lunes, 30 de septiembre de 2019

LA NUEVA ESTRATEGIA: DEGRADAR LA DEMOCRACIA

 WOLFGANG GIL LUGO

PRODAVINCI
A pesar de la reiteración de ismos, la idea solo se puede expresar de la siguiente manera: la crítica del capitalismo la hace el marxismo en nombre del humanismo; la solución la propone en nombre del angelismo, y la realización la hace en nombre del maquiavelismo.
No se puede negar que el análisis que hace Marx de las condiciones del obrero, de la era manchesteriana, está inspirado por un sentimiento de humanidad. A ese problema, el marxismo le da una solución angélica, es decir, propone una sociedad que solo pueden disfrutar las almas sin cuerpo. ¡En el comunismo no existirán injusticias y todas las necesidades humanas serán satisfechas! Esa visión ingenua del porvenir dará lugar a la más despiadada forma de hacerse del poder, y luego, de mantenerlo.
La revelación de los crímenes de Stalin, a mediados de los años cincuenta, y luego los de Mao, y los de Pol Pot, y los de Kim Il-sung, dejó claro que el comunismo era solo una quimera para los ingenuos. La intelectualidad de izquierda quedó sin argumentos, hasta que, en los años sesenta, apareció el posmodernismo para decir que todo era relativo, y que los genocidios comunistas no eran tan graves. Detrás, estaba el diseño de una nueva estrategia, no basada en la toma revolucionaria del poder, sino en la degradación de la democracia.
Entre los promotores de la estrategia posmoderna se cuenta a Gianni Vattimo, filósofo italiano contemporáneo, especialista en Nietzsche, quien alcanzó gran renombre por su invención del “pensamiento débil”. Vattimo propone, en Adiós a la verdad, abandonar las aspiraciones al conocimiento objetivo con el propósito de lograr una democracia más tolerante.
Del subjetivismo al totalitarismo
Desde el punto de vista del conocimiento, Vattimo toma posición radical: la negación de la posibilidad misma del conocimiento, entendido como correspondencia entre la representación y el objeto. Esto implica la negación de la verdad a la que acudimos cuando preguntamos si está lloviendo. Vemos por la ventana y lo confirmamos o lo negamos.
“La verdad es mala, sobre todo, por ser tiránica. La verdad es enemiga de la sociedad abierta de la democracia liberal (tal como la entiende, por ejemplo, Karl Popper)” (p. 22).
Vattimo se apropia del concepto de sociedad abierta de Popper, basada en la tolerancia de las diferentes opiniones, para negar verdad objetiva. Parece omitir de forma tendenciosa que Popper es un defensor del conocimiento objetivo, y no convierte ese conocimiento en algo absoluto. Popper ha creado un antídoto contra el dogmatismo: el falibilismo, es decir, si bien una hipótesis científica no puede ser confirmada de manera definitiva, sí puede ser refutada. Eso lo pasa por alto Vattimo, quien considera que toda interpretación es irrefutable.
“No existen hechos, sólo existen interpretaciones. No existen verdades, sólo interpretaciones” (p. 27).
Vattimo repite el principio nietzscheano del predominio de la interpretación. Por tanto, niega las evidencias empíricas y toma partido por las opiniones compartidas, es decir, por los prejuicios.
“Como la verdad es siempre un hecho interpretativo, el criterio supremo en el cual es posible inspirarse, no es la correspondencia puntual del enunciado respecto a la ‘cosa’ enunciada, sino el consenso poblacional sobre los presupuestos de los que se parte para valorar dicha correspondencia” (pp. 28-29).
Hagamos una aplicación de la doctrina de Vattimo a la pieza teatral El enemigo del pueblo de Ibsen. En esa obra, un médico valiente descubre que las aguas del balneario, de la ciudad donde vive, están contaminadas. Esta es “la correspondencia puntual”. Ante la noticia, todo el pueblo se pone en su contra porque eso va contra los intereses del turismo. Según Vattimo, el médico tiene un conocimiento objetivo que no vale para nada, pues sus evidencias científicas no tienen valor respecto al “consenso poblacional” de la plebe enardecida.
Visto de esta manera, la doctrina relativista de Vattimo conduce a lo que Boris Groys llama el “giro lingüístico de Stalin” (Posdata comunista, p. 46). El estalinismo no puede permitir que la realidad se convierta en un obstáculo contra la omnipotencia del lenguaje de los dirigentes, es decir, de la ideología. Ello supone un gobierno totalitario y su aparato de propaganda.
A Vattimo no parece molestarle el estalinista que quiere negar la realidad y colocar a la población subordinada al discurso oficial. Si no hay reconocimiento de las evidencias, el comité central puede imponer la interpretación correcta. Eso es lo que le sucede a Winston Smith, el protagonista de 1984, a quien se le obliga a aceptar que dos más dos son tres. Todo esto parece inspirado en la agudeza de Groucho: “¿A quién va usted a creer, a mí, o a sus propios ojos?”.
La falacia de Vattimo
Según Vattimo, la entronización del relativismo subjetivista y la consecuente amputación de la verdad objetiva darán lugar a una democracia auténtica, es decir, tolerante. La argumentación de Vattimo se basa en una gran falacia: la identidad entre el relativismo y la tolerancia.
“Como es natural, una política sin ‘verdad’ no es sólo y necesariamente una política democrática, sino que también puede ser una política despótica que en lugar de ir más allá de la metafísica, tan sólo retrocede más acá de su propio descubrimiento y reivindicación; también, por cierto una política, de inspiración metafísica, de los derechos naturales del hombre” (p. 57).
Llama la atención que Vattimo declare explícitamente su aspiración a una política ideal en la que no solo se niega la verdad objetiva, sino que además va acompañada de la negación de los principios éticos, pues elimina los derechos humanos por estar contaminados de metafísica.
La estrategia conceptual que propone Vattimo es un suicidio para la democracia. Basar la tolerancia en el relativismo conduce al autoritarismo.
“Si el relativismo significa desprecio por las categorías fijas y por los hombres que aseguran poseer una verdad objetiva externa…, entonces no hay nada más relativista que las actitudes y la actividad fascistas” (Mussolini en 1923).
Este discurso de Mussolini muestra una lógica implacable. Si no existen criterios objetivos para dirimir los conflictos entre voluntades, entonces solo queda la violencia. De forma que el relativismo es el camino más breve para justificar lo que parece su opuesto: la intolerancia.
Los santos patrones filotiránicos
Para esta empresa de renovar la democracia, Vattimo no se apoya en los grandes clásicos de esta fórmula política, como Locke o Montesquieu, ni en pensadores demócratas más recientes como Dewey o Bobbio. Prefiere incurrir en el disparate de rendir culto a dos filósofos alemanes de tendencia irracionalista.
“Nietzsche y Heidegger son quienes criticaron a fondo la verdad como objetividad y quienes sentaron las bases para una visión radical de la propia democracia. La razón por la que se rechaza la idea de verdad como objetividad es una razón ético-política. La verdad como objetividad convierte en absurda nuestra existencia como sujetos libres y nos expone al riesgo del totalitarismo” (p. 25).
Tanto Nietzsche como Heidegger fueron enemigos declarados de la democracia. Además, Heidegger fue el filósofo oficial del nazismo, quien declaró públicamente que Hitler era el líder mesiánico que necesitaba Alemania. Ambos abogaron por el escepticismo respecto a la razón, con la intención de reivindicar el dogmatismo de las pasiones políticas, las cuales hacen imposible a las libertades.
A partir de estos santos patronos, no es de extrañar que el proyecto de Vattimo sea el de desnaturalizar a la democracia. Una democracia condenada al relativismo se reduce a la nietzscheana lucha de fuerzas. Lo que sobrevive de la democracia solo es el vacío aparato electoral.
“Desvinculada de toda verdad objetiva, la democracia no es otra cosa sino el conjunto de reglas procedimentales que permiten recurrir al veredicto de la mayoría para dirimir las diferencias y así lograr que la sociedad decida entre opciones diversas, todas en principio igualmente válidas. Esta es la perspectiva de quienes ven en el relativismo la verdadera esencia de la democracia” (Francisco Plaza: El silencio de la democracia, p. 19).
La comprobación de esta sospecha es que el mismo Vattimo ha mostrado su parcialización con los totalitarismos comunistas, pues es un defensor de la dictadura cubana, así como de los populismos de izquierda. Llegó a confesar, en 2005: “Debo decir que Chávez me ha convertido al chavismo”.
La razón asaltada
En los años cincuenta, Georg Lukács popularizó la expresión el “asalto a la razón” como forma de describir a los movimientos irracionalistas que habían aparecido en la política de comienzos del siglo veinte. Él consideraba que Nietzsche era enemigo de la democracia burguesa, pero también del marxismo que el propio Lukács defendía.
En consecuencia, a Lukács le hubiese sorprendido que el comunismo, pataleando en su decadencia, hubiese terminado reclutando al romanticismo reaccionario. Nietzsche ataca la razón para dejar el camino libre a las pulsiones tiránicas.
La razón es la última fortaleza para defender el respeto a la dignidad humana frente al poder. Sin la razón, es fácil pasar a convertir a los otros en material para la esclavitud o el genocidio. El irracionalismo no se propone estimular una vida más espontánea sentimentalmente, ni tampoco desarrollar la inteligencia emocional. El irracionalismo es la exaltación de la tiranía, y la licencia de corso para convertir a los adversarios en seres subhumanos.
La democracia exige una epistemología muy diferente a la de Vattimo. Es indispensable una concepción que reconozca diferentes formas de verdad: verdad objetiva, verdad individual y verdad social. De la misma forma, que reconozca que estas verdades parciales pueden llegar a formar una visión integrada. Para eso, las diferentes perspectivas deben dialogar para buscar auténtica y apasionadamente la verdad. Así podremos abrir nuestra mente sin que nuestro cerebro ruede por el suelo.

Gómez no es criatura del petróleo


por Elías Pino Iturrieta

Prodavinci

Ya es lugar común el establecimiento de un vínculo determinante entre la explotación petrolera y el afianzamiento del mandato de Juan Vicente Gómez. Sin examen suficiente, se ve a la industria de los hidrocarburos como la base que sustentó a la dictadura. Los comentarios que siguen tratan de corregir el difundido parecer.
Nuevas relaciones de carácter político y mudanzas de importancia en el orden militar, gestadas durante el gobierno de la “Restauración Liberal”, pero también cambios de tipo fiscal y administrativo que suceden a raíz del derrocamiento de Cipriano Castro, ponen en marcha un proceso de centralización que prepara el camino para la dictadura vitalicia. El liberalismo tradicional, sumido en crisis desde las últimas décadas del siglo XIX, desaparece lentamente mientras se consolida el régimen autoritario. Del seno de un sistema en decadencia surge una formación diferente cuyo nacimiento obedece, en buena parte, a causas intestinas. Pese a que la interferencia de la presión internacional es creciente desde 1900, la intromisión de quienes explotan el petróleo es posterior.
El bloqueo de Venezuela por las potencias europeas provoca la intervención de los Estados Unidos, que a partir de entonces copa la escena y determina importantes mudanzas. Nos incluye en sus planes de expansión, y estimula a los factores que precisa para el logro de su cometido. Simpatiza con los reclamos de las compañías asfalteras y se incomoda por las poses atrabiliarias de don Cipriano. Es el primer paso firme en el terreno que le disputan las viejas metrópolis, pero el ingrediente petrolero no está incluido en el panorama. La renta originada por la explotación del subsuelo llega cuando Gómez ha batido a sus rivales.
A la hora de los grandes negocios espera un mercado apacible que no necesita ajustes onerosos o complicados. Lo garantiza el advenimiento del anhelado Porfirio Díaz del trópico. Es a partir de entonces cuando los hidrocarburos fortalecen al gobierno hasta un extremo jamás sospechado. Perfeccionan los resortes del poder y reducen a la impotencia a los elementos adversos. Se convierten en cimiento de un sistema cuyo origen no guardaba relación inmediata con los intereses que ahora estrechaban el vínculo. El éxito de la nueva relación dependía de la fortaleza del socio foráneo, desde luego, pero también del desmoronamiento de las relaciones políticas establecidas en el país desde el siglo anterior.
Las relaciones políticas del siglo XIX, especialmente en su segunda mitad, se caracterizaron por su fragilidad y heterogeneidad. El presidente de la República carecía del respaldo necesario para hacer sentir su autoridad. Sin milicias nacionales, sin rentas estables, sin vías de comunicación, sin una burocracia orgánica y eficiente, la legitimidad de su mandato dependía del débil soporte de la Constitución. Florecían en el territorio centros independientes de poder cuya relación con el Ejecutivo era irregular y suprainstitucional. La propia autoridad central no era más que otro de poder, cuya fortuna en el desarrollo de las circunstancias le ha permitido un ascenso de duración imprecisa.
Al frente de cada uno de los centros de poder están los caudillos. Han logrado predominio en la escala regional debido al empleo de una clientela producida por la tenencia de la tierra, por sus cualidades personales de jefatura, por el desarrollo de abigarrados nexos familiares y clientelares, y por el aprovechamiento de las peripecias que usualmente modificaban el concierto político. Su prestigio, que al principio fue de pequeños caciques, se podía proyectar a nivel panorámico para permitirles la participación en las grandes combinaciones. Pero las vicisitudes, y el tiempo que gastan en ellas, conduce a su debilitamiento, hasta el punto de que sean más sombra que testimonio concreto cuando llega el siglo XX.
Tal debilitamiento produce el triunfo de la Revolución Liberal Restauradora y el consecuente desarrollo de relaciones diversas. El nuevo movimiento posee un comando homogéneo, susceptible de coordinar sin interferencias la lucha armada. El nuevo gobernante se divorcia paulatinamente de los antiguos jefes, y procura su afianzamiento aprovechando la crisis de sus adversarios. Controla la organización de las milicias, trata de crear una Academia Militar, funda un nuevo partido, de sinuosas características pero bajo su directa influencia, e introduce en la administración elementos que pueden neutralizar a las viejas figuras. Cuando deja el poder las más importantes están derrotadas, en la prisión o en el exilio. Un fuerte contingente armado, comandado por oficiales fieles e inflexibles en cuya cabeza destaca Juan Vicente Gómez, otorga ventajas al poder central en un período de transición que pronto conducirá al control absoluto de la política.
El golpe de Estado contra Cipriano Castro inicia la última etapa del proceso de liquidación de los caudillos. Su gloria de viejos espadones de Guzmán y Crespo se había empañado por una cadena de descalabros sufrida entre 1899 y 1908. La clientela del campo quedaba acéfala sin haber disfrutado del amparo estable de los “taitas”, contra cuya privanza también conspiraba la carga de los años. Si el Ejército Restaurador los había convertido en capitanes sin apoyo, el desarrollo del ciclo vital los presentaba como unos ancianos achacosos y próximos a la tumba. Así las cosas, no resulta difícil para Gómez afianzar la autoridad a sus expensas.
En efecto, tal precariedad le permite convertirlos en simples adherencias de su corte, en piezas que puede dominar sin escollos dignos de consideración. No necesita la ayuda de los gerentes extranjeros que esperan a la vuelta de la esquina, aunque no vacilarían en ofrecerla para que los negocios no se demoraran. Pero la domesticación ha sido trabajo doméstico, cuestión de muerte y vida llevada entre la gente de siempre y quienes los reemplazan sin mirar hacia paisajes extraños. Un proceso fundamental, hechura nuestra, que no se ha querido ver para adelantar el reloj de la llegada del imperialismo yanqui. El Tío Sam hace su entrada triunfal cuando Gómez les pone mullida alfombra porque ya es un mandón crecido y establecido.




Puro teatro


RAMON PEÑA

La mente maestra de maniobras y mentiras del régimen no marcha muy bien en estos días
Para cubrir la huida del diálogo en Barbados, el cual ya cobraba impulso para forzar un acuerdo final, el régimen puso en escena otra mesa de negociación con la colaboración de algunos freelances de la política criolla, que no representan más que sus propios intereses. Idearon volver a la Asamblea Nacional para darle a la movida un barniz de institucionalidad, pero se les complicó la jugada: la relegitimaron contrariando la sentencia de desacato del TSJ contra la Asamblea, volvieron a exhibir la minoría oficialista, incluidos algunos diputados inhabilitados por burócratas, quedaron bajo la autoridad del presidente del parlamento Juan Guaidó y pusieron de bulto el estorbo de la inventada Asamblea Nacional Constituyente.
Luego, para contrarrestar la advertida condena del régimen por importantes jefes de Estado durante la Asamblea General de la ONU, las sanciones de los países del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, las acciones en Nueva York de los representantes de Juan Guaidó y, ausente de la Asamblea el Golem gobernante por miedo a la justicia estadounidense, optaron por una ridícula simulación de Guerra Fría, teatralizando un pretendido apoyo de Rusia y Corea del Norte.
Pero ni Putin es Khruschov ni Maduro es Castro. Putin accedió a una foto como premio de consuelo, pero lo reprendió recordándole que la Asamblea Nacional es legítima, que su presidente es Juan Guaidó y le ordenó volver a sentarse en Barbados a continuar el diálogo. La preocupación real del Kremlin son sus acreencias de cuatro mil millones de dólares por armas e inversión petrolera. En Corea del Norte, la visita del teniente del mazo no tuvo más relevancia que la de una piadosa ofrenda en el mausoleo de los patriarcas norcoreanos.
“Lo tuyo es puro teatro” diría la rumbosa Lupe. Entretanto, continúa el cerco, que aprieta, pero todavía no ahorca.

domingo, 29 de septiembre de 2019

EL PRESIDENTE GUAIDÓ COSECHA IMPORTANTES TRIUNFOS DIPLOMÁTICOS








EMILIO NOUEL V.
MIEMBRO DEL GRUPO ÁVILA





El mes de Septiembre culmina con importantes logros para la diplomacia que adelanta el equipo del presidente interino Juan Guaidó.  
Sirvió de marco a esos notables resultados, la Asamblea General de NN.UU en New York.
La reunión de consulta de los cancilleres de los países miembros del TIAR tuvo lugar el día 23 de septiembre. 
Se aprobó una resolución en la que señala que en virtud de que “un conjunto de actividades criminales, asociado a la crisis humanitaria generada por el deterioro de la situación política, económica y social en la República Bolivariana de Venezuela, representa una amenaza para el mantenimiento de la paz y la seguridad del continente, en los términos del Artículo 6 del TIAR”, se acuerda identificar a personas o entidades asociadas al régimen venezolano envueltas en delitos de lavado de activos, tráfico de drogas, terrorismo y su financiación, con el propósito de investigarlas, perseguirlas, extraditarlas y/o sancionarlas.
Se aprueba encargar a las unidades de inteligencia financiera de esos países, la elaboración de una lista de personas que encajen en aquellos delitos vinculados al régimen venezolano. Se instruye a los representantes permanentes ante la OEA para que den seguimiento de la situación y su impacto en la región.
Por otro lado, el Consejo de los DDHH de la ONU aprobó la creación de una misión internacional independiente, que investigará y determinará las ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, torturas y tratos crueles y degradantes cometidos desde el año 2014 en Venezuela.
El Consejo insta al régimen a que coopere y permita que la misión pueda tener acceso sin ninguna limitación al país.  Esta Comisión operará un año y deberá  asegurar la plena rendición de cuentas de los autores y la justicia para las víctimas”.
La resolución, primera que se aplica de este tipo a un país latinoamericano,  fue impulsada por el Grupo de Lima.
La Unión Europea también aprobó sanciones contra 7 personeros del régimen chavista.
En la decisión se hace referencia al Informe Bachelet, que confirma las violaciones a los ddhh, la erosión del Estado de Derecho y el desmantelamiento de las instituciones democráticas, y se menciona la muerte del capitán Acosta Arévalo bajo custodia de las fuerzas de seguridad.
Detrás de estas decisiones están, particularmente, los gobiernos del hemisferio americano afectados por la crisis venezolana.
No pocos presidentes se han pronunciado sobre Venezuela estos días. Sebastián Piñera habla de una “oprobiosa y cruel dictadura que tiene innegables lazos con el narcotráfico”. Y agrega que la de Venezuela es “sin duda, una causa que compromete a toda América Latina”.
Lenin Moreno afirma que Maduro debe abandonar el poder y convocar inmediatamente a elecciones, porque es “un régimen corrupto y protector de terroristas”. Iván Duque ha señalado que La dictadura venezolana es un eslabón más de la cadena del terrorismo transnacional y una amenaza para la paz y seguridad del continente”.
Así, la asfixia internacional de Maduro se profundiza. Desesperado busca auxilio en Rusia y hasta en Corea del Norte. Se insiste en reiniciar las negociaciones fallidas. El gobierno las rehuye, no tiene interés en ellas. A pesar de los triunfos comentados, se sigue en la incertidumbre.
LAS OPOSICIONES


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   ISMAEL PÉREZ VIGIL

La unidad no es un fetiche al que se adora y rinde culto; es algo vivo y no significa uniformidad; la oposición tampoco debe unirse simplemente para satisfacer los gustos, la incomprensión o la ignorancia de lo que sin duda es muy importante, pero que no deja de ser una entelequia, la llamada “comunidad internacional”.
No se puede pretender que la oposición democrática, compuesta por socialdemócratas, demócrata cristianos, socialistas, liberales, conservadores, ciudadanos organizados e independientes, sindicalistas, empresarios, olviden sus ideologías, intereses y diferencias naturales y presenten una organización única al país. Precisamente durante estos últimos veinte años por lo que hemos luchado es por la libertad, contra los intentos totalitarios y socialistas trasnochados del actual régimen y sus pretensiones hegemónicas. Contra sus intentos de someter a todos al mismo patrón y contra sus intentos de dominar todos los poderes públicos y eliminar el natural y democrático balance entre ellos.
Es claro –o debería serlo– que todos los sectores opositores del país persiguen el mismo objetivo: la imperiosa necesidad de salir cuanto antes de este oprobioso régimen, que ha llevado al país a la ruina y la peor miseria de toda su historia. Pero, como ya he dicho “…la oposición hace tiempo que está dividida en varios sectores y dependiendo del tema del que se elija hablar, se manifestará esa división con más o menos virulencia”. Por ejemplo, si tomamos un tema que está sobre la mesa, el electoral, como vía para salir de la dictadura, nos vamos a encontrar, al menos, cinco sectores diferentes en la oposición política venezolana; veamos rápidamente cuales son esos sectores:
Hay un primer sector, el mayoritario de la oposición, constituido por el llamado Frente Amplio Venezuela Libre, representado también por la mayoría de la Asamblea Nacional y que apoya sin restricciones al presidente Juan Guaidó; ese sector ha planteado la necesidad de una negociación con el régimen para lograr una salida hacia una alternativa democrática, a través de unas elecciones libres.
Hay un segundo sector, que podríamos llamar “oposición minoritaria radical” –a falta de un mejor nombre– que se han deslindado de la “oposición mayoritaria”, que no creen en la negociación con el régimen o en todo caso creen que la única negociación posible es sobre la forma y condiciones para la salida del presidente usurpador, que no creen que sea posible ninguna vía electoral para ello y al parecer solo aceptan una salida mediante una intervención militar externa.
Hay un tercer sector, también minoritario, que se han separado también de la “oposición mayoritaria” y –por lo ya visto– están dispuestos a transar con el régimen cualquier alternativa que conduzca a un proceso electoral, bajo cualesquiera que sean las condiciones; ese sector incluye a los cuatro partidos firmantes del documento del lunes 16/9: MAS, Cambiemos, Soluciones y Avanzada Progresista.
Hay un cuarto sector, también minoritario, que incluye a otros pequeños partidos, grupos y personalidades, que se han diferenciado también de la “oposición mayoritaria” y han manifestado su disposición a una alternativa electoral, sin mayor presión en cuanto a las condiciones; sin embargo, no los incluyo con los cuatro partidos anteriores para evitar cualquier posible confusión, pues algunos de ellos se han deslindado de la firma del documento del 16/9.
Pero hay un quinto sector, el más numeroso, probablemente, no agrupado en partidos ni grupo alguno, que podríamos llamar la “oposición silente” que aparece y desaparece de acuerdo a las circunstancias, unas veces apoyando marchas y manifestaciones de la mayoría opositora, otras veces apoyando procesos electorales o absteniéndose de participar en ellos, incluso en algunas ocasiones apoyando a los candidatos de la dictadura.
Todos esos sectores conviven en un hervidero y no hay tema ni ángulo de discusión que escape a la opinión de cualquiera de ellos. Es algo extraño, no ortodoxo, para la forma habitual de hacer discusión política y de contribuir al proceso de toma de decisiones, pero representa un signo importante de los tiempos que vivimos, tiempos de redes sociales y de incursión activa de la sociedad civil en política. De lo que debe cuidarse la oposición es que la vehemencia y la falta de temor o de “respeto” al régimen, les haga caer ingenuamente en trampas, que los distraigan en escaramuzas entre ellos y dejen de lado los aspectos relevantes.
Desde luego, a nadie se le ocurre pensar que una decisión final de estrategia será tomada en esas discusiones, como si se tratara de una asamblea permanente y abierta, la mítica “calle” tomando decisiones políticas. A los ciudadanos no nos debe importar donde se tome la decisión final, lo que nos debe importar es que se esté discutiendo, que se consideren nuestras opiniones como un aporte sustantivo para quienes deban tomar la decisión y que estos lo hagan en la tranquilidad que les permita considerar todas las opciones y sopesar la que tiene mayor consenso. Lo que importa es que nadie se sustraiga de este ambiente de reflexión y que nadie deje de “registrar”, de tomar en cuenta, cual es el consenso que se va imponiendo y que va susurrando o gritando su sabiduría a los actores políticos
La oposición venezolana durante estos últimos cuarenta años se ha enfrentado a las consecuencias de veinte años anteriores al régimen actual, de predica inmisericorde en contra de los políticos, los partidos y las instituciones democráticas y a dos presidentes –durante el régimen actual– que durante otros veinte años dispusieron de los recursos del Estado y concentraron el poder político más grande que ningún presidente electo democráticamente haya tenido en Venezuela y lo dedicaron a la destrucción de la democracia.
La vilipendiada oposición democrática, sobreponiéndose a los errores cometidos en los primeros años de este régimen depredador, ha logrado victorias y acuerdos importantes de los cuales el país ha sido testigo, especialmente el de la necesidad de salir de esta crisis por mecanismos constitucionales, aun respetando una Constitución hecha a la medida del régimen, con la que no estuvimos de acuerdo, a la que nos opusimos y que el régimen fue el primero en violar.
Hugo Chávez Frías fue electo en un proceso electoral, desarrollado por una democracia que él no ayudó a construir, sino que intentó destruir, primero como conspirador y golpista en 1992 y luego como presidente en ejercicio desde 1999 hasta 2013; su sucesor –designado primero y usurpador actual– ha continuado esa tarea depredadora. Hoy pretenden un segundo aire, amparados en el chantaje de la “falta de unidad”, de la “falta de propuestas” o “la falta de líderes” por parte de la oposición.
Politólogo

viernes, 27 de septiembre de 2019

La red

EDUARDO FERNANDEZ



Todos tenemos el deber de promover el amor y la alegría en medio de esta realidad caótica que nos ha tocado vivir. La maldad no está en la red, está en quienes la usan para lo malo.
Como todos los grandes inventos de la humanidad, la red puede ser un instrumento para lo sublime pero, también, para  lo perverso, lo malo, lo canalla.

La Red puede servir para transmitirle a la humanidad las sonatas de Beethoven, los nocturnos de Chopin. También puede servir para que circulen mentiras, calumnias e infamias. La capacidad para lo bueno y para lo malo. Todo depende de la calidad humana de los usuarios. De la calidad humana de los usuarios a un lado y al otro de la red. Hay gente que alimenta la red con las cosas más nobles de las que es capaz la especie humana. También las hay que disfrutan de esa genial invención para desahogar viles sentimientos y para intentar causar el mayor daño posible.

Todo depende de nosotros, de los seres humanos. La tecnología, en cierto modo, es neutra. El ser humano que está detrás de la tecnología es el que le imprime sus valores éticos, sus principios, la elevación y la dignidad de su condición humana o lo contrario de eso.

En Venezuela, lamentablemente, desde que se inició este siglo XXI prevalece un clima de odio, de confrontación, de mentiras y de calumnias. Ese invento maravilloso que es la red, en manos bondadosas y amables será un instrumento formidable para la amistad, para el progreso, para la felicidad de los seres humanos. En manos de seres perversos, mal construidos por dentro, llenos de amargura y de maldad, la red puede convertirse en un instrumento para la degradación del ambiente intelectual, político y espiritual de nuestro país.

La felicidad es un atributo humano y Divino. Los seres humanos, mujeres y hombres, estamos hechos para ser felices. Apreciar la vida diaria es un reto espiritual y crear alegría a nuestro alrededor, a pesar de las horas tan difíciles que nos toca vivir, es una parte esencial de la Fe. “La vida es bella” es el título de una gran película italiana que narra la vida de un padre con su hijo en un campo de concentración nazi. El padre se propone hacer feliz al hijo y lo logra. Todos tenemos el deber de promover el amor y la alegría en medio de esta realidad caótica que nos ha tocado vivir. La maldad no está en la red, está en quienes la usan para lo malo. El hombre inventó la música de cámara, pero también la cámara de gas.

La red puede y debe ser un instrumento muy útil para la felicidad del género humano.

Seguiremos conversando.

Eduardo Fernández
@EFernandezVE

miércoles, 25 de septiembre de 2019


LAS MAROMAS DEL PSUV

TRINO MARQUEZ

Para darle algún atractivo a la desangelada Mesa de Diálogo Nacional creada entre el régimen y algunos partidos minoritarios, el Psuv decidió reincorporarse a la Asamblea Nacional. Pero esa reinserción  ha estado rodeada de tantas ambivalencias, que en realidad no se sabe para qué los parlamentarios del oficialismo fueron a calentar sus curules.

         En una rocambolesca conversación con el periodista Román Lozinski en su escuchado programa matutino en Unión Radio el martes 24 de septiembre, el diputado Saúl Ortega fijó la posición del partido de gobierno: sí, pero no.   Ortega señaló que a pesar de la presencia de la fracción del Psuv, la Asamblea continuará en ‘desacato’. Es decir, en rebeldía frente al TSJ, con lo cual las decisiones que adopte el cuerpo serán írritas. El señor Ortega, entonces, considera que los cincuenta y tantos diputados del Psuv son unos desocupados, que no tienen nada mejor que hacer que ir a perder el tiempo en un organismo carente de competencias legales y cuyas resoluciones son intrascendentes. ¡Qué manera tan extravagante de asumir la representación popular que los votantes les entregaron a esos parlamentarios en las elecciones del 6 de diciembre de 2015! Se burlan de la soberanía popular, delegada en unos mentecatos decididos a rendirse ante los abusos de los miembros TSJ, quienes usurpan las funciones del Parlamento.

         Con su reincorporación al Parlamento, el Psuv no intenta resolver las tensiones entre la AN y la Sala Constitucional del TSJ. Esta Sala, concebida originalmente para que actúe como cancerbera de la Carta Magna, se convirtió en su verdugo. Es la instancia legal que acomoda de forma caprichosa el espíritu y la letra de la Carta Fundamental a los designios del régimen. En esta tarea le amputó todas las competencias importantes al Parlamento. Saúl Ortega, en la entrevista mencionada, decía que a lo mejor los diputados del oficialismo se opondrían incluso a que algún ministro o alto funcionario del gobierno fuese interpelado en el Hemiciclo para que respondiese por su desempeño al frente del organismo que estaba dirigiendo. ¿Y entonces?

         El Psuv también resolvió mantener la asamblea constituyente. Operaría simultáneamente con la AN. Esta coexistencia podría comprenderse y aceptarse si la asamblea constituyente tuviese alguna legitimidad. Si hubiese sido convocada de acuerdo con las pautas señaladas en la Constitución de 1999. Si estuviese abocada a redactar una nueva Constitución. Nada de eso ocurre. La constituyente es un adefesio, cuya única función consiste en construirle un coto a Diosdado Cabello, ahora de visita en Corea del Norte, para que no luzca como un mandadero de Nicolás Maduro y Vladimir Padrino López. Sin ese burladero, Cabello habría quedado desamparado luego de haber perdido de forma ominosa en las elecciones parlamentarias de 2015, cuando se postuló como diputado por el estado Monagas. En la lucha dentro del Estado madurista, el eje de poder se desplazó hacia la dupla Maduro-Padrino. Maduro, quien en 2017 aún no había terminado de consolidarse como el jefe indiscutido del oficialismo, le concedió esa cuota de poder a su eterno competidor. Ahora el hombre se aferró a esa tabla salvadora, intentando surfear la ola que casi lo deja convertido en náufrago solitario. Sabe que en política no hay derrotas definitivas, ni triunfos irreversibles.  La constituyente y su programa en Venezolana de Televisión pueden servirle de estribo para convertirse de nuevo en opción frente a Maduro cuando este se descuide.

         La constituyente es un incordio. Resulta incompatible con la AN. La normalización del Parlamento será imposible mientras ese órgano opere. El Psuv lo sabe. La normalización de la vida parlamentaria requiere una atmósfera transparente. La constituyente supraconstitucional opaca todo.  Los diputados oficialistas realizan piruetas para justificar lo injustificable. Le tienen más temor a Cabello que a hacer el ridículo.

         La normalización de la Asamblea Nacional, foro fundamental para el funcionamiento  de la democracia, exige que el Psuv deponga la actitud obstruccionista que ha mantenido desde enero de 2016, cuando la nueva mayoría asumió la conducción de la AN. El partido de gobierno debe demostrar voluntad de rectificación.  Me imagino que  los firmantes del pacto entre el gobierno y la representación de los partidos minoritarios creen que el giro es posible. Hasta ahora no hay ninguna señal que permita pensar en la  factibilidad del cambio. Las cabriolas del Psuv para eludir los retos fundamentales han sido al estilo de las ferias de pueblo.

La Mesa de Diálogo Nacional, para legitimarse, necesita algo más que documentos firmados. Hasta ahora ha sido flor de un día. No enganchó con la opinión nacional, ni con la internacional. Tampoco el Psuv ayuda. Lo digo con pesar porque Venezuela necesita  diálogo  en todos los foros posibles.

         @trinomarquezc

martes, 24 de septiembre de 2019

Aprender de la experiencia
LUIS MANUEL ESCULPI
Apelan a las versiones más inverosímiles. Aún tienen seguidores incondicionales. A ellos está dirigida la programación del canal ocho, las cadenas de Maduro y los vídeos del ministro de información. Al insistir en las mentiras aplican la vieja fórmula goebbeliana, se identifican más con el propagandista nazi, que con Gramsci el pensador italiano citado frecuentemente por Chávez. En fin, como no hay tal revolución no se está obligado a la fidelidad con la verdad.
Un aspecto esencial de su política lo constituye la descalificación de su adversario al que califican de enemigo, para ello se valen de diversos artilugios, no tienen límites, cualquier patraña puede ser empleada en función de ese objetivo. Piensan que los manuales de guerra sicológica les han sido de suma utilidad. El uso perverso de teorías y técnicas de la comunicación no tienen ya la pegada de otros tiempos. La credibilidad se les ha agotado, la decepción aumenta entre los antiguos seguidores. El rechazo a sus políticas ya no puede ser mayor. Su “lecho de roca” luce erosionado.
Al resultarle insuficiente el argumento de las últimas medidas de Trump, para levantarse de la mesa de negociación, inventaron lo de la supuesta posición de entrega de Guaidó en torno al Esequibo, cuando es un hecho público, notorio y comunicacional, como diría un abogado, que desde el año 2004 cuando Maduro era canciller, se produjo un viraje en la reclamación que venía haciendo Venezuela, los gobernantes cubanos aconsejaron a Chávez en ese sentido, con el objeto de ganar votos en el CARICOM, cuando el expresidente se propuso entrar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.  Más recientemente surgió un nuevo montaje a propósito de la salida de Guaidó a Colombia el pasado mes de febrero, se le ha pretendido vincular con los paramilitares colombianos conocidos como Los Rastrojos, independientemente que este tipo de propaganda va dirigido, en lo fundamental hacia sus seguidores más consecuentes, es indudable que la acción de los laboratorios en las redes sociales, genera dudas y confusión en otros sectores, Hasta el punto que algunos medios de comunicación, no oficialistas se hicieron eco de la patraña, y la presidenta del COPEI legitimado por el TSJ envió un tuiter que afortunadamente luego rectificó, donde reproducía la versión del oficialismo.
La declaración a la periodista Idania Chirinos del chofer que trasladó a Guaido, donde desmiente claramente el montaje del gobierno de Maduro, lamentablemente no ha tenido la misma difusión que la de los laboratorios. Podemos entender que algunas personas puedan resultar víctimas de la confusión, lo que resulta incomprensible son aquellos grupúsculos que se dicen opositores y le concedan siempre mayor credibilidad a los voceros del oficialismo que a los de la Asamblea Nacional.
La unidad total de las fuerzas alternativas pareciera improbable hoy, sin embargo tal como fue manifestado en el evento del Frente Amplio la pasada semana, es posible pasar a un estado superior de la unidad, incorporando a otros sectores sociales y políticos, a los que ya están integrados en el Frente.
Sería deseable, incluso que quienes pretenden adelantar una política distinta e incompatible con esa estrategia definida por la AN , concentrarán sus esfuerzos, en la diferenciación del oficialismo y rectificaran en el comportamiento de enfocar sus baterías contra las fuerzas democráticas que promueven una orientación, que aunque ellos no comparten, está nítidamente confrontando al régimen.
Si bien la unidad no puede considerarse un fin en si mismo, sino un medio para alcanzar determinados objetivos; también es cierto que en determinadas coyuntura la unidad constituye un factor decisivo para lograr los propósitos. La experiencia histórica tanto nacional, como internacional, nos aporta esa enseñanza. Negarse a reconocer esa realidad no tiene sentido, sería imperdonable no aprender de la experiencia tanto nuestra como ajena.