viernes, 8 de enero de 2010

TODOS A ENCENDER LAS LUCES
Argelia Ríos

Hace rato vivimos a oscuras. Lo de electricidad es un añadido que amplifica la desventura. Las luces que iluminan el progreso de un país no sólo provienen de la capacidad de generación térmica, ni de otros tantos tecnicismos de rigor. Dominada por la arrogancia y la soberbia del poder, Venezuela no podía esperar otro destino que el de las sombras. Nos hemos ido apagando, poco a poco, del mismo modo como ha ocurrido antes en las naciones sometidas al autoritarismo.

El venezolano ya no es aquél de hace 11 años: hoy flotamos en una penumbra mustia; en una tristeza recóndita alimentada a diario con la indetenible hemorragia de leyes anticonstitucionales; con la barbarie del Estado enemigo del ciudadano, con la institucionalización del abuso, el éxodo obligado y la permanente sensación de orfandad. Al oscurantismo se le ha sumado la oscuridad de los bombillos, posterior a la certeza de un porvenir nublado, decadente: ése hacia donde caminamos desamparados, impotentes, a tientas y convencidos de la proximidad del abismo.

El disparate de esculpir a un "hombre nuevo" jamás desembocó en horizontes iluminados. Todos los resultados comprobaron la esterilidad de la utopía, en cuyo nombre naufragaron sociedades enteras, estancadas también en las tinieblas. Pero la mentira perfeccionada es sustituta corrupta de la rectificación, a la que se toma como "derrota ideológica" en esta guerra donde, ausente la honradez, un dibujo animado -"Voltio", según se le ha bautizado- asume la vocería del estrepitoso fiasco revolucionario.

La injusticia abominable de estos tiempos, la exaltación de la guerra entre compatriotas, la ausencia del Estado de Derecho, el imperio de la exclusión, el deceso de la Constitución, la limitación de los derechos civiles, el desvanecimiento de los más elementales modales políticos, la difusión del terror y la proscripción del debate hacen parte del ambiente tenebroso creado con el propósito de marchitarnos, de arrebatarnos el ímpetu para resistir.

No: esta oscuridad nuestra no es nueva. Llevamos más de una década con las luces extinguidas; presenciando un deterioro que ya adquiere signos de catástrofe. El incompetente Estado revolucionario busca que nos acostumbremos a la neblina; que desistamos de nuestras justas aspiraciones; que nos resignemos al ocaso, al retroceso, a la ruina. La respuesta a la desgracia es una sola: sofocar la impotencia, inflamar las luces del espíritu, energizarnos, recobrar las fuerzas y exigir el regreso de la claridad porque en la penumbra sólo manda el hampa, beneficiaria única del racionamiento eléctrico, ambas hijas de la incalificable ineptitud bolivariana. "Voltio", el vocero accidental del "proceso", puede decir lo que le plazca: pero a esto se le llama negligencia. Y frente a ella, para doblegar al oscurantismo y la oscuridad, hay que encender con bríos todas las luces del alma.

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