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RUBÉN M. PERINA |
EL UNIVERSAL
Maduro no pudo evitar que la reunión del Consejo Permanente de la OEA (CP/OEA) se realizase el pasado 6-7 de marzo, y hasta rompió relaciones con Panamá que tuvo el coraje de convocarla. Sus aliados, los gobiernos de Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Republica Dominicana más los del Caribe dependiente de la dádiva petrolera ("alianza chavista") se habían opuesto a que siquiera se analice la posibilidad de convocar una reunión de Consulta de Cancilleres del hemisferio para examinar la crisis que sacude a la democracia venezolana. Se rechazaba el "intervencionismo" de la OEA alegándose que ésta era parte de una conspiración del "imperio" y sus lacayos internos para derrocarlo.
El "intervencionismo" de la OEA que pretendían Canadá, Chile, Colombia, Estados Unidos, Perú, Panamá, Paraguay y otros, consistía simplemente en que se analizara la situación venezolana y se permitiera una misión diplomática de "buenos oficios," para darle seguimiento in situ a la crisis y al "diálogo" iniciado por Maduro, y eventualmente para facilitar las negociaciones entre la oposición y el gobierno. En el marco de los propósitos de la OEA, su objetivo era contribuir al fortalecimiento de la democracia venezolana, más allá del apoyo a un gobierno electo.
Con las reformas en la Carta de la OEA (1985) y luego con la Carta Democrática Inter-Americana (CDIA) de 2001, los Estados Miembros se comprometieron, a promover y defender colectivamente la democracia representativa. Su ejercicio se convirtió en el valor principal del hemisferio, así como en un derecho de los pueblos y una obligación de los gobiernos. Su vigencia se volvió del interés de todos los países, y cualquier amenaza a ella, provenga de la sociedad o del gobierno, pasó a ser una amenaza contra todas las democracias. Así, actuar colectivamente a través de la OEA para proteger los derechos humanos y garantizar la vigencia de la democracia dejó de ser injerencia en los asuntos internos de un Estado Miembro.
Por otra parte, lo que es "intervención" para unos es salvación para otros. La "alianza chavista" invoca el principio de no-intervención para proteger a gobiernos electos (inclusive con fraude), aunque éstos violen los derechos humanos, las libertades públicas y la independencia de los poderes, apresen y torturen manifestantes y opositores, y persigan la prensa independiente -con total impunidad. Pero para los estudiantes, ciudadanos y políticos venezolanos que protestan contra la tiranía, la escasez, la inflación (54%), la devaluación y la inseguridad, la "intervención" de la comunidad internacional representa la protección de sus derechos y libertades, y por eso piden su presencia, pronunciamiento y la activación de la CDIA. Para ellos el verdadero "intervencionismo" proviene de los castristas que "asesoran" los servicios de inteligencia del Estado, el registro civil y su política exterior, así como de la "alianza chavista" que defiende al gobierno de Maduro. No olvidar que en los setenta, el "intervencionismo" de la Comisión Inter-Americana de Derechos Humanos de la OEA en Argentina salvó la vida de numerosos opositores al régimen militar y expuso al mundo su terrorismo de estado.
De todas maneras, la alianza chavista logró que la reunión del CP/OEA fuese a puertas cerradas y que se aprobase, no por consenso como es usual, una Declaración inocua que no contempla el "intervencionismo" de la OEA y libera a Maduro de toda responsabilidad por la crisis política, la persecución de los medios, el encarcelamiento de la oposición, la violencia y las muertes (más de 20). En ella declara el "respeto al principio de no-intervención y el compromiso con la defensa de la institucionalidad democrática y del estado de derecho;" rechaza "toda forma de violencia e intolerancia, y hace un llamado a todos los sectores a la tranquilidad y al respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales..." y respalda y alienta "las iniciativas... del Gobierno democráticamente electo de Venezuela y de todos los sectores políticos, económicos y sociales para que continúen avanzando en el proceso de diálogo nacional."
La Declaración refleja, en realidad, un retroceso en el compromiso inter-americano con la promoción y defensa colectiva de la democracia expresado en los 90, así como la falta de consenso para permitir que la OEA cumpla su mandato, paralizándola, en efecto. Irónicamente, esto le demuestra a Maduro que la OEA no está dominada por el poder hegemónico del "imperio" ni sus "lacayos," y le permite, irónicamente también, clamar una "victoria latinoamericana" en un foro que descalificaba soezmente.
Profesor de la George Washington University
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