Si uno aplicara una especie de microscopio ideológico a esta "revolución", descubriría en ella la coexistencia de los elementos más dispares. Observaría componentes fascistas, populistas -en todos los sentidos de esa equívoca palabra- capitalistas, socialistas y comunistas, también en las más diversas variantes de esta doctrina. Desde luego que, en términos de la retórica y del lenguaje que el oficialismo usa de modo predominante, son los elementos socialistas y comunistas los más notorios. Así como también son las más notorias las medidas que van en esa dirección, lo cual hace que muchos piensen que esta es una "revolución" comunista, sin más cuestión. En realidad, cada quien puede darle a esta "revolución" el calificativo que le parezca más exacto, porque lo más probable es que en cualquiera habrá bastante de verdad.
Por detrás de tantos elementos heterogéneos está un factor que constituye la "hipocresía estructural" de esta "revolución". Se refiere esto a que este proceso vive y depende de la renta petrolera, que a su vez depende de la salud y pujanza del sistema capitalista mundial. De manera que estamos ante una "revolución" que dice apuntar a la destrucción de aquello de lo cual vive. Cuando Chávez habla con aparente regocijo de la crisis terminal del capitalismo y cosas de esas, es de suponer que al mismo tiempo le tiene prendidas muchas velas a muchos santos, para que ello no ocurra.
Esa variedad tiene un elemento unificador, que es el que regula los énfasis de cada momento, las dosis en que están presentes los diversos componentes, el que provee el criterio definitivo, la brújula; de todo ello: la voluntad de poder de Hugo Chávez. Estamos ante una "revolución" que en su esencia más profunda es un proyecto de poder personal, tan total como sea posible en cada circunstancia. Lo único sin lo cual Chávez no puede concebirse a sí mismo, es sin poder. De todo lo demás puede prescindir, y si, imaginariamente, las cosas lo pusieran en el brete de tener que hacerlo con tal de conservar el poder que ya tiene, lo haría.
Puestas las cosas en estos términos, el socialismo-comunismo de Chávez es un elemento que va en la dirección del poder total. La lógica "revolucionaria" también va en la dirección del poder total. Las convicciones de Chávez seguramente que son revolucionarias y todo lo demás, pero, como dijimos, si por la marcha de las cosas ellas pusieran en riesgo su poder, serían puestas a un lado. Hasta ahí no llega el amor por Marx. En realidad, esa hipótesis no la vamos a ver planteada. El barinés no va a tener que enfrentar ese cruel dilema. Chávez no puede ya poner de lado esas proclamaciones de fe marxista, socialista, etcétera. Ha hecho las cosas de tal manera, que la única posibilidad que tiene de conservar el poder es seguir aferrado a esos planteamientos, y maniobrar como pueda con todo el dinero y el poder que ya ha acumulado, a ver cómo le va. Si abandona aquellas ideas que ha proclamado, no va a ganar nada, porque nadie le puede creer un comino en cuanto a "rectificaciones" se refiere, y crearía un enorme desconcierto en quienes lo han seguido respaldando hasta ahora. Así que tiene que permanecer amarrado a ese fracaso anunciado, incluso si algún momento de clarividencia le revelara la ruina hacia la que está llevando al país y a su propio Gobierno.
Tampoco es que tenga muchas opciones: son esas doctrinas las únicas que son compatibles con el poder que Chávez quiere. Pero lo que sí me parece importante es tener claro que no es una ideología determinada la que marca el paso de lo que este Gobierno hace, sino el proyecto político personal del actual gobernante, que en los hechos está casado con ese híbrido ideológico al que al principio me refería y en el cual a su vez es la ideología marxista la que lleva la voz cantante.
Cuando arriba decimos que la única manera en que, a estas alturas de su vida, Chávez no se puede concebir es sin poder, no estamos abonando la tesis de que no habrá manera de despojarlo de él. Que él no pueda soportar verse sin poder no dice nada de lo que va a pasar en el caso de que sea derrotado en las próximas elecciones, como parece probable que ocurra. Tendrá él que ver cómo hace con su drama personal, pero si es derrotado tendrá que entregar el poder. Ni en este país ni en el mundo que lo rodea "están dadas las condiciones", como se dice, para que nadie pueda pasar por encima de la voluntad popular legítimamente manifestada.
jueves, 10 de febrero de 2011
La brújula
DIEGO BAUTISTA URBANEJA | EL UNIVERSAL
10 de febrero de 2011
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