Nadie podría imaginarse a Julieta con ocho meses en estado, preparando la canastilla, ni a Romeo con sobrepeso y desafeitado en un almuerzo dominical. El minimalismo de la vida cotidiana es lo opuesto a la opción heroica malograda del Romanticismo, al que por algo llamaron "la estética del fracaso" (Borges decía que "un caballero solo defiende causas perdidas"). Romeo y Julieta tenían que morir jóvenes y quedar detenidos en el tiempo como símbolo del ideal irrealizable. ¡Belleza o muerte!
Casi todas las culturas tienen símbolos románticos y los himnos hablan del sacrificio por la patria. Pero pocas de las importantes, aparte de los egipcios, exaltan la muerte. Muchas enaltecieron la guerra o los guerreros, precisamente porque resguardaban la cotidianidad de las personas pacíficas, la vida civil. Pero a finales del siglo XIX surgió en Alemania -en Alemania, por cierto-, un grupo de historiadores, sociólogos y filósofos patrioteros, herederos del romanticismo, que trataban la guerra y la muerte no como momento de excepción, sino como forma de vida para "progreso y templanza en la moral de la nación". La necrofilia, que para otro germano, Erich Fromm es una tenebrosa sicopatología (no conocemos una mejor interpretación del amor a la muerte de Millán Astray que la de El corazón del hombre), se convierte así nada menos que en filosofía de la Historia gracias al chauvinismo de Sombart, Spengler, Von Salomon, Schmitt, Junger. Esta teoría existencial de la guerra surge para aupar el militarismo prusiano y no tiene que ver nada con socialismos, pueblos, revoluciones ni niño muerto. Es una expresión furiosamente reaccionaria de los junkers, la reconcentrada aristocracia prusiana y caldo cultural del nacionalsocialismo.
Francia había impuesto su dominación espiritual en Europa basada en el Estado de Derecho, la ciencia, el racionalismo y el hedonismo, con sus vinos, salones, quesos, perfumes, obras de arte. Los acomplejados alemanes abrigaban el mismo resentimiento contra ellos que hoy los tercermundistas contra los gringos. Las oscuras ideologías que surgen contra la Ilustración y la modernidad, exaltan el heroísmo, la guerra, la naturaleza contra la cultura, el primitivismo irracionalista contra la ciencia, la fe contra la razón, el amor a la tierra contra la modernidad. La existencia "solo tiene sentido" en el combate y la lucha por la patria, "regarla con sangre de patriotas y tiranos". A diferencia de franceses e ingleses que la veían como un principio administrativo, constitucional, la nación para los alemanes era entidad sacrosanta, "amores en las calles, niños en las escuelas y huesos en los cementerios", y eldesiderátum morir por ella. El asalto a la razón.
Para Sombart y sus colegas, la democracia nace de una "mentalidad de tenderos" envilecidos por la comodidad (el "konfortismo") que había socavado la "virilidad" de las sociedades y las tornaba muelles, flácidas, ineptas para los grandes objetivos. Spengler consideraba que Alemania debía mantenerse fuera de "la decadencia de occidente" que por su liviandad terminaría como Roma. Durante la Segunda Guerra herederos de esta patología, los nazis se alían con los japoneses y la suya, la interpretación delbushido, el honor samurai, en la monstruosidad del Kamikaze, a nombre también de la gloria, la virilidad, el sacrificio y demás yerbas.
La mojiganga terminó cuando las konfortistas, flojas, indolentes, abotagadas, afeminadas, democracias norteamericana e inglesa, pasaron coleto con ese montón de gafedades autoritarias y flatulencias verbales, que hubieran resultado meramente ridículas de no ser porque animaron a una banda de rufianes de cervecería a conquistar por la fuerza el "espacio vital" y costaron decenas de millones de vidas.
"Patria o muerte" era una consigna honorable en aquellos muchachos que se jugaron la cabellera en el Granma para derrocar una dictadura, una chalana que se desarmaba en la travesía por el estrecho de La Florida. Pero es dadaísmo o exceso de falta de sentido del ridículo en magos de la incompetencia, chequeras atestadas de corrupción y viveza ramplona. "Pudreval o muerte" cuadraría mejor a guapetones artillados frente a una sociedad pacífica, desarmada y democrática que destruyen a conciencia criminal. Un país rodeado de países amigos que no le amenazan merecería una vida sosegada, gobernantes decentes, con sentido común para trabajar, producir, hacer viviendas, dar oportunidades para la seguridad, alimentación y educación de los ciudadanos.
sábado, 22 de enero de 2011
¡Patria, gafedad o muerte!
CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ | EL UNIVERSAL
22 de enero de 2011
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