lunes, 30 de junio de 2014

¿DONDE ESTAMOS?

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    Pedro Palma

El Nacional

El 12 de abril de 2010 salió publicado en esta columna un artículo titulado “¿Adónde vamos?” En el mismo decía cosas como estas: “Realmente preocupa el rumbo que desde hace un buen tiempo ha tomado la economía venezolana, producto de una política económica errada que ha fracasado en todos los países donde se ha intentado implementar, con el agravante en nuestro caso de una serie de incongruencias que la caracterizan, haciéndola aún más inoperante y negativa.

”El acoso permanente a la empresa privada que se materializa a través de los controles desproporcionados que se le imponen, no solo en materia de precios, sino también en lo referente al tipo de producto y las cantidades que se tienen que producir, así como la forma como esos bienes se tienen que distribuir, en línea con las decisiones caprichosas de algunos  funcionarios, crea un clima muy adverso para el desarrollo de cualquier actividad productiva. Si a ello agregamos las amenazas permanentes de intervención y de confiscación a quienes incumplan esas normas, o se sospeche de ello,  y las decisiones arbitrarias e injustificadas de expropiación, ya no de grandes fundos y empresas, sino también de pequeños negocios, es fácil inferir el poco estímulo para invertir que hoy existe en el país, máxime cuando esos atropellos provienen de un gobierno que lo controla todo, eliminándose cualquier posibilidad de defensa de los derechos de los agraviados, ya que quienes tienen que impartir justicia están allí para defender los intereses de la “revolución”, y no para velar por los derechos de los ciudadanos”.

Más adelante decía: “Los que defienden el proceso argumentan que las acciones contra la empresa privada se justifican, pues con ellas se busca asegurar la autosuficiencia alimentaria del país, y eliminar los vicios de especulación, acaparamiento o desviación de productos al exterior, que crean desabastecimiento y elevación desproporcionada de los precios. Falaces argumentos esos que ya no engañan a nadie. Sobradas son las pruebas de ineficiencia, destrucción y depauperación que las acciones de expropiación han generado, no sólo en el área agrícola y pecuaria, sino también en las de producción de alimentos elaborados y de productos básicos”.

Terminaba ese escrito con el siguiente párrafo: “Los resultados de la política económica no pueden ser más negativos: caídade la producción, desempleo creciente,servicios públicos caóticos, dependencia como nunca  de las importaciones y del volátil negocio petrolero, alta inflación y caída sostenida de la capacidad de compra de los venezolanos. Por ese camino vamos a cualquier sitio, menos a un buen destino”.

Más de cuatro años después de haber escrito esas líneas, la realidad que hoy vivimos demuestra que, desgraciadamente, aquellas apreciaciones y esos temores estaban bien fundamentados. De allí que sea válido que nos preguntemos ¿dónde estamos? Estamos en una situación deplorable,en gran medida producto de los errores y desviaciones de las políticas públicas implementadas por el régimen durante varios lustros. Ello ha generado los múltiples desequilibrios que afectan a la economía, la elevadísima y creciente inflación que depaupera a la población, la escasez y el desabastecimiento, la desenfrenada corrupción, la contracción de la actividad productiva y el deterioro de la calidad de vida. De continuar las cosas como van, y de seguirse ignorando los graves males que nos aquejan sin aplicar los dolorosos pero necesarios e impostergables correctivos, seguiremos cayendo, haciéndose cada vez más difícil y dolorosa la corrección y la reversión de esas adversidades.

No puede continuar la farsa de endilgarle a otros las culpas, desaciertos y falencias del gobierno, quien acusa y amenaza a los supuestos culpables, y a la vez pretende sustentarse en base a unas promesas y a unas “misiones”, que si bien pueden dar algún alivio, en muchos casos se limitan a dádivas que no contribuyen a reducir la pobreza, afianzándose la miseria y la dependencia.
Caracas: Escrito el 26 de junio de 2014, y publicado en la página web de El Nacional el lunes 30 de junio.


Este artículo no apareció en la versión impresa del diario por escasez de papel.

palma.pa1@gmail.com
MESA DE LA UNIDAD rechaza el uso de la señal de VTV en transmisión de actos internos del PSUV
 
Vemos con preocupación que durante el mes de junio de 2014 se ha acentuado en Venezolana de Televisión (VTV) la indebida tendencia a transmitir, casi en su totalidad, actos proselitistas o encuentros del PSUV, poniendo los recursos del Estado al servicio de una parcialidad política, en abierta violación de la Constitución y leyes de la República. Muchos de estos encuentros, sostenidos principalmente con las UBCH (Unidades de Batalla Bolívar-Chávez), han sido difundidos como actos preparatorios del III Congreso del PSUV, y han contado con una amplísima y continua cobertura, lo cual no se corresponde con el perfil que VTV debería asumir como televisión estatal y, por lo tanto, de servicio público (art. 108 de la Constitución).

En otras circunstancias o sin el evidente ventajismo, estos encuentros podrían ser reflejados noticiosamente como parte de una información, pero no como manifestación del uso indebido de la plataforma o de la hegemonía comunicacional del gobierno a favor del  PSUV.

Convertir a VTV y a otros medios de comunicación social públicos en la caja de resonancia de los debates internos del PSUV, o en factor movilizador o legitimador con miras al mencionado Congreso de este partido, supone vulnerar el equilibrio informativo y la neutralidad partidista que los medios oficiales deberían observar. Además, ello compromete la responsabilidad de los altos funcionarios del gobierno, comenzando por el propio Nicolás Maduro, que han escondido estas políticas comunicacionales (art. 13 de la Ley contra la Corrupción). Esto acarrea además, consecuencias penales y administrativas diversas, pues tanto la Ley contra la Corrupción (art. 54) como la Ley Orgánica de la Contraloría General de la República y del Sistema Nacional de Control Fiscal (art. 91), sancionan el uso de recursos o medios públicos con fines proselitistas, que obviamente se apartan de la finalidad pública jurídicamente establecida.

Por eso exigimos el cese inmediato de esta práctica viciada que ya en el pasado reciente se ha exacerbado en periodos electorales o preelectorales, o cuando interesa a la dinámica interna del PSUV, como ocurre en esta ocasión. Requerimos también del Ministerio Público y de la Contraloría General de la República el inicio de las investigaciones correspondientes. 
Abunda la escasez de criterio
    Pedro Pablo Fernandez
Desde que empezó a ser un recurso natural importante, en tiempos de Gómez, el petróleo contribuyó a impulsar un crecimiento económico moderado y sostenido, pero a partir del primer gobierno de CAP con la subida de los precios del petróleo, producto de la Guerra Árabe-Israelí, empezó una fiesta en la cual cada tanto nos emborrachamos de petrodólares para luego amanecer con ratón.
El ciclo es más o menos así: Suben los precios del petróleo, aumenta el gasto público, se expande la masa monetaria, se estimula el consumo y como consecuencia la actividad productiva. Disfrutamos de una fiesta a lo grande. Luego, cuando los precios del petróleo bajan no tenemos como mantener el gasto, nos vemos obligados a aplicar ajustes, caemos en recesión, se genera un fuerte déficit fiscal, se recurre al financiamiento inorgánico, aumenta la inflación, el pueblo se empobrece y se paraliza la actividad productiva con lo cual crece el desempleo. Todo esto lo sufrimos hasta que los precios del petróleo vuelven a subir e iniciamos la fiesta de nuevo. 
Este ciclo se repitió a la caída del Sha de Irán en 1979 y se volvió a repetir con la recuperación de las economías del Sureste Asiático y con el crecimiento de dos nuevos consumidores de petróleo (India y China) durante el gobierno de Hugo Chávez. 
Lo dramático del modelo es que solo se puede sustentar con un aumento creciente de gasto público. Es decir, aunque los precios del petróleo se mantengan altos, si se estabilizan el modelo colapsa, como lo vemos ahora. 
Fue el modelo rentista el que provocó la caída de la República Civil, mal llamada IV República. Mientras los precios del petróleo subían el país votaba masivamente por los responsables de repartir la renta petrolera y así AD y Copei sacaban 90% de la votación popular. Pero los precios del petróleo no solo dejaron de subir, sino que fueron bajando hasta que llegaron a estar por debajo de 10. El colapso del modelo económico arrastró al sistema político completo. 

Los 40 años de República Civil representaban los mejores años de Venezuela y los de mayor progreso. Reto a que me lo comparen con cualquier periodo previo de nuestra historia, pero lo cierto es que el manejo de la renta petrolera fue equivocado y terminó generando un par de cánceres que nos acompañan hasta nuestros días: la corrupción y el populismo. 
Cuando se dispararon los precios en 1974, el presidente Carlos Andrés Pérez ofreció administrar la abundancia con criterio de escasez. Al terminar ese gobierno su sucesor, Luis Herrera Campins, con una de esas frases que lo hacían único, señaló: “CAP nos prometió manejar la abundancia con criterio de escasez y la terminó manejando con escasez de criterio”. La misma escasez con la que se ha manejado la abundancia en todos los gobiernos a partir de ahí. Por cierto, tenemos que reconocer que en esta materia, este gobierno se lleva todos los premios.
En los últimos 40 años hemos despilfarrado una renta petrolera que tendría que haber servido como palanca para el desarrollo de una economía moderna que garantizara oportunidades para todos. 
El fracaso del modelo llevó a millones de venezolanos a apostar al cambio radical que ofreció Hugo Chávez, pero el cambio no se produjo, todo lo contrario, se profundizaron las perversiones del modelo, se distribuyó la renta petrolera, esta vez más abundante, y estamos a las puertas de un nuevo colapso. 
El tema no es cambiar al Gobierno, es cambiar el modelo porque si no lo hacemos se seguirán presentando las condiciones para que ofertas populistas se hagan populares y vivamos recurrentemente en medio de crisis políticas. 
En un esfuerzo por poner en la agenda una discusión abierta y profunda sobre el modelo económico que queremos para nuestro país, un grupo de venezolanos hemos creado un espacio llamado “Punto de Encuentro”. Es una plataforma que busca congregar a todas las personas e instituciones que a lo largo del país estamos estudiando los problemas de Venezuela y planteando propuestas para resolverlos. 
El trabajo lo iniciamos con un foro con el economista Pedro Palma titulado: ¿Cómo salir de la crisis? y estamos conformando cinco mesas de trabajo para atender el tema económico: Macroeconomía, petróleo, empresas básicas, producción y comercio y seis para el tema social: Empleo, seguridad social, educación, salud, vivienda y servicios públicos. 

La idea es poner todo el talento que existe en el país en función de diseñar un modelo alrededor del cual podamos construir un gran acuerdo nacional que le dé la fuerza necesaria para llevarlo adelante y así lograr una economía moderna que genere riqueza y empleo y una sociedad donde predomine la paz, la justicia, el diálogo civilizado, el respeto a la Constitución y al Estado de Derecho y la promoción de consensos fundamentales que nos aseguren el progreso de todos, de los 30 millones de venezolanos.

pfernandez@ifedec.com


@pedropabloFR
PASIÓN DE FÚTBOL

 
  Leandro Area

Sin tregua, enratonados, idiotizados, hipnotizados, embelesados, absortos andamos en estos días sudorosos en los que la fiesta y el drama del mundial de fútbol imponen su horario palpitante. Conectados a una caja encendida de la que brotan imágenes y voces, transpiramos sin movernos en ejercicio de taburetes, sillas o butacas, que forman parte ya de nuestra astrología y menú cotidianos.
Ora en compañía, ora en soledades, en dónde sea, metemos el corazón por ese periscopio a través del cual podemos transportarnos en vivo y en directo a la odisea que se juega en plano horizontal entre líneas de cal y que administran, para bien o para mal, los árbitros que se sirven de silbatos, banderas y tarjetas.
Once gladiadores por bando, héroes o villanos dependiendo de pasajeras circunstancias, guiados por neuróticos entrenadores, representan países que pelean el juego más humano de todos, el fútbol, que junto al amor y el arte constituye expresión excelsa del humano que hemos llegado a ser tan lentamente. 
El público presente no falta por supuesto y es el que padece en carne viva alrededor de la cancha, ¡qué envidia! Y los demás, la mayoría distante, al menos podemos vivir el espectáculo a través de cables y canales, experimentando la fantasía de ser testigos mudos en el edén aquel de nuestra ausencia. Quien narra el partido o lo comenta es guía compañera porque no hay nada más huérfano que estar sordos mientras se acompaña a una multitud que ama desaforadamente. 
Pero todo este gustazo del espíritu, ciencia o arte, o ambos a la vez, sería inútil sin la presencia de su majestad el balón que entrega su elástica redondez de cero neutro para que a zapatazo limpio cobre vida toda la maquinaria del balompié. Y ay de aquel que se atreva a tocarlo con las manos pues no es cuero amigo de cariños ni muestras de confianza o palpamiento, y aunque se han visto casos, sépalo usted, al balón ni con el pétalo de una rosa. 
Presta pues el esférico su dignidad de óvulo para que 22 espermatozoides luchen por fecundar a la señorita victoria, escurridiza ella, cópula divulgada con el grito de gol, y cuyo desenlace o parto inequívoco se desconoce a ciencia cierta hasta que se escucha el pitazo final.
Digamos asimismo que el fútbol es ambición civilizada pues entre otras cosas es difícil imaginar a un equipo ataviado con traje militar, aunque de querubín tampoco, ya que tropa o plumaje allí sobran. Además, espacio y tiempo son sus condicionantes objetivas sobre las cuales bailan el genio de pases y gambetas, avances y defensas, fuerza y destreza, errores y debilidades, engranajes de equipo al que se engarza la ambición individual junto al impulso colectivo, corriendo como niños detrás de la ilusión imberbe de triunfar, que es un instante inmenso y siempre huidizo, que al no lograrlo nos deja un dolor más que morado del que se aprende que la vida es un sueño regido por vientos caprichosos y crueles.
Y se aprende también, en su ejercicio, a persistir sobre todo al perder, porque los triunfos son fugaces y engañosos y no dejan cicatrices, mientras que los fracasos son profundos, dolorosos, dramáticos. Y creer que se puede y que se debe, son lecciones y elecciones que no se deshilachan fácilmente mientras se está llorando una derrota. Es más, allí en la soledad del infortunio es cuando más se valora lo perdido porque nunca se tuvo suficiente coraje o no se luchó tanto como era debido. El fútbol es una quimera que no duerme, como la Vinotinto de nuestros padeceres, que es  una ilusión venezolana, bandera sudada de esperanzas en tiempos de sequía.

Leandro Area



Leandro Area
leandro.area@gmail.com

domingo, 29 de junio de 2014

Parlamentarias o Constituyente

Gonzalo González

Después del fracaso de La Salida como objetivo- que no de llamar a protestar- la oposición democrática debe hacer un ejercicio de realismo y responsabilidad. Realismo para evaluar correctamente el estado de la opinión pública,  la correlación de fuerzas y los tiempos; responsabilidad para proponer el camino más eficaz y menos costoso para construir la mayoría socio-política capaz de desplazar al chavismo del poder.
Hay quienes son partidarios de enfocarnos en ganar los comicios para renovar la Asamblea Nacional y otros en trabajar para un proceso constituyente.
Antes de entrar a considerar ambas propuestas es bueno señalar que ambos caminos son excluyentes en el sentido de que la oposición en su conjunto no puede trabajar simultáneamente para ambos escenarios: no tiene ni la capacidad ni los recursos para hacerlo. También debe precisarse que ni la victoria en las parlamentarias ni en la constituyente supone el inmediato cambio de gobierno. 
Realizar una Constituyente sin el apoyo y con la oposición activa del aparato del Estado es prácticamente imposible, para todas las etapas de ese proceso es indispensable contar con los recursos del mismo. Debemos recordar que todos los procesos constituyentes realizados en Venezuela fueron posibles por ser organizados con el concurso del aparato estatal. Para no ir muy lejos recordemos por un momento los procesos de 1947, 1958 y 1999. Por otro lado- y este es un requisito clave- estos procesos deben contar con  el respaldo de una mayoría política determinante para poder materializarse y ser viables políticamente cosa que no pareciera posible en el lapso que media de aquí al año que viene, 2015, cuando debe renovarse la Asamblea Nacional.
Tambíen se corre el riesgo de sabotaje del proceso vía CNE o de secuestro mediante convocatoria hecha por el régimen vía Poder Ejecutivo o Asamblea Nacional.
La opción correcta para el movimiento democrático es ayudar a incentivar la protesta y prepararse desde ahora para ganar las elecciones parlamentarias, las cuales van, el régimen no tiene-por ahora- razones para suspenderlas, hacerlo les supone pagar un alto costo político.
Una AN con mayoría opositora generaría una dinámica político- social contraria a la permanencia en el poder del chavismo, materializaría el enorme rechazo existente hacia el gobierno y lanzaría un enorme mensaje de cambio.
 Para que la victoria sea posible en el 2015, el cual esta a la vuelta de la esquina, la oposición debe cumplir ciertos requisitos y superar algunas situaciones inconvenientes. Reconstruir la unidad, conectar con el descontento y la inconformidad creciente del país ante el fracaso del proyecto chaviano, promover y participar en la protesta, posicionarse como alternativa de poder and last but not least alejarse de atajos y quimeras.


                                                              Caracas, 29 de junio de 2014
LA DIVISION DEL CHAVISMO



Hector S. Schamis

Es la reunión preparatoria para el tercer congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela. El evento tiene algo de secta religiosa. Maduro predica levantando su “biblia”, El libro azul de Chávez, el cual agita como trofeo para aparente regocijo de la militancia. Lo abre y recomienda capítulos. Invoca la sabiduría inagotable de su autor, constituido en deidad. Sitúa a los allí presentes en el periodo de su enfermedad y agonía, previo a su paso hacia la inmortalidad. Sin embargo, el relato no recrea una última cena, como podría pensarse, sino más bien la pedestre orden de Chávez mandándolo a estudiar la constitución. Para quien ya era un alto funcionario de gobierno, la anécdota—real o imaginaria—no deja de tener un cierto rasgo de candidez.
Eso para el agnóstico. En otro tiempo y lugar, un partido hegemónico usaría la ocasión para reforzar la homogeneidad ideológica, incrementar la cohesión entre los cuadros y anunciar líneas programáticas futuras. Pero ese es un lujo que este partido no puede darse. Necesitado, pero también acorralado, Maduro le dedicó más tiempo a los pecadores que a los santos, a los traidores más que a los leales. ¿No es mezquino—palabras más palabras menos, aseveró esa noche—que en este año 2014, plagado de conspiraciones y magnicidios, estos traidores ahora fomenten la fisura y la división en el movimiento revolucionario?
A fuerza de repetición de la misma frase, Maduro no hizo más que admitir y enfatizar su propia debilidad. El chavismo es tan frágil hoy que hasta la contrariada respuesta de un ministro caído en desgracia constituye una amenaza grave. De eso se trató la arenga partidaria. Es la historia de la remoción del ministro de planificación, Jorge Giordani, quien respondió a su destitución con una carta abierta criticando a Maduro por su incompetencia en el manejo de la economía y sus debilidades de liderazgo. A ello le siguió otra carta crítica y de apoyo a Giordani por parte de otro histórico del chavismo, Héctor Navarro, a posteriori suspendido de su cargo directivo en el partido oficial.
Así las cosas, son las grietas del propio chavismo las que van produciendo cambios políticos, y Venezuela se dirime entre varios escenarios. El primero es que el gobierno profundice la purga, eliminando a las voces disidentes y al mismo tiempo disuadiendo a posibles imitadores. El problema para Maduro es que para emprender una purga generalizada contra altos jerarcas del partido se requiere una gran concentración de poder político en sus manos, o una gran dosis de éxito económico.
O ambas, y Maduro hoy no posee ninguna. Su presidencia tiene un déficit congénito de autoridad y está en un proceso de desgaste desde febrero, con bajos niveles de aceptación en la sociedad. Su aliado más importante de hoy parecería ser Diosdado Cabello; su enemigo más temible, toda una definición. La economía, por su parte, no muestra signos de recuperación. Continúan la persistente inflación con estancamiento, la total ausencia de inversión privada y la carencia de bienes de primera necesidad.
Un segundo escenario, entonces, podría ser que Maduro no recupere la cohesión del otrora partido hegemónico, y que los disidentes se multipliquen, aumentando la fragmentación. Se propagarán las críticas y los desencantados, en tanto más voces del chavismo recogerán el dato más abrumador de la calle: que la aprobación de Maduro no pasa del 30 por ciento. Es que para el dogmatismo autoritario, del cual el chavismo es un ejemplo, es difícil entender que en política el pecado de la traición muchas veces se transforma en la virtud del pragmatismo.
Aquí se trata de un escenario de proto-transición, donde la oposición tiene la oportunidad de tender puentes con los chavistas decepcionados y arrepentidos y, otra vez, no hay indicios que ello esté ocurriendo. La historia de la democratización indica que no hay transición a menos que la elite del campo autoritario se divida. La conocida historia de los duros y los blandos, los halcones y las palomas, eso ya está sucediendo y abre la oportunidad del cambio político.
Estas “traiciones” evidencian que el PSUV está perdiendo su lugar de partido hegemónico, un lugar dado no solo por ganar elecciones sino fundamentalmente por ser el generador de la interpretación dominante de la realidad, es decir, la narrativa que relata el orden natural de las cosas. La transición entonces no será de un partido a otro, como en una democracia normal, ni de un régimen a otro, como en el colapso de una dictadura militar. La que viene es una lenta transición de hegemonías. Y esa parte, incierta y riesgosa, ni siquiera ha comenzado. La oposición democrática debe comenzar a trabajar en ello.
Twitter @hectorschamis 
LA MULTIPLICACIÓN DE LOS ESCUÁLIDOS

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Alberto Barrera Tyszka

Estimado camarada vicepresidente del partido:
Le escribo esta carta porque vengo llegando de una reunión, participativa y socialista, de militantes del glorioso PSUV de diversas comunidades del municipio Lima Blanco del estado Cojedes. La reunión estuvo presidida por el compañero Efrén Jiménez, representante de la parroquia La Aguadita, hasta que se vio obligado a retirarse, ya que le avisaron que había llegado Diovan a la farmacia. Su comadre Esther había quedado en guardarle un puesto en la cola pero, como ya eran las 6:00 de la tarde, y a esa hora llega el agua, no pudo seguir haciéndole el quite. Le cuento esto porque no quiero que usted crea que le estoy dando una egoísta y traidora zancadilla al compañero Jiménez. Para nada. Cuando él se fue se decidió, de manera participativa y socialista, que el encuentro fuera coordinado por mi persona. A continuación le cuento lo sucedido.
Desde el inicio, había un mal ambiente, como una pugna, una tensión en el aire. Perdimos más de una hora porque el representante de Las Queseras llegó diciendo que tenía información fidedigna de que el excompañero Giordani estaba financiado por la CIA, que se había asociado a una empresa con Eva Golinger quien, a su vez, era amante de Diego Arria. 
Como usted comprenderá, inmediatamente se formó un revuelo. Una muchacha que viene de los lados de Macapo saltó a protestar. Ella dijo que todo eso era mentira y que las críticas que se estaban haciendo eran la verdad. Y expresó en voz firme y clara: “¿Cómo un gobierno que encarcela a algunos dirigentes estudiantiles de izquierda y protege a empresarios corruptos puede llamarse revolucionario?”. Y encima agregó: “¡Esta vaina es un refrito de lo peor de la cuarta república!”. (Se lo pongo entre comillas para subrayar que eso lo está diciendo ella, no yo. La compañera se llama Zuleyma Montero. Vive en el # 6 de la vereda 8 del pueblo de Jiraco).
Eran las 9:00 de la noche y todavía estábamos discutiendo. Nadie quería ceder en nada y cada vez, de manera participativa y socialista, había más gritos y más peleas. El representante de Cunabichero recordó que Nicolás Maduro era el hijo de Chávez, que era Pueblo, que era Presidente y que además era Obrero. El representante de Jirijuare le respondió con palabras inapropiadas, pidiéndole que no fuera pendejo y maricón. Otro camarada advirtió entonces que Maduro ha exigido “disciplina y lealtad”, a lo que el representante de Jirijuare replicó de la misma manera, volviendo a repetir las mismas palabras inapropiadas y añadiendo: “¿Lealtad con quién? ¿Con las empresas de maletín? ¿Lealtad con la corrupción?”. (No le paso ahora el nombre y la dirección del compañero, como me corresponde en mi tarea de Patriota Cooperante, porque no lo recuerdo. Mañana a más tardar se lo envío).
Yo traté de intervenir para calmar los ánimos y poner algo de orden. Me puse al frente y les dije: ¿Qué nos preguntó el compañero Diosdado esta semana? Todos guardaron silencio. “¿Acaso la crítica es más importante que el compañerismo?”. Eso nos preguntó. ¿Y qué nos contestó el compañero Diosdado esta semana?, volví a interrogarlos. Otra vez, silencio. “Yo creo que no”. Eso nos contestó, les dije. Lamentablemente, tengo que confesarle que el asunto no me funcionó. Hasta me lanzaron un zapato por la cabeza. La pelea se puso peor. Yo sentí que cada vez había más críticas y más compañeros protestando. Casi nos fuimos a los puños cuando, de pronto, de manera participativa y socialista, se fue la luz.
Por eso le escribo a mano y en un papel. Le voy a mandar esta carta con mi compadre Felipe que va mañana a Caracas. Ya usted ve, también aquí hay elementos disociados, pervertidos o manipulados por la derecha apátrida y por la izquierda apátrida. Lo peor es que yo creo que cada vez son más. A veces siento que un nuevo fantasma recorre el país: la multiplicación de los escuálidos. ¿Qué vamos hacer, camarada? Esto es urgente. Estoy empezando a sentir que esta vaina es contagiosa. ¿Usted no cree?
VELASQUEZ , EL HISTORIADOR

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Elias Pino Iturrieta

En la editorial Planeta, cuando publicaron La caída del liberalismo amarillo, me pidieron que escribiera la contraportada. Afirmé allí: “No parece casual que los venezolanos hayan fijado los ojos en el autor, Ramón J. Velásquez, hasta el punto de designarlo Presidente de la República en un período tan descompuesto como el que estudia. La designación otorga una relevancia inusual a su obra, pero también le ofrece una esperanza a nuestro atolladero. Gracias a la solvencia del intelectual en el conocimiento de los sucesos que una vez condujeron a Venezuela hasta el borde del abismo, se puede esperar una gestión de resultados plausibles. Mejor ocasión no se había presentado de saber para qué sirve la historia”.
Entonces, y ahora, considero que los aciertos del ciudadano Velásquez dependieron de la obra del historiador que en esencia fue. En consecuencia, trataré de mostrar hoy algunas de sus contribuciones como indagador del pasado.
Fue trascendental lo que hizo en materia de custodia y divulgación de fuentes primarias. En especial, la organización de un precioso repositorio para el entendimiento de la contemporaneidad, el Archivo Histórico de Miraflores, cuya oferta de materiales inéditos resulta esencial para el análisis de la política en el siglo XX. No solo se ocupó de encontrar los presupuestos del caso, sino también de la redacción de los epígrafes de las secciones de 150 volúmenes publicados partiendo de los documentos guardados en su seno. Luego emprendió otra relevante faena, la Fundación para el Rescate Documental de Venezuela, para entregar a los estudiosos los informes de los diplomáticos extranjeros sobre la vida doméstica en general. La incorporación de las observaciones foráneas ha permitido estudios de una profundidad inusual, desde luego.
Pero también le debemos ediciones monumentales de documentos, la mayoría desconocidos o de ardua localización, sin los cuales no hubiéramos salido de las versiones simples o planas del estado nacional a través del tiempo. Me refiero a la serie Pensamiento político venezolano del siglo XIX, compuesta por quince volúmenes cuidadosamente apuntados por los recopiladores, de cuyas páginas se han nutrido con provecho los especialistas y los simples curiosos. Las versiones del comienzo de la autonomía republicana, de las hegemonías personalistas, de las guerras civiles y de los esfuerzos del antiguo civismo son otras, después de la edición de esta colección imprescindible. Pero no detiene el esfuerzo, hasta adelantar una titánica edición de 130 volúmenes sobre el Pensamiento político venezolano del siglo XX. Un fatigoso rastreo, una búsqueda que parece interminable, el movimiento que insufla a un enjambre de historiadores jóvenes desembocan en un legado de extraordinaria entidad para el análisis de nuestros días. Si se agrega la colección de Fuentes para la historia republicana, que coordinó para la Academia de la Historia, y la colección Venezuela peregrina, que recoge títulos de venezolanos en el exilio, estamos frente a un trabajo sin parangón. 
Si el lector se pregunta cómo pudo hacer tanto sin abandonar sus obligaciones políticas, se sorprenderá al saber que su bibliografía individual está compuesta por 38 títulos, algunos tan importantes como La caída del liberalismo amarillo, Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez,  El proceso político venezolano del siglo XIX y La obra histórica de Caracciolo Parra Pérez. Es evidente que el compromiso de Ramón J. Velásquez con el bien común, de todos conocido, remite a un vínculo con el republicanismo que determinó su conducta desde la juventud, pero la comprensión cabal de su tránsito obliga a juzgarlo como historiador. En nuestros días, pero también en días ajenos y remotos, fue el político mejor informado de los antecedentes de la sociedad porque los estudió con método y sin impaciencia. Cultor empecinado de la memoria colectiva y ciudadano legítimo de la república de Clío, gracias a su íntima relación con la obra de los antepasados, con los antiguos y no pocas veces torcidos pasos de los antecesores, le podemos atribuir un quehacer de entidad que no pueden llevar a cabo los políticos que a duras penas se interesan por lo que sucede en su presente.
¿FRACASARÁ VENEZUELA?


CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ |  EL UNIVERSAL
Hay que alertar incansablemente sobre la posibilidad de que Venezuela se coloque en el camino de ser un Estado fallido o Estado fracasado, desestructurado, colapsado. Que se acelere el actual proceso de entropía, se desplome, y enfrente tendencias a la desintegración en medio de terribles penurias, como consecuencia de la incapacidad del poder para cumplir con sus responsabilidades elementales. Según la ONU, ya Venezuela está entre los diez peores países del mundo. Es un concepto de Robert Rotberg, para definir países que no pueden cumplir con las tareas primarias de sobrevivencia entre las naciones. Un grupo considerable de sociólogos lo asume, le dio amplio desarrollo, coinciden en las características que lo determinan y en que debe tenerse cuidado en diferenciar entre los que ya lo son y los que van por el camino. Yugoslavia y Checoslovaquia, sucumbieron como naciones. 
Sudán bajo el gobierno revolucionario de Al-Bashir dictador desde 1989, vivió dos guerras civiles hasta que se dividió en 2011. Nigeria amenaza con serlo próximamente, igual que Irak, Yemen, Afganistán, Zimbabwe, Etiopía, Burundi y otros. Uno de los elementos esenciales de la definición es el final del Estado, la incapacidad para garantizar estabilidad, seguridad pública e invulnerabilidad de las fronteras. Las policías se convierten en peligrosas bandas hamponiles con fuero legal. Susan Woodward analiza factores para reconocer los países que se encaminan por esa terrible ruta. La primera es que pierde progresivamente la condición de monopolista legítimo de la fuerza. El gobierno comparte en los hechos esa condición con mafias o pandillas delincuenciales, grupos guerrilleros, paramilitares -"colectivos"-, o el narcotráfico, cosas que ocurren en Venezuela, donde tampoco controla las cárceles, en manos de pranes. México y Colombia estuvieron cerca de serlo, y Calderón y Uribe lo revirtieron.

Gobiernan los "colectivos"

No hay seguridad ciudadana y la criminalidad se apodera sistemática y crecientemente de las calles, en manos de gangs, con tendencia geométrica al crecimiento de la delincuencia. Aumenta la cantidad de efectivos asesinados por el hampa para coger sus armas de reglamento, el uso de la fuerza pública para reprimir protestas civiles, el asesinato policial y la práctica de la tortura. Pese a tener gobiernos autoritarios, -todos los fallidos lo son-, son incapaces para enfrentar cualquier problema de la ciudadanía y para custodiar las fronteras, por donde cunde el comercio de personas por grupos armados. Con el tiempo desaparecen los servicios que el Estado debe brindar. En África ocurrió que los alimentos que enviaban las Naciones Unidas para paliar la escasez, llegaban a manos de Señores de la Guerra, grupos revolucionarios que los comercializaban para enriquecerse y adquirir armas ultramodernas. 
Las redes de distribución comercial de bienes (alimentos, medicinas) desaparecen y surgen desabastecimiento, epidemias, hambrunas, en medio de problemas económicos extremos. El Estado de Derecho no existe y los poderes judicial y legislativo están en manos de la banda gubernamental y fuerzas armadas temibles y corruptas, infraestructura moderna en destrucción, una entropía creciente conduce a desintegrarlos. Los gobiernos se hacen progresivamente irresponsables con sus compromisos internacionales y deudas contraídas, pero al mismo tiempo los jerarcas poseen grandes cuentas en los paraísos fiscales. La eclosión de los Estados fallidos surgió con fuerza en África.

África destruida por el socialismo

Luego de la descolonización se entronizaron dictaduras revolucionarias cuyo propósito fue la ruptura con Occidente y la negación del bagaje civilizacional que las potencias dejaron, tanto en instituciones como infraestructura de servicios públicos. Fue el resultado directo del llamado socialismo africano, que se regó como lluvia en el continente negro. Los expertos acuñaron la categoría de nation-building, como el sistema de políticas necesarias para emprender la reconstrucción, una vez que las naciones se libran de las influencias nefastas que las condujeron a esa situación. En el marco de la Comisión para la Reconstrucción de la Paz creada por la ONU, se plantea como estrategia la reforma del Estado, la edificación de las funciones institucionales, modernas y democráticas. Fukuyama sostiene que sin una maquinaria de Estado con funciones constructivas y transparentes que liderice un esfuerzo nacional, los países no se recuperan. 
En su libro La construcción del Estado (2005) afirma que una vez definidas sus áreas y sin invadir las de la sociedad, el proyecto nacional debe concentrarse en desarrollar ambos polos de la ecuación: Estado y sociedad. Y alerta que reinstalar la democracia, el libre juego de partidos, la libertad de expresión, el Estado de Derecho, fundamentos para reconstruir que suelen producir justificada euforia, no deben eclipsar la necesidad de emprender el sistemático trabajo de reforma institucional, conquista de la eficiencia y de la capacidad para que el Estado produzca los servicios que están a su cargo. Argentina es ejemplo de una nación que rescata las instituciones democráticas pero insiste en los errores económicos del pasado, ignora las reformas administrativas y funcionales, y luce condenada a estar siempre cerca del renacer autoritario. 

@CarlosRaulHer
ENTREVISTA A DIEGO BAUTISTA URBANEJA

"La disidencia en el chavismo es contra la oligarquía militar"


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ROBERTO GIUSTI |  EL UNIVERSAL

Diego Bautista Urbaneja debe ser el único ancla de la radio venezolana, (nos referimos a su programa La Linterna, por RCR) a quien sus oyentes le conceden el trato respetuoso de "doctor" a la hora de someterlo, todos los mediodías de este mundo, a un interrogatorio variopinto y abigarrado, aunque casi siempre concentrado en la realidad política nacional. Inmutable y metódico, suele salir avante de la prueba con sus verbo reposado, a veces explosivo, aun cuando no lo parezca, por su sobria gravedad a la hora de responder.

Miembro de la Academia Nacional de la Historia, politólogo, profesor invitado del St. Antony's College, de la Universidad de Oxford, Urbaneja dejó caer, en esta oportunidad, la tesis de "la oligarquía militar enquistada en el aparato del Estado". Un dato "sólido", que debe determinar el presente y el futuro inmediato del país.



-¿No está la oposición tan emproblemada como el chavismo? Te lo pregunto porque lejos de capitalizar el momento tan comprometido que vive el Gobierno, su dirigencia parece haber sido arrastrada hacia ese estado de sopor, dispersión y anomia que reina en el país.
-En la oposición hay dos lecturas, unidas por el mínimo común denominador del deseo de producir un cambio político. Por un lado, se interpreta de diferente manera la correlación de fuerzas políticas y sociales y por el otro se sostiene visiones contrarias sobre la estrategia para generar ese cambio que tanto se busca.


-¿No crees que una de esas dos lecturas ha sido derrotada en los últimos meses?
-¿Cuál de las dos?
-La de La Salida.
-Las divergencias deben ser objeto de una discusión organizada, sincera y descarnada entre los representante de ambas visiones. Una expresada en lo que se llamó La Salida y otra que, antes de precipitarlas, ve las cosas más en términos de acumulación de fuerzas porque considera que no están dadas las condiciones. El debate debe darse en busca de un punto de acuerdo que permita una estrategia común. Pero eso demanda la franqueza necesaria para poner el claro los puntos divergentes, sin tapujos y aireando las diferencias reales. Ahora, si eso no se da, se debe buscar, entonces, la forma en que ambas estrategias puedan desarrollarse paralelamente, en el entendido de que, a la hora de una coyuntura electoral, será necesaria una reunificación. No hacerlo resultaría catastrófico.
-No obstante, si en algo pueden tener la razón los partidarios de La Salida es en que el país no puede esperar un evento electoral para superar la crisis por esa vía. ¿No se imponen soluciones urgentes a problemas que no admiten paciencia ni esperas a mediano plazo porque el hambre y la miseria pueden conducir al caos?
-Claro. Pero, ¿cómo puedes expresar en la práctica ese "no esperar más"? Hay otros procesos y otras fuerzas (oficialistas) importantes que están en el tablero con muchas elementos de estabilidad a su favor. Frente a eso debes convertirte en una mayoría sólida, contundente y luego ver cómo tra- duces esa fortaleza en la rea- lidad.
-Es decir, la oposición es minoría en este momento.
-Aquí hay una confusión que debe ser aclarada. Es distinto el descontento al apoyo que pueda tener la oposición. El descontento es mucho mayor que la oposición y en ese descontento hay una franja de ciudadanos que, puestos a escoger entre oposición y Gobierno, quien sabe para dónde agarran. No es nada seguro que sea para la oposición. Entonces la oposición debe copar ese descontento. Tal diferencia , al parecer, no es percibida por muchos dirigentes políticos. Creen que el 70% de quienes consideran a este gobierno como "malo", son de oposición y eso no es así.
-Puede parecer una perogrullada preguntártelo, pero, ¿en cuál de los dos posiciones te ubicas?
-Siempre estuve a favor de la idea del crecimiento popular y social, como forma de construir una mayoría clara que luego utilizarás políticamente en la forma que corresponda.
-¿No es esa una verdadera tragedia?
-¿Qué cosa?
-Que la mayoría de la población se manifieste en contra del Gobierno y no haya una alternativa creíble que le genere la suficiente confianza como para recibir su apoyo.

-La gran tarea de la oposición es cancelar esa tragedia y ahí entran a jugar un papel crucial los partidos de oposición. La MUD no es una organización per se,sino una alianza de partidos. De allí que su fuerza y la propia unidad dependan del compromiso de los partidos. Y en ese sentido ya es hora de que estos pongan en práctica estrategias de crecimiento propias porque cada uno tiene su público natural y sus afinidades electivas. Siento, sin embargo, que los partidos, han cometido el error de descargarse, en exceso, sobre la Mesa de Unidad Democrática, cuando esta no existe como estructura partidista.

-Pero, ¿no debería existir? ¿No indican experiencias como La Concertación, en Chile, que esa unión de partidos se convirtió en un movimiento que iba más allá de la coyuntura electoral?
-La Concertación, como tal, no es una estructura. Su fuerza radica en el peso de los grandes partidos: el socialista y el demócrata-cristiano. De ese par de familias políticas y de su compromiso depende La Concertación, a la cual han defendido a toda costa, pasando por encima de grandes diferencias.
-Ellos no tuvieron, como ocurre aquí, diferencias sobre la estrategia, que estaba definida de entrada. Y lo más difícil, las diferencias ideológicas se fundieron en un proyecto común.
-Enfrentaban una dictadura evidente. Ahí nadie proponía ponerse de acuerdo para caracterizar el régimen de Pinochet. Aquí, en la oposición, tenemos lecturas diferente sobre el tema. Pero La Concertación no es una estructura partidista.
-¿No debe asumir la MUD una mayor responsabilidad?
-Eso debería ser parte del gran debate necesario y urgente. Que los partidos decidan delegar en la MUD determinadas áreas de decisión, así como los recursos y fuerza para que pueda asumir esa responsabilidad.
-Frente a esa situación, hay un Gobierno dividido en facciones que aparentemente son de carácter ideológico y/o generacional, pero que se perciben, en el fondo, como una pelea por el poder.
-La disidencia que se está expresando, cuya primera señal fue la carta de Giordiani, es el descontento de un sector civil, fundador del MVR y luego del PSUV que, además, es el de mayor formación académica, vinculado al Cendes y a la UCV.
-Pero posterior al movimiento militar original.
-Cierto. Los nombres que ves: Navarro, Osorio, no estoy seguro si Vanessa Davies y otros que no menciono para no comprometerlos, son del mundo académico y civil . Esa disidencia está dejando al desnudo lo que, hoy por hoy, es el oficialismo: un sola y pura estructura de poder, cuyo único objetivo es aferrarse y sostenerlo a toda costa. De allí su ausencia (de académicos y/o civiles), cada vez mayor, en los cargos claves. Y de allí, también, la disminución de elementos ideológicos, de proyectos, programas y de visiones de país. Como contrapartida se impone el pragmatismo en la política económica que, en definitiva, responde a una pregunta crucial: "¿Cómo hacemos con la economía para mantenernos en el poder?"
-¿Quién sustituye a los representantes, ahora defenestrados, de ese sector?
-Se está revelando algo que en vida de Chávez estuvo bajo el control de su liderazgo.El, como gran croupier, repartía el juego, pero luego de su desaparición el fenómeno se reveló en toda su intensidad. Me refiero a la existencia de una oligarquía militar en el aparato del Estado. La red de intereses económicos y políticos en manos militares. Allí se mueven diversos grupos y, por tanto, alojan sus propias tensiones internas y sus rivalidades. Pero, en su conjunto constituyen una oligarquía militar que forma parte fundamental de ese aparato de poder. Entonces, hay que contar con la presencia de ese bloque de poder autónomo, en la política venezolana, como dato sólido para el presente y el futuro a corto plazo.
-La imposición del poder de fuego.
-Correcto. Y ese descontento, que se está expresando, dentro de oficialismo, en buena parte responde a la constatación de que eso es así. Una constatación amarga para quienes fueron desalojados del poder, porque esto estaba en la lógica de lo que Chávez venía construyendo y quizás ellos no lo quisieron ver.
-¿Qué hacer frente a esa realidad que, como dices, es tan "sólida"?
-Hay que ver cómo evoluciona la situación del país, cada vez más insostenible y esperar para saber cómo reacciona esa oligarquía militar. Ahí pueden darse muchas dinámicas. Yo en este momento no tengo una respuesta. Se trata de uno de los grandes temas que debe ser analizado para definir la estrategia y no solo en la oposición porque el oficialismo tiene enquistada, en su seno, esa estructura y la preocupación no debe ser solo de los disidentes.
-Chávez mantenía a raya ese poder militar que ahora luce desbocado. ¿Qué papel juega en todo esto Maduro?

-En este momento Maduro luce como un equilibrista. Un tipo que trata de mantenerse en la cuerda floja, dosificando, acudiendo a la retórica, recurriendo a Chávez. Pero uno no sabe qué poder real tiene Maduro. Y quién puede darle un golpe a la mesa, si hay alguien que pueda hacerlo. Esa es una gran incógnita.

-Pero cuando actúa, como lo está haciendo, contra la disidencia, uno puede deducir en qué bando está.
-Claro. Pero una cosa es que él esté con una facción y otra cosa es que la domine. Y ahí aparece el equilibrista.
-Chávez mandaba sobre militares y civiles, ¿Maduro no?

-Uno no se pregunta si Chávez mandaba.Con Maduro la incógnita es no sólo esa, sino, en caso de ser afirmativa la respuesta, uno puede repreguntarse, ¿cuánto manda?

-¿Tendríamos, entonces, que extrañar a Chávez?
-No. Chávez es el gran responsable. Aunque queda la pregunta de qué habría hecho al constatar el efecto desastroso de sus 14 años. Quizás habría dado un viraje que dejaría pálido a Carlos Andrés Pérez.


rgiusti@eluniversal.com

sábado, 28 de junio de 2014

EL FRACASO DE ORTEGA Y GASSET


Mario Vargas Llosa

Me hubiera gustado escuchar una conferencia de Ortega y Gasset, o, mejor todavía, seguir alguno de sus cursos. Todos quienes lo oyeron dicen que hablaba con la misma elegancia e inteligencia que escribía, en un español rico y fluido, muy seguro de sí mismo, con ciertos desplantes vanidosos que no ofendían a nadie por la enorme cultura que exhibía y la claridad con que era capaz de desarrollar los temas más complejos. La doctora Margot Arce, que fue su alumna, me contaba en Puerto Rico, medio siglo después de haberlo oído, el silencio reverencial y extático que su palabra imponía a su auditorio. Me lo imagino muy bien; incluso cuando uno lo lee —y yo lo he leído bastante, siempre con placer— tiene la sensación de estarlo oyendo, porque en su prosa clara y frondosa hay siempre algo de oral.
La biografía que acaba de publicar Jordi Gracia (Taurus), muestra un Ortega y Gasset mucho menos recio y firme en sus ideas y convicciones de lo que se creía, un intelectual que de tanto en tanto experimenta crisis profundas de desánimo que paralizan esa energía que, en otras épocas, parece inagotable, y lo lleva a escribir, estudiar y meditar sin tregua, durante semanas y meses, produciendo artículos, ensayos, una correspondencia ingente, dando clases y conferencias y desarrollando al mismo tiempo una labor editorial que dejaba una huella importante en la cultura de su tiempo. Muestra, también, que ese trabajador infatigable era, como un Isaiah Berlin, prácticamente incapaz de planear y terminar un libro orgánico, pese a tener la intuición premonitoria de tantos, que nunca llegaría a escribir, porque la dispersión lo ganaba. Por eso fue, sobre todo, un escritor de artículos y pequeños ensayos, y, sus libros, todos ellos con excepción del primero —las Meditaciones del Quijote— recopilaciones o inconclusos. Nada de eso empobrece ni resta originalidad a su pensamiento; por el contrario, como ocurre con los textos casi siempre breves de Isaiah Berlin, los artículos de Ortega son generalmente algo mucho más rico y profundo que lo que suele ser un artículo periodístico, planteamientos, exposiciones o críticas que a menudo abordan temas de muy alto nivel intelectual y cargados de sugestiones a veces deslumbrantes y, sin embargo, siempre asequibles al lector no especializado.
Jordi Gracia muestra también que la vocación política fue tan importante en Ortega como la intelectual. En su juventud, en su temprana y media madurez, ambas vocaciones se fundían en una sola ; quería ser un gran pensador y un gran escritor para cambiar a España de raíz, volverla europea, modernizarla, democratizarla, lo que para él —como para los intelectuales que atrajo a la Agrupación al Servicio de la República— significaba llevar a gobernar el país a sus hijos más cultos, inteligentes y decentes, en vez de esa clase política que desprecia por mediocre, falta de ideas y de creatividad, acomodaticia y cínica. A tratar de formar un movimiento que materialice ese proyecto dedica buena parte de su tiempo, pues él está convencido que se trata de una acción cultural, de diseminación de ideas nuevas y fértiles, y eso explica que se vuelque de ese modo a una tarea periodística, en diarios y revistas, convencido de que esa es la mejor manera de cambiar la política en uso, contagiando entusiasmo por unas ideas y unos valores que deben llegar al gran público de la misma manera que llegaban a sus estudiantes: a través de la persuasión. En eso consistía lo que él llamaba su “liberalismo”, aunque, muchas veces, le añadiera la palabra socialismo, para indicar que aquella revolución cultural de la vida política no estaría exenta de un fuerte contenido social. La República le pareció que era el régimen más propicio para aquella transformación política de España.Por eso ha hecho muy bien Jordi Gracia rastreando como un sabueso toda la trayectoria de los artículos de Ortega y Gasset ; es la más segura manera de acercarse a su intimidad de pensador y de escritor, de averiguar cómo discurría en él su vocación de filósofo y de literato. Todo comenzaba por una idea o una intuición que volcaba en un artículo (a veces en varios). De allí, ese embrión pasaba la prueba de una clase o una charla pública y, enriquecido, cuajaba en un ensayo. Aunque muchas veces tenía la idea de prolongarlo en un libro, por lo general no pasaba de allí, porque otra intuición, hallazgo o invención genial lo desviaba a otro artículo, que, luego, siguiendo el mismo itinerario, terminaba desembocando en uno de esos ensayos —con frecuencia excelentes y a menudo soberbios— que son la columna vertebral de su obra y que ocuparon gran parte de su vida.
Sin embargo, aquellos no eran tiempos para la sana controversia de las ideas como quería Ortega, sino la de los fanatismos encontrados en la que los insultos y las pistolas reemplazaban rápidamente los debates y los diálogos entre los adversarios. Este será el gran fracaso de Ortega, la absoluta inoperancia de aquella pacífica revolución cultural que proponía y que, primero la violenta experiencia republicana y luego la sublevación fascista y la guerra enterrarían por más de medio siglo.
Creo que fue un gran error de su parte volver a España en plena dictadura, creyendo ingenuamente que con la posguerra el régimen se abriría; y la verdad es que lo pagó caro, pues, como muestra con lujo de detalles Jordi Gracia, a la vez que seguía siendo atacado (y silenciado) con ferocidad por el nacional catolicismo, ciertos sectores falangistas trataban de apropiárselo, sembrando la confusión en torno de él, al extremo de que seguidores suyos tan fieles como María Zambrano llegaran a creer que había traicionado sus viejos ideales. Nunca los traicionó; hasta el fin de sus días fue laico y ateo y defensor de una democracia liberal signada por la tolerancia. Al mismo tiempo, pese a la incomodidad política permanente en la que pasó sus últimos años, su vitalidad intelectual nunca cesó de manifestarse, en ensayos y artículos que recobraban a veces el vigor expresivo y la riqueza creativa de antaño. El reconocimiento que tuvo en los últimos años fue en el extranjero, en Alemania sobre todo, pero también en Inglaterra y en Estados Unidos. En España, en cambio, y hasta hoy día, nunca se le ha reivindicado del todo, porque, para unos, es una figura ambigua y reticente, que mantuvo durante la Guerra Civil y la inmediata posguerra un silencio cobarde que constituía una discreta complicidad con los fascistas, o un conservador de viejo cuño, inadaptado e irremisiblemente enemistado con la modernidad.El libro de Jordi Gracia da cuenta pormenorizada y con admirable objetividad de la traumática experiencia que significó para Ortega el desmoronamiento de todos sus anhelos políticos. Primero, la desilusión que tuvo con la República que no se parecía en nada a aquella ilustrada coexistencia en la diversidad que había previsto, y, luego, la sublevación militar y la Guerra Civil. La impotencia lo condujo al silencio. Pero nunca traicionó su propio ideal, aunque admitiera que, en esa circunstancia, era simplemente impracticable, desprovisto de toda realidad. El silencio que guardó en tantos años de exilio, en Francia, en Portugal, en Argentina, desprestigió a Ortega a los ojos de muchos. Yo creo que fue un acto de gran coraje tratar de mantenerse al margen, sin tomar partido, por dos opciones que le parecían igualmente inaceptables: el fascismo y una república muy poco democrática, dominada por los extremismos sectarios.
Uno de los grandes méritos del libro de Jordi Gracia es que, sin excusarle ninguna de sus equivocaciones y errores políticos, ni dejar de señalar cómo a veces la vanidad lo cegaba y lo llevaba a exagerar sus exabruptos, hecho el balance, Ortega y Gasset es uno de los grandes pensadores de nuestra época, y que, precisamente en el tiempo en que vivimos —no en el que él vivió— sus ideas políticas han sido en buena medida confirmadas por la realidad. Leerlo ahora no es un quehacer arqueológico, sino una inmersión en un pensamiento candente, muy provechoso para encarar la problemática actual, a la vez que disfrutar del placer exquisito que produce un escritor que pensaba con gran libertad y originalidad y expresaba sus ideas con la belleza y la precisión de los mejores prosistas de nuestra lengua.
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© Mario Vargas Llosa, 2014.