AHORA, ELECCIONES LIBRES
ISMAEL PÉREZ VIGIL
De todas las lecciones que nos deja al caso boliviano no se ha destacado suficientemente la más obvia, la que no me cansaré de repetir y recordar, aunque algunos no la quieren ni siquiera mencionar: que la vía es la vía electoral.
Sí, es verdad que el levantamiento de la policía nacional y el pronunciamiento del ejército boliviano –al darle un ultimátum a Evo Morales, sugiriéndole que renunciara–, fueron el elemento decisivo. Sí, es verdad que el pueblo estaba en la calle, manifestando contra el fraude, reclamando el resultado electoral y obligando así a que la fuerza armada tomara una posición. Sí, también es verdad que el detonante fundamental fue la ambición de Evo Morales que, viéndose perdedor en segunda vuelta, hizo fraude para mantenerse en el poder.
Todos esos elementos se juntaron y posibilitaron la salida que se dio en Bolivia; pero el factor fundamental, lo que está en la base de todo es que se dio un proceso electoral, que la gente fue a votar, que no se abstuvo ni se quedó en su casa y que, ante la evidencia del fraude, salió a reclamar y a defender su voto. Todo lo demás fue el corolario, lo que vino después, pero el elemento central fue ese proceso electoral, esa determinación del pueblo boliviano de votar y de defender en la calle el resultado de esa votación.
Por eso, en Venezuela, que tenemos una condición muy diferente en cuanto a la posición de la fuerza armada, que es la que protege al régimen, que le da sustento, que es el régimen –hasta evidencia en contrario–, tenemos que emprender una tarea de movilización popular que posibilite un cambio y para eso no bastan las marchas eventuales o las protestas espontaneas, dispersas, sin conexión política, que se suceden todos los días, sino que es necesario una determinación firme de ir a un proceso electoral, de lograr unas elecciones libres, como primer paso que desencadene toda una serie de sucesos que concluyan con el fin de este régimen de oprobio y esa identificación FA-Gobierno.
Pero, ¿qué son unas elecciones libres? Se supone que deben reunir una serie de condiciones, pero en eso no nos podemos llamar a engaños, esperar milagros o dar rienda suelta a la imaginación y la fantasía. Recordar que estamos bajo un régimen tiránico, dictatorial, que aunque no goza de apoyo popular, tiene los recursos del estado para comprar conciencias, votos y lealtades, cuenta con los tribunales para perseguir, encarcelar y hacerle la vida imposible a cualquiera; y sobre todo, cuenta con la Fuerza Armada, y todos los órganos represivos del estado, para defenderse y proteger sus privilegios. Por ello es necesario insistir en una estrategia de unidad y negociar condiciones electorales.
Me voy a referir en este momento solamente a tres aspectos de carácter general, pero fundamentales, para que se puedan dar unas elecciones libres.
El primer aspecto se refiere a las pre condiciones de carácter político que se deben dar para celebrar cualquier proceso electoral: la libertad de los presos políticos y la habilitación de los partidos políticos y candidatos, hoy ilegalízalos unos, presos, en el exilio y perseguidos otros. Dadas estas condiciones, viene todo lo demás. Pero, que nadie espere un proceso impoluto, libre de artimañas y abusos de poder por parte del gobierno, pues la trampa es parte de su naturaleza, está en su ADN, como se dice ahora.
Otro elemento fundamental es rescatar la credibilidad en los procesos electorales y en el voto; para ello hay que comenzar por una reestructuración del CNE, todo el CNE; que lo debe hacer la AN, como establece la Constitución y la ley; (y queda como tarea pendiente, la modificación de la LOPE, para que el Comité de Postulaciones que se designe en el futuro este conforme a la Constitución, integrado solo por la sociedad civil, sin diputados, que no son sociedad civil). Pero el CNE que ahora se designará, no estará integrado por émulos de San Francisco de Asís, la Madre Teresa de Calcuta o Mahatma Gandhi, sino que será el producto de una negociación —con el perdón de la palabra— que tendrá que darse en la AN para designar un CNE que goce de un consenso mínimo entre todas las partes, que permita realizar unas elecciones en condiciones aceptables.
Desde luego, como tercer factor previo, habrá que hacer una revisión del registro electoral, para librarlo de los errores más gruesos: movimientos ilegales de votantes y traslado de electores; pero que nadie espere la locura de hacer un nuevo registro, desde cero. Entre los objetivos estará cumplir con lo establecido en la Ley (Art. 28.2) acerca de su carácter continuo y organizar, con suficiente tiempo y recursos, jornadas especiales de registro, para que se puedan inscribir todos los rezagados, que pasan del millón y medio y para que puedan cambiar de domicilio la mayor cantidad posible de venezolanos que están en el exterior y que tienen derecho a votar, al menos en las elecciones presidenciales.
También en el marco de fortalecer la credibilidad del proceso electoral, se debe garantizar la presencia de observadores internacionales, de varias regiones, países y organizaciones especializadas de observación electoral, al igual que ampliar el espectro de la observación nacional, permitiendo que las organizaciones nacionales de observadores puedan registrar todos los observadores que deseen y consideren necesarios.
Hay muchos otros aspectos, importantes, de carácter práctico, sobre los procesos electorales, que hay que revisar y corregir para tener unas elecciones libres, pero me referiré a ellos en otra oportunidad.
Pero ahora, lo más importante, desde el punto de vista de la oposición, es movilizar al país y derrotar las posiciones indiferentes y abstencionistas, que nunca han conducido ni a movilizar al pueblo, ni a desconocer realmente los resultados, pues estos se han impuesto por la fuerza de los hechos, sin que quienes promueven la abstención hayan hecho nada más por continuar la lucha política, tras unas elecciones que desconocieron. Por el contrario, la abstención ha sido el motor de la indiferencia, la inacción y la desesperanza.
Elemento esencial es también organizarse para cubrir, con testigos, todas las mesas electorales, o al menos el 95% de las mismas y recabar todas las actas de votación, que se deben entregar sin demora al organismo opositor, controlador del proceso. Y que esa organización sea también la base, la matriz, para la defensa del voto en el caso de que se pretenda alterar o desconocer los resultados.
Sin embargo, debo hacer un señalamiento final y esencial: lo más importante para derrotar a este régimen de oprobio que tiene más de 20 años asolando al país es la unidad opositora, la vía electoral es solo eso, una vía; si la decisión es participar por la vía electoral, para movilizar al país, debe ser un acto de unidad política, que debe ser respetado por todos; pero siempre supeditados a la unidad, como factor de éxito, si la decisión fuese otra.
Politólogo
ISAMEL PÉREZ VIGIL
De todas las lecciones que nos deja al caso boliviano no se ha destacado suficientemente la más obvia, la que no me cansaré de repetir y recordar, aunque algunos no la quieren ni siquiera mencionar: que la vía es la vía electoral.
Sí, es verdad que el levantamiento de la policía nacional y el pronunciamiento del ejército boliviano –al darle un ultimátum a Evo Morales, sugiriéndole que renunciara–, fueron el elemento decisivo. Sí, es verdad que el pueblo estaba en la calle, manifestando contra el fraude, reclamando el resultado electoral y obligando así a que la fuerza armada tomara una posición. Sí, también es verdad que el detonante fundamental fue la ambición de Evo Morales que, viéndose perdedor en segunda vuelta, hizo fraude para mantenerse en el poder.
Todos esos elementos se juntaron y posibilitaron la salida que se dio en Bolivia; pero el factor fundamental, lo que está en la base de todo es que se dio un proceso electoral, que la gente fue a votar, que no se abstuvo ni se quedó en su casa y que, ante la evidencia del fraude, salió a reclamar y a defender su voto. Todo lo demás fue el corolario, lo que vino después, pero el elemento central fue ese proceso electoral, esa determinación del pueblo boliviano de votar y de defender en la calle el resultado de esa votación.
Por eso, en Venezuela, que tenemos una condición muy diferente en cuanto a la posición de la fuerza armada, que es la que protege al régimen, que le da sustento, que es el régimen –hasta evidencia en contrario–, tenemos que emprender una tarea de movilización popular que posibilite un cambio y para eso no bastan las marchas eventuales o las protestas espontaneas, dispersas, sin conexión política, que se suceden todos los días, sino que es necesario una determinación firme de ir a un proceso electoral, de lograr unas elecciones libres, como primer paso que desencadene toda una serie de sucesos que concluyan con el fin de este régimen de oprobio y esa identificación FA-Gobierno.
Pero, ¿qué son unas elecciones libres? Se supone que deben reunir una serie de condiciones, pero en eso no nos podemos llamar a engaños, esperar milagros o dar rienda suelta a la imaginación y la fantasía. Recordar que estamos bajo un régimen tiránico, dictatorial, que aunque no goza de apoyo popular, tiene los recursos del estado para comprar conciencias, votos y lealtades, cuenta con los tribunales para perseguir, encarcelar y hacerle la vida imposible a cualquiera; y sobre todo, cuenta con la Fuerza Armada, y todos los órganos represivos del estado, para defenderse y proteger sus privilegios. Por ello es necesario insistir en una estrategia de unidad y negociar condiciones electorales.
Me voy a referir en este momento solamente a tres aspectos de carácter general, pero fundamentales, para que se puedan dar unas elecciones libres.
El primer aspecto se refiere a las pre condiciones de carácter político que se deben dar para celebrar cualquier proceso electoral: la libertad de los presos políticos y la habilitación de los partidos políticos y candidatos, hoy ilegalízalos unos, presos, en el exilio y perseguidos otros. Dadas estas condiciones, viene todo lo demás. Pero, que nadie espere un proceso impoluto, libre de artimañas y abusos de poder por parte del gobierno, pues la trampa es parte de su naturaleza, está en su ADN, como se dice ahora.
Otro elemento fundamental es rescatar la credibilidad en los procesos electorales y en el voto; para ello hay que comenzar por una reestructuración del CNE, todo el CNE; que lo debe hacer la AN, como establece la Constitución y la ley; (y queda como tarea pendiente, la modificación de la LOPE, para que el Comité de Postulaciones que se designe en el futuro este conforme a la Constitución, integrado solo por la sociedad civil, sin diputados, que no son sociedad civil). Pero el CNE que ahora se designará, no estará integrado por émulos de San Francisco de Asís, la Madre Teresa de Calcuta o Mahatma Gandhi, sino que será el producto de una negociación —con el perdón de la palabra— que tendrá que darse en la AN para designar un CNE que goce de un consenso mínimo entre todas las partes, que permita realizar unas elecciones en condiciones aceptables.
Desde luego, como tercer factor previo, habrá que hacer una revisión del registro electoral, para librarlo de los errores más gruesos: movimientos ilegales de votantes y traslado de electores; pero que nadie espere la locura de hacer un nuevo registro, desde cero. Entre los objetivos estará cumplir con lo establecido en la Ley (Art. 28.2) acerca de su carácter continuo y organizar, con suficiente tiempo y recursos, jornadas especiales de registro, para que se puedan inscribir todos los rezagados, que pasan del millón y medio y para que puedan cambiar de domicilio la mayor cantidad posible de venezolanos que están en el exterior y que tienen derecho a votar, al menos en las elecciones presidenciales.
También en el marco de fortalecer la credibilidad del proceso electoral, se debe garantizar la presencia de observadores internacionales, de varias regiones, países y organizaciones especializadas de observación electoral, al igual que ampliar el espectro de la observación nacional, permitiendo que las organizaciones nacionales de observadores puedan registrar todos los observadores que deseen y consideren necesarios.
Hay muchos otros aspectos, importantes, de carácter práctico, sobre los procesos electorales, que hay que revisar y corregir para tener unas elecciones libres, pero me referiré a ellos en otra oportunidad.
Pero ahora, lo más importante, desde el punto de vista de la oposición, es movilizar al país y derrotar las posiciones indiferentes y abstencionistas, que nunca han conducido ni a movilizar al pueblo, ni a desconocer realmente los resultados, pues estos se han impuesto por la fuerza de los hechos, sin que quienes promueven la abstención hayan hecho nada más por continuar la lucha política, tras unas elecciones que desconocieron. Por el contrario, la abstención ha sido el motor de la indiferencia, la inacción y la desesperanza.
Elemento esencial es también organizarse para cubrir, con testigos, todas las mesas electorales, o al menos el 95% de las mismas y recabar todas las actas de votación, que se deben entregar sin demora al organismo opositor, controlador del proceso. Y que esa organización sea también la base, la matriz, para la defensa del voto en el caso de que se pretenda alterar o desconocer los resultados.
Sin embargo, debo hacer un señalamiento final y esencial: lo más importante para derrotar a este régimen de oprobio que tiene más de 20 años asolando al país es la unidad opositora, la vía electoral es solo eso, una vía; si la decisión es participar por la vía electoral, para movilizar al país, debe ser un acto de unidad política, que debe ser respetado por todos; pero siempre supeditados a la unidad, como factor de éxito, si la decisión fuese otra.
Politólogo