miércoles, 31 de diciembre de 2014

Washington-La Habana-Caracas: hojas de ruta


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   Anibal Romero

Con relación al acercamiento Washington-La Habana, conviene recordar este fundamental principio: No hay almuerzos gratis en las relaciones internacionales. He leído artículos según los cuales La Habana ha sacado la mejor parte del asunto, ante un Washington que entregó demasiado. Algunos analistas han afirmado que, en todo caso, ya la Cuba castrista “no representa una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos”. Tal interpretación constituye a mi modo de ver un error. Una Cuba estable no es una amenaza, pero una Cuba inestable sí lo es.
Para Estados Unidos la principal amenaza potencial a su seguridad nacional, que por los momentos pudiese materializarse en el hemisferio en general y en Cuba en particular, sería una repetición de los eventos de 1980 en el puerto de Mariel, cuando en cosa de pocos meses 125.000 cubanos emigraron masiva y desordenadamente hacia las costas de Florida, entre ellos miles de delincuentes comunes y personas a quienes el régimen castrista sacó de las instituciones para el cuidado de enfermedades mentales, subiéndolas también a los botes que partían hacia Miami.
El interés principal de Washington con respecto a Cuba es la estabilidad, no la libertad de los cubanos. Desde luego que a Washington no le disgustaría que la democracia y la libertad retornasen a Cuba, ni mucho menos; pero no a costa de una situación de inestabilidad que pueda generar otro Mariel, con la diferencia de que esta vez no serían 125.000 cubanos sino millones los que buscarían escapar de la isla, en caso de una situación de súbita e incontrolable violencia y de indefinición del rumbo hacia el futuro, en el epicentro de un caos. Se trataría de un escenario de generalizada crisis humanitaria en el Caribe, a la que se sumarían los severos problemas que suscitaría una inmanejable afluencia de refugiados en Florida.
Este escenario, por lo demás probable a partir de una Cuba desestabilizada, explica la actitud que hemos visto de parte de Washington los pasados años ante el desmantelamiento sistemático de la democracia en Venezuela. Durante una primera etapa del régimen “revolucionario” la postura de Estados Unidos fue complaciente, y en años más recientes ha sido esencialmente tolerante, caracterizada por el propósito de hacer lo mínimo necesario para no claudicar plenamente ante la altanería chavista, pero no tanto como para radicalizar aún más al régimen, acelerando así su desintegración. El colapso del régimen chavista pondría en juego, como hoy observamos, el crucial subsidio petrolero que Caracas ha venido suministrando a La Habana y que tan importante ha sido para sostener la estabilidad del castrismo.
Para recapitular: con base en una definición estrecha de su interés nacional, Washington ha apostado por la estabilidad de Cuba y Venezuela, a pesar de los costos que ello ha significado en términos de permanencia de la tiranía castrista y de asfixia y destrucción de la libertad y la democracia en Venezuela. No se trata, por tanto, de que La Habana haya ganado con el reciente acercamiento en tanto que Washington ha perdido. El almuerzo ha sido compartido y “no hay almuerzos gratis en relaciones internacionales”. El proceso de reanudación de relaciones entre Washington y La Habana  avanzó con mayor rapidez debido a la crisis del chavismo en Venezuela, producida por la caída del petróleo y la inmensa incompetencia y corrupción del régimen “revolucionario”. Sin duda, Washington le ha tendido una mano a los Castro, con el objeto de consolidar en lo posible la estabilidad de la sociedad cubana y con la esperanza de que, eventualmente, la tiranía castrista evolucione en una dirección menos cruel. El hecho de que estas negociaciones vengan de atrás no debería sorprender a nadie, pues el desastre chavista se vislumbraba desde hace rato.
Poniendo las cosas en su justo marco, hay que tomar en cuenta que los hermanos Castro jamás habían tenido unos aliados más toscos políticamente, más obnubilados por una ideología-chatarra, y más extraviados por sus prejuicios que los jefes del régimen chavista en Venezuela. Comparados con esta gente, la suicida izquierda chilena de los años setenta es algo así como el Senado romano bajo Cicerón y Cato, y los sandinistas una especie de Parlamento inglés bajo Lord Palmerston y Disraeli. Los chavistas jamás han entendido que Washington no se ha planteado sacarles del poder, ni organizar golpes de Estado en su contra, ni siquiera levantar un poquito la voz en la OEA u otro de esos entes para denunciar el crimen que se ha cometido contra la libertad y la democracia en nuestro país, ante la mirada desdeñosa de sucesivos gobiernos estadounidenses y la complicidad deleznable de latinoamericanos y caribeños.
No, de ninguna manera: durante los primeros años de Chávez, y ello me consta, Washington estuvo más que dispuesto a alentar al caudillo en su cruzada de cambio social “reformista”, y le observó con inocultable interés y en ocasiones hasta algo de entusiasmo, en tanto despreciaba a una oposición a la que decidió temporalmente consignar al basurero de la historia. Pronto se olvidaron a orillas del Potomac los cuarenta años de institucionalidad en Venezuela, la lucha de nuestro país contra la expansión del castrismo en América Latina en los sesenta y setenta, y los peligros que entrañaba un militar golpista, quien pronto se alió a Cuba, a la cabeza de un Estado como el venezolano.
Resulta que ahora algunos analistas elogian la nueva hoja de ruta Washington-La Habana como la apropiada para que Estados Unidos “renueve su liderazgo en América Latina”, y ni se les ocurre imaginar que un camino más apto y digno habría sido colocarse junto a los demócratas venezolanos estos pasados años, condenando la sistemática destrucción de la libertad en el país y apartándose de la hipocresía pro castrista de los numerosos gobiernos de izquierda latinoamericanos y caribeños, que hoy en día llevan la voz cantante en el hemisferio y hacen coro al despotismo cubano, en tanto sonríen frente a la desgracia venezolana.
Pero como bien sabemos, nuestras acciones tienen consecuencias imprevistas y no deseadas, y las hojas de ruta que Washington asignó a Cuba y Venezuela no están necesariamente marchando como se esperaba. Ciertamente, Washington está en capacidad, y va a hacerlo, de lanzarles un salvavidas económico a los Castro ante el patente naufragio del régimen chavista. Lo que, sin embargo, se complica es la sección correspondiente a Venezuela.
Con la actitud primero complaciente, luego tolerante y ahora equívoca de Estados Unidos hacia el chavismo, Washington ha contribuido a que las cosas en Venezuela hayan llegado a un punto que presagia graves y largas tormentas, que probablemente repercutirán en todo el hemisferio. Y atención: digo que ha contribuido como un factor entre varios, y no necesariamente el decisivo. Pues en modo alguno estoy argumentando que Washington debió, debe, o debería ocuparse por sí solo de reconquistar la libertad y la democracia en Venezuela, ya que esta tarea nos corresponde primordialmente a los venezolanos. Lo que digo es que esa verdad no eximía ni exime a Washington de haber formulado una política distinta hacia la tragedia venezolana, en función de un concepto del interés nacional menos estrecho, un tanto más digno y a la postre menos miope, un concepto del interés nacional en el que los principios equilibren el burdo pragmatismo de que han hecho gala varios gobiernos de Estados Unidos con relación a Venezuela.
¿Dónde estamos ahora? Quizás Cuba siga siendo estable un tiempo más. ¿Pero Venezuela? Es evidente que el país se asoma a un abismo de ruina económica, insurgencia social y quiebre institucional. Ya a estas alturas resulta grotesco sostener la fachada de que en Venezuela impera un régimen democrático y una sociedad libre. Las recientes designaciones inconstitucionales de los poderes públicos, en especial del Consejo Nacional Electoral, añaden a la farsa un elemento de amarga comicidad, que presumo ha de ser percibido hasta por los distraídos funcionarios de la Embajada estadounidense en Caracas.
¿Las sanciones de Obama? Las mismas significan “too little too late” (demasiado poco, demasiado tarde). A pesar de lo declarado por el ministro de la Defensa del régimen “revolucionario”, quien aseveró que las sanciones representan un “llamado a la insurgencia callejera”, lo cierto es que no creo que dentro del escenario que se le plantea a Venezuela en 2015 jueguen un papel clave esos tardíos y desganados castigos, relativos al retiro de visas y congelación de cuentas contra segundones que obedecen órdenes.
Washington, al igual que la oposición “oficial”, ha decretado para Venezuela, contra viento y marea y prestando escasa atención a los hechos, una hoja de ruta “constitucional, democrática y electoral”, sustituyendo la realidad por una utopía que está lejos de corresponderse con lo que en efecto ocurre en nuestra enferma sociedad. En medio de tales fantasías y a lo largo de tres lustros, se han desarrollado en nuestro país todos los más amenazantes componentes de un huracán social y político, que presagia convulsiones. Es posible que Washington logre comprar la estabilidad de Cuba, pero la de Venezuela ya no tiene precio.

Doce latinoamericanos que han sido noticia en 2014


PAULA CHOUZA
EL PAÍS

Alfonso Cuarón, el hombre del año en Hollywood
El cine mexicano comenzó el año con las mejores noticias. Alfonso Cuarón, nacido en la capital del país hace 52 años, se llevó el Oscar a la mejor dirección por su película 'Gravity', una producción sobre astronautas a la deriva en el espacio protagonizada por la actriz Sandra Bullock. La cinta obtuvo otras seis estatuillas en la ceremonia, sumando un total de 19 galardones en la temporada. Los más importantes los consiguió en los Globos de Oro, los premios Bafta, el Director’s Guild of America y el Festival de Toronto. Aprovechando su proyección, Cuarón fue también la voz crítica del mundo artístico a la reforma energética del presidente Peña Nieto. Después de cuestionar la nueva ley a finales de abril en un desplegable publicado en prensa, el director de cine retó al mandatario a discutir en televisión los puntos más controvertidos de la reforma. Tal debate nunca se llevó a cabo.
Miguel Herrera o cómo recuperar la ilusión por el fútbol

La selección mexicana consiguió en la Copa del Mundo de Brasil hacer vibrar a un país que durante años se había resignado a un fútbol mediocre, con idénticos resultados sólo superados por el oro de los juegos Olímpicos de Londres (2012). Miguel Herrera, más conocido como El Piojo, fue uno de los entrenadores más emblemáticos de este mundial 2014, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo al ser captado por las cámaras durante sus enérgicas celebraciones en la banda o al protestar contra los árbitros. Más allá de eso, Herrera consiguió articular a un equipo que brilló por su buen fútbol hasta sacar los colores al combinado anfitrión, Brasil, con quien obtuvo un empate. Sueños aparte, la actuación de México no pasó a la historia al ser eliminado en octavos de final por la Holanda de Van Gaal. 
JAMES RODRIGUEZ

El jugador colombiano ha vivido un gran año deportivo. Con apenas 23 primaveras cumplidas, en julio pasado se convirtió en la Bota de Oro de la Copa del Mundo al anotar seis goles en la competición de Brasil. Apenas unos días después de haber terminado el Mundial, el Real Madrid fichó al jugador para las seis siguientes temporadas. El acuerdo con el Mónaco, el club en el que militaba hasta entonces, se cerró en torno a los 90 millones de dólares. James Rodríguez pactó a su vez recibir un sueldo anual cercano a los 8,5 millones. 
La caída de Joaquín 'El Chapo' Guzmán
El capo mexicano líder del cártel de Sinaloa, el criminal más buscado en el mundo tras la muerte de Osama Bin Laden en 2011, fue detenido en febrero de este año por las autoridades del país. Tras más de 10 años prófugo después de haber escapado de la prisión de Puente Grande en el Estado de Jalisco en el año 2001, Joaquín Guzmán Loera fue arrestado en un hotel de la ciudad de Mazatlán, en Sinaloa. El tamaño del cártel situó a Guzmán como uno de los hombres más ricos del mundo, según la lista de la revista Forbes. En su ramo, el tráfico de droga, el cártel que lideraba es considerado una de las empresas más eficaces del mundo. Su captura supuso un balón de oxígeno para el Gobierno de Peña Nieto, cuestionado los meses previos por la estrategia de seguridad. Sin embargo, los acontecidos en Iguala en el último trimestre del año han vuelto a empañar la imagen de México.
Estela de Carlotto, el reencuentro con su nieto
La presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo buscó durante 36 años a su nieto Guido Montoya Carlotto. Cuatro décadas de incertidumbre que concluyeron felizmente el pasado agosto con su aparición. A Montoya lo secuestraron durante la última dictadura argentina y su madre, con la que sólo pasó cinco horas de vida, fue asesinada a los 24 años de edad. Tras el hallazgo, Carlotto (Buenos Aires, 1930) seguirá al frente de la organización que todavía lucha por encontrar a los todavía 400 desaparecidos y dice que lo hará “con más fuerza que nunca”.
Nairo Quintana, ganador del Giro
Otro hombre del deporte colombiano alcanzó este año el estrellato. El corredor Nairo Quintana se hizo con el Giro de Italia en verano, convirtiéndose en uno de los favoritos para ganar el próximo Tour 2015, la máxima competición ciclista. El joven de 24 años se inició como amateur en 2009 y en 2012 fue contratado por el equipo Movistar, con el que gano la Vuelta a Murcia y la Vuelta al País Vasco un año después. En 2013 también consiguió el subcampeonato en el Tour de Francia. Su relación con el mundo del ciclismo se afianzó cuando de adolescente decidió usar una bicicleta regalada por su padre para asistir a clases en un pueblo vecino situado a 16 kilómetros. Por su evolución y las expectativas que despierta, Quintana podría volver a ser hombre del año el próximo 2015.
Alex Kicillof, el ministro de moda
El secretario de Economía argentino, Alex Kicillof, se ha convertido a lo largo de 2014 en el hombre fuerte del Ejecutivo de Cristina Fernández. El titular de la cartera económica acaparó la atención internacional al enfrentarse en agosto a la justicia de EE UU y a los fondos buitre que reclamaban el 100% de la deuda soberana. De aspecto atractivo y juvenil, vestimenta informal y de izquierdas, este hombre de 42 ha sido el rostro más visible del Gobierno argentino si se deja a un lado a otros funcionarios que han protagonizado escándalos de corrupción.
MARIA  CORINA MACHADO

A la opositora venezolana María Corina Machado (Caracas, 1967) una diputada le partió la cara en abril de 2013. En aquel momento ella también formaba parte del Parlamento, pero en marzo de 2014 fue destituida de su cargo al ser nombrada embajadora alterna de Panamá ante la OEA. Una semana antes, el partido en el Gobierno, quien la responsabilizaba por la ola de protestas que se iniciaron en febrero pasado en todo el país, había solicitado iniciar una investigación en su contra. Con su salida forzosa de la Asamblea Nacional y una denuncia posterior del chavismo acusándola de urdir un plan para matar a Maduro, la política se convirtió en referente de la oposición venezolana. A finales de noviembre de este año, Machado fue acusada formalmente de conspiración por estos hechos. 
Bonil, el caricaturista perseguido
El caricaturista ecuatoriano Xavier Bonilla (Bonil) se convirtió en enero en el primer profesional llamado a rendir cuentas de su trabajo en la Superintendencia de Información y Comunicación. Un informe interno de esa institución que apenas tenía tres meses de vida entonces señaló que Bonil tergiversaba la verdad y apoyaba la agitación social por una caricatura que publicó en el diario El Universo el 28 de diciembre de 2013. La viñeta se refería al allanamiento del piso de Fernando Villavicencio, periodista y asesor de un asambleísta de la oposición. El propio presidente, Rafael Correa, hizo mención al dibujo en un acto público, lo que dio al tema una mayor trascendencia mediática.
Francisco, el papa que quiere cambiar la Iglesia
Año y medio después de ser elegido papa, el argentino Jorge Mario Bergoglio continúa su trabajo para cambiar la Iglesia. Desde la exitosa labor de mediación entre EE UU y Cuba, hasta el arriesgado encuentro entre palestinos e israelíes en el Vaticano. Tras una reunión celebrada entre ambos en marzo, Obama dijo de él que “con una sola frase, puede focalizar la atención del planeta”. Destacan también este año su petición de perdón por los abusos de los curas pederastas y su postura en el sínodo sobre la familia, abierta a nuevos modelos.
LA RESURRECCIÓN DE DILMA ROUSSEFF

Dilma Rousseff ha sido reelegida este 2014 como presidenta de Brasil para los próximos cuatro años. La candidata del Partido de los Trabajadores venció por la mínima en los comicios más reñidos de la historia del país al liberal Aécio Neves, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña. Exguerrillera contra la dictadura cuando era joven, ministra de Minas y Energía con Lula y vencedora de un cáncer en 2009, Rousseff ha vuelto a demostrar su carácter de luchadora en un año marcado por las elecciones, el mundial, la corrupción en torno al caso Petrobras y el estancamiento económico. Un año en el que la presidenta fue abucheada durante la ceremonia de inauguración de la Copa del Mundo de fútbol y donde la sombras de las protestas de 2013 dejaron muy tocada su popularidad.
Nadine Heredia, la otra cara de la Presidencia de Perú
La primera dama peruana ha sido vista por muchos este año como la persona más poderosa del país.Situada, según las encuestas, ocho puntos por delante de su esposo, el presidente Ollanta Humala, Heredia también ha recibido las críticas de quienes dicen, quiere suplantarlo en el cargo. Confidente, asesora, colaboradora, relaciones públicas, apoyo y amarre del presidente, cuando a este le preguntaron en entrevista poco después de ganar las elecciones si ella tendría un cargo y un despacho propios, contestó: “Madre de familia, con presupuesto para su hogar y un despacho en Fernando Castrat, 195, Chama, Surco, nuestra casa. Y en su tiempo libre nos ayudará en los temas sociales”. Sin embargo, no es ese el perfil proyectado a la sociedad. “Nadine se sueña Bachelet, intenta comportarse como una Michelle andina, pero actúa como Clinton”, definió el publicista y escritor Gustavo Rodríguez en un reportaje de El Semanal.

martes, 30 de diciembre de 2014

La izquierda del partido demócrata desafía a Hillary Clinton


Marc Bassets
Hillary Clinton es la estrella indiscutida del Partido Demócrata, la candidata a suceder a Barack Obama en la Casa Blanca tras las elecciones presidenciales de 2016. Mas la estrella ideológica del partido del mandatario es otra. Elizabeth Warren, senadora por Massachusetts desde 2013, es la voz más combativa contra Wall Street, el Partido Republicano y el establishment demócrata identificado con el matrimonio Clinton.
Warren descarta disputar a Clinton la nominación demócrata. Lo repite en cada entrevista. Pero hay que tomar sus palabras con cautela. Primero, porque no es insólito que, hasta que un político declare su candidatura, asegure que él no es candidato: no lo es, pero quizá lo sea. Y segundo, porque aunque no se presente —personas cercanas a la senadora sostienen que no lo hará— ha logrado definir los términos del debate en el Partido Demócrata y ha forzado a Clinton a abordar cuestiones que hasta hace poco no figuraban en su agenda, como las desigualdades y los excesos de Wall Street.Es probable que en los próximos meses Hillary Clinton —exsecretaria de Estado, exsenadora, ex primera dama y aspirante fallida a la Casa Blanca en 2008— anuncie su candidatura. Los sondeos la consagran como la principal opción para competir por el Partido Demócrata e incluso como la favorita en las elecciones presidenciales que la enfrentarán al contendiente por el Partido Republicano. La potencia de su candidatura es indudable: tras la elección, en 2008, del primer presidente negro, Estados Unidos elegiría a la primera mujer.
“Ella me ha dicho a mí y a mucha otra gente que no será candidata”, dice Roger Hickey, codirector de la Campaña para el Futuro de América, una organización adscrita a la izquierda demócrata. “Pero incluso sin presentarse a la presidencia, Elizabeth [Warren] impulsa a los demócratas y Hillary Clinton hacia una dirección más progresista. Hillary está aprendiendo del liderazgo de Elizabeth”.
El demócrata Obama adoptó la propuesta de Warren para crear un organismo de protección del consumidor de productos financieros, destinada a evitar que se repitiesen estafas como las de las hipotecas basura. Warren debía presidir la nueva institución, la Oficina de Protección Financiera del Consumidor, pero el previsible veto en el Senado de los republicanos y los recelos de algunos demócratas cercanos a Wall Street frustraron la candidatura. Warren se convirtió en la voz de la conciencia de la izquierda que atribuye a Wall Street la responsabilidad de la recesión y reprochaba a Obama su timidez a la hora de reformar el sistema financiero.El itinerario de Warren es atípico. De 65 años y profesora de Derecho, se especializó en el endeudamiento privado y las bancarrotas familiares. Publicaba libros como The two-income trap, (La trampa del doble ingreso, Basic Books, 2004), que mezclaba el estudio de las finanzas familiares con consejos sobre cómo gestionarlas mejor. La suya era una disciplina técnica y poco mediática, hasta que estalló la crisis en 2008 y el endeudamiento de los norteamericanos y las prácticas abusivas de los bancos ocuparon de repente el centro de la discusión sobre las causas y las soluciones de la emergencia.
“El juego está trucado”, dice Warren en sus discursos. “Trucado”, añade en sus memorias —A fighting chance (Una oportunidad de lucha, MacMillan, 2014)— “en favor de los que tienen dinero y poder”. “Las grandes corporaciones”, argumenta, “contratan a ejércitos de lobistas para obtener exenciones de miles de millones de dólares en el sistema impositivo y persuadir a sus amigos en el Congreso de que apoyen leyes que inclinan las reglas del juego a su favor. Mientras tanto, a las familias que trabajan duro se les dice que tendrán que vivir con sueños más modestos para sus hijos”.
Warren no rehúye la etiqueta de populista, una palabra que en EE UU carece de las connotaciones negativas que tiene en Europa o América Latina. En la tradición norteamericana, significa la defensa del pueblo frente a las élites. Hickey opina que el populismo económico de la senadora por Massachusetts —el norteamericano de pie frente a los bancos y las corporaciones— puede apelar a las clases trabajadoras blancas de la América interior, distanciadas del Partido Demócrata de Obama.
Porque Warren es progresista, pero busca un votante transversal, a las clases medias que no se benefician de la recuperación. Aunque técnicamente la recesión terminó en 2009, el 72% de los norteamericanos cree que la recesión no ha acabado, según un sondeo reciente. Desde entonces la tasa de paro se ha reducido a menos del 6% y la economía crece al nivel más alto de los últimos 11 años. Si decidiese desafiar a Hillary Clinton en las primarias demócratas, sus posibilidades de derrotarla serían escasas, pero sus ideas marcan el tono la campaña demócrata para suceder a Obama.

La reducida ventana de Raúl


Carlos Saladrigas
El País
En 2008, tras la sorpresiva elección del presidente Obama, escribí un artículo para este diario donde hablaba de la ventana de oportunidad que se presentaba para comenzar a romper el inmovilismo que ha caracterizado la relación entre los dos países por más de medio siglo. Era el primer mandatario norteamericano desde 1959 que se enfrentaba al reto de una Cuba cambiante.
No estaba equivocado. Como candidato, Obama dijo lo impensable en el corazón del exilio: que estaba dispuesto a dialogar con Raúl Castro. Durante su campaña prometió levantar las pérfidas restricciones de viajes y ayuda familiar impuestas por su predecesor y que causaron daño y separación de las familias cubanas. Ya desde entonces hablaba de actualizar una política exterior hacia Cuba obsoleta e inefectiva.
Unos meses después de tomar posesión, Obama anuncia los cambios prometidos relajando las restricciones de viajes y remesas a la isla. Todo parecía marchar viento en popa hacia un mayor relajamiento, cuando el Gobierno cubano sorpresivamente detiene y enjuicia al norteamericano Alan Gross.
Para muchos de nosotros la detención de Gross no fue sorpresiva. Cuba seguía su viejo patrón de tomar medidas hostiles para detener las intenciones de actualizar la política estadounidense sobre Cuba. Esto había sucedido al menos en cinco ocasiones. El statu quo de un marco de confrontación era muy útil para la supervivencia del régimen. Por una parte, le ofrecía la legitimidad de un Estado sitiado, le proporcionaba un fácil chivo expiatorio para sus numerosos fracasos, y hasta ofrecía una débil razón para justificar los atropellos de los derechos humanos de la población. Solo en la torpeza apasionada del exilio se propone hacer aquello que le conviene y quiere el régimen cubano.
Aparentemente, le tocó al presidente Raúl Castro la parte difícil de cómo lograr el delicado balance de canjear su única restante fuente de legitimidad —ser víctima de la agresión de EE UU— por la legitimidad de proporcionarle a su pueblo crecimiento económico, estabilidad doméstica y una visión de futuro. Es difícil pensar que esto hubiera sucedido bajo el mandato de Fidel, pero hoy día Cuba ya no es una nación monolítica. Fuera de los históricos (curiosamente al igual que en Miami), los más jóvenes en las élites argumentan apasionadamente por el cambio. La necesidad de cambiar se impone ante la realidad.Pero los tiempos y los entornos cambian. Desde 2009 a la fecha, Cuba ha comenzado a transitar. Las reformas han sido lentas, pocas y a regañadientes, pero inevitables. Al sistema cubano se le está acabando la cuerda. El fracaso del modelo económico es obvio y universalmente reconocido hasta por el propio Fidel. La carencia de libertades ya no se puede empañar. Las tradicionales fuentes de legitimidad que han sido el carisma de Fidel y los logros sociales de la revolución están completamente mermadas, uno por los años, el otro por los fracasos económicos.
Los pasos dados por Obama le dieron un fuerte espaldarazo a estos sectores que abogan por cambios más profundos y efectivos. En la forma que lo hizo, le ha ofrecido una elegancia extraordinaria para que Cuba cambie. Obama tuvo el coraje de reconocer públicamente el fracaso de la política de su país hacia Cuba, elegantemente, ofreciéndole a Raúl la oportunidad de también reconocer los suyos.
Significativamente, las negociaciones han demostrado que Cuba tiene capacidad de diálogo, algo que se ha hecho difícil en innumerables relaciones bilaterales a través de los años. Esto produce un interrogante interesante. ¿Si se puede dialogar con el enemigo, es posible concebir que se pueda dialogar entre cubanos?
No obstante, aún queda un gran obstáculo. El embargo norteamericano ha sido herido de muerte, pero no eliminado. Irónicamente, una política impuesta con el fin de forzar cambios en Cuba, ante una Cuba cambiante representa un enorme obstáculo al cambio, casi imposibilitando las reformas macroeconómicas que tanto Cuba necesita.Pero estos pasos solo han sido el comienzo. No se vive solo de relaciones diplomáticas. Hay que producir resultados económicos, y para lograrlo Cuba tiene que tomar pasos fundamentales pero difíciles que necesariamente conllevan un costo político para el régimen. Cuba solo tiene una opción para generar crecimiento económico: reducir el control estatal y aumentar la autonomía y el alcance del sector privado.
La derogación del embargo solo necesita un empujón, y ese empujón se lo puede dar Cuba, acelerando y aumentando los procesos de cambio. Obama ha abierto la puerta al cambio, lo ha hecho mucho más fácil. Ha logrado toda una coalición internacional para ofrecerle a Cuba un aterrizaje suave, pero Cuba tiene que aterrizar.
Raúl Castro ha dicho que se retirará del cargo en 2018; Obama, el año anterior. Por su parte, Raúl sabe que su sucesor posiblemente presida el periodo de mayor indecisión e incertidumbre visto desde el triunfo de la revolución. También sabe que la nueva política norteamericana conlleva incertidumbre y riesgos. Le corresponde dejar a Cuba encaminada en una transición tranquila pero profunda. Así como Obama ha dejado un legado histórico con Cuba, también será su oportunidad de hacer lo mismo. ¿La sabrá aprovechar?
Carlos A. Saladrigas es empresario y presidente del Cuba Study Group.

El precio del petróleo alcanza su nuevo mínimo en cinco años

BLOOMBERG

El precio del crudo brent, de referencia para Europa, cotiza este martes a 56,74 dólares (46,6 euros). El coste del barril, que encadena cuatro días a la baja, ha alcanzado así el valor más bajo desde 2008. Los analistas, mientras tanto, prevén que las reservas mundiales de crudo se mantendrán en el nivel más alto desde junio, sin reducir el exceso de oferta mundial. Las de Estados Unidos, el mayor consumidor de petróleo del mundo, ascendían la semana pasada a 387,2 millones de barriles, según los datos de Bloomberg.
El precio del petróleo se ha desplomado un 46% en un año y más de 50% respecto al valor máximo (115 dólares) que alcanzó el pasado 19 de junio, cosechando así la mayor caída anual desde 2008, La mayor producción de Estados Unidos en más de tres décadas ha contribuido a un superávit global que las autoridades de Qatar estiman en 2 millones de barriles al día. El Gobierno de Arabia Saudita, que con su peso en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP)ha determinado la decisión del cartel de no cortar la producción de crudo, ha declarado que confía en que los precios se recuperarán cuando el crecimiento económico vuelva a impulsar la demanda.
También el barril Texas, de referencia en EE UU ha caído 66 céntimos, hasta los 52,95 dólares, con una reducción de 1,12 dólares respecto a los 53,61 dólares del lunes, el cierre más bajo desde mayo de 2009.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Precios del crudo, la noticia más importante para América Latina en el 2014

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Andrés Oppenheimer
    Andres Oppemheimer
El Nuevo Herald

Aunque otros eventos dominaron los titulares, la noticia más importante para América Latina en el 2014 — y la que tendrá el mayor impacto en el futuro cercano — fue la impresionante caída de los precios mundiales del petróleo.
Claro que otras noticias como el reciente anuncio del presidente Barack Obama de que normalizará las relaciones con Cuba y la reelección de la presidenta brasileña Dilma Rousseff, tendrán un impacto. Pero nada sacudirá tanto al mapa político regional como la caída de los precios del petróleo, que se han desmoronado en un casi 50 por ciento desde junio hasta llegar al nivel actual de $55 por barril.
Según un nuevo estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI), se trata de una tendencia que probablemente no será pasajera.
De acuerdo con el estudio, elaborado por los economistas del FMI Rabah Arezki y Olivier Blanchard, los mercados de futuros sugieren que los precios del petróleo se recuperarán ligeramente y llegarán a unos $73 por barril en el 2019.
Sin embargo, los precios petroleros seguirán deprimidos en comparación con sus niveles de los últimos años, cuando registraron a un récord de $145 por barril en el 2008, señala el informe.
Entre las principales razones de la caída de los precios está la revolución energética que está ocurriendo en Estados Unidos, gracias a la nueva tecnología de producción de petróleo conocida como “fracking”, o fracturación hidráulica, y la disminución de la demanda mundial de petróleo.
Los países importadores de petróleo serán los grandes ganadores, y los exportadores de petróleo — como Rusia, Venezuela y Ecuador — los grandes perdedores.
En América Latina, el país más afectado será Venezuela, donde el petróleo constituye el 95 por ciento de las exportaciones totales del país, indica el estudio. Desde la revolución socialista de 1999 del fallecido presidente Hugo Chávez, Venezuela ha prácticamente acabado con su sector privado, y ahora depende más que nunca del petróleo.
Venezuela ya tiene una inflación anual del 70 por ciento, la más alta del mundo, y su economía se contrajo un 3 por ciento este año. La mayoría de los economistas coinciden en que si Venezuela no adopta medidas urgentes de austeridad y estimula las inversiones privadas, el país será afortunado si puede evitar la hiperinflación y el caos económico y político en los próximos años.
Venezuela ha pasado de ser un importante protagonista de la diplomacia regional — que financió a más de una docena de países latinoamericanos y caribeños a cambio de su lealtad política — a convertirse en un jugador cada vez más débil.
La influencia de Venezuela en la región ha sido directamente proporcional a los precios mundiales del petróleo: cuando los precios estaban llegando a un récord histórico a mitad de los 2000, Chávez pretendía convertirse en líder del Tercer Mundo. Ahora, Venezuela ni siquiera puede evitar que su aliado más cercano, Cuba, se acerque a Estados Unidos.
Brasil, México y Argentina, también serán perjudicados por la caída de los precios del petróleo, pero muy poco comparado con Venezuela o Ecuador.
Con los precios deprimidos, se le hará más difícil a Brasil y Argentina atraer inversiones para sus recientemente descubiertas reservas petroleras. Y México tambien tendrá más dificultades para atraer las inversiones que esperaba después de aprobar su gran reforma energética este año, dicen los economistas.
Sin embargo, otros factores van a compensar estas potenciales pérdidas de inversión para estos tres países. Por ejemplo, se espera que China y Estados Unidos, los dos principales importadores de petróleo que se beneficiarán de la disminución de los precios, aumentarán sus compras de productos latinoamericanos.
Mi opinión: Es cierto que el deshielo entre Estados Unidos y Cuba y la reelección de Rousseff tendrán un impacto político en toda la región, pero tal vez no tanto como muchos piensan.
La apertura de Obama hacia Cuba será debilitada por el Congreso, controlado por los republicanos, y el régimen de los hermanos Castro en Cuba torpedeará cada tanto su acuerdo con Washington, porque necesita un enemigo externo para justificar la represión interna en la isla.
Y Rousseff iniciará su segundo mandato como uno de los presidentes brasileños más débiles de la historia reciente. No sólo cerca del 50 por ciento de los brasileños votaron en su contra, sino que también enfrentará una importante oposición en el Congreso, y crecientes acusaciones de corrupción gubernamental por el escándalo de la empresa petrolera Petrobras.
Ninguna de estas noticias afectará a la región tanto como el colapso de los precios del petróleo. De pronto, los países petro-populistas se han vuelto débiles, y los que tienen gobiernos que han mantenido políticas económicas responsables se ven cada vez más firmes en la escena regional. Las cosas están cambiando.
¡Feliz Año Nuevo!




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Un cuento triste de navidad: Venezuela 2015


Carlos Malamud
Mal deben ir las cosas en Venezuela cuando el presidente de la República lamenta que en lugar del comunismo se haya impuesto el consumismo. Más allá del ocurrente juego de palabras la frase debe haber sonado insultante para muchos venezolanos afectados por el desabastecimiento e incapaces de acceder a determinados bienes de primera necesidad.
Pese a las afirmaciones del gobierno bolivariano de que todo el problema deriva de la guerra económica declarada por el imperio y los poderosos del mundo, la desatención de los mercados responde  fundamentalmente a erradas políticas económicas. Tras la llegada deHugo Chávez al poder se intentó construir una economía fuertemente intervenida por el estado y con escasos márgenes para la iniciativa privada y hoy se ven los resultados.
Todas las predicciones sobre el futuro de Venezuela en 2015 son catastrofistas, salvo las gubernamentales, que todavía confían en un milagro ornitológico. En este contexto están dadas todas las condiciones para que se desate una tormenta perfecta, para usar la definición de Román Ortiz. Pero así como ésta puede desencadenarse en un instante, las condiciones de su gestación tardan largos años en madurar.
Dando prácticamente por descontado de que algo así puede ocurrir con bastante probabilidad el año próximo o los venideros, mi preocupación actual no el momento ni la forma de la eclosión, sino lo que puede ocurrir después. Muy especialmente, el tiempo que necesitará la sociedad venezolana para cicatrizar sus heridas. Aún en el caso de que nada suceda y que el gobierno pueda reencauzar los principales problemas que enfrenta, la cuestión sigue siendo la misma: ¿Cómo afrontará la sociedad venezolana el postchavismo, o postbolivarianismo, cuando ello ocurra?
Escribía recientemente acerca del no funcionamiento de la división de poderes en Venezuela, centrándome en el comportamiento del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). El problema no acaba allí, ya que los acontecimientos de los últimos días relativos a la elección de altas autoridades del Estado y del Tribunal Electoral muestran también una colusión absoluta entre los intereses del poder ejecutivo y del legislativo.
Lo más grave de esta situación es el acorralamiento constante de la oposición. Por un lado, encontramos a un oficialismo dispuesto a no ceder siquiera un palmo de poder, por los mecanismos que sea, aunque sean anticonstitucionales. Afirmaciones como la de que nunca se cederá el poder a la antipatria son corrientes. Por el otro, estamos ante una burda provocación que intenta movilizar a los opositores más radicalizados de modo de justificar la represión posterior. El telón de fondo son las elecciones legislativas a celebrarse en el último trimestre de 2015, cuando el gobierno de Maduro se juegue bastante de su legitimidad futura.
Pese a sus múltiples elementos originales, el chavismo ha sido muy influido por el primer peronismo. La presencia del argentino Norberto Ceresole dejó su fuerte impronta, no sólo a la hora de definir el papel revolucionario de los militares, sino también en todo lo referente a establecer el contacto directo entre el líder y las masas, sin el papel intermediador de partidos políticos, sindicatos u otros movimientos sociales.
Ahora bien, si es necesario mirar hacia Argentina para entender algunas cuestiones esenciales del chavismo, también lo es para interpretar el postchavismo. Tras el derrocamiento de Perón, en 1955, en Argentina se instaló una fuerte polarización entre peronistas y antiperonistas, sin la más mínima opción para opciones intermedias. Fue necesario el paso de dos generaciones, la muerte de Perón en 1974 y la brutal dictadura militar de 1976 a 1983 para que las heridas comenzaran a cicatrizarse.
Pero la memoria suele ser muy frágil. Cuando parecía que la democracia había puesto las cosas en su sitio, la llegada del kirchnerismo colocó al país frente a nuevos desafíos. Es verdad que la sangre todavía no ha llegado al río y que de producirse la alternancia en diciembre de 2015 las aguas pueden volver a su cauce, aunque nuevamente se ven pasiones desatadas por los alineamientos políticos.
La situación en Venezuela es mucho más grave. Las acciones de unos y de otros han creado demasiados agravios, a ambos lados de la tenue línea que divide a la sociedad venezolana. No se trata sólo de unos grupos contra otros sino de fracturas dentro de los mismos grupos sociales, inclusive dentro de las mismas familias.
En la medida que el autoritarismo se erige en el principal argumento de gobierno, dejando de lado la legalidad y las instituciones, la discrecionalidad se mueve cada vez más a sus anchas. Y con ella se generan nuevos agravios. La Constitución, aunque sea la chavista, es el marco que delimita el campo y las reglas de juego. Sin ella reina el caos. En el caso de Venezuela la Mesa de Unidad Democrática (MUD) ha reconocido la validez de la Constitución de 1999.
Al ser el gobierno uno de los principales violadores del texto legal, y al saltarse las normas una y otra vez, está creando las condiciones de un cada vez mayor y más insostenible enconamiento social. Al igual que en Argentina la pregunta es: ¿cuánto tiempo necesitará la sociedad venezolana, todos los venezolanos, para volver a la normalidad? Es verdad que sin legalidad no hay salida, pero también lo es que en tanto se reduce el margen para la salida aumenta proporcionalmente la posibilidad de un estallido violento. Y en ese caso, el período post operatorio sería mucho más traumático y prolongado.
VIEJOS Y  NUEVOS INTELECTUALES


 / BENITO ARRUÑADA 
EL PAÍS
En 1914 pronuncia Ortega su famosa conferencia Vieja y nueva política,símbolo del compromiso intelectual contra la Restauración y su sistema político bipartidista, clientelar y corrupto. Observadores diversos, de Esperanza Aguirre (Abc, 30-06-2014) a Andrés Ortega (EL PAÍS, 15-05-2013), han advertido los paralelismos obvios entre la situación que criticaba Ortega y la actual. Creemos que hay otro paralelismo, menos obvio pero más trágico: el papel tóxico de nuestros intelectuales. Como ha señalado José M. Marco, no solo Ortega, sino muchos otros, de Costa a Azaña, contribuyeron con su “palabra candente” a destruir nuestro régimen liberal. Tanto polarizaron el debate político que lo alejaron de pautas sosegadas y constructivas. Acallaron así las voces realistas y pragmáticas, las de aquellos que proponían las soluciones pactistas eincrementalesque nos hubieran acercado a los países avanzados.
Un siglo después, estamos tentados a repetir el mismo error. De entrada, porque admiramos el compromiso político de nuestros intelectuales, sobre todo el de la generación del 14, la “más cualificada y brillante de nuestra historia contemporánea” (Luis Arias, EL PAÍS, 31-03-2014). Y, en particular, el de Ortega, “el mayor escritor español del siglo XX” (Javier Cercas, EL PAÍS, 17-08-2014). Por desgracia, ese compromiso ha sido, y es, aciago. Ante todo, porque mucho intelectual español cae, con Ortega, en tres grandes vicios: exagerar los problemas, compararlos con referencias irreales y agregarlos en términos inmanejables.
Tanto en la Restauración como ahora, los relatos de moda usan con alegría adjetivos de calibre orteguiano para pintar un cuadro desmedido, el de una España “caduca” y “cadavérica” que “está acabando de morir” porque “nuestro problema es mucho más grande, mucho más hondo”. Metáforas de similar calado se han reiterado tanto que hemos acabado por despreciarnos, hasta llegar a la anomalía de que, según una encuesta global de Pew, nos vemos mucho peor que como nos ven los extranjeros.
En segundo lugar, una y otra vez, nuestra intelligentsia comete lo que los institucionalistas llamamos un error coasiano, comparando una realidad defectuosa con su ideal favorito, en lugar de compararla con otras realidades, como las de países vecinos (Portugal, Italia, incluso Francia). O con la de parientes venidos a menos tras aventuras similares a las que hoy nos propone Podemos (Cuba, Argentina, Venezuela).
Coincide también Ortega con Podemos en su visión de la política, una visión dañina porque la plantean como lucha y no como conciliación, desdeñando el orden público y el Estado de derecho (una “nimiedad”, una “ficción jurídica”). Ortega desacredita incluso la idea de Cánovas de que no “haya vencedores ni vencidos”, quizá lo más loable de la Restauración, preguntándose si “¿no os suenan como propósitos turbios estas palabras? Esta premeditada renuncia a la lucha, ¿se ha realizado alguna vez y en alguna parte en otra forma que no sea la complicidad y el amigable reparto?”. Pues bien, don José, 100 años después sabemos que sí. La renuncia a la lucha no solo es positiva, sino que es la base misma del Estado de derecho o, si se prefiere, del Estado de bienestar. solo que hoy las excusas de lucha vuelven a tener demanda.Ese idealismo es perjudicial porque, al prometer un porvenir glorioso, invita a dar un salto en el vacío. Máxime cuando usa la razón para excitar las emociones de las masas. Ortega nos exhorta a rebelarnos contra la “corrupción organizada”, en una insurrección que no difiere mucho de la de los indignados actuales cuando claman contra una “casta” de la que también estos se distancian. Hasta los círculos de Podemos recuerdan la red que Ortega concebía como “órgano de propaganda y órgano de estudio del hecho nacional” y que sugería basar en “lazos de socialidad —cooperativas, círculos de mutua educación; centros de observación y de protesta”, una “red de nudos de esfuerzo” para construir un “sistema nervioso” con el que canalizar la auténtica voluntad del pueblo y así “penetrar en el fondo del alma colectiva”. Una red popular dentro de un proceso que se nos presenta como educativo y bottom-up. Aunque, no nos engañemos, ayer como hoy el liderazgo está claro. Ortega nos animaba “a ser primero amigos de quienes luego vamos a ser conductores”, y Podemos se ha movido ya en esa dirección.
Enfrascados en buscar la raíz de todos los problemas, nuestros intelectuales han alimentado sueños colectivistas. La fe en que un Estado bien dirigido resolvería los problemas cotidianos caló de tal forma que hasta pequeñoburgueses ilustrados, que hubieran podido abanderar el liberalismo político, entendieron, como Azaña, que el Estado era el “único Dios de quien podemos esperar”. Esa idea regeneracionista de la “Política” como instrumento transformativo de la sociedad, que expulsa a la “política” como facilitadora de proyectos individuales, sigue viva hoy día. Late en el mantra de que debemos “buscar la utopía” y en la queja de que el mercado reina sobre la política. Pero la utopía es solo una trampa, y el mercado solo nos recuerda que vivimos en un mundo de recursos limitados.Por último, no solo eran perniciosos el diagnóstico y el método de nuestros regeneracionistas de hace un siglo, sino también su forma de enfocar los problemas políticos y su desprecio por la economía. Hoy aún se admira que Ortega quiera “cambiar a España de raíz” (Vargas Llosa, EL PAÍS, 29-06-2014), o incluso que sea “radicalmente radical, porque va a la raíz de los problemas” (Cercas). Craso error. Buscar la raíz de nuestros problemas tratando de hallar la “opinión verdadera e íntima” de los españoles, como pretendía Ortega, es fútil y contraproducente. Científicos sociales, de Charles Lindblom a Roland Coase, pasando por Karl Popper, han demostrado que es más efectivo pensar en cambios incrementales y alternativas factibles. Lamentablemente, el pragmatismo exige más análisis y no es tan mágico ni espectacular como las enmiendas a la totalidad.
Nuestra crítica no es una defensa del statu quo. El régimen actual tiene mucho margen de mejora, como también lo tenía el de la Restauración. Leandro Prados y sus coautores estiman que, entre 1880 y 1913, nuestro PNB por habitante cayó del 83,3% al 72,3% respecto a los principales países europeos. Pero eso no disculpa a aquellos intelectuales que, por su idealismo estéril, no podían identificar la causa de esa debilidad relativa de España. Como ha demostrado Pedro Fraile, lo que nos apartó de Europa no fue el exceso de capitalismo, tan denostado por Ortega, sino su defecto: la poca y decreciente exposición de nuestra economía a la competencia, tanto nacional como internacional. Que los intelectuales del 14 pregonaran un mensaje aun más contrario al mercado solo facilitó la tarea a los proteccionistas, los verdaderos responsables de nuestro retraso.
En 2014, como en 1914, han proliferado los diagnósticos tremendistas, las ensoñaciones colectivas y la polarización. Esta tríada es atractiva mediáticamente, pero es nociva para la convivencia y el progreso. Debemos abandonar los discursos maniqueos y victimistas, pues fomentan la irresponsabilidad. Y vencer la tentación del verso candente y el idealismo, para prestar más atención a la prosaica tarea de comparar y construir realidades.Pero no se trata aquí de hacer un balance ventajista del pasado, sino de sacar lecciones para un presente en el que corremos riesgos parecidos. Y no por el auge de argumentos populistas, sino porque, como hace 100 años, muchos discursos intelectuales los abastecen de excusas. Evitemos caer en el mismo error. Si bien hoy ya pocos menosprecian la economía, muchos, a ambos lados del espectro ideológico, comparten con Ortega un análisis maniqueo de la realidad en términos de “élites extractivas” o de un “capitalismo de amiguetes”. Al exonerar a las masas (como si estas no fueran también extractivas, sino víctimas inocentes), los intelectuales alimentan de odio y revanchismo la política. Justifican así iniciativas que, al socavar la economía de mercado, nos condenarían a décadas de pobreza.
Benito Arruñada es catedrático de la Universidad Pompeu Fabra y Víctor Lapuente profesor en el Instituto para la Calidad de Gobierno de la Universidad de Gotemburgo.

domingo, 28 de diciembre de 2014

SIN CAER POR INOCENTES

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   Elsa Cardozo

China decidió condonar la deuda venezolana. Raúl Castro anunció el próximo e íntegro pago de lo adeudado a Venezuela. La Cumbre de las Américas en Panamá renovará el compromiso con la Carta Democrática y el Sistema Interamericano de protección de los derechos humanos. Cercano el acuerdo con la Unión Europea, Brasil se sumó a Chile en el proyecto de articulación Mercosur-Alianza del Pacífico. Están por concretarse audaces acuerdos regionales frente al crimen transnacional organizado.
Pues sí, hoy Día de los Santos Inocentes hay abundante material para elaborar más de una nota acerca de los asuntos que suelo tratar por aquí, sobre las maravillas que nos esperan en el Año Nuevo.
Sin abandonar lo muy grato y sano del sentido del humor ni caer en la desesperanza, puede uno sostenerse entre el realismo y los ideales, entre lo previsible y lo incierto.
Es por supuesto más que improbable que los chinos condonen la deuda venezolana tan opaca y bien garantizada que preocupa, y tan disfrazada de financiamiento como está. En cuanto a Cuba, las condonaciones recientes que le han sido otorgadas por Rusia y México sobre viejas deudas son nueva evidencia de que el castrismo no paga a sus grandes acreedores. Además, en realidad, ni condonaciones ni pago de acreencias a Venezuela resolverían un desastre económico de las magnitudes del nuestro, en el que un aumento en los ingresos petroleros apenas prolongaría la agonía porque, valga la insistencia, nuestro lío no es solo ni principalmente económico.
Tampoco parece próximo el momento en que se renueve un compromiso franco, sin cortapisas, de los gobiernos latinoamericanos con la letra de la Carta Democrática. Con todo, en cuestión de derechos humanos se han movido otros resortes que les han hecho más cuesta arriba el apoyo por acción u omisión al régimen venezolano. Se seguirán sumando voces de organizaciones internacionales y no gubernamentales, parlamentos y parlamentarios, organizaciones políticas e individualidades que han contribuido a hacer más visible la naturaleza del otrora “modelo” venezolano y su desmantelamiento de las instituciones llamadas a garantizar el amplio espectro de derechos consagrados internacional y constitucionalmente, desde los más cercanos a la dignidad e integridad de las personas hasta los derechos políticos.
Quizá no quepa prever mayores avances en lo de la integración y concertación regional, pero en materia de acuerdos económicos y problemas de seguridad regional, se han seguido acumulando razones para dudar de la sinceridad del gobierno venezolano, mientras otros tejen acuerdos a su alrededor. Venezuela, que dejó hace rato de ser parte de las soluciones, es cada vez más visiblemente fuente de graves problemas. Ya no son únicamente las grietas profundas en la fachada económica y política: la trinchera construida con arreglos económicos de toda índole y compras de armamentos fuera de escala es ahora signo de un aislamiento desde el que la retórica confrontadora no convoca acompañantes, ni siquiera a Cuba, que ha impuesto a Caracas su oportunista sordina.
Sin caer por inocentes, no es poco lo que cabe esperar del Año Nuevo. Hay condiciones nacionales e internacionales difíciles pero, a la vez, favorables a un cambio de Venezuela para mejor. La clave puede estar entre atisbar lo que puede pasar y acertar en lo que podemos hacer; pero sobre todo, lo que es mi deseo y petición de Año Nuevo, en no perder la esperanza, la sensatez y el alma en el empeño.
LOS TUMBOS RECIENTES DE LA OPOSICIÓN


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Elias PIno Iturrieta

La actuación de la oposición en 2014 merece los mayores reproches, si se mide con las varas de la impaciencia y del fanatismo. Los que piden soluciones para mañana lanzan centellas contra la MUD y contra sus voceros, mientras los adoradores de las salidas radicales lamentan lo que consideran como una vacilación cómplice que no lleva a ninguna parte porque mantiene las cosas en el mismo lugar. En ambos casos estamos ante críticas que no se compadecen con una realidad difícil de mudar según el capricho de los reclamantes. La realidad tiene sus bemoles.En buena medida tales conductas obedecen a la desinformación, o a la cera que tapa las orejas. En general la MUD trata de enfrentar las circunstancias de acuerdo a como vayan ocurriendo, pero los críticos aseguran que no hace nada. No hay pormenor relacionado con los asuntos del bien común que les pase inadvertido, aún los que parecen pequeños. Sin embargo, miles de guerreros apurados o de vehementes catecúmenos juran que no es así. El cortocircuito no se puede atribuir únicamente a quienes niegan el pan y la sal a la oposición agrupada en una mesa, sino a un estéril trabajo de comunicación. Se atienden los asuntos, pero pocos se enteran. Están los que no se quieren enterar, que son legión, pero es evidente que se ha fallado en el oficio de cacarear los huevos. Está el escollo de los medios controlados por el régimen, cada vez más cicateros con la política del adversario, y el espacio cada vez más reducido que puede ofrecer la prensa independiente, pero también la debilidad de los mensajes expuestos, la inconsistencia incapaz de mantener una clientela fiel o de hacerla crecer. También el hecho de que, tal vez, mucha gente no quiera escuchar a los que habitualmente se dirigen a ella. El mensaje parece adecuado si se somete a retoques que lo hagan más vigoroso, más digno de atención, pero no parece que suceda lo mismo con quienes lo desembuchan.
Tampoco la MUD ha podido controlar los proyectos personales de algunos dirigentes desesperados por estar a la cabeza de todos los movimientos, de todas las protestas y de todos los reclamos, en un empeño de confundir las necesidades colectivas con los intereses de un individuo o de un partido. Sin negar el derecho que tienen ciertos líderes de arrimar la brasa para su sardina y de utilizar a sus banderías para el cometido, es evidente el malestar que han causado en el seno del organismo colectivo hasta el punto de ponerlo en situaciones de gran aprieto cercanas a la desintegración. El problema se ha tratado de remendar con el auxilio de los paños calientes y de los reclamos soterrados, sin lograr el retorno de las aguas a un solo cauce. Se comprende que tales protagonismos se vuelvan un escollo para las decisiones compartidas, pero tal vez quienes los mueven y los sufren en una sala de reuniones que quiere ser hermética no han calculado la desilusión que producen entre los que observan desde prudente distancia, entre miles de destinatarios cada vez más agobiados y perplejos.
Si se agrega la conducta del gobierno, negada en todo trance a cualquier diálogo y a la posibilidad de una rectificación de su lamentable administración, se ven con ojos de mayor crítica las vicisitudes de la oposición. Se considera que no hace nada para que el régimen se compadezca de Venezuela, sin pensar que, por mucho que haga, el oficialismo se mantendrá en sus trece. Se considera que conviene una arremetida cuando la debilidad del madurismo es indiscutible, sin entenderse en el método para el ataque solicitado, proponiendo insólitas aventuras o pidiendo el azar de una sola apuesta en la veleidosa ruleta.
En medio de estos desafíos estuvo la MUD en 2014, y ha sobrevivido. Nadie sabe si saldrá con bien en el año que comienza, en especial cuando debe administrar el reto de las elecciones parlamentarias después de lidiar con las estrellas fulgurantes y con los encontrados intereses que pululan en su interior, después de hacer un inventario de errores y omisiones que sea menos benévolo que el presentado aquí. En todo caso, y de acuerdo con lo que se ha tratado de describir, parece que la mayoría de sus tumbos no se han dirigido a metas equivocadas. 
EL PORVENIR DE UNA ILUSIÓN


            Colette Capriles

Pasarán años antes de que se alcance una versión plausible acerca del tamaño de la sorpresa que recibió Nicolás Maduro ese 17 de diciembre. El hecho por sí solo, ese espectáculo de nado sincronizado que protagonizaron Raúl Castro y Barack Obama, causó un impacto que marca el siglo XXI con los ingredientes mejor escogidos para enterrar el pasado rindiéndole un sentido homenaje: espías, canje de prisioneros, cuidadoso timing, secreto absoluto, un Papa latinoamericano, Canadá y su policía montada, negociadores desconocidos, ese olor a inesperada libertad como el de 1989, y hasta –parece– un embarazo a distancia.
Fernando Mires lo resumía, arendtianamente, como “un nuevo comienzo” (y puede ser que así comience, por fin, este siglo). Pero la pregunta, instantánea, que todos los venezolanos nos hicimos fue: “Maduro, ¿tú sabías de esto? ¿Sabías de esto cuando, dos días antes, convocaste al ejército de autobuses que transportarían a centenares de empleados públicos a la avenida Bolívar de Caracas para que te escucharan vociferar las más manoseadas consignas contra el imperialismo yanqui, para que te vieran alzar la espada de Bolívar sin reírse y terminaran su día en una fila intentando comprar la harina o el azúcar o el café que hace semanas que no llega a su pueblo?”.
Aunque parezca atractiva la hipótesis de unos Castro que, horrorizados por la irresponsabilidad, infantilismo e indecisión del gabinete Maduro, deciden poner sus luengas barbas en remojo yanqui, lo cierto es que, por los recuentos disponibles, el factor precipitante de la nueva entente fue la muerte de Chávez. Prematura, puesto que Chávez, con su lógica del poder arbitral (el presidente como único decisor arbitrando entre diversos grupos de captadores de renta), no dejó una institucionalidad que pudiera sustituirlo.Es difícil elegir entre el cinismo y el ridículo, y no tenemos cómo dilucidar ese asunto ahora. Pero la respuesta es crucial. Como todo evento que tuerce la historia en una dirección imprevista, el reencuentro de Estados Unidos y Cuba tiene muchas líneas de fuga. Con un yes, we can crepuscular Obama reconfigura todo el significado de su gestión y la agenda de la campaña electoral que se avecina. Pero esencialmente, cura una ausencia. El vecino del norte reaparece como un personaje de Carson McCullers: sin la vieja arrogancia, con el sombrero más gastado, sentándose en la mesa con los otros. Y más allá de la recomposición de las relaciones hemisféricas, lo estratégico en mi opinión es la despolarización del discurso político en América Latina, privado ahora del “enemigo principal”. Es como si se hubiera producido una especie de amputación de un miembro fantasma, de algo que no existía ya, pero que causaba terribles efectos. Y, como dice Carlos Pagni en su lúcido artículo, es hacia esa Cuba fantasma que es ahora Venezuela, que están dirigidos esos nuevos gestos políticos.
Pero también fue una muerte oportuna. Los grandes números de la economía venezolana auguraban ya desde 2011 las asfixias productivas; el crecimiento descomunal del gasto público durante 2012, año en que Chávez ganó sus últimas elecciones, dibujaba la silueta de una catástrofe. A principios de 2011, el PC cubano produce un documento de aggiornamento del régimen que, comentábamos en Venezuela, era bastante más “moderno” que los delirios tropicales de Monedero. El gesto era claro, y era además un mensaje a los venezolanos, hechizados por su propio culto a la infalibilidad petrolera.
Seguimos, nosotros los venezolanos, preguntándonos. Maduro ha sido percibido como el leal y obediente factótum de La Habana y su designación como sucesor fue leída como un gesto hacia la isla. En sus veinte meses en el poder, ha trabajado para consolidar una base propia de poder en medio del archipiélago de grupos, familias, lealtades y negociados que dejó el “caudillo”. Hoy, como dice Ricardo Sucre en su blog, le ha llegado la hora de hacerse personalmente responsable tomando decisiones en lo económico con un costo político impredecible, puesto que su paquidérmica política de constituir comisiones presidenciales para evadir la presión que sobre él ejercen las distintas facciones (moderados, estalinistas, militares) sólo ha logrado acelerar el deterioro. Y frente a eso está solo. Como solo pareció estar frente a la política de las grandes ligas, la de Obama y Castro. Solo porque o bien ignoraba el calibre de las negociaciones, o bien porque no es el hombre que requieren las circunstancias, negándose a seguir el camino reformista que ya es inevitable.Esto lleva a pensar sobre el extraño caso de las relaciones entre Cuba y Venezuela. Ha sido caracterizada como una colonización en la que se atribuye a Cuba un poder casi sobrenatural sobre la voluntad de la nueva oligarquía bolivariana y en particular sobre Chávez. Podría pensarse más bien que Chávez compró la franquicia adoptando todos sus colores a cambio de algo fundamental que los cubanos conservan: las tecnologías de control social. La biopolítica cubana se instaló a través del registro civil, registro electoral, notarías; en la administración de la sanidad, en la redefinición de la doctrina militar, en la retórica del “sujeto popular”, del nuevo súbdito. El chavismo se legitimaba así como el heredero de una gesta inconclusa, camuflando sus turbios orígenes militar-nacionalistas tan poco apreciados entre la izquierda internacional. Más importante que la influencia política de Cuba, parece haber sido su capacidad de proveer servicios totalitarios in company.
 Colette Capriles es profesora en la Universidad Simon Bolivar en Caracas. Twitter @cocap