "angustia", para Herder es el "espejo de su época" y su autor un mero fotógrafo. Cassirer salvaguarda la integridad republicana del autor y dice que es "un libro técnico". La monumental inteligencia de Bertrand Russell titila cuando lo llamó "manual para gangsters" y Bacon escribe que contiene "sabiduría corrupta". Gramsci es de los que lo califican positivamente como "genial". 

Las reacciones se deben, entre otras, a que fue piedra a un charco ideológico con baba de siglos. Desnudó la naturaleza de la monarquía, en épocas de máxima mistificación del poder. Durante mil años, en contradictorias alianzas con la Iglesia, los reyes lograban convencer a medias que su sangre era azul porque descendían directamente de Cristo, y debían obedecerlos ciegamente porque los guiaba el Todopoderoso. Quien haya visto las películas basadas en novelas de Dan Brown, conoce la trama. Y aquél burócrata florentino, sin ínfulas de filósofo, lejos de participar en tal divinidad, abrió el boquete para que todos vieran cómo el poder hacía la digestión, tranquilamente, sin estremecimientos, sin rubor moral. Gobernar era administrar la brutalidad y el crimen, en beneficio de la patria. La traición, la mentira, el asesinato, la tortura, la guerra eran sus prácticas válidas y también legítimas

Maquiavelo y Puzo

Incluso los "buenos", como Elizabeth de Inglaterra o Isabel de Castilla, debieron navegar con la codicia, la arbitrariedad y la sangre. Son "maquiavélicos" casi todos los monarcas en las tragedias de Shakespeare, quien resulta ser a Maquiavelo lo que Coppola a Mario Puzo, al hacer plásticos sus fantasmas. Maquiavelo siempre estuvo y su memoria está rodeada de sombras, pero Marx, pese a que sus seguidores engendraron las más terribles plagas del siglo XX y su fracaso es escalofriante, tiene todavía fans, logró construir el lenguaje y la problemática política de Occidente desde 1848 hasta la actualidad, e hipnotizar al mundo intelectual y cultural. En el siglo XX Popper y Hayek, -marcando apasionada distancia con las tiranías- mostraron que "la igualdad", "el poder del pueblo", "la lucha por los humildes" y la denuncia de la explotación, no eran más que cariátides para encubrir los intereses de criminales comunistas y nacionalsocialistas que hacían lo mismo que los Borgia o los Médicis. 

Por eso contra ambos autores también cundió el odio. Hasta la caída del Muro de Berlín, sin la anuencia del barbudo desde el cementerio de Highgate, era duro ejercer como intelectual, artista, conseguir columnas en periódicos o sellos editoriales, como lo cuentan entre otros Cocteau y Camus, y superar los odios teológicos, viscerales. Maquiavelo analiza sin emociones el poder como el mal inevitable para obtener el bien superior, la unidad y la estabilidad. Pero a partir de la independencia de EEUU y posteriormente la Revolución Francesa, surge un fenómeno nuevo. La política constitucional, que transforma la lucha por el poder, la desbrutaliza y la incorpora a la civilización, hace que el gobierno sea por mandato apenas parte de un poder fragmentado, y debe su legitimidad a la aprobación de los ciudadanos.

Desmaquiavelización del poder

Es el fin del modelo maquiavélico del príncipe absoluto. La sociedad aprendió que el poder corrompe, pero el poder relativo corrompe relativamente y los mandatarios democráticos, en la jaula de la Constitución, tienen que cuidarse muy bien de los mecanismos previstos para destruirlos pacíficamente. Las revoluciones contemporáneas lograron retroceder el reloj de la Historia y hacer regresar el Absolutismo, destruir las constituciones y la democracia, para luego caer ahogadas en miseria y sangre. Y más tarde reapareció la barbarie en el Socialismo del Siglo XXI. Casi todo lo torvo, ruin, despreciable del poder que Maquiavelo describió, torna, esta vez encerrado, crispado, tratando de guardar cada vez menos apariencias, solo que sin ninguno de los bienes que él soñaba para Italia sino exactamente lo contrario. Venezuela es el epicentro de una degeneración latinoamericana, último o penúltimo en todas las variables de desarrollo social o económico, con la inminencia de un eclipse productivo total. 

Lo único que hacen los responsables es practicar terrorismo de baja intensidad contra la disidencia. El espec- táculo de un mandamás que distribuye imprecaciones contra la ciudadanía y acusa a diestra y siniestra a la ciudadanía de los agobios causados por la incompetencia de su gobierno, es impensable en cualquier sociedad civilizada y recuerda más bien a Bocazas en Uganda. Derrocharon el equivalente de 150 veces el plan Marshall que reconstruyó Europa después de la Segunda Guerra y 19 veces lo que gastó la democracia en electrificar, sanear, sistemas de riego, vías de comunicación, escuelas, liceos, universidades, puentes, aeropuertos, acueductos, cloacas. 

RECUERDOS CHILENOS
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   Elsa Cardozo

Ha hecho bien Amnistía Internacional al recordar, a quince años de la detención de Augusto Pinochet en un hospital inglés, cómo ese 16 de octubre de 1998 se dio nuevo impulso al principio de la justicia universal ante crímenes de lesa humanidad. Es verdad que funcionaron las presiones políticas y diplomáticas para que el general no fuera finalmente extraditado de Londres a Madrid, como solicitaba desde España el juez Baltasar Garzón. Pero finalmente el exdictador fue perdiendo inmunidades a medida que, a la velocidad que permitía la reconstrucción institucional democrática de Chile, se disolvía el escudo protector que él mismo se había procurado antes de dejar el poder.
Hace poco más de un mes, cumplidos cuarenta años del golpe militar con el que Pinochet derrocó a Salvador Allende, vino nuevamente a la memoria la degradación del proceso político en el que, desde el gobierno de la Unidad Popular con el que los socialistas finalmente llegaban al poder, se habían exacerbado la radicalización política, las ineficiencias del gobierno, a la vez que la división de la sociedad chilena. Sobre esa ola de ingobernabilidad se montó el autoritarismo que durante diecisiete años puso en marcha un régimen militar que, en nombre de la seguridad nacional, dejó una represiva estela de torturas desapariciones, muertes y su sombra de desconfianza entre los chilenos.
Las políticas de seguridad puestas en práctica con la llegada de los militares al poder encajaban en los lineamientos de la entonces llamada doctrina de seguridad nacional, compartida con algunas variantes por los autoritarismos castrenses de Brasil, Argentina y Uruguay. Lamentablemente, sus rasgos esenciales nos son cada vez más familiares a los venezolanos: la descalificación de críticas y oposiciones como actitudes conspirativas y, por tanto, todo disidente es enemigo del régimen y de la seguridad del Estado; la insistencia en amenazas externas que colocan al Estado en situación de asediado por la alianza entre enemigos internos y externos; en suma, se produce la sustitución del discurso político por uno de guerra y así se militariza el ejercicio de un poder superior y sin contrapesos que somete en aras de la seguridad… del gobierno.
Sí, todo esto resuena entre nosotros con la creación del Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria –designado ya un militar como jefe de Inteligencia Nacional–  y con las numerosas decisiones, leyes y decretos inconstitucionales que en materia de seguridad nacional lo han precedido, más lo que ahora encubre el proyecto de  una nueva ley habilitante.
En el presente venezolano, sin dejar de reconocer las distancias de tiempo, espacio e historias, se mezcla lo peor de la secuencia chilena y su agravamiento. Con todo, lo nuestro es mucho más intrincado, engañoso: entre lo premoderno que lo aproxima a prácticas represivas y entreguistas del gomecismo, hasta lo posmoderno que pretenden las propuestas e iniciativas de control concebidas a partir de elucubraciones sobre guerras asimétricas y de cuarta generación.
Por cierto, también se ha recordado en estos días cómo con su afán de poder absoluto el régimen de Pinochet confirmó el aforismo de lord Acton y, al paso del tiempo, sus consecuencias judiciales: tanto en el ámbito de la corrupción humana inherente al ejercicio de la represión como en el de graves y bien fundadas acusaciones por enriquecimiento ilícito.

EL NACIONAL
MILICOS TV



Elias Pino Iturrieta

Después del desmantelamiento de Colombia, la república de Venezuela partió del principio de la igualdad de los ciudadanos ante la ley. Para convertir en realidad el precepto, la Constitución de 1830 tomó una decisión   revolucionaria en su momento y respetada por la legalidad en adelante, que debía marcar el rumbo de los asuntos públicos hasta nuestros días: la abolición del fuero militar y del fuero religioso. De acuerdo con la carta magna, ni la exhibición de charreteras ni el hecho de llevar tonsura establecían diferencias a la hora de hacer trámites en las oficinas públicas, a la hora de solicitar cargos o distinciones, cuando se deseaba participar en política y negocios o cuando se debían ventilar causas particulares en los tribunales. Desaparecieron las instancias especiales, los caminos que apenas podía transitar un grupo selecto de personas, las peculiaridades que antes distinguían a los miembros de corporaciones o instituciones singulares de la sociedad.
Hecho trascendental debido a que se convirtió en realidad después de la Independencia, obra de militares que podían pasar factura por la sangre derramada, y mientras la Iglesia mantenía un influjo que venía del período colonial y que no estaba dispuesta a perder. Páez ejercía la Presidencia, pero no solo apoyó la propuesta de igualdad ciudadana sino que también la defendió con las armas contra factores retardatarios. En 1835 los oficiales del Ejército Libertador se levantaron contra el gobierno de José María Vargas reclamando el restablecimiento de sus fueros, pero el Centauro los metió en cintura. La lección funcionó, por lo menos en términos formales, debido a que en el futuro ninguna administración se atrevió a proclamar la peculiaridad de los uniformados, ni a concederles preeminencias por el hecho de pertenecer a las fuerzas armadas. Las guerras civiles y las dictaduras los llevaron a cargos de importancia, entre ellos la jefatura del Estado y los gabinetes ministeriales, pero nadie les otorgó favores ni les hizo concesiones con la excusa de que eran   militares. De los curas, ni hablar. Tuvieron peor suerte y se conformaron con su destino, debido a que los liberales los tenían entre ceja y ceja.
No se trata ahora de ofrecer una inoportuna lección de historia, sino de llamar la atención sobre la extralimitación de Maduro con los militares que lo acompañan o rodean, sobre la dejación de principios republicanos que ha llevado a cabo por su conducta frente a ellos. Primero ordenó  la creación de una banca especial para los negocios de los uniformados –como si sus tratos fueran distintos y más dignos de atención que los tratos de los civiles–;  después les hizo simbólica ofrenda de la espada peruana del Libertador –como si a ellos correspondiera preponderancia en la custodia de la patria–, y más tarde les repartió una flotilla de automóviles debido a la cual poseen, de manera exclusiva, con alivios provenientes de las arcas públicas, recursos de locomoción  que están vedados para el resto de los venezolanos. Ahora les concede la fundación de un canal de TV para cuyo arranque ha sacado del erario 5 millones de dólares. El hecho de convertirlos en insólitos poseedores de un medio habitualmente dedicado a la información general y al entretenimiento no sólo es un disparate, una fábrica digna de chacota, sino también una enormidad sin precedentes en la vida de las repúblicas sensatas y civilizadas. En el caso venezolano, un retroceso deplorable si se hace memoria del itinerario de avanzada que se inició en 1830.
Milicos TV se presta para fáciles burlas, para un vodevil que se evita ahora para no descuidar la gravedad de lo que realmente significa en términos de preferencia entreguista e injustificable a una institución de la sociedad que no merece, bajo ningún respecto, bajo ninguna apreciación de naturaleza republicana, los privilegios que se le conceden. Maduro convierte a los milicos en venezolanos de excepción, sin mirar hacia los derechos de quienes pronto contemplarán un espectáculo antediluviano a todo color y en pantalla plana. Maduro restablece un fuero borrado hasta hoy de los anales de la historia patria, o es rehén de los milicos. Cualquiera de las explicaciones pone los pelos de punta.


EL NACIONAL