LEVANTARSE Y REPENSAR
Diego Bautista Urbaneja
Sería cosa de hacer memoria. De recordar cuántas veces hemos tenido experiencias similares a las del 7-O. Cuántas veces hemos caído y cómo otras tantas nos hemos levantado. Cuántas veces hemos dicho lo mismo para superar el duelo, y cómo al poco tiempo lo hemos dejado atrás, para lanzarnos a la siguiente aventura, al siguiente combate. Esta vez ha de ser igual, y sea ello dicho en honor de las huestes democráticas de este país.
Se ha afirmado que esta vez el golpe ha sido más duro, porque las expectativas de triunfo eran mayores. Puede que hayan sido algo mayores, pero no mucho. Ya se nos ha olvidado, pero el mitin de Manuel Rosales en Caracas en el 2006 fue simplemente enorme, tan grande como el que más. No es cierto que hayamos ido al revocatorio y a las elecciones del 2006 sabiendo que perdíamos. Quizás los dirigentes más enterados tuvieran los datos -encuestas y esas cosas- que les indicaban que seríamos derrotados. Pero la masa de los votantes concurrió con una gran expectativa de triunfo. Cayó y se levantó.
Pero -pero y esto es lo que quiero subrayar- se levantó cada vez sobre un suelo colocado a mayor altura. Tal vez por el golpe recibido, y por la necesidad de sacudirse el polvo de la caída, no lo advirtiera, pero el caso es que en cada episodio estábamos a un nivel superior al de la vez anterior.
Así ocurre también esta vez. Hemos seguido subiendo, sin que nos demos mucha cuenta, sobre todo cuando perdemos. Nuestra curva es continua y hacia arriba. Es la del oficialismo la que muestra altibajos, la que se viene abajo cuando la figura del barinés no está en liza. Como ocurrirá en diciembre. Es una gran ocasión, que no podremos desperdiciar. Montarnos en los seis millones y medio y no dejar que ese nivel baje, sino que suba lo necesario para que las gobernaciones que están a tiro de ser conquistadas caigan en el redil democrático. Para una cosa tan cercana como diciembre, es eso lo que corresponde.
Pero demos una mirada algo más allá. Hay gente que se pone a sacar cuentas y calcula que este ritmo de crecimiento, y en el entendido de que cuando Chávez está en juego las cosas cambian, tardaremos demasiado en derrotar electoralmente al actual gobernante, por mucha capacidad de recuperación anímica que las fuerzas democráticas sigan demostrando.
Este punto de vista se presta a varios comentarios. El primero tiene que ver con el CNE y las condiciones electorales. Para las próximas contiendas electorales, las fuerzas democráticas tienen que actuar con una mayor energía frente al CNE. No es posible seguir aceptando reglas y situaciones tan desiguales. Es impostergable e indispensable llegar a una linea de conducta que haga sentir al elector democrático que se actúa con firmeza, cosa que por cierto tal vez ya ocurre en mayor medida de la que se logra transmitir.
En otro sentido, hay que examinar si no llegó el momento de revisar la estrategia de crecimiento progresivo, gradual y constante, de ir reduciendo la ventaja poco a poco, a base de un mensaje sensato y predominantemente pro positivo, dentro del formato político que encuadra la vida política del país desde hace años. O más exactamente, si continuar por esa vía no será, en efecto, demasiado lento.
Se plantea entonces la tarea de llevar a cabo esa revisión. De ponderar si no corresponde pensar en una estrategia de mayor audacia, que apunte a modificar los términos del debate político, y a redibujar las líneas divisorias de los campos políticos, para ir a las futuras contiendas electorales en un tablero reconfigurado. Este tipo de problemas no es de fácil solución, y las preguntas de qué, cómo, quién, saltan de una vez a la vista.
Hay algunos imponderables en el camino, que pudieran cambiar el panorama. Está por un lado el siempre presente tema de la salud de Chávez, que sabrá Dios en qué anda. Pero además el tema de los muy oscuros panoramas que parecen acechar el futuro inmediato del país, en términos económicos y sociales. Alguna de estas cosas, o las dos, pudieran en el momento permitir, acelerando su ritmo de crecimiento, el triunfo de la estrategia progresiva. Pudieran, más aún, facilitar grandemente el cambio en los términos del debate político y el formato chavismo-antichavismo en el que nos hemos estado moviendo, de modo que para lograrlo no se tuvieran que forzar al máximo las capacidades inventivas que pueda tener la oposición venezolana. Pero ya se sabe que no es bueno apostar a imponderables más de la cuenta.
dburbaneja@gmail.com
Tomado de EL UNIVERSAL
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