Pánico en el campo
Teodoro Petkoff
Encabezado por un sujeto como Chacumbele, quien recién ahora descubre, sarampionosamente, el marxismo-leninismo, rodeado de un grupete dogmático y atrasado, que se autodefine como tal, está lanzando al país por un barranco. Lo insólito es que están reinventando una rueda cuadrada, experiencia por la cual ya pasaron otros revolucionarios, hasta que descubrieron que la rueda, para que funcione, debe ser redonda.
¿Se preguntarán, por ventura, estos caballeros, qué llevó a comunistas como los chinos y los vietnamitas, cuyo acceso al poder estuvo precedido por una larga y dramática historia de guerras civiles, así como contra los más poderosos imperios occidentales, a producir virajes económicos que en la práctica han significado anchísimas y profundas aperturas hacia la economía de mercado o capitalista? ¿Estarán entendiendo el significado preciso de las reformas que pretenden adelantar los comunistas cubanos, desmontando su paquidérmico y disfuncional Estado?
¿Se han paseado por las causas del colosal colapso de la economía soviética? Dicen y repiten nuestros neocomunistas que su intención no es la de la estatización absoluta de la economía, pero, en la práctica, hay sectores de ésta donde la presencia del Estado se ha hecho tan invasiva que se acerca a la estatización total y, lo que es peor, posee un empuje que, aun sin proponérselo explícitamente, medidas de estatización que creen aisladas, adquieren una fuerza inercial que inevitablemente conduce a otras. La economía no es un sistema de compartimientos estancos sino un conjunto articulado de sectores, donde lo que ocurre en uno repercute en los demás.
Para bien o para mal. De modo que la necesaria combinación eficiente de Mercado y Estado exige una muy fina delimitación de los campos de cada cual, para que no se pisen la manguera entre sí y puedan producir una sinergia que beneficie al conjunto y a la sociedad. Sobre todo para que no se cree una vasta burocracia estatal, por definición ineficiente y corrupta, que pretenda someter la economía a sus reglas de juego políticas.
La experiencia demostró a los comunistas chinos y vietnamitas (y ahora, al parecer, a los cubanos) que si el Estado asfixia al Mercado todo el complejo social resulta dañado. Esas lecciones están a la vista de todos, menos de nuestros neocomunistas.
La expropiación de Agroisleña constituye un paso cualitativa y políticamente muy peligroso. El sector agropecuario está sumamente debilitado y la presencia del Estado en ese ámbito ya es enorme. Las consecuencias son inexorables. El manejo de la agricultura y la ganadería está creando una burocracia cada vez mayor y cada vez más ineficiente.
La planificación centralizada de la actividad del campo, sometiendo a los productores (tanto los privados que van quedando como a los dependientes del Estado) a decisiones sobre asignación de recursos y sobre distribución del producto que ninguna burocracia puede tomar con mayor eficiencia que el mercado, no anuncia sino la ruina inevitable del sector y con éste la del país todo.
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