jueves, 30 de septiembre de 2010
Jueves, 30 de septiembre de 2010
Es imperativo que la dirigencia opositora preserve la unidad, subordine las ambiciones personales a los intereses colectivos, y asuma que el carisma de Chávez está mellado pero no agotado
Un liderazgo de tipo carismático, como en buena medida lo es el de Hugo Chávez, contiene poderosos ingredientes emocionales, y su desgaste es usualmente más lento y demanda mayores reveses que liderazgos tradicionales y burocráticos.
De allí que la confrontación política que tiene lugar en Venezuela desde hace más de una década se parezca a una “guerra de desgaste” y no a una Blitzkrieg o guerra de decisión rápida. El rasgo central de una guerra de desgaste es su mayor duración, así como el imperativo para los participantes de diseñar una estrategia que combine el uso del factor tiempo (estrategia de largo plazo) con acciones tácticas ajustadas a la concepción general del conflicto.
En tal sentido, y luego de no pocos errores y traspiés, el pueblo y la dirigencia democráticos venezolanos hemos alcanzado un punto de madurez, que armoniza el deseo de poner punto final a este período oprobioso de nuestra historia, con la convicción de que hay que dejar la violencia en manos de los “revolucionarios” que se empeñan en destruir el país.
En vista del carácter carismático del liderazgo de Chávez, es crucial para los demócratas entender el profundo sentido emocional del apego que, a pesar de sus desmanes y fracasos, la figura del caudillo sigue produciendo en numerosos venezolanos, principalmente en los sectores más pobres a los que Chávez ha dado reivindicaciones simbólicas que no debemos subestimar.
En ese orden de ideas, destaco la importancia de los resultados electorales del pasado día domingo 27, pues no solamente reafirmaron la vocación cívica y pacífica de la oposición democrática sino que pusieron de manifiesto que una mayoría aspira reequilibrar el país, dejar de lado la funesta utopía socialista, y hallar un rumbo de reconciliación.
El desafío hacia delante es muy complejo. Se ha producido un gradual pero efectivo aprendizaje político en vastos sectores populares y de la clase media, pero tal aprendizaje debe ahora ser cultivado y fortalecido por una dirigencia democrática que comprenda el significado de lo ocurrido y preserve la mirada fija en la estrategia de desgaste al adversario.
Chávez es un demagogo formidable al que sería fatal subestimar. Sus propios errores y delirios le están conduciendo a dilapidar de modo paulatino su capital político. Pero para que tales desatinos generen el resultado que deseamos, con su salida del poder, es imperativo que la dirigencia opositora preserve a toda costa la unidad alcanzada, subordine las ambiciones personales a los intereses colectivos, y asuma con claridad que el carisma de Chávez está mellado pero no agotado.
Es importante reconocer las derrotas cuando tienen lugar, pero es igualmente necesario apreciar las victorias y aprender de ellas. También hay que celebrarlas con genuina pero humilde alegría. Vale por ello la pena celebrar los resultados obtenidos en las elecciones del pasado día domingo. Ha sido reconfortante comprobar la vocación civilista de los venezolanos, con las escasas excepciones provenientes de la violencia oficialista. Creo que dicha violencia va a ser asfixiada por el deseo mayoritario de convivir en paz.
Insto a la dirigencia política democrática a asumir el triunfo con ponderación, a mantenerse unida, a no caer en provocaciones, a transmitir siempre un mensaje constructivo y de reencuentro entre los venezolanos. Las tareas prácticas que ahora se ponen a la orden del día deben ser ejecutadas con prudencia y balance.
JOAQUÍN VILLALOBOS
EL PAIS
La India tiene más pobres que Estados Unidos, sin embargo, hay más homicidios por habitante en EE UU. La pobreza no genera mecánicamente inseguridad, lo que sí genera inseguridad son el empobrecimiento moral, el debilitamiento institucional, la cultura de corrupción y la polarización político-social. Un largo periodo de inestabilidad política, de división del país y de distorsión o extinción de los valores cívicos pueden tener un efecto mucho más negativo en la seguridad que una severa inequidad. Lo anterior describe lo que ha vivido Venezuela por más de una década. Con el supuesto de que las instituciones favorezcan a los pobres, estas han sido puestas bajo control de Chávez. Establecida la democracia, quienes más necesitan de la neutralidad de las leyes y las instituciones son los más pobres, Chávez ha hecho lo contrario.La polarización ideológica entre pobres y ricos, promovida por el Gobierno, permitió que la relación mecánica entre pobreza y delito terminara convertida en tolerancia a los delincuentes. La consecuencia de no hacer nada ha sido el crecimiento de la delincuencia y la violencia. La seguridad es el principal derecho humano, ya que cuando no se garantiza, ningún otro derecho funciona. La pobreza con inseguridad en las calles es el peor de los infiernos para los más pobres, y a ese infierno los está condenando Chávez.El caos institucional ha convertido a Venezuela en la principal plataforma de tráfico de drogas hacia EE UU y Europa. Centenares de miles de armas han pasado a manos de civiles y diversidad de ejércitos conviven en el territorio en un equilibrio muy frágil. Los espacios entregados a las FARC colombianas; el surgimiento de múltiples grupos armados de izquierda dominando barrios urbanos; la formación de milicias partidarias y la generación de grupos del crimen organizado han hecho perder soberanía y poder al Estado venezolano.Las instituciones policiales y las Fuerzas Armadas se han debilitado seriamente en el control de la seguridad interna y estas últimas son vistas por Chávez como amigas y enemigas al mismo tiempo. Las milicias han sido creadas para enfrentar al Ejército en caso de un golpe de Estado. Un reportaje transmitido recientemente por diferentes cadenas de televisión muestra a un oficial del Ejército venezolano que, descamisado, da declaraciones sobre los lugares en que permanecen las FARC. Las Fuerzas Armadas han perdido disciplina y se reconocen a sí mismas solo como uno más de los poderes armados que existen en el país.El resultado de esto no será una guerra civil, los venezolanos han mostrado un rechazo consistente a la violencia política, pese a la profunda división del país en los últimos 12 años. Tampoco habrá un conflicto armado entre Colombia y Venezuela, porque en ambas sociedades hay igualmente un enorme rechazo a esta posibilidad. Lo que en realidad puede desarrollarse es un conflicto interno que enfrente a un Estado debilitado con los diversos grupos armados que terminarán convertidos en crimen organizado. El debilitamiento del Estado y la multiplicidad de poderes armados informales junto a la rentabilidad geográfica para el tráfico de drogas abren la posibilidad a un nuevo tipo de conflicto en el que se mezclarían bandidos con militares, policías y rebeldes corrompidos.Guatemala cayó en manos del narcotráfico cuando la debilidad de su Ejército dejó espacios vacíos que ocuparon criminales. El Gobierno de Chávez, por estar jugando a "luchar contra el imperialismo y la oligarquía", le abrió las puertas al crimen organizado. Dejar asentarse a las descabezadas y derrotadas FARC en territorio venezolano equivale a haberse llevado alacranes a la cama porque esos desmoralizados combatientes terminarán convertidos en bandidos. Chávez es pasajero y en el corto o mediano plazo saldrá del Gobierno. El Estado venezolano tendrá entonces que reconstruir sus instituciones de seguridad, recuperar el monopolio de la fuerza y restablecer la seguridad interna. Quizás los militares venezolanos se la estén pasando bien ahora, con millonarias compras de armamento inútil y una gran corrupción, sin embargo, cuando Chávez salga, tendrán que enfrentar a los poderes armados que hoy están creciendo. Es tristemente previsible que muchos militares, policías y civiles venezolanos morirán en esa guerra que se viene.
miércoles, 29 de septiembre de 2010
Venezuela: cambia el modelo o colapsará como el modelo cubano
Heinz Dieterich29 de septiembre de 2010
La incapacidad de la política del Presidente, de destruir el Bloque Electoral Opositor (BEO), es tanto más dramática cuanto que contaba con condiciones extraordinariamente favorables, entre ellas: 1. Los exorbitantes precios del petróleo; 2. Una discreción ejecutiva y legislativa prácticamente absoluta, por los dólares de PdVSA y la ausencia de la oposición en la Asamblea Nacional; 3. Una oposición extraparlamentaria fragmentada, sin Proyecto Nacional y sin líderes de estatura, es decir, una oposición ¡sin cabeza ni cuerpo!
La pregunta para el 2012 es si esas condiciones mejorarán o empeorarán. La respuesta es evidente: los precios petroleros no van a subir; la oposición, reactivada por su éxito relativo, logrará una mayor unificación que ahora, y el modelo de gobierno del Presidente se volverá más disfuncional de lo que hemos visto desde diciembre del 2007, particularmente en su aspecto económico y propagandístico. Este escenario es más grave aún, si se toma en cuenta que la oposición dispone ahora de un foro propagandístico nacional (la AN), del cual carecía desde el 2005, y que la campaña electoral fue el máximo esfuerzo organizativo que el Presidente, su clase política y su Partido podían realizar. No será posible aumentar su potencia para la campaña de 2012.
La dialéctica decisiva de la lucha política en Venezuela es la siguiente. El Bloque Electoral Opositor (BEO) tiene una sólida base socio-ideológica, de alrededor del 37 por ciento. El Bloque Bolivariano tiene una base semejante con alrededor de un 40 a 43 por ciento. El sector flotante, “los ni, ni” como dicen en Venezuela, representa alrededor de un 25 por ciento del electorado votante. Ese sector flotante, sin mayores lealtades ideológicas, decidirá las elecciones presidenciales del 2012. Desde el 2003 en adelante, el gobierno ha ganado su lealtad mediante los enormes subsidios estatales. Pero, los bajos precios del petróleo, la ineficiencia económica y la alta inflación, no permitirán que este método de cooptación y atracción de clientelas, podrá mantenerse tal cual hasta las elecciones del 2012. Y sin las mieles del subsidio y de las ganancias estatales, ese sector probablemente caerá víctima de los cantos de sirena de la oposición.
Raúl Castro está dejando a pasos agigantados el sistema del Socialismo del Siglo XX atrás. A pasos agigantados, porque: a) la revolución del sistema cubano tenía que haberse hecho como consecuencia lógica e inmediata de la autocrítica pública de noviembre del 2005, de Fidel Castro y, b) porque, si Raúl no la hace ahora a gran velocidad, el sistema colapsa con un desenlace caótico.
En Cuba se perdieron cinco valiosos años antes de emprenderse la necesaria rectificación de un modelo estructuralmente agotado. A Hugo Chávez le quedan para la misma tarea menos que ocho meses. Ese tiempo es objetivamente suficiente, bajo una condición: que el pueblo imponga la rectificación, porque los líderes de la nueva clase política “bolivariana” son tan arrastrados ante el poder que no pueden atender el supremo destino de la nación, cambiando el rumbo del Titanic.
MENOS CHÁVEZ
EL PAÍS, ESPAÑA
La oposición venezolana, perdedora inveterada de sus pugnas con Hugo Chávez -y purgando todavía su garrafal error de boicotear el Parlamento hace cinco años- tiene hoy motivos suficientes para la esperanza, agrupada bajo un paraguas que da cobijo a una treintena de grupos. Y si es capaz de encontrar una figura aglutinante y perfilar una plataforma política coherente, incluso podría disputar seriamente la presidencia a Chávez en las elecciones de 2012, de las cuales las del domingo han constituido un anticipo.
El caudillo venezolano ha recibido un correctivo inesperadamente contundente en unos comicios legislativos planteados como un referéndum sobre su gestión. No ha conseguido la mayoría parlamentaria de dos tercios, objetivo declarado, que le seguiría permitiendo pasar a su antojo leyes decisivas y decidir los nombramientos clave del Estado.
Y aun cuando no hubiera perdido en el voto popular, como proclama la oposición, el hecho de que el porcentaje esté en cuestión ya supone una importante derrota añadida para quien ha modificado arbitrariamente la ley electoral con el fin de que los votos de sus adversarios se traduzcan en un desproporcionadamente bajo número de escaños. El chavismo tampoco tenía asegurada ayer la cifra mágica de 99 diputados, mayoría constitucional de 3/5, última trinchera parlamentaria para burlar el bloqueo opositor y poder legislar por decreto; aunque el líder venezolano todavía tiene el monopolio de la Asamblea hasta el 1 de enero, cuando se constituye la nueva.
Chávez es todavía con diferencia el político más popular de Venezuela. Pero ni su copo de las instituciones ni su populismo radical ni su descarnada retórica parecen ya medicina suficiente para vencer entre sus compatriotas los efectos combinados de una delincuencia estratosférica, una sostenida recesión y la creciente ineficacia o escasez de servicios y bienes esenciales.
Candidato único y gran derrotado
Iñaki Anasagasti / La PatillaAcabo de llegar de Caracas. La compañía aérea Santa Bárbara nos tuvo cinco horas en el aeropuerto sin dar explicaciones. Está como el país. Un país al que no volvía desde las últimas elecciones legislativas. Una Caracas destrozada e irreconocible en suciedad e inseguridad. Pero dos cosas buenas en comparación a lo que vi hace cinco años.
La oposición se presentó unida, aunque Chávez jugará con la desigualdad de resultados. AD, 22 parlamentarios, Copei, seis, Primero Justicia, quince y hasta partidos que solo sacaron uno pero que hacían una suma de 62, algo impensable hace quince días, ya que se enfrentaban a un candidato único, Chávez, que no se presentaba, sino que como gallina clueca, protegía a sus pollitos. Y, la segunda, un sistema electrónico de votación cuestionado hace cinco años y hoy bastante garantista, incluso complicado en su manejo. Me asombró.
Y una preocupación. Los parlamentarios toman posesión el cinco de enero y Chávez ha anunciado va a legislar con esta Asamblea hasta el último día. Veremos que estropicio hace.
Y, como estoy cansado tras el viaje, reproduzco a continuación este comentario aparecido ayer, que es un buen resumen:
Derrotado Chávez
Cambiaron la ley electoral para ponerla a su servicio apelando al criterio menos representativo de la equidad de la voluntad popular; reinventaron nuevos circuitos a la medida de sus cálculos; usaron todo el poder del Estado para presionar a los electores; llegaron al desenfreno populista más siniestro desde cédulas para la subsistencia de hoy y hambre para mañana, hasta intentar transar neveras por conciencias; convirtieron una elección regional en un referendo presidencial; abusaron de los medios radioeléctricos de todos para sus mezquinos fines; pusieron de rodillas al CNE que violó flagrantemente sus propios reglamentos y hasta la Constitución para permitir el circo presidencial; sacaron sus matones para aterrar a los pacíficos ciudadanos… todo, lo hicieron todo para prostituir el acto fundamental de la democracia. Se jugaron los últimos residuos de dignidad cívica que les quedaba. Y perdieron. Perdieron más que una elección, perdieron la mayoría de los venezolanos y se frustraron sus grotescas apetencias sobre la composición de la Asamblea. Sobre todo quedó derrotado Chávez, candidato único y gran perdedor. Una Venezuela distinta, mayoritaria, una Asamblea plural, anuncia una irrefrenable caída de un largo decenio de autoritarismo, humillaciones y demolición de todos los ámbitos de su vida material y, sobre todo, moral y espiritual.
Este país que al fin se puso de pie y dijo basta, que acabó con oscuros fantasmas y espejismos crueles, que puso contra la pared un caudillo más de su dilemática historia, no debe caer en un triunfalismo ingenuo. Hay una lucha que no ha cesado, la bestia herida es en extremo peligrosa. Ya conocemos de su falta de escrúpulos y su vocación por el zarpazo y la trampa. Sin duda la primera tarea de ese país emergente es romper la polarización absurda de los ciudadanos, el imperio del odio, el discurso delirante, falaz y propiciador de la violencia, la corrupción sin límite y la segregación. Eso significa tenderle la mano a tantos venezolanos estafados, una vez más, por promesas demagógicas y hacer nuestras sus seculares esperanzas legítimas y sus derechos a la igualdad y el destino compartido. La unidad triunfante no puede sino extenderse a todos, abrir las puertas de los campos, trastocar la rapacidad por la fraternidad. Si algo podemos celebrar de esta jornada histórica es que hemos recuperado el sentido de nación, que no significa una ciudadanía etérea y falaz, sino una manera de tramitar sus contradicciones reales en paz, en el ágora dialogante, en el respeto al individuo, su libertad y pluralidad.
Hoy es veintisiete, ya no veintiséis, unas horas decisivas han pasado. La mañana de este lunes es más clara y luminosa, no permitamos que vuelvan las sombras. El Ávila, el Orinoco, los llanos, las playas de Oriente, las montañas andinas son ahora más nuestras.
Hagamos lo que debemos hacer.
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Iñaki Anasagasti nació en Cumaná (Estado Sucre, Venezuela). Es presidente de la Comisión de Asuntos Iberoamericanos del Senado español. Pertenece al Partido Nacionalista Vasco.
DECLARACIÓN DEL GRUPO ÁVILA
Elecciones Parlamentarias en Venezuela
El pasado 26 de Septiembre, el país vivió un proceso electoral de especial trascendencia. Se votó para elegir a los nuevos 165 miembros de
La elección presentó particular importancia, pues el Presidente Chávez dominaba totalmente el poder legislativo, ya que en las últimas elecciones la oposición decidió no concurrir, en protesta por la falta de transparencia del sistema electoral y la desconfianza en sus autoridades. Durante los pasados 5 años, Chávez pudo gobernar sin ningún tipo de control o contrapeso por parte del legislativo plegado a su voluntad. La carencia de independencia de los poderes del Estado, llevó esta vez a la oposición a participar en el proceso electoral, a pesar de las irregularidades todavía existentes.
El ventajismo para las fuerzas del gobierno se hizo aún mayor al dictarse
El Presidente Chávez contribuyó a darle importancia relevante a las elecciones parlamentarias al anunciar que la supervivencia de su proyecto socialista necesitaba una mayoría de 2/3 en
Los resultados, cuyo anuncio por parte del Consejo Nacional Electoral se hizo esperar 8 horas, son muy importantes. La oposición obtuvo una mayoría del 52% de los votos (contra 48% a favor del gobierno) a pesar de la avasallante campaña personal de Chávez; de la utilización de recursos oficiales a favor de los candidatos del gobierno y de la abusiva utilización de los medios de comunicación del Estado. Sin embargo, por el injusto sistema electoral ya descrito, la oposición mayoritaria obtiene sólo 40% de los escaños en el Parlamento, siendo los resultados preliminares: 97 parlamentarios para el PSUV, 66 para la oposición y 2 para el partido PPT, que hoy en día se ha desmarcado del oficialismo. El gobierno no obtiene la mayoría de 2/3 que estimaba necesaria y sobre todo, es minoritario en el voto popular. El chavismo desciende con relación a votaciones anteriores cercanas a los 7 millones de electores hasta 5.268.939, mientras que por la oposición votan 5.451.777 personas.
Caracas, 28 de septiembre de 2010
martes, 28 de septiembre de 2010
Elecciones en Venezuela
Un sistema electoral diseñado a medida salva al líder bolivariano
Nueve Estados suman el 67% de la población pero eligen el 53% de los escaños
EL PAÍS. (ENVIADO ESPECIAL) - Caracas - 28/09/2010
Un voto no es igual a un voto en Venezuela. Hay votos y votos. Votos suculentos -los que recolecta Hugo Chávez en los barrios que le son propicios- y votos escuálidos, que es precisamente como llama el presidente a los miembros de la oposición. Si creen que esto es una invención de la prensa colonialista -así definió a este periódico el canciller venezolano, Nicolás Maduro-, tomen nota del siguiente dato: la oposición logró en Caracas el 47,8% de los votos frente al 47,7% que logró el Partido Socialista Unido de Venezuela. Pues bien, de los siete diputados en juego, Chávez se llevó seis y la Mesa de la Unidad Democrática solo uno. ¿Que cómo es posible?
Pues cocinando, gracias al poder absoluto que la Asamblea Nacional le otorgaba a Hugo Chávez, una reglamentación electoral a la medida justa de sus necesidades. El chavismo reformó la ley del sufragio y participación política en diciembre de 2009. De tal reforma resultó que las regiones menos pobladas del país tienen ahora más representación en el Parlamento y cada uno de los diputados que se eligen allí cuestan menos votos que en los Estados más grandes.
Un ejemplo muy claro es Amazonas, un Estado pobre y despoblado, donde un diputado se elige con 20.000 votos. Sin embargo, en el Estado de Zulia, un Estado petrolero donde tradicionalmente ha ganado la oposición, se requieren unos 400.000 votos para ganar un escaño o curul. Además del cambio de proporcionalidad, la ley de Chávez también cambió el diseño de las circunscripciones electorales para favorecer al chavismo en número de diputados en aquellos lugares donde -al menos hasta ahora- eran más fuertes.
Hay muchos y muy llamativos ejemplos de que la ley del sufragio aprobada en 2009 es, más que un traje a medida, un chaleco antibalas para el poder de Chávez. Ahí están los casos de Mérida y de Miranda. En Mérida, el Partido Socialista Unido de Venezuela se lleva cuatro de los seis diputados en juego, pese a que la lista de la Mesa de la Unidad Democrática tiene el 50,04% de los votos y la de Chávez el 48,7%. Y en Miranda, más de lo mismo: el comandante presidente -así lo llaman sus fieles- se lleva cinco de los 10 diputados, pese a que solo lograron el 41,4% de los votos frente al 57% que consiguió la oposición.
¿Más ejemplos? Los hay. En Carabobo, la lista de la oposición logra el 53,66% y la de Chávez tiene el 43,04%, pero pese a ganar por 10 puntos, el reparto de las demarcaciones electorales hace que de los 10 escaños, la oposición se lleva solo tres y Chávez seis, aunque faltan aún los datos de una circunscripción.
Hay todavía otro dato muy interesante: los nueve Estados del país donde se concentra el 67% de la población electoral del país (Anzoátegui, Aragua, Bolívar, Carabobo, Lara, Miranda, Táchira, Zulia y Distrito Capital, cinco de ellos gobernados por la oposición) eligen el 53% de los escaños (87 curules).
El sistema electoral garantizó a Chávez una victoria. A pesar de ello, tal vez el líder bolivariano sí tendrá que ir reformando su manera de dirigirse a la oposición. Los escuálidos demostraron el domingo que tienen músculos de acero.
- Caracas. El Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) logra el 47,7% de los votos en este distrito. La oposición de la Mesa de la Unidad Democrática consigue una décima más, pero el partido de Chávez se lleva seis de los siete escaños.
- Mérida. Con el 50,4% de los sufragios, la alianza opositora se hace con dos escaños. El PSUV se alza con cuatro aun teniendo el 48,7% de los votos.
- Miranda. Ambas coaliciones ganan cinco escaños: el grupo de Chávez con el 41,4% de los votos, y la oposición con el 57%.
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Ganar perdiendo
Editorial Tal Cual
El CNE cerró con broche de oro su torcida actuación en las elecciones parlamentarias: descaradamente atropelló el derecho al descanso de los venezolanos después de un intenso día cívico, tomándose unas ocho horas para ver cómo presentaban los números, ¡incompletos!, de la manera más amable para el Presidente sobrado y bocón. Y así lo hizo, pero con un efecto que no duró sino unos minutos, porque es difícil trampear con las matemáticas: camuflar que la oposición era mayoría en el país, que ésta ganaba en votos para el Parlatino, postergar unos cuantos electos oposicionistas y no evidenciar el absurdo democrático de que con una minoría de votos el gobierno había ganado con comodidad el botín de la Asamblea.
Esperemos que en la nueva Asamblea, multicolor y de equilibrio precario, no se vuelvan a hacer leyes que nada tienen que ver con la justicia y la equidad, sino con el oportunismo de un gobierno de cacique y charreteras. Incluso se debe plantear la revocatoria de muchos adefesios legislativos, como el aludido, que se adhieren a las formas más bastardas de la tradición democrática. El tiempo de las focas solitarias y domesticadas hasta el asco comienza a fenecer.¿No es la definición mínima de la democracia aquello del gobierno de la mayoría? No importa, misión cumplida comandante. Ahora bien, bastó que hablara unos minutos, con firmeza e inteligencia, Ramón Guillermo Aveledo o que se suspendiera el aquelarre celebrativo en el balcón del pueblo para que se disipara la insostenible treta.Estos resultados, entre otras cosas, van a traer modificaciones sustanciales en el poético léxico del Jefe y sus corifeos.
Pero lo más importante, decíamos ayer, es mirar hacia adelante. Dedicarnos al país que debemos unificar, pacificar y sacarlo de políticas que ni ese nombre merecen. Si algo salió robustecido de este desigual torneo electoral son los conceptos de unidad y resistencia democrática. Si queda alguna de esas aves de mal agüero que despreció esa hazaña política unitaria de la oposición o sigue soñando en que es él el elegido por los dioses para la reconstrucción nacional se tiene que enfrentar ahora con la testarudez de los hechos y los números. Y es ese mismo espíritu el que debemos aplicar al país de todos.Por ejemplo no se puede llamar, so pena de caer en una contradicción en términos, escuálidos a la mayoría de los ciudadanos. U oligarcas, sinónimo politológico de minoría. Ni burgueses porque sería la burguesía mayor de la historia, gran parte de la cual vive en Petare o en los barrios de Zulia. Y no es una nimiedad que se pongan a la moda palabras conceptualmente sólidas y de elegancia cervantina.Es una inmejorable guía.
La Gran Derrota
Editorial Talcual
lunes, 27 de septiembre de 2010
26S:
En mi último artículo decía que las fuerzas democráticas venezolanas estaban saliendo del foso hacia horizontes de esperanza, después de haber pasado por una dura travesía por el desierto.
Los males que vivieron y que aún no están del todo ausentes, los llevaron a casi una condición de marginalidad política, frente a una fuerza que a pesar de ser aluvional, variopinta y caótica, se montó en una ola de descontento social que casi arrolló las organizaciones partidistas tradicionales.
Son harto conocidas las causas internas y externas de ese declive de los partidos que amenazó con borrarlos del mapa político nacional. Muchos fueron los errores de política cometidos, sobre todo, en las dos décadas más recientes. En ellos no hubo un aggiormamento de sus tesis programáticas, y tampoco dieron muestras de comprensión de las nuevas realidades del mundo económico y social. A estos dos aspectos se unió la creciente desvinculación con los sectores más populares, lo que poco a poco los condujo a perder la legitimidad y el apoyo que llegaron a tener en otros tiempos. No se debe olvidar el factor corrupción, que los llevó aceleradamente, a veces de manera injusta, a una pérdida de prestigio de sus más importantes líderes.
Salir de ese marasmo no era obviamente fácil. Tan mal estaban., que se llegó a pensar que sólo partidos nuevos podrían recuperar la imagen de estas organizaciones, y no otra cosa quedaba sino el entierro definitivo de aquellos.
Pero la historia da muchos giros inesperados, y a pesar de estar en coma, algunos partidos venezolanos han reiniciado su recuperación, la que quizás podría culminar con éxito, y a ello, como ciudadano de a pie, apostamos.
Estos partidos tradicionales junto a los nuevos han alcanzado un gran logro en los días que corren. En las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre, alcanzaron una votación nacional de alrededor del 52% frente al 46% del partido de gobierno. Han entrado a competir y ganar en regiones interioranas que estaban vedadas. Éstas cifras señalan una recuperación del electorado por parte de los grandes partidos de oposición democrática (UNT, PJ, AD, COPEI), que se proyecta tendencialmente hacia un mayor apoyo. La derrota del PSUV no puede ser más visible, a pesar de que por las distorsiones electorales inconstitucionales puesta en vigencia, este partido haya obtenido más bancas en
La oposición venezolana, sin contar los 2 o 3 diputados del PPT, dispone ahora de 63 diputados en el parlamento. Ésta es una fuerza que gestionada coherentemente y con claridad de objetivos e iniciativas, puede cumplir exitosamente el papel de contención del autoritarismo y de motorizador no sólo de iniciativas legislativas y de control del gobierno, sino también del liderazgo en la recuperación de la institucionalidad democrática.
El gobierno ya no tendrá la mayoría calificada para aprobar un conjunto de cruciales materias. Deberá sentarse a negociar con las fuerzas democráticas. Si no lo hace, se trancará el juego político parlamentario, lo que repercutirá en las demás instituciones del Estado.
¿Cómo será la reacción de Chávez después de esta derrota contundente?
Algunos dicen que seguirá con su deriva totalitaria, aprovechando que hasta enero estarán los parlamentarios actuales. De aquí a allá, aprobaría leyes que instaurarían la sociedad comunista a que aspira, burlando de esa manera la voluntad mayoritaria del pueblo venezolano. A mi juicio, no es descartable que ese curso demencial se continúe.
Sin embargo, me inclino a pensar que si la oposición democrática hace bien sus deberes desde ya, y pone en tensión la legitimidad que ha adquirido, hay la posibilidad de que se logre la contención de tal deriva autoritaria. Iniciativas internas que movilicen a la ciudadanía en torno a los temas más sentidos, así como contra leyes totalitarias o colectivistas, podrían ser acciones que los nuevos diputados deberían acometer de inmediato.
No debe olvidarse tampoco la acción internacional. Está sin discusión el hecho de que en su mayoría los gobiernos y países ya saben quién es el que nos gobierna. Hoy, como nunca en los años recientes, la democracia y los demócratas venezolanos contamos más solidaridad y comprensión del exterior. Ya pasó el tiempo en que Chávez envolvía con sus mentiras a los extranjeros. Pocos le creen.
Los resultados de las elecciones parlamentarias de ayer están siendo leídos muy cuidadosamente en el exterior. Todos saben que Chavez perdió la mayoría, y que su decadencia se profundiza. La dirigencia opositora es reconocida y respetada más allá de las fronteras. De allí que también haya que mover los hilos internacionales para difundir lo que estamos haciendo y denunciar los atropellos y arbitrariedades que comete el gobierno contra los ciudadanos y sus organizaciones políticas.
Hay razones muchas para estar optimistas con el porvenir. Lo del 26 de septiembre es un punto de inflexión auspicioso. Vamos saliendo del hoyo. Gracias a una dirección política que se congregó en torno a
EMILIO NOUEL V.
viernes, 24 de septiembre de 2010
miércoles, 22 de septiembre de 2010
La oposición acusó al CNE de evadir la veeduría internacional. La ex viceministra de Relaciones Exteriores Rosario Orellana señaló que el hecho de que no se hayan invitado a misiones especializadas disminuye la confianza internacional en el proceso El impedimento a que misiones internacionales de observación laboren en el país y la limitación a 30 acompañantes internacionales por cada bloque efectuada por el Consejo Nacional Electoral impiden que los invitados por las organizaciones políticas puedan analizar la totalidad del proceso electoral.
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Los extremos de odio
Teodoro Petkoff
Tal Cual
El 3 de enero de este año 2010 ingresó al Hospital Universitario de Maracaibo un agente de policía llamado Junior Galué, con dos balazos en la cabeza y su estado, como es lógico, era absolutamente crítico. Fue atendido por el médico Frank De Armas. Este tiene veinte años de graduado y en sus tiempos de estudiante llegó a ser presidente de la FCU de la Universidad del Zulia. Cuando De Armas se disponía a intervenir al agente Galué recibió del Director del Hospital Universitario, doctor Dámaso Domínguez, esta inverosímil orden: “Mándalo para una clínica privada porque ese es de la policía de la Alcaldía de Manuel Rosales”.
De Armas, absolutamente estupefacto, señaló que el herido estaba agonizando y que era preciso intervenirlo inmediatamente. El doctor Dámaso Domínguez retrucó, aún más insólitamente: “Si usted no acata mi orden, mañana está despedido”. De Armas, fiel al juramento hipocrático y a su sensibilidad humana, desobedeció la vileza y la crueldad de su superior y operó al infortunado agente, a quien por cierto, le salvó la vida.
Pero, al día siguiente, Frank De Armas fue despedido, tal como se lo había prometido el Dr. Domínguez. Frank De Armas denunció la aberrante conducta de su jefe ante la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo. Hasta ahora, nueve meses después, no ha recibido respuesta alguna y nos informó que está esperando que venzan los lapsos de ley para la actuación de las instancias nacionales; si esta no se produce se propone llevar el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Se nos ha dicho que el doctor Dámaso Domínguez es un médico muy reputado. No hay razones especiales para dudar de que, además de buen profesional, sea seguramente un ciudadano normal, un buen padre, cumplidor de sus deberes y tal vez muy apreciado por sus amigos.
Como todo maracucho, no tendría nada de raro que sea una persona cordial y abierta.
¿Qué es lo que ha hecho que una persona que debe ser básicamente normal y correcta, como el Dr. Dámaso Domínguez, pueda actuar como un monstruo, capaz de ordenar que no se atienda a un paciente porque es de “los otros” y después despedir de su trabajo a un médico precisamente porque atendió a ese paciente que agonizaba? Hay allí un cerebro envenenado por un discurso de odio, que destila desprecio e insultos contra sus adversarios; que insiste en considerarlos como “enemigos”, amenazando continuamente con “pulverizarlos”, “aniquilarlos”, “volverlos polvo cósmico”, “demolerlos”.
Es un discurso que ha transformado a personas normales en fanáticos, en individuos que han delegado su facultad de razonar con su propia cabeza en la del Líder Máximo, “quien nunca se equivoca”.
El Líder piensa por ellos, pero también por algunos de sus oponentes. Once años de ese discurso canalla nos han enfermado como sociedad y cada extremo de ella no es sino la imagen especular del otro.
Afortunadamente, los extremos son minoritarios y el buen sentido común está venciéndolos. Pero, ese es, hasta ahora, el más penoso e infeccioso legado de Hugo Chávez.