sábado, 15 de marzo de 2014

VENEZUELA Y AMÉRICA LATINA SIN CHÁVEZ

EDMUNDO JARQUIN
EL PAÍS
La gran influencia que el presidente Hugo Chávez ejerció en su país y América Latina durante tres lustros hace inevitable que los análisis derivados de su desaparición se enfoquen en tratar de escudriñar las consecuencias de su ausencia.
El presupuesto más importante de cualquier análisis es que habrá chavismo sin Chávez, como por muchas décadas ha habido peronismo sin Perón en Argentina. Moisés Naím, intelectual venezolano y acerbo crítico de Chávez, resumió de la siguiente forma el impacto de Chávez en Venezuela: “La consecuencia más duradera y positiva del mandato de Chávez es que hizo añicos la pacífica coexistencia de Venezuela con la pobreza, las desigualdades y la exclusión social… su capacidad de hacer que los pobres sintieran que tenían a uno de los suyos en el poder no tiene precedentes”.
La vocación social de Chávez no está en duda, pero sí su eficacia. Por el lado del consumo, los masivos programas distributivos de Chávez han contribuido a reducir la pobreza, pero como deja una economía en escombros, surgen dudas en cuanto a la sostenibilidad de esa reducción de la pobreza. El mismo Naím habla de la “oportunidad perdida”, pues Chávez, en medio de un boom petrolero también sin precedentes, se gastó casi un millón de millones (billón) de dólares y dejó una economía bastante más débil que la de hace quince años.
De lo anterior, precisamente, dependerá si el chavismo sin Chávez se logra articular en una forma de gobierno estable y duradero. Sin el carisma de Chávez, que ayudaría a explicar las carencias que ahora enfrentará la población, sus sucesores, a medida que el momento altamente emocional generado por la muerte del caudillo y su funeral vaya quedando atrás, la tendrán muy difícil, independientemente de la cohesión interna que pueda tener ese chavismo sin Chávez.
Cuando Chávez llegó al poder, a finales de los 90, América Latina tenía dos décadas de serio agotamiento económico, y cuando empezó el boom de los precios del petróleo, la región tenía veinticinco años de estancamiento económico. Entre 1978 y 2003, ¡un cuarto de siglo!, el ingreso per cápita de la región había crecido, en promedio, solamente el 16%. Casi nada. En ese mismo período, el ingreso per cápita de Estados Unidos y Europa, que partían de niveles muchísimo más altos, se había incrementado más del 50%, y en países de Asia había crecido 100%, 200% y hasta 500%, como en China. La única excepción en nuestra región fue Chile, que en ese período lo duplicó.Y de la consolidación o no en el gobierno del chavismo sin Chávez, dependerá mucho la influencia que tendrá en el continente. El peso de Chávez a nivel internacional tuvo dos grandes fuentes, el discurso político-ideológico y la enorme capacidad financiera de Venezuela. Ambas fuentes se han venido agotando.
Un cuarto de siglo de estancamiento económico, con enormes consecuencias sociales negativas, era terreno propicio para un discurso político-ideológico que se opusiera frontalmente al Consenso de Washington, como se conoció al conjunto de medidas de ajuste económico, estabilización, privatizaciones y libre comercio, que se impulsaron desde el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y se atribuyeron a Estados Unidos.
Chávez encarnó y lideró ese discurso, que tuvo un punto culminante cuando el caudillo venezolano le aguó la fiesta el presidente George Bush junior, y al proyecto de Asociación de Libre Comercio de las Américas (ALCA), con ocasión de la Cumbre Hemisférica celebrada en Mar del Plata, Argentina, en 2005. Hoy tenemos un escenario totalmente diferente. Casi sin excepción, todos los países del continente están creciendo, algunos a fuerte ritmo, y, curioso, una gran cantidad de ellos han suscrito acuerdos de libre comercio con Estados Unidos. En ese nuevo terreno, el discurso del Socialismo del Siglo XXI se ha quedado sin abono. Es más, es un discurso derrotado por la realidad.
Y ahora Venezuela, con enorme déficit fiscal, deuda e inflación, tiene menos capacidad de cooperación. En ese contexto, mantener los programas de cooperación puede entrar en conflicto con la necesidad interna de consolidar el chavismo sin Chávez.
En resumen, la herencia de Chávez será de mucha memoria y cada vez menor influencia.
Edmundo Jarquín ha sido embajador de Nicaragua en España.

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