El comandante-presidente se prepara para lo peor. No lo dice, pero lo sugiere. Desde Uruguay -y como suelen hacer los perdedores- ha desestimado lo que hoy dicen las encuestas, a las que acusa de pretender crear las condiciones para que Venezuela sea escenario de revueltas similares a las del Medio Oriente. Es obvio que Chávez tiene enfrente un serio problema: si en verdad llegara a obtener el triunfo en las presidenciales de 2012, es probable que esa victoria no resulte creíble al electorado, ni a la comunidad internacional. Para eso se prepara, al tratar de recuperar su opacada áurea de ganador.
Chávez siente que ahora sí está en aprietos y que el entorno externo ya no le es favorable. Su respaldo a Gadafi es un error estridente, que no podrá recoger. Una cosa es denunciar la intervención militar en Libia, y otra, muy distinta, es brindar su respaldo y simpatía personal al dictador. Las declaraciones emitidas desde Montevideo lo desnudan por completo. El hiperlíder perdió el encanto y se está encargando, sin desearlo, de reforzar las sospechas que hace tiempo se ciernen sobre él. El romanticismo que rodeaba su figura no está presente hoy. Ahora luce como un hombre dispuesto a cualquier cosa por retener el poder, tal cual el inefable "líder" libio.
El Presidente quiere desvincularse del apego vicioso de Gadafi con el poder, pero se anticipa a los acontecimientos y hasta se atreve a hablar de los muertos y heridos que se registrarían en Venezuela, si el país no llegara a convencerse de una victoria suya. Le toca hacer creíble su triunfo. Hacerlo verosímil. Los tiempos le cambiaron: hace unos años, era un candidato invencible. De cara al 2012, necesita explicar el origen de un resultado electoral para el que todavía faltan 20 meses.
Los resultados del 26S le representan un tormento. Ese día quedó comprobada la fuerza de sus adversarios y la vulnerabilidad de su liderazgo. Tanto dentro como fuera del país ya nadie descarta su derrota. En otros tiempos, una denuncia de fraude, por parte de sus contrarios, no era capaz de conseguir atención en los auditorios internacionales. Hoy la situación es diferente. La comunidad internacional comienza a verlo como un posible perdedor de la contienda presidencial. El hecho le resta capacidad de maniobra. Una parte de la nomenclatura no permitirá que Chávez la condene al silencio y a la desaparición de la política nacional.
En Montevideo vimos al verdadero Chávez. Tal y como están colocadas las cosas en este momento, al Presidente le urge producir un giro en las percepciones públicas externas e internas. Fuera de Venezuela toman nota de la atmósfera política que aquí reina. Chávez necesita que los suyos le crean. Ojalá no sea la oposición la que haga creíble su victoria.
viernes, 1 de abril de 2011
Un triunfo inverosímil
ARGELIA RÍOS | EL UNIVERSAL
viernes 1 de abril de 2011
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