Uno supondría que el país ha visto con estupor la conducta de Hugo Chávez ante la tragedia libia. Primero, aquel extraño silencio de los primeros días, y luego su solidaridad con Gadafi, bajo el curioso argumento de que "no le consta" que su amigo esté cometiendo crímenes contra los derechos humanos.
De hecho, ha habido algo de tal estupor y rechazo. Desde luego en los opositores a Chávez y, es de presumir, en algunos sectores de quienes lo respaldan. Pero, ¿es en verdad tan extendido ese rechazo en la generalidad de la población? ¿No trata de sacar provecho el actual gobernante venezolano de valores añejos presentes en la psicología popular? La lealtad a los amigos en las buenas y en las malas, la capacidad de ir contra la corriente mundial y de mostrar un perfil único, el "ese es el mío" de tan criolla raigambre.
Los "códigos", como dicen los académicos, con los que trabaja buena parte de este país resultan muchas veces difíciles de discernir. El otro día veía en un programa entrevistas a personas que han sido desalojadas de sus viviendas o sus negocios para dar paso a grupos de damnificados. Es posible que sus respuestas hayan estado condicionadas por el temor a represalias, o por la consideración de que si hubieran protestado con fuerza toda indemnización a la que puedan aspirar se esfumaría, o por la conveniencia de mostrar al gobierno que, a pesar del maltrato, "se están portando bien". Pero de todos modos, y aun contando con esos factores -o precisamente por su presencia- las respuestas de los despojados revelaban una resignación, una disposición a aceptar lo que se les estaba haciendo "con tal de que les paguen", que me llevó a pensar que algo profundo se ha aflojado en el temple popular, o al menos de algunos sectores del pueblo.
Ha habido estimulantes ejemplos en contrario. Para no mencionar sino el más reciente, la reacción ante el atropello judicial contra el dirigente sindical Rubén González fue instantánea y vigorosa. Lo más probable, como siempre en estas cosas, es que haya de todo, gente dispuesta a no dejar pasar una y gente dispuesta aceptar cualquier cosa "con tal que les paguen". Más aun, es también probable que en las mismas personas coexistan una disposición a la rebeldía y otra al conformismo, según sea la tecla que se les toque.
Pero volvamos a Libia. Mientras allí ocurre una masacre a ojos vista, el canal del partido de Gobierno, VTV, sostiene que todo se trata de una guerra mediática, donde se quiere generar una matriz de opinión que justifique una intervención militar y que lo que está en el fondo es el control del petróleo libio. El reportero Jordán Hernández, de Telesur, estuvo varios días diciendo que en Trípoli, la capital libia, todo estaba en calma. Luego se corrió la noticia de que pasó un buen susto a manos de unos grupos de los que recorrían esa ciudad vociferando cosas, y no se ha sabido más ni de Jordán Hernández ni de si ese rumor correspondía a la verdad.
La hipótesis de que todo obedece a una conspiración occidental por el petróleo es insostenible. Resulta ser que con el petróleo libio los países occidentales no tienen el menor problema y que Gadafi es a esos efectos un socio ejemplar. De ahí que Gadafi ni haya mencionado el tema petrolero.
Lo que hay es una inmensa revuelta popular de libios dispuestos por miles a dar su vida por salir de Gadafi. Y que la están dando, ante la reacción desesperantemente lenta de los organismos internacionales, incapaces de impedir aunque sea -pues "la ONU no ha dado instrucciones" al respecto- la llegada y uso de armamento mortífero y de oleadas de mercenarios dispuestos a las cosas más terribles contra la población civil de ese torturado país. Ojalá que para cuando este articulo salga, esa situación se haya modificado.
A juzgar por las noticias que van llegando, el saldo de lo que está ocurriendo en Libia va a ser espantoso. Ha de ser fortísima la fuerza popular de la rebelión para sostener combate, a punta de muertos, frente a fuerzas ostensiblemente mucho mejor armadas y entrenadas. Cuando se sepa lo que en suma ocurrió, si alguna vez se llega a saber, a cuántos mataron y cómo, es de temerse que vamos a sentir escalofríos de horror y compasión.
Se sabrá, sobre todo, si Gadafi finalmente cae... Y entonces el país, esta vez sí, dejando atrás esos posibles elementos de su psicología que tal vez el barinés quiso pulsar a su favor, le preguntará a Chávez: ¿cómo pudiste apoyar a un monstruo así?
jueves, 10 de marzo de 2011
Horror libio
DIEGO BAUTISTA URBANEJA | EL UNIVERSAL
jueves 10 de marzo de 2011
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