jueves, 30 de junio de 2016

El revocatorio: ¿Maduro tiene otras opciones?

Trino Márquez



Nicolás Maduro y su corte de seguidores trata de impedir la convocatoria al referendo revocatorio utilizando los procedimientos más extravagantes y antidemocráticos que han conseguido en el catálogo de las arbitrariedades. Cada obstáculo que levanta el CNE o el TSJ es más grotesco que el anterior. Jorge Rodríguez, el siniestro personaje al que se le encomendó abortar la consulta, actúa con desparpajo e insolencia. Su cinismo es gansteril. Jorge Luis Borges le daría un lugar privilegiado en Historia universal de la infamia.

        A pesar de los abusos, amenazas y extorsiones, la gente, conducida con firmeza y claridad por la MUD, se ha mantenido compacta en su deseo de salir del Presidente de la República a través del voto. Los ciudadanos quieren opinar, votando. Lo hicieron el 6 de diciembre pasado, cuando, con más de 70% de participación, le dieron amplia mayoría a la oposición, una de cuyas promesas electorales fundamentales consistía en impulsar la revocación del mandato de Maduro. Luego, firmaron en solo tres días más de dos millones  de personas para otorgarle a la MUD la representación política de la solicitud, cuando apenas eran necesarias 196.000 rúbricas y se disponía de un mes para cubrir este trámite. Más tarde, salvando todas las rocambolescas trabas impuestas por el cuarteto oficialista del CNE, esa misma gente logró reafirmar su voluntad. Más de 430.000 ciudadanos desafiaron los atropellos de las damas del ente comicial. La nueva maniobra consiste en designar al magistrado exprés Luis Damiani, integrante de la Sala Constitucional, redactor de la ponencia para evaluar si las firmas recogidas son válidas. Esta evaluación es innecesaria. Las firmas fueron recogidas en los pocos centros habilitados por el CNE con el personal, las captahuellas y la base de datos del organismo. La aprobación de las firmas, por lo tanto, tendría que haber sido automática, consecuencia directa de haberse presentado el elector a reafirmar su voluntad revocatoria en un acto organizado por la cúpula del Poder Electoral. Esta operación escamoteo también se estrellará contra la tenacidad del pueblo y la fortaleza de la MUD.

        El binomio electores y dirigencia, se combina con la presión interna desatada por grupos disidentes del chavismo -Marea Socialista, algunos combatientes del 4-F, Clíver Alcalá Cordones, entre otros- y por factores  internacionales agrupados en torno de la OEA y otros organismos multilaterales. Hasta los amigos de la Unasur y los acompañantes seleccionados por el mandatario venezolano,  le aconsejan que se someta al referendo revocatorio en 2016, para evitar que la crisis global se desborde.  

        Maduro se encuentra en una situación en la cual sus únicos aliados son los miembros de su entorno civil más inmediato, el TSJ, el CNE y el reducido sector de la cúpula militar que se ha enriquecido de forma obscena por su cercanía al poder. En el exterior, su apoyo clave continúa siendo la dictadura cubana. Se trata de una cúpula podrida, según los términos puestos de moda por el comandante Chávez, opuesta, por razones vinculadas a sus propios intereses, a que el país resuelva sus enormes conflictos de acuerdo con el procedimiento establecido en el artículo 72 de la Constitución.

        ¿Podrá esa cúpula desprestigiada, desenmascarada e impopular, frenar el sentimiento popular y contener la gigantesca presión nacional e internacional desatada sobre Maduro para que acepte el revocatorio en 2016? Hasta ahora todos los obstáculos que esa claque ha colocado en el camino han sido removidos. Maduro y sus aliados no han podido maniatar el sentimiento de cambio. Todavía les queda el recurso de incrementar los desafueros y elevar la represión. El encarcelamiento de los dirigentes de Voluntad Popular, Francisco Márquez y Gabriel San Miguel, indica que la dictadura no está dispuesta a rendirse sin apresar a unos cuantos  líderes, mejor si son jóvenes, víctimas favoritas de las tiranías.

        Esta opción punitiva encierra un costo muy alto. Mayor desprestigio y aislamiento internacional, más probabilidades de que se aplique la Carta Democrática Interamericana, más posibilidades un estallido social y mayor deterioro del chavismo. Maduro será el único responsable de ese precio.

        @trinomarquezc






miércoles, 29 de junio de 2016

Sobre la demanda de disolución de la Asamblea ante la Sala Constitucional

José I. Hernández

PRODAVINCI

En rueda de prensa efectuada el 28 de junio de 2016, el dirigente del Gran Polo Patriótico, Didalco Bolívar, anunció que esa organización demandará, ante la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, la disolución de la Asamblea Nacional.
En realidad, la nota de prensa atribuye a Bolívar la intención de “destituir” o “abolir” a la Asamblea Nacional, considerando que esa Asamblea incurre en “usurpación de funciones del CNE y el TSJ, la violación de derechos constitucionales y la insistencia de solicitar una intervención injerencista internacional”.
¿Puede la Sala Constitucional disolver, “destituir” o “abolir” a la Asamblea Nacional?
La respuesta es claramente negativa, como se desprende de la Constitución. Ese pequeño libro azul que muchos exhiben —como hizo Didalco Bolívar en sus declaraciones— pero que, me temo, no todos han leído.
¿Cuándo puede ser disuelta la Asamblea Nacional?
Comencemos aclarando los términos: no es propio hablar de “destituir” o “abolir”, sino de disolver, esto es, el acto mediante el cual se termina anticipadamente el mandato de todos los diputados de la Asamblea, procediéndose a una nueva elección.
La Constitución sólo reconoce  un caso en el cual puede disolverse la Asamblea, como expliqué aquí en Prodavinci.  Así, de acuerdo con el numeral 21 del artículo 236 de la Constitución, corresponde al Presidente de la República “disolver la Asamblea Nacional en el supuesto establecido en esta Constitución”.
¿Cuál es ese supuesto?
La respuesta está en el artículo 240 de la Constitución. De acuerdo con esa norma, el Presidente de la República sólo puede disolver a la Asamblea Nacional si cumple tres condiciones:
1. Que la Asamblea Nacional tiene que haber aprobado la remoción del Vicepresidente Ejecutivo, como consecuencia de la aprobación de una moción de censura.
2. Que ésta debe haber aprobado la moción de censura y destitución del Vicepresidente en tres oportunidades. Ya esto permite entender que el supuesto que regula la Constitución es claramente excepcional, pues requiere tres remociones de los funcionarios designados para ejercer el cargo de Vicepresidente.
3. Que esas tres remociones deben llevarse a cabo dentro del mismo período constitucional, se entiende, de la propia Asamblea Nacional.
Como pude fácilmente observarse, la Constitución no permite al Tribunal Supremo de Justicia, como pretende Didalco Bolívar, disolver la Asamblea Nacional. Y mucho menos, observo, por considerar que la Asamblea está usurpando funciones.
Cuando el río suena…
Habiendo aclarado lo anterior, de inmediato, debo formular dos precisiones.
La primera es que no puede pasarse por alto que, a través de varias sentencias de la Sala Constitucional y de algunos Decretos presidenciales, se han reducido arbitrariamente las funciones de la Asamblea Nacional, en lo que puede ser considerado como un golpe de Estado permanente en contra de ese órgano. Y ello constituye una forma indirecta de disolver o desconocer a la Asamblea Nacional, tal y como consideró el Secretario General de la OEA al solicitar la aplicación de la Carta Democrática Interamericana.
La segunda es que el propósito de disolver la Asamblea Nacional, o en su caso, de avanzar incluso más en su desconocimiento formal, fue asomado por el Decreto Presidencial N° 2.323, que declaró el estado de excepción y de emergencia económica.Allí se coloca a la Asamblea Nacional como un órgano al margen de la Constitución que no ejerce legítimamente ninguna representación, y que pretende desconocer a los otros Poderes Públicos.
Palabras más, palabras menos, esos fueron los argumentos con los cuales Fujimori optó por disolver el Parlamento en 1992, en contra de lo dispuesto en la Constitución de Perú, que solo preveía la disolución del Poder Legislativo en un caso similar al contemplado en la Constitución venezolana.
Cuando el río suena…
Nueve preguntas para Pensar la Transición (XI)
Responde Pablo Antillano

Nelson Rivera

El Nacional

—Queremos comenzar por su visión del actual estado de cosas en Venezuela. ¿Qué ve, qué siente, qué le resulta inquietante?
—Vivimos un estado de incerteza permanente: es muy difícil para el venezolano de hoy prevenir lo que va a pasarle cada día, y mucho menos pronosticar lo que será de su vida en el mediano o largo plazo. Esta incertidumbre tiene su fuente en los profundos desequilibrios de la cotidianidad que producen las agendas económicas: el desabastecimiento de los productos que antes poblaban nuestro entorno íntimo y nuestros hábitos familiares, el aumento diario del valor de los enseres y alimentos, la amenaza constante de la delincuencia pero también la inestabilidad laboral: los empleados viven en vilo y los profesionales libres dependen ahora de factores incontrolables y no hay honorarios en bolívares que puedan pagar el costo de la vida…
Eso en lo personal, porque en lo público existe una grande y contagiosa certeza: la mayoría de los ciudadanos desea fervientemente que se produzca un cambio político lo antes posible. Las incertidumbres en esta área se establecen cuándo nos preguntamos ¿cómo será ese cambio?, ¿quién lo conducirá?, ¿cómo hacemos para dinamizarlo y acortar los tiempos?
—Un tema, cada vez más presente en las preocupaciones venezolanas, es la cuestión de la violencia y el modo en que viene ocupando espacios en la sociedad. ¿Venezuela tiene posibilidad de realizar un cambio político sin tener recurrir a la violencia?
—Esa es verdaderamente una poderosa preocupación, todos los días crece la convicción en muchos sectores que el cambio político no puede hacerse sin violencia. ¿Por qué?. Porque los mecanismos que nuestro sistema político acogió para dirimir pacíficamente los disensos han sido dinamitados por el gobierno: entre ellos el recurso final que es el del voto popular –ese que expresa los deseos de la población– ha terminado por ser bloqueado y quebrantado en su esencia. El Ejecutivo, y el control que ejerce sobre el CNE y el TSJ, está empeñado en obstaculizar el conteo, la confrontación electoral, la decisión soberana que se expresó el 6 de Diciembre del 2015 y el Referéndum Revocatorio que pide la oposición. Eso deja al país sin salida democrática.
—De forma recurrente, hay personas que se preguntan si la sociedad venezolana ha aprendido algunas lecciones de los padecimientos de estos últimos años. ¿Hemos aprendido o todavía podríamos ser una sociedad frágil ante la tentación populista?.
—Ha habido aprendizaje en muchos sectores, y en una parte significativa de la clase política, pero no está repartido homogéneamente. No es solo la tentación populista la que podría amenazar el aprendizaje: persiste la vocación caudillista entre influyentes políticos y militares, la clase económica (hoy muy golpeada) no tiene en general una propuesta progresista, los demonios de la avaricia y la inercia acumulativa de la banca y el comercio amenazan cualquier proyecto, el narcicismo de identidad (como diría Vallespín) es como una gripe crónica en las organizaciones políticas, en ocasiones los excesos del pragmatismo oscurecen las estrategias y la profundización, los vicios de la anti política , que recuerda a los “notables”, persiste en un élite ruidosa que avala un asalto al poder con uniformes y tanques…
—Queremos preguntarle por la idea de fracaso. ¿Cabe establecer una relación entre Venezuela y el fracaso? De ser así, ¿qué fracasó, qué salió mal?
—Sí. No nos queda más remedio que reconocer que estamos frente a un gigantesco fracaso. No es solo el fracaso del modelo chavista, sino el fracaso del sistema político. Sin duda el tema del rentismo está en el vértice y le echamos toda la culpa en cuanto es mencionado…. Pero de rentismo y de sus demonios venimos hablando por varias generaciones y hemos fracasado en el diseño de una estrategia para combatirlo y sustituirlo por un modelo medianamente productivo… como si hay en otras naciones del continente. Este es un país que trabaja lo menos posible. Hacerlo producir implica mucho trabajo, y eso no va hoy con nosotros. Son las necesidades que surgen del trabajo las que orientan la educación y el saber, por eso es que aquí la educación es como un gesto poético y no como una fuerza vigorosa de desarrollo… Formamos ingenieros mecánicos pero no construimos motores, centenares de informáticos y no tenemos un Silicone Valley, buena parte de los estudiantes de las carreras humanísticas está convencidos de que su saber en politología, filosofía o letras solo sirve para dar clases y hablar en los cafés. Le dedican cinco años de estudios y después no saben qué hacer con eso… ¡Es una tragedia!
—El tema del posible papel de los intelectuales en la vida pública, sigue siendo debatido. ¿Cómo valora Usted la actuación, en términos generales, de los intelectuales en los últimos años? ¿De qué modo, si es que ha ocurrido, ha impactado la polarización en la actividad de los intelectuales en Venezuela?
—Este es un país imaginario como han dicho Cabrujas y otras mentes lúcidas. Es un país de papel, inventado por sus novelistas, sus dramaturgos, sus poetas, sus historiadores, sus ensayistas y sus periodistas. Ellos convirtieron las matanzas del siglo XIX en gestas heroicas, ellos inventaron que éramos ricos, ellos construyeron imaginarios en los que aparecemos contentos, guachamarones, simpáticos y sobrados. Construyeron una épica del petróleo, de Guayana y del paisaje…Muchos de ellos, auto celebrándose, se unieron a una casta de militares ignorantes y utópicos trasnochados y nos metieron en este berenjenal del Socialismo del Siglo XXI, citando a unos rusos y unos alemanes que nunca entendieron. La mayoría, afortunadamente, salió en desbandada y anda buscando “de que palo ahorcarse.”
La polarización reveló varias cosas a los intelectuales: que había unos venezolanos desagradables, que el heroísmo decimonónico había sido una alucinación, que el sueño épico-revolucionario es impresentable, que hay poetas cínicos y de mal gusto, que de escribir si se puede vivir si se trabaja seriamente, que hay un tipo de conocimiento que sí es útil, que los intelectuales no son la guinda de la torta y que hoy muchos de ellos son imprescindibles…
—¿Cuál es, en su criterio, el estatuto actual de la polarización política en Venezuela? ¿Se mantiene, ha cambiado?

—Las élites políticas están profundamente polarizadas. Se repelen mutuamente, no conciben ningún tipo de virtud en el otro. Han renunciado a comprenderse. Prefieren la extinción al diálogo.
Pero ahora han surgido otras polarizaciones, más agonísticas que existenciales, la gran mayoría de los venezolanos (80 % de una ciudadanía integrada por personas antes separadas políticamente) se ubica en un polo que adversa a la élite gobernante.  La otra polarización, que tiene menos expresión periodística es entre una gran mayoría de la población que quiere cambio y que se ubica en un polo distante del que conforma la clase política oficialismo-oposición. Es una polarización latente que desea, sino una reconciliación ingenua, por lo menos un cese de hostilidades entre las élites polarizadas.
—Se afirma, incluso con soporte en estudios de opinión, que en la mayoría de los venezolanos está presente, con fuerza, un deseo de cambio. ¿Podría intentar describir ese deseo de cambio? ¿Tiene Usted idea o intuición del cambio al que aspira la mayoría de los venezolanos?
—Todas las encuestas, incluso las del gobierno, recogen las expresiones de los encuestados que responsabilizan al equipo de gobierno y al Presidente de la República de sus carencias y agobios. Se produce el fenómeno infrecuente que transforma la penuria económica en actitudes políticas. Esto habla del tamaño de las penurias. La gran mayoría quiere cambio de gobierno, pero eso no significa, sin embargo, que se haya producido una transferencia mecánica de agrado y preferencia hacia la opción de la oposición. Podría pensarse incluso que ese enorme mayoría podría apoyar el Referéndum Revocatorio , que significa la salida de Nicolás Maduro, pero no todo ese rechazo actual implica un apoyo a la oposición. Sería interesante saber por qué.
Maduro hace un gran trabajo en reforzar entre sus seguidores el desagrado hacia él y sus colaboradores más cercanos: sus desplantes cada vez más frecuentes no “enamoran”, lucen antipáticos, pero sobretodo no alivian la enorme carga de problemas de los votantes. Pero por su parte la oposición no ha logrado crear una contrapartida que–más allá de cristalizar el desagrado en la campaña del Revocatorio -- le permita crear una plataforma emocionante que permita “visualizar” los perfiles del cambio… Y a los ojos de las mayoría pobres que una vez conquistó Chávez en la oposición conviven viejos especuladores, comerciantes avariciosos, discriminadores, radicales “de derecha”, contaminadores, multinacionales frías, expoliadores, que han sido estigmatizados durante 17 años de propaganda antiliberal…
Poco a poco, de todas manera la oposición ha ido conquistando una incontestable mayoría…y hoy ganaría cualquier elección aunque “el cambio” este prefigurado en términos muy generales y sobre “lo que no queremos”…
—La experiencia de procesos en otros países demuestra que la transición demanda de cierta disposición al entendimiento y a la reconciliación; de ciertos sacrificios; de ciertas energías distintas a la de la confrontación. ¿Cómo evalúa Usted la disponibilidad de estos y otros elementos para una posible transición en Venezuela?
—La transición desde procesos autoritarios a sistemas democráticos ha sido muy estudiada, y ahora se enriquece con las vivencias de Argentina y Brasil. España, Portugal y Chile crearon escuela. En los países de la órbita de la ex-URSS, no pudo haber sido más cruenta. Ahora en Sur-América se avizora un proceso que será difícil para las clases medias y pobres porque los desajustes de la economía fueron muy profundos y hay que hacerlos visibles. El secreto parece estar en mantener políticas y gasto público que proteja a los más vulnerables mientras se reactiva la productividad, la inversión y los mercados. Hay que apostar al trabajo y a no temerle a las regulaciones necesaria en el mercado financiero y en ciertos factores del comercio que suelen producir distorsiones que favorecen solo a grupitos.
En Venezuela hará falta una “revolución” que reeduque a todos hacia el trabajo productivo, que reeduque a la clase económica, que ennoblezca la confianza, que incentive la inversión y el riesgo, que restituya el profesionalismo en las gerencias del Estado, que recupere el inmenso capital de talentos expatriados, y que diseñe una estrategia consensuada –con los sacrificios de rigor– para atenuar los efectos del rentismo y la dependencia.
—Una última pregunta: ¿tienen los intelectuales alguna asignatura pendiente con el país? ¿Falta alguna contribución decisiva?
—Esta segunda revolución –y sé que el término espantará a todos los lectores– no puede hacerse sin los intelectuales, si se considera que es una clase social especializada en la acumulación ordenada de los datos, en su ordenamiento e interpretación, en la evaluación de las experiencias, en el análisis y en el diseño de estrategias. Una parte de los intelectuales desde sus sitios en las Universidades, en las empresas y centros de investigación, en las editoriales y en la plaza pública, en las tascas y lugares de ensueño, están llamados a dotar de sentido, de emoción y racionalidad, y de trascendencia las operaciones vitales que emprenda la sociedad en su conjunto. Y estoy seguro de que esto nos es una boutade retórica.

República Petrobananera de Chafarotes

                     Ibsen Martinez

En Venezuela suele hablarse, entre opositores al régimen chavista, de un ser tan mitológico como Fafner (guardián del tesoro de los nibelungos), el dragón de la Cólquide, el mochuelo de Atenea o el unicornio: me refiero al llamado “militar institucionalista”.
¿Ha existido éste alguna vez? ¿No será ya una especie irremisiblemente extinta, como el tigre de Tasmania, el pájaro Dodo o o la quagga, singularísima cebra surafricana cuyo último ejemplar murió en 1844?
El relato canónico sobre el militar institucionalista venezolano alude infaltablemente a un también mitológico “descontento de los cuarteles”, al proverbial “malestar de la oficialidad joven” y otras melodiosas martingalas con que se arrulla a los tontos en los mentideros de Miami.
En su versión más sonada, la leyenda del descontento cuartelario tiene su fuente en una señora que trabaja en los servicios de mecánica dental del Hospital Militar cuya sobrina, casada con un maestre técnico de la Fuerza Aérea es, a su vez, muy amiga de un señor muy serio que trabaja en la tasca del Círculo Militar y por eso está muy enterado.
Bueno, este señor muy serio es quien dijo que los institucionales andan “arrechísimos” y que en los baños de Fuerte Tiuna aparecen anónimos pasquines pegados con engrudo que dizque recogen un larvado descontento contra los asesores militares cubanos y el cártel de los narcogenerales. Hay variantes más sofisticadas, pero, ¡ay!, teñidas de esa obsesión cartográfica del militarismo latinoamericano, que afirman que en las remotas aguas de Guyana, sobre la fachada atlántica del territorio en reclamación del Esequibo, flota el casus belli que podría desencadenar una reacción de los institucionales que pondrá fin al actual estado de cosas.Lo único cierto, sin embargo, es un creciente y sostenido predominio uniformado en el ámbito de lo civil, ya de suyo convenientemente desinstitucionalizado por Hugo Chávez.
Contando generales retirados y activos, el gobierno de los estados y alcaldías, tanto como el alto funcionariado del Estado, está integrado abrumadoramente por militares de alta graduación que no hablan ni actúan precisamente como juristas expertos en Derecho Constitucional.Tengo para mí que la sublimación de la intentona de Chávez en 1992 como fecha patria, las golpizas que efectivos de la Guardia del Pueblo propinan impunemente a manifestantes y reporteros, los saqueos tutelados por esa misma guardia, la injerencia militar en la fijación administrativa de precios, el contrabando de gasolina, el narcotráfico y, por supuesto, también ese soñar con un militar “institucionalista”, forma todo parte de una misma añeja antropología venezolana que comenzó para nosotros en 1830. Vivimos desde hace tiempo un avatar más del militarismo de chafarotes que el historiador Manuel Caballero creyó, erróneamente, superado en 1904. Tanto así, que Nicolás Maduro, pese a las jinetas de su guayabera de tonos oscuros que buscan semejarse a las de un generalísimo, luce, ¡pobre diablo!, como un rehén de su gabinete verde olivo.
Para ilustración de algún que otro lector que se haya rascado la cabeza al leer el título de mi bagatela, finalizo copiando las acepciones que de la palabra chafarote y unos de sus derivados, trae el Diccionario de Americanismos de la Asoción de Academias de la Lengua Española.Chafarote: Machete tosco; militar ignorante y grosero.
Chafarotero: Que admira o simpatiza con los militares.
Toda la cháchara opositora sobre militares institucionalistas es, pues, en el fondo, chafarotera.
Por elemental principio civilista, a los demócratas venezolanos sólo nos queda el voto.Si está usted de acuerdo conmigo, entonces sumamos dos más a quienes procuran desalojar a Maduro de Miraflores ganando un referéndum revocatorio antes de fin de año.
@ibsenmartinez
 

La Hazaña que Chávez nunca logró
Bernard Horande - @BHorande

Uno puede cansarse de buscar en los últimos 25 años algún hecho o sucesión de hechos que haya significado para Chávez algún tipo de épica, y no lo encuentra.
El golpe de Estado del 4 de Febrero del 92 fue un burdo intento de tomar el poder por parte de un teniente coronel tan ignorante como megalómano.
En esa oportunidad, mientras los hombres "a sus órdenes" daban la pelea y tenían éxito en varias ciudades, el supuesto líder perdía Caracas y se atrincheraba cobardemente en el Museo Militar. Por cierto, este sitio es hoy conocido con el ridículo nombre de "Cuartel de la Montaña", en un intento desesperado e inútil de darle un aire de grandeza.
La cárcel que padeció Chávez fue de sólo 2 años, incomparable con los 10 años en prisión de Iván Simonovis, quien sigue preso en su casa. O con los más de 12 años de los policías metropolitanos.
La calidad del encierro de Chávez se parecía más a una fiesta que a una prisión. Ruedas de prensa, celebraciones de cumpleaños, visitas familiares a cualquier hora, entrevistas para todos medios.... cárcel abierta, pues. Tan diferente a lo que hoy vive Leopoldo López en Ramo Verde, donde está confinado sin derecho a visitas.
El ejercicio de gobierno de Chávez está signado por el abuso ilimitado del poder, la prepotencia, la corrupción desmesurada a todos los niveles y la absoluta falta de resultados positivos en cualquier aspecto de su gestión.
Tipos detestables como Hitler y Pinochet al menos reconstruyeron económicamente sus países, pero este ni eso. Muy por el contrario, la carraplana que vivimos es creación del gigante intergaláctico eterno.
Su proceso de deceso fue lamentable: tan oscuro y poco transparente como él mismo lo fue. Rodeado de chismes, comentarios y mentiras de todo tipo sobre su estado de salud.
Murió sin pena ni gloria. Entiende uno que hoy en día sus pobres herederos políticos quieran construirle una imagen heroica a punta de engañosa propaganda pagada.
Chávez quedará en los libros de historia como un craso y costoso error por parte de quienes votaron por él y, peor aún, por parte de los pocos que siguen incomprensiblemente confiando en su proyecto destructor.
Para mala suerte del chavismo, en la otra mano tenemos que la semana pasada sí se dio una gesta heroica por parte del pueblo venezolano que quiere librarse de la desgracia que vivimos.
Miles de ciudadanos acudieron a colocar sus huellas para validar su intención de convocar un Referéndum Revocatorio en contra de Nicolás Maduro.
El Consejo Nacional Electoral - CNE, oficina de asuntos electorales del gobierno, puso todas las trabas.
Disponiendo de 40.000 máquinas captahuellas pagadas con el dinero de todos nosotros, solamente colocaron 300 en todo el país. Además, distribuidas de forma intencional, interesada e injusta para que el proceso fracasara.
Pero los venezolanos somos más que eso. La gente cruzó ríos, sabanas, bosques y lo que fuera necesario para ir a validar sus huellas. La gente pasó 12 y más horas bajo el sol para validar sus huellas. Gente de la tercera edad tomó sus vehículos y en un país en el que ya no es seguro transitar por sus carreteras, se arriesgó a ir a sitios recónditos a reafirmar su intención.
El gobierno, usando todo su poder, intentó impedir que la gente llegara a sus destinos. Una Guardia Nacional venida a menos y ahora odiada por toda la población, se dedicó a detener autobuses y carros en sitios estratégicos, para que la gente no llegara. Colocaron palos y quemaron árboles para que los ciudadanos no accedieran a los puntos de validación.
Por más de 11 horas, jóvenes pertenecientes a la tribu indígena Waraos, recorrieron ríos, caños y trechos para estampar sus huellas en la oficina principal del CNE, ubicada en Tucupita, capital del estado Delta Amacuro.
El cúmulo de historias sobre la gesta heroica del pueblo venezolano entre los días 20 y 24 de Junio de 2016 no para.
El propio día 24, fecha conmemorativa de la Batalla de Carabobo, el estado Nueva Esparta, el único que faltaba por cubrir el 1% inconstitucional fijado por el CNE, logró la meta en medio de un país que se levantó a aplaudirlo.
No contaba el régimen chavista, de espíritu realista, así como sus aliados, que los obstáculos que aviesamente colocaron iban a ser superados uno a uno por el poder de convicción de millones de patriotas venezolanos.
Tampoco contaban conque iban a brindar en bandeja de plata al pueblo venezolano una grandiosa hazaña para la historia, una hazaña que ni Chávez y menos sus desmejorados herederos, tendrán jamás.
 

martes, 28 de junio de 2016


LA CARTA DEMOCRÁTICA INTERAMERICANA (CDI) ESTÁ ACTIVADA


     Emilio Nouel V.

Hemos escuchado y leído sobre la última reunión del Consejo Permanente (CP) de la OEA interpretaciones erróneas, incluso jurídicas, acerca de lo que en definitiva allí ocurrió en el Caso Venezuela.
No voy a explayarme sobre los enfoques generados al respecto por la ignorancia, los simplismos o los intereses políticos subalternos.
Desde el mismo momento en que el SG  de la OEA, Luis Almagro, introdujo su petición de reunión del CP para considerar un Informe suscrito por él sobre la grave situación venezolana, basado en el artículo 20 de la CDI, ésta se activó. No tengo la menor duda.
La primera fase del mecanismo contemplado por aquel instrumento se cumplió, independientemente de que no fuera acordado expresamente por esa instancia.
Estas fueron las palabras de Almagro: “Conforme al artículo 20 de la Carta Democrática Interamericana, y en pleno cumplimiento del derecho internacional y de las disposiciones de esta Organización, y en mi calidad de Secretario General, solicito al Consejo Permanente que realice ‘una apreciación colectiva de la situación’ en Venezuela y adopte ‘las decisiones que estime conveniente’".
Para que tal ‘apreciación colectiva’ ocurra es necesario tal impulso procedimental, el cual  podía realizarlo o un Estado miembro o el mismo SG.
No comparto, por tanto, la opinión de algunos de que la CDI no está activada ya. Para éstos pareciera que sólo se ‘activa’ cuando se vota alguna medida por parte del CP o cuando se adopta una sanción.  Éstos son presa de los formalismos o las solemnidades jurídicas.
Según el Diccionario de la Academia de la Lengua española, activar es “Hacer que se ponga en funcionamiento un mecanismo”.
Al ejercer una competencia que le otorga la CDI, el SG está disparando un procedimiento, poniendo en acción un mecanismo previsto en ese instrumento jurídico. Que este llegue o no a una conclusión, no significa que el dispositivo no haya sido activado.
A mi juicio, el SG Almagro impulsó la aplicación de la CDI hasta donde él está facultado, todo de conformidad con el marco de sus atribuciones. Incluso expresó claramente su propósito al final de su Informe: “El objetivo hoy no es castigar ni sancionar a Venezuela. Estamos aquí para apoyar a un Estado miembro y ayudarlo a volver al camino de la democracia”.
Es decir, el SG ha abierto una fase inicial que apunta a la consideración por parte de los decisores, de un problema a resolver.
Es más, el propio Almagro interpreta que la Carta ya está activada, cuando declara, con posterioridad a la reunión del CP del pasado 23 de Junio, que se está “en el proceso de ‘evaluación colectiva’ de Venezuela, al amparo de la CDI”.
¿Cómo afirmar entonces lo contrario, jurídicamente hablando?
Lo que ha pasado es que muchos esperaban candorosamente que de una vez se aceptara el Informe del SG y se asumiera una posición condenatoria del gobierno de Venezuela, aun cuando, por cierto, se pudo inferir de varias intervenciones que lo planteado por Almagro es compartido.
Particularmente, quien escribe estas líneas albergaba la esperanza de que al menos se aprobara la creación de un grupo de países amigos que abordara el caso venezolano, quedando así asumido un rol central de parte de la OEA. 
Pero como se ha dicho hasta la saciedad, y ocurre en las cosas de Palacio, en los ambientes diplomáticos también todo va despacio, y detrás de bastidores se pueden estar moviendo hilos que no son evidentes al observador de a pie.

En el Caso Venezuela, es probable que los representantes de los países en la OEA se mantengan a la espera del desarrollo de los acontecimientos al interior del país y de los contactos informales que se vienen dando entre los distintos actores nacionales e internacional que están involucrados en nuestro drama.
No descartaría que un gobierno, a partir de como vayan dándose los eventos internos, pida, de conformidad con la normativa, una nueva reunión del CP.
Las gestiones que adelantan los 3 ex presidentes designados desde UNASUR, han sido vistas con buenos ojos en la OEA y gozan, en principio, de su apoyo.
Es posible que ese grupo pueda ser ampliado tal y como lo plantearon algunos gobiernos.
No obstante, si nos atenemos a las palabras de Almagro, por lo pronto, se está haciendo, a la chita callando, la ‘evaluación colectiva’ de Venezuela, conforme al procedimiento de la CDI. Es decir, se está  aplicando esta última.
Una sanción para el gobierno de Venezuela, como sería la suspensión de su membresía en la organización, no está planteada.
Lo que sí es ya un triunfo para los demócratas venezolanos es que ha sido conocida y reconocida por la mayoría de los gobiernos del continente, incluso algunos que votaron con el de Maduro en la OEA, que hay una crisis gravísima en nuestro país.
Que, igualmente, el camino hacia una sanción política y moral es ahora más factible.
Que en los organismos internacionales no valdrán las marramucias de una canciller de muy lamentable performance y de sus amanuenses, para impedir que  se sepan los atropellos que cometen contra el Estado de Derecho y la democracia. La derrota sufrida en las votaciones lo demuestra.
Está visto que la lucha desigual que estamos librando los venezolanos contra un gobierno incapaz de gobernar, corrupto y perverso, está teniendo también un sustento formidable en el ámbito internacional, en este particular, en el Sistema Interamericano. No estamos solos.
La CDI está activada gracias a la valentía y consecuencia de un funcionario internacional que ha puesto por delante los valores de la democracia y la libertad.

EMILIO NOUEL V.


Maldito Messi



SAN PABLO.- La experiencia del futbol  es vivida de formas diversas, ligadas a los contextos histórico-culturales de cada país. En Brasil, el fútbol de la verdeamarelha se palpita de un modo más moderado que el de los clubes. Se acepta que la selección juega mal, pero esa crítica se agota rápidamente para pasar a otro tema.
En la Argentina, el nerviosismo frente a la vida y el deporte conforma un retazo de la acuarela compleja de los modos como se habita lo público. Creemos que en las victorias se nos juega la vida y las hacemos depender de mitos personales. Por eso ante las derrotas, como en un circo romano, buscamos culpables con fruición: alguien tiene que pagar con la autoría de la desdicha del pueblo. Lo que pasa en una cancha involucra nuestra identidad. Es el todo o nada de un triunfalismo que festeja hasta los fraudes del juego y que a ellos les da un tono divino.
Ni bien se pateó el último penal, lo primero que hizo Messi fue quitarse el brazalete de capitán. Todo un gesto de aquel niño adolescente que dejó la Argentina con el sueño de jugar para la selección. Ese chico de trece años que se infiltraba en la soledad de su habitación el cuádriceps cada día en una pierna distinta sin ninguna certeza de llegar a ser profesional.
Ayer ese hombre que sonríe a cada rato en la cancha, dijo que ya no da más. Al petiso al que ninguna tirada de camiseta lo frenaba, lo ensordeció una presión social constante e insoportable. Diez años siendo discutido: que no canta el himno, que no tiene personalidad, que en las finales arruga, que en el Barça.
Messi sufrió una marca personal de la sociedad que Neymar jamás sufrirá. Intentaron hacerlo pelear con Cristiano Ronaldo hasta el hartazgo. Maradona lo buscó hasta el agotamiento con sus declaraciones sucias.
Messi, ese N°10 que nunca busca las cámaras, que habla poco y que jamás insulta quizá sea demasiado moderno para este país primitivo que adora la controversia infecunda y que consume como droga los caudillismos redentores y pedantes.
Una cultura voraz se fagocitó a un artista, a un prestidigitador de la pelota. El rey del Olimpo del fútbol no quería tener su propia Iglesia, ni ser venerado como un semidiós.
Llora maldito, maldito Messi... sólo querías divertirte como un niño, sólo querías jugar a la pelota.

¿De qué se trata el proyecto sobre Venezuela que está haciendo Harvard?



¿De-qué-se-trata-el-proyecto-sobre-Venezuelade-la-Universidad-de-Harvard-Ricardo-Hausmann

Desde finales de 2015, el Centro para el Desarrollo Internacional (CID) de la Universidad de Harvard ha venido desarrollando un proyecto de investigación sobre la difícil situación económica que atraviesa Venezuela. El objetivo del proyecto es generar la información y el conocimiento necesario para diseñar una estrategia de salida a la crisis. Ingresé a Harvard como profesor en el año 2000 y desde 2005 dirijo este centro. Durante ese tiempo he tenido la oportunidad de liderar proyectos similares para muchos países.
Entre los más de sesenta profesionales que trabajamos en el CID y los más de cien profesores externos afiliados, seis somos venezolanos: Douglas Barrios, Alfredo Guerra, Dan Levy, José Ramón Morales, Roberto Rigobon, Miguel Ángel Santos y yo.  Todos estamos participando en este proyecto con entusiasmo. Además, hemos pedido el asesoramiento de un grupo de reconocidos economistas internacionales, entre los que se encuentran Andrés Velasco, Larry Summers, Olivier Blanchard y Erik Berglof.
Todo proyecto de investigación debe construirse sobre la base del conocimiento que ya existe y la mejor información disponible. Por eso hemos afiliado a este proyecto a más de una docena de destacados científicos sociales venezolanos, a quienes hemos pedido nos escriban documentos de investigación, opiniones y consejos en sus distintas áreas de especialidad.
Una de las grandes dificultades que existe a la hora de pensar en una estrategia para superar la crisis es la falta de información sobre la situación del país. El Banco Central de Venezuela, el Ministerio de Finanzas y el Instituto Nacional de Estadística han escondido sistemáticamente información básica y clave sobre la economía venezolana. No existe información actualizada sobre las cuentas consolidadas del sector público, las cuentas nacionales, la inflación, la escasez o la balanza de pagos. El INE no ha publicado la Encuesta de Hogares por Muestreo (EHM) desde el 2014.
Una enorme proporción del sector público venezolano escapa a cualquier mecanismo formal de rendición de cuentas y no existen reportes ni balances auditados acerca de su gestión. Son casos como Bandes, FONDEN, los préstamos relativos al Fondo Común China Venezuela (FCCV), entre otros vehículos parafiscales que administran muchos recursos con gigantesca opacidad.
Los investigadores del proyecto han realizado grandes esfuerzos para arrojar luces sobre estas áreas y aclarar algunas de estas lagunas, utilizando su experticia y fuentes alternas de información, como el CENDAS-FVM para datos de precios, la Encuesta de Condiciones de Vida desarrollada por UCAB, USB y UCV para datos de pobreza y contribuciones de funcionarios públicos que, asumiendo riesgos personales importantes, han compartido la información que poseen.
Como sucede con todos los proyectos del CID, los resultados y reportes del conjunto de investigaciones serán puestos a la disposición del público, algo que constituye un aporte para quienes estén interesados en entender mejor la situación de Venezuela y pensar en estrategias para superar la crisis, independientemente de su orientación política.
Otra restricción en el manejo de este proyecto es la falta de democracia y de libertad en el país. Esto no es un exceso de precaución ni algo que me hayan contado. Ya van dos veces que el gobierno actual ha actuado en mi contra contra por hacer cosas tan “criminales” como escribir una columna de opinión o hablar por teléfono sobre los problemas del país y sus posibles soluciones. Es comprensible que, en este contexto, los participantes del estudio, particularmente quienes residen en Venezuela, prefieran mantener cierta discreción. Lo que en cualquier país democrático sería motivo de orgullo profesional y reconocimiento académico y social, en Venezuela ha sido criminalizado.
¿Cuáles estudios estamos haciendo? Una parte importante del esfuerzo está dirigido a tener la mejor comprensión posible de la situación de la balanza de pagos y las cuentas del sector público. Cosas fundamentales para entender la magnitud de los desequilibrios y sus causas.
En cuanto al déficit fiscal, las lagunas de información son inmensas. Por ejemplo: no tenemos la menor idea de qué se hizo con los más de 135.000 millones de dólares que se gastaron en el Fonden ni con los 54.000 millones de dólares que circularon por el Fondo Chino. ¿Cuáles proyectos se ejecutaron? ¿Cuáles están terminados? ¿Cuánto falta para terminar los proyectos en curso? Es algo impensable en cualquier democracia donde exista independencia de poderes y el Poder Ejecutivo tenga la obligación de pedir autorización y rendir cuentas al Poder Legislativo y a la Nación. No conocemos tampoco el presupuesto por ministerio ni por programa dentro de cada ministerio, lo que sería necesario para ajustar el presupuesto para asegurar que los recursos se dirijan a las prioridades establecidas.
Tampoco tenemos confianza en nuestras medidas del déficit fiscal. Creemos que puede rondar la estrambótica cifra de 15 a 20% del PIB, pero como el gobierno maneja este tema con tanta opacidad nadie puede estar seguro de la cifra exacta. Este déficit es la razón por la cual la emisión monetaria es tan alta y, como consecuencia, la depreciación de la moneda es tan acelerada. Y es importante determinar las causas de este déficit y los impactos fiscales de las medidas que se pudieran tomar.
Algunos economistas han sugerido que este déficit principalmente es consecuencia de las distorsiones cambiarias. Es decir: producto de vender los dólares del petróleo a un tipo de cambio muy bajo. De acuerdo con esta visión, si se unificara el cambio también desaparecería o se reduciría drásticamente el déficit. Otros opinan que ése no es el caso, porque los ingresos y gastos en divisas del sector público tienen magnitudes comparables y la devaluación los encarece a ambos, teniendo poco impacto neto sobre el hueco fiscal. Esta diferencia de opinión no debe ser vista como un problema ideológico, sino empírico y técnico. No es una pregunta sobre cómo debería ser el mundo sino cómo es en realidad. Y estamos tratando de aclararlo.
Otro tema importante es entender la balanza de pagos: la entrada y salida de divisas. Es muy importante para comprender lo que hay detrás del colapso de las importaciones. ¿Por qué colapsaron así las importaciones durante este año, al punto que se cerrara la producción de cerveza y de Coca-Cola? ¿Por qué PDVSA, una empresa supuestamente tan rentable, no tiene divisas con las cuales pagar insumos tan esenciales como los diluyentes para el petróleo de la Faja Petrolífera del Orinoco o los servicios de perforación? Son claros síntomas de una crisis extrema de divisas. El análisis de este tema es lo que me llevó a escribir en diciembre y en enero sobre la catástrofe humanitaria que se nos venía encima y que, desafortunadamente, el gobierno decidió no evitar.
Y aquí, una vez más, las diferencias entre economistas no deben ser vistas como ideológicas: son sencillamente preguntas sobre la naturaleza de la realidad que nos confronta y sus consecuencias. Los errores que se cometen en estos cálculos pueden resultar muy costosos para el país.
También estamos estamos estudiando la deuda pública de Venezuela, otra área donde aún tenemos dudas muy  grandes, en especial sobre la deuda “no financiera” de los distintos entes públicos. Esta deuda no financiera abarca, entre otras cosas, los retrasos en las cuentas por pagar, las deudas de PDVSA y otras empresas públicas con contratistas, proveedores, bancos nacionales y socios, los pasivos de los distintos fondos parafiscales que ha creado el Estado, las opacas deudas con China,  las autorizaciones de liquidación de divisas con importadores privados de bienes y servicios y los juicios contra el Estado en el CIADI. De igual manera, estamos analizando si dadas las necesidades del país y su precario acceso al financiamiento internacional podemos honrar la deuda en los términos pactados. Porque, de no ser este el caso, es necesario entender cuál sería el tipo de reestructuración que necesitaríamos acometer para recuperar el bienestar del país y su solvencia.
Para algunos economistas, el hecho de que tengamos reservas petroleras cuantiosas es una indicación indudable de nuestra solvencia. Pero desde hace tiempo los mercados nos consideran insolventes y nos tratan como tal. Y, mientras lo hagan, no vamos a tener acceso al financiamiento voluntario de esos mercados. Para entender por qué el mercado nos ve tan mal es bueno recordar que nuestra deuda externa hoy es equivalente a más de 5 años de exportaciones de bienes y servicios, lo que representa el índice de endeudamiento más alto del mundo.
Otros economistas piensan que el problema que tenemos se pueden resolver con una gran expansión de la producción de petróleo, pero eso requerirá más capital y no es fácil levantar fondos para invertirlos en un país sobre-endeudado.
Para avanzar en este tema, nuestro equipo cuenta con un grupo de expertos petroleros que están trabajando para entender la razón por la cual la producción de PDVSA sigue cayendo tan estrepitosamente durante este último año, más rápido de lo que preveían hasta los más pesimistas. ¿Se debe a causas técnicas, económicas o financieras? Esto es fundamental para entender cómo revertir esta situación y saber cuándo y en cuánto se podría recuperar la producción de petróleo y qué contribución fiscal podría hacer esta actividad.
Estamos explorando todas las vías de solución de nuestro problema de financiamiento internacional, incluyendo los nuevos mecanismos denominados “de acceso extraordinario” en el Fondo Monetario Internacional, que ya se han utilizado en los casos de Grecia y Ucrania. También estamos estudiando todos los mecanismos de financiamiento bilateral (es decir: de gobierno a gobierno) que se han movilizado en crisis anteriores y las distintas estrategias de reestructuración de deuda que se han utilizado en crisis anteriores. En esto nuestros asesores han sido invalorables.
También estamos tratando de entender la dinámica de los precios y de la escasez. ¿Cuán alta es la inflación en Venezuela? ¿Qué relación existe entre el nivel de precios de los productos y su escasez? ¿Qué tipo de cambio está siendo expresado implícitamente en el nivel de precios de cada producto en Venezuela? A falta de datos del BCV, estamos usando los datos de precios del CENDAS y complementándolos con precios de productos equivalentes de otros países, para así ver cuál es el tipo de cambio al que estos precios se igualan. ¿Reflejan los precios el tipo de cambio oficial o el libre? ¿O es más bien algo intermedio? ¿Cuáles productos se han ido a cuál nivel? ¿Qué relación tiene esto con la escasez de dichos productos?
Son preguntas urgentes para entender qué podría ocurrir en un escenario de unificación cambiaria con liberación de precios, tal como lo han propuesto muchos economistas: ¿cuánta inflación se generaría en un contexto de unificación cambiaria y cuáles serían los impactos de los cambios en precios sobre distintos segmentos de la población?
Toda esta información es fundamental para el equipo que está trabajando sobre el diseño de una política social que auxilie a las familias venezolanas ante esta catastrófica situación. La antes mencionada Encuesta de Condiciones de Vida da cuenta de un aumento sin precedentes de la pobreza en Venezuela. Estamos analizando las causas de dicho aumento para poder revertirlo y, además, usando ésa y otras fuentes de información para identificar la población más vulnerable para poder llegarle con una nueva política social de transferencias directas, que subsidie a las personas en lugar de subsidiar a los bienes.
También estamos tratando de entender la situación del sistema financiero, que lleva años operando con tasas de interés reales super-negativas y con carteras dirigidas que están a tasas bajas y fijas. ¿Cómo se adaptaría el sistema bancario si las tasas de interés fueran determinadas de una forma más libre y menos represiva?
Nuestro estudio tiene también un capítulo donde analizamos las regulaciones que le están haciendo más daño al aparato productivo para identificar cuáles serían las formas más eficaces de ayudar a crear un marco regulatorio que propicie la recuperación de la producción, del empleo, el abastecimiento y aumente el bienestar de todos.
Las preguntas que nos hacemos en estos estudios son fundamentales para definir una política económica alternativa. Nos motiva profundizar la comprensión de nuestra situación y explorar todas las vías para superarla, con la intención de que, llegado el momento en que el gobierno opte por cambiar de rumbo y dadas las circunstancias específicas de ese momento, el país pueda utilizar nuestros resultados para entender mejor las opciones que tiene por delante. Con esto estamos tratando de contribuir a solucionar la catástrofe en la cual ha caído Venezuela.

lunes, 27 de junio de 2016

Dos temas

Eduardo Fernandez

El país está ardiendo por los cuatro costados. Mientras tanto, el mundo político discute temas muy interesantes. La gente tiene hambre. Los políticos hablan de política. La gente está desesperada por el alto costo de la vida. No creo que haya temas más importantes que la inflación y el desabastecimiento. Creo que esos dos problemas son cruciales si queremos evitar males mayores.

Un amigo me escribe desde Miami para decirme que antes hay que tumbar al gobierno, que si no cambiamos al gobierno no podremos derrotar a la inflación y al desabastecimiento. Mi amigo tiene 17 años tumbando al gobierno. Todos los años me escribe para decirme que éste es el último año del gobierno. Yo le pregunto, ¿Qué hacemos mientras tanto? ¿Qué hacemos mientras mi amigo tumba al gobierno?

Mi amigo me dice que mientras más hambre, mejor. Que mientras más desabastecimiento mejor, Mientras más violencia y más saqueos, mejor. Todo eso, me argumenta, contribuye a la caída del gobierno. El hambre, el desabastecimiento, la falta de medicinas, los saqueos, la violencia son bienvenidos porque, según su criterio, eso apresura la caída del gobierno.

Mi amigo tiene una gran confianza en que lo que venga después de Maduro será mejor. Si logramos hacer el Referéndum Revocatorio tendremos que elegir un presidente y mi amigo tiene confianza en que ese nuevo presidente acabará con la inflación y con el desabastecimiento y con la falta de medicinas y con la violencia en cuestión de pocos días.

Me recuerda la gente que decía que bastaba con sacar a Carlos Andrés Pérez de la Presidencia de la Republica para que todo mejorara.

Años después escuché que bastaba con salir de Hugo Chávez para que todo en Venezuela mejorara.

Por supuesto, muchos de los que querían la salida de Pérez, al cabo de poco tiempo empezaron a extrañarlo. Muchos de los que querían la salida de Hugo Chávez, al cabo de poco tiempo empezaron a decir que Chávez no era tan malo.

Yo pienso que el hambre del pueblo hay que atenderla ya, inmediatamente, por razones de justicia y por razones de prudencia, para evitar un incendio. Prudencia que se explica porque yo no vivo en Miami, sino en Venezuela. Pienso que el problema de la inflación hay que atacarlo ya. Que el problema de la violencia y el de las medicinas y el de la salud hay que atacarlos ya.

El argumento de que “lo bueno que tiene la cosa es lo malo que se está poniendo” no lo comparto. Creo que el liderazgo político tiene que entender que la agenda económica y social es urgente y no admite dilaciones.

Seguiremos conversando.

Eduardo Fernández
@EFernandezVE

Estamos ganando, el futuro es nuestro


Pedro Luis Echeverria
Lo que podría haber sido impensable unos años atrás, cuando el proyecto chavista se fundamentaba, en buena medida, en el aislamiento de una parte la sociedad civil adversa al régimen, en su reclusión a un estado de oposición permanente y en construirles la aureola de una imposible alternativa de poder, pasó a ser la mejor salida posible ante las difíciles circunstancias en que se encuentra el país. La conflictividad social y la hecatombe económica que padecemos muestra la magnitud del problema que afronta el gobierno y que solo puede resolverse con un radical cambio del modelo socio-político que ha venido aplicando y el de sus conductores. La quiebra de los servicios sociales, la marginación, el desempleo, el desabastecimiento, la incontrolable inflación, la exorbitante corrupción, la forma perversa en que se engaña al pueblo con falsas esperanzas de redención en estos tiempos de desintegración social y el desmoronamiento del mito revolucionario, han determinado que  la otrora multitudinaria adhesión popular al régimen muestre un inexorable e irrecuperable descenso. El modelo del "socialismo del siglo XXI" ya no se percibe como una alternativa para la cohesión social sino más bien como un factor de exclusión y segregación  dentro de la sociedad venezolana. Representa, para el ciudadano común, un fracaso más que no le compensa el castigo sufrido por las fracturas sociales y la pérdida de su calidad de vida. Ese ciudadano ha entendido que es moralmente inaceptable que la manera de gobernar del gobierno se fundamente en la exclusión ajena y se pretenda clasificar a las personas e instituciones en dignas e indignas y en merecedoras o no de la atención gubernamental, dependiendo del grado de adhesión y lealtad con el ineficiente y diletante ocupante del palacio de Miraflores.
La posibilidad que tiene la oposición en los eventos que se desarrollan, de conquistar democráticamente el espacio institucional y político desde donde conducir una nueva alternativa para  los destinos de la Nación avanza sostenidamente. Estos tiempos de estancamiento económico, de pérdida del rumbo que debe transitar el país, de amenazas y obstrucción a la decisión mayoritaria de la ciudadanía de revocar el mandato de Maduro, el referido desprestigio del régimen y la represión gubernamental a las ideas y valores modernizadores, han creado la demanda ciudadana por un conjunto de valores alternativos a los que sustentan los que asaltaron el  poder desde 1999. El ambiente es, por tanto, propicio para poner sobre la mesa una revisión de todo lo acontecido hasta ahora, examinar la caducidad del sistema operante, la falsedad de los fundamentos mismos del Socialismo del siglo XXI y el fortalecimiento de la tradición venezolana diferenciada del marxismo. En fin, una obligada rectificación a la irresponsable e inconveniente deformación operada en los valores de nuestra sociedad.
Recuperada, como en efecto ha ocurrido, la autoestima de la disidencia nacional y propiciada, desde posiciones ganadas en los comicios del 6D, la capacidad para participar activamente en la orientación del país,  el resultado previsible cuando se realice el referendo revocatorio nos abre una magnífica oportunidad para rescatar y reafirmar los valores de libertad e  igualdad de los venezolanos y el respeto a la dimensión universal de democracia y  pluralidad que el régimen, sistemática y perversamente, ha desconocido. Sin dudas, el futuro es nuestro.         

domingo, 26 de junio de 2016

LOS JUSTOS DE ISRAEL



MARIO VARGAS LLOSA

Yehuda Shaul tiene 33 años pero parece de 50. Ha vivido y vive con tanta intensidad que devora los años, como los maratonistas los kilómetros. Nació en Jerusalén, en una familia muy religiosa y es uno de 10 hermanos. Cuando lo conocí, hace 11 años, todavía llevaba la kipá. Era un joven patriota, que debió destacar en el Ejército mientras hacía el servicio militar, pues, al cumplir los tres años obligatorios, el Tsahal le propuso seguir un curso de comandos y estuvo un año más en filas, como sargento. Al retornar a la vida civil, igual que muchos jóvenes israelíes, viajó a la India, a aclarar sus ideas. Allí reflexionó y pensó que sus compatriotas ignoraban las cosas feas que hacía el Ejército en los territorios ocupados y que su obligación moral era hacérselo saber.
Para ello, Yehuda y un fotógrafo, Miki Kratsman, fundaron el 1 de marzo de 2004 Breaking the Silence (Rompiendo el silencio), una organización que se dedica a recoger testimonios de exsoldados y soldados (cuyas identidades mantienen en secreto). En exposiciones y publicaciones destinadas a informar al público, en Israel y en el extranjero, exhiben la verdad de lo que ocurre en todos los territorios palestinos que fueron ocupados luego de la guerra de 1967. (El próximo año se cumplirá medio siglo de la ocupación). Textos y vídeos pasan, antes de ser expuestos, por la censura militar, pues Yehuda y su medio centenar de colaboradores no quieren violar la ley. Los testimonios recogidos superan el millar.
Hasta hace relativamente poco tiempo, gracias a la democracia que reinaba en el país para los ciudadanos israelíes, Breaking the Silence podía operar sin problemas, aunque fuera muy criticada por los sectores nacionalistas y religiosos. Pero, desde que entró en funciones el Gobierno actual —el más reaccionario y ultra de la historia de Israel— se ha desatado una campaña durísima contra los dirigentes de la institución, acusándolos de traidores y pidiendo que sean puestos fuera de la ley, en el Parlamento, por boca de ministros y líderes políticos y en la prensa. Y abundan los insultos y amenazas en las redes sociales contra sus fundadores. Yehuda Shaul no se siente intimidado y no piensa hacer ninguna concesión. Dice ser un patriota y un sionista y estar empeñado en lo que hace no por razones políticas sino morales.
Hay en la milenaria historia judía una tradición que nunca se interrumpió: la de los justos. Esos hombres y mujeres que, de tanto en tanto, surgen en los momentos de transición o de crisis, y hacen oír su voz, enfrentados a la corriente, indiferentes a la impopularidad y a los peligros que corren actuando de ese modo, para exponer una verdad o defender una causa que la mayoría, cegada por la propaganda, la pasión o la ignorancia, se niega a aceptar. Yehuda Shaul es uno de ellos, en nuestros días. Y, por fortuna, no es el único.
Allí está todavía, impertérrita, la periodista Amira Hass, que se fue a vivir a Gaza para padecer en carne propia las miserias de los palestinos y documentarlas día a día en sus crónicas de Haaretz. A ella le debo haber pasado, hace unos años, en la asfixiante y atestada ratonera que es la Franja, una noche inolvidable en casa de una pareja de palestinos dedicada a la acción social. Y su colega Gideon Levy, incansable escribidor, a quien encuentro, luego de un buen tiempo, siempre batallando por la justicia con la pluma en la mano, aunque con el ánimo menos enhiesto que antaño porque a su alrededor se encoge cada día más el número de los defensores de la racionalidad, de la convivencia y de la paz y crecen sin tregua los fanáticos de las verdades únicas y del Gran Israel que tendría, nada menos, que el respaldo de Dios.
Pero en este viaje he conocido otros, no menos limpios y valientes. Como Hanna Barag, que, a las cinco de la madrugada, en el cruce de Qalandiya, lleno de rejas, cámaras y soldados, me fue mostrando la agonía de los trabajadores palestinos que, pese a tener permiso y trabajo en Jerusalén, deben esperar horas de horas antes de poder entrar a ganarse el sustento. Hanna y un grupo de mujeres israelíes se apostan cada madrugada, ante esas alambradas, para denunciar las demoras injustificadas y protestar por los abusos que se cometen. “Tratamos de llegar hasta los jefes”, me dice, señalando a los soldados, “porque estos ni siquiera nos escuchan”. Es una anciana menudita y llena de arrugas pero en sus ojos claros brillan una luz y una decencia cegadoras.
Y también es un justo, aunque ni siquiera lo sospeche, el joven Max Schindler, a quien conozco en Susiya, una aldea miserable de las montañas del sur de Hebrón; es muy tímido y tengo que sacarle con sacacorchos que me diga qué hace aquí, rodeado de niños famélicos, en este lugar fuera del mundo al que los colonos de la vecindad vienen a cortarle los árboles y a destruir sus cosechas, y a veces a apalear a los vecinos, y sobre cuyas escasas viviendas pesa una orden de demolición. Es un voluntario, que se ha venido a vivir a Susiya —a sobrevivir más bien— por unos meses y dedica su tiempo a enseñar a los aldeanos el inglés. “Quisiera que sepan que hay otro Israel”, me dice, señalando a los aldeanos.
Sí, lo hay, el de los justos, muchos, aunque no sean tantos como para ganar las elecciones. La verdad es que, desde hace años, las pierden, una tras otra. Pero no se dejan abatir por esas derrotas. Son médicos y abogados que van a trabajar a las poblaciones medio abandonadas y a defender en los tribunales a las víctimas de los abusos, o periodistas, o activistas de los derechos humanos que registran los atropellos y los crímenes y los sacan a la luz pública. Hay una asociación de fotógrafos por ejemplo, conformada por muchachas y muchachos muy jóvenes, que eternizan en imágenes todos los horrores de la ocupación. Me siguen a donde voy y no les importa caminar entre basuras malolientes y abrasarse de calor en el desierto, si pueden documentar con imágenes todo aquello que el Israel oficial oculta, y la gente bien pensante no quiere conocer. Pero, aunque la prensa oficial no publique sus fotos, ellos las exhiben en pequeñas galerías, en paneles callejeros, en publicaciones semiclandestinas. ¿Cuántos son? Miles, pero no lo bastantes para rectificar ese movimiento de opinión pública que va empujando cada vez más a Israel hacia la intransigencia, como si el ser la primera potencia militar del Oriente Próximo —y, al parecer, la sexta del mundo— fuera la mejor garantía de su seguridad.
Ellos saben que no es así, que, por el contrario, convertirse en un país colonial, que no escucha, que no quiere negociar ni hacer concesiones, que sólo cree en la fuerza, ha hecho que Israel pierda la aureola prestigiosa y honorable que tenía, y que el número de sus adversarios y sus críticos, en vez de disminuir, aumente cada día.
Dos días antes de partir, ceno con otros dos justos: Amos Oz y David Grossman. Son magníficos escritores, viejos amigos y, ambos, incansables defensores del diálogo y la paz con los palestinos. Los tiempos que enfrentan son difíciles, pero ellos no se dejan abatir. Bromean, discuten, cuentan anécdotas. Dicen que, hechas las sumas y las restas, ninguno podría vivir fuera de Israel. Gideon Levy y Yehuda Shaul, que están presentes, se declaran de acuerdo. Vaya, menos mal, en todos los días que llevo aquí es la primera vez que un grupo de israelíes se pone totalmente de acuerdo en algo.

Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2016.
© Mario Vargas Llosa, 2016.
EL CHAVISMO ES UN PEREZJIMENISMO

  Resultado de imagen para tulio hernandez
  TULIO HERNANDEZ

1.
No hay que esperar el final. Las fuerzas democráticas de Venezuela deberían asumir desde ahora, como tarea política clave, investigar, redactar, diseñar y publicar el Libro negro o el Libro rojo, ya se decidirá el color, del militarismo chavista.
Un libro en el que se compilen y expliquen en detalle –responsables directos incluidos– todas las atrocidades; abusos de poder; violaciones de derechos, humillaciones y agravios; persecuciones, encarcelamientos sin debidos procesos; juicios arreglados, abusos sexuales y torturas físicas o psicológicas a militantes opositores en prisión; amedrentamientos a través de amenazas a la integridad familiar, exilios forzados, privaciones del derecho al trabajo y apartheids masivos como el organizado por el legendario finado Luis Tascón; agavillamiento callejero, creación y financiamiento de grupos paramilitares para impedir la protesta de los sectores democráticos; usos amañados del poder electoral, fraudes, ventajismo gubernamental, conversión del aparato de Estado en agencia proselitista del proyecto político en el poder, y operaciones viles como la que actualmente está en marcha con las acciones de torpedeo a la validación de firmas que corre por todo el país sin que las obedientes gallinas negras pavlovianas del CNE puedan impedirlo.
2.
El modelo inspirador está a mano, el Libro negro de la dictadura, una publicación clave en la lucha clandestina contra el poder total del perezjimenismo, en cuya redacción participaron Ramón J. Velásquez, Simón Alberto Consalvi, José Agustín Catalá, el valiente impresor, y Leonardo Ruiz Pineda, por entonces jefe de Acción Democrática en la clandestinidad, asesinado un mes después tras un encuentro fatal con funcionarios de la Seguridad Nacional, la policía política del régimen.
 A pesar de que para el momento de su aparición, octubre de 1952, la dictadura apenas había comenzado a mostrar sus fauces criminales, el Libro negro, que reseñaba la saga de violaciones de derechos humanos –encarcelamientos masivos, torturas, asesinatos, exilios–, fue un golpe duro contra Pérez Jiménez y su red de delatores de oficio –patriotas cooperantes, los llaman ahora– que con pericia y buenos salarios vigilaban la acción política de las fuerzas democráticas.
Más temprano que tarde, Velásquez y Consalvi fueron encerrados por tres años en la cárcel de Ciudad Bolívar, pero nadie, ni Pedro Estrada –el Padrino López de la época–, les podía arrancar del rostro ese esbozo de sonrisa triunfante cada vez que imaginaban la ira de Pérez Jiménez ordenando con el Libro Negro entre las manos: “¡Me buscan vivos o muertos a los autores de esta infamia!”.
3.
Una sonrisa más o menos semejante debe ser la que ocupa el rostro de Leopoldo López en la cárcel de Ramo Verde cada vez que recuerda la mañana cuando mandó a la mismísima Extremadura al emisario de Maduro, y de Timoteo Zambrano, que le llevaba como propuesta cambiar el revocatorio por la posibilidad de irse a casa y como oferta añadida, dicen los buenos periodistas, nombrar un nuevo Tribunal Supremo, mitad de miembros del régimen rojo, mitad para los demócratas, y un jefe mayor elegido por consenso.
Leopoldo, lo sabemos todos, es un preso del Hugo Chávez perezjimenista, no del socialista del siglo XXI. Las dos facetas que marcaron la vida del teniente coronel. Quería ser guerrillero pero solo pudo ser milico. Manuel Rosales también es preso de Chávez, cuando aún parecía sano desde Aló, presidente, le anunció su prisión, sin investigación ni juicio de por medio. A Ledezma, Hugo Chávez, le arrebató todas las propiedades y competencias de la Alcaldía Metropolitana una vez que el dirigente de Alianza Bravo Pueblo, sin armas, con votos, lo desplazó del que era su gran bastión, la Gran Caracas.
Nunca Pérez Jiménez tuvo encarcelados a un mismo tiempo a tres de los jefes políticos de los grandes partidos de entonces. Hugo Chávez, mediante su ectoplasma, sí. Descabezó a Voluntad Popular, Un Nuevo Tiempo y Alianza Bravo Pueblo. Y a Henrique Capriles, el candidato de la MUD, ya le había hecho pagar su prisión. El perezjimenismo del siglo XXI.