La ascendente economía global y la subida de los precios del crudo hasta bien avanzada esta década, jugaron a favor del hombre fuerte de Venezuela Hugo Chávez. Pero la recesión se llevó el viento del huracán Hugo y ahora la búsqueda de Chávez para convertir a AL al socialismo del siglo XXI está desfalleciendo. Un carnaval de gastos gubernamentales y una desastrosa congelación de precios prometen alimentar la inflación. Los precios, aumentados a más del 30% en 2009, subirán incluso más altos; la inflación reduce los salarios de los pobres, clientela de Chávez, y diezma las inversiones públicas en carreteras y electricidad. Así como los apagones abundan, la Deuda pública en aumento y la Guerra fría con Colombia, el más grande socio comercial después de EEUU, los problemas paralizarán la economía, afectando las fábricas y vaciando los supermercados. La leche, la carne y los aires acondicionados se vuelven artículos de lujo. Chavez le declara la guerra al baño diario, una "indulgencia burguesa”. Incluso, con el rebote de los precios del petróleo, cae el PIB por segundo año consecutivo, disminuyendo el 2 por ciento en 2010, mientras el resto del mundo sale de la recesión. Las privaciones aceleran la desesperación y el crimen; la tasa de asesinatos en Caracas, ya la más violenta ciudad del hemisferio, se desborda. La cacareada popularidad del líder bolivariano cae. El estado de ánimo entre los más humildes venezolanos que pusieron a Chávez en el poder, y la descontenta clase media acostumbrada al estilo consumista occidental, se voltean. Los militares entran para deponer a Chávez y restaurar el orden, en vista de que el socialismo del siglo XXI deriva hacia a un cuadro de escasez, pobreza y caos muy parecido a los del siglo XX.
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