A FUEGO LENTO
Dedicado a Lila Morillo
Al oír la más reciente producción de Ilan Chester se regresa con orgullo a la casa más íntima de uno que es Venezuela. Esta primera entrega de “Tesoros de la Música Venezolana” está dedicada al Zulia y se completará con cinco antologías más, regaladas por otras regiones musicales del país (las Costas, los Llanos, Lara, los Andes, y Caracas). Transportados por voces y señas atesoradas en el tiempo, nos encontraremos entre patios, helechos y fragancias, con recuerdos y olvidos que reverberan en la piel de las canciones entonadas. ¡Qué epopeya militar ni que ocho cuartos!
Y es que Ilan es un tipo especial; uno en un trillón. ¡Qué exageración! ¡Quisiera Hugo! Pero es que de verdad es un privilegio tenerlo de hermano, pues somos hijos del mismo vientre saladillo al que él nos ayuda a retornar. Dígame usted cuando por ejemplo nos pone a oír: “Meciendo las palmeras como si fueran mecer de mares”. Qué mejor camburpintón que ese poema. A la deriva como andamos logramos revivir, desde los acordes primeros de ese vals, aquellos tiempos en los que comenzábamos inocentes a crecer en la Venezuela de la esperanza que éramos luego de tanta dictadura. Y mi madre silbando esa melodía cosía siete estrellas a la bandera de la patria para que fuera a ondear vanidosa, cual falda que se alza frente al beso de la brisa, a través de los siete mares y hacia los cuatro puntos cardinales.
La calidad de composiciones, intérpretes, músicos y técnicos se funde y multiplica en el sabor de ese sancocho lacustre que se paladea a la sombra de la excelencia y calidez de Ilan como músico y gente. “Es un CD, no un disco papá, ¿acaso no entiendes?” que cada generación escuchará a su manera. Un cofre donde se enseña un tesoro que nos deslumbrará al abrigo de nuestra particularísima experiencia vital. Por su parte quien no conozca las piezas que lo integran se sorprenderá, imagino, frente al torrente de sentimentalidad, maneras de decir, estructura gramatical y más, que han tenido repercusión trascendente en la forma de ser del venezolano, él, todo.
Dígame usted lo que es oír a Betulio Medina, míreme ahí qué orgullo a Abdégano “Neguito” Rojas, ni se diga de nuestra indestructible Lila Morillo, al Maestro Rafael Rincón, a los jóvenes de Voz Veis, a Ángela y Víctor Hugo Márquez, al espacioso Argenis Carruyo, al gaitero Ricardo Cepeda, al entrañable Edgar Alexander, al propio Ilan, y ni hablar de los músicos que logran el ensueño de trasportarnos hasta el alma de la grey zuliana. Y así el país patasparriba, tan agobiado como está, se da el lujo de redescubrir un yacimiento indómito, relámpago del Catatumbo, Chinita que nos acompaña, cuida y salva, ¿Estáis de acuerdo conmigo Ricardo Aguirre? Oxígeno del bueno es lo que encuentro en esta manufactura apoyada por la Cadena Capriles. Letras, timbres de voz, formas del lenguaje, zaguanes guturales, sazón zuliana, aporte al conocimiento del representativo acústico social del venezolano. Escúchelo y báilelo “prendido a su ebúrneo pecho espléndido como el tuyo”. A fuego lento.
Leandro Area
Dedicado a Lila Morillo
Al oír la más reciente producción de Ilan Chester se regresa con orgullo a la casa más íntima de uno que es Venezuela. Esta primera entrega de “Tesoros de la Música Venezolana” está dedicada al Zulia y se completará con cinco antologías más, regaladas por otras regiones musicales del país (las Costas, los Llanos, Lara, los Andes, y Caracas). Transportados por voces y señas atesoradas en el tiempo, nos encontraremos entre patios, helechos y fragancias, con recuerdos y olvidos que reverberan en la piel de las canciones entonadas. ¡Qué epopeya militar ni que ocho cuartos!
Y es que Ilan es un tipo especial; uno en un trillón. ¡Qué exageración! ¡Quisiera Hugo! Pero es que de verdad es un privilegio tenerlo de hermano, pues somos hijos del mismo vientre saladillo al que él nos ayuda a retornar. Dígame usted cuando por ejemplo nos pone a oír: “Meciendo las palmeras como si fueran mecer de mares”. Qué mejor camburpintón que ese poema. A la deriva como andamos logramos revivir, desde los acordes primeros de ese vals, aquellos tiempos en los que comenzábamos inocentes a crecer en la Venezuela de la esperanza que éramos luego de tanta dictadura. Y mi madre silbando esa melodía cosía siete estrellas a la bandera de la patria para que fuera a ondear vanidosa, cual falda que se alza frente al beso de la brisa, a través de los siete mares y hacia los cuatro puntos cardinales.
La calidad de composiciones, intérpretes, músicos y técnicos se funde y multiplica en el sabor de ese sancocho lacustre que se paladea a la sombra de la excelencia y calidez de Ilan como músico y gente. “Es un CD, no un disco papá, ¿acaso no entiendes?” que cada generación escuchará a su manera. Un cofre donde se enseña un tesoro que nos deslumbrará al abrigo de nuestra particularísima experiencia vital. Por su parte quien no conozca las piezas que lo integran se sorprenderá, imagino, frente al torrente de sentimentalidad, maneras de decir, estructura gramatical y más, que han tenido repercusión trascendente en la forma de ser del venezolano, él, todo.
Dígame usted lo que es oír a Betulio Medina, míreme ahí qué orgullo a Abdégano “Neguito” Rojas, ni se diga de nuestra indestructible Lila Morillo, al Maestro Rafael Rincón, a los jóvenes de Voz Veis, a Ángela y Víctor Hugo Márquez, al espacioso Argenis Carruyo, al gaitero Ricardo Cepeda, al entrañable Edgar Alexander, al propio Ilan, y ni hablar de los músicos que logran el ensueño de trasportarnos hasta el alma de la grey zuliana. Y así el país patasparriba, tan agobiado como está, se da el lujo de redescubrir un yacimiento indómito, relámpago del Catatumbo, Chinita que nos acompaña, cuida y salva, ¿Estáis de acuerdo conmigo Ricardo Aguirre? Oxígeno del bueno es lo que encuentro en esta manufactura apoyada por la Cadena Capriles. Letras, timbres de voz, formas del lenguaje, zaguanes guturales, sazón zuliana, aporte al conocimiento del representativo acústico social del venezolano. Escúchelo y báilelo “prendido a su ebúrneo pecho espléndido como el tuyo”. A fuego lento.
Leandro Area
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