Américo Martin
El peor enemigo del pequeño lobo de Jack London es la comadreja. Una vez terminada la lectura de Colmillo blanco, de London, quise saber cómo es que un animal pequeño, de aspecto inofensivo, podía hacerse respetar por lobos hambrientos de las nieves del norte y convertirse en una amenaza contra su joven descendencia, por muy combativa y bien dotada que fuera.
Supe de la agresividad de la comadreja, tan capaz de matar aves de rapiña y defenderse de todos sus enemigos con recursos inesperados. Sus presas son por lo general más grandes que ella. Aparte de ser altivo, el lobito del novelista se sabía defender con enorme coraje.
La necesidad lo inducía a la audacia, desde el momento en que se convenció de la importancia de plantar cara a los depredadores, no tenerles miedo, no traficar convicciones en busca de indulgencias. Morir con las botas puestas es siempre mejor que vivir medroso o medrando.
Teodoro, como el lobezno de London, es un hombre valiente. Pero la experiencia de un largo trajinar en la política lo ha alejado de la tentación extremista y ha fortalecido sus convicciones democráticas. Ni los ataques más viles lo sacan de su cauce. No cede a la tentación de "jugarlo todo" para responder a calumnias y mentiras.
Ha hecho de su periódico un medio cada vez más llamativo, respetado y consultado instrumento de intereses colectivos. Es un cauce que recoge todas las opiniones, incluyendo las de excluidos que necesitan ser oídos, sin sacrificar la objetividad ni endosar posiciones irracionales.
TalCual está en peligro. Sus perseguidores no son valientes como la comadreja. No dan la cara. Se encubren, disimulan. No reconocen que los trabajos analíticos y las denuncias fundadas de ese periódico les quitan el sueño. Quisieran silenciarlas para conjurar esas verdades corriendo como lava ardiente, en lugar de rebatirlas, como se espera de quien ha proclamado la "lucha de ideas".
Están en la cumbre del poder. Han ido estrangulando la libertad de expresión pero para descargarse de mala conciencia se atuvieron a un lema o sofisma del vocero oficial u oficioso Andrés Izarra. “El socialismo cantó- debe lograr hegemonía mediática”.
Eso de "hegemonía" tiene resonancias gramscianas. Acabar con medios y periodistas era difícil de tragar, más al recordar que el eterno difunto había denunciado ser víctima de la dictadura mediática.
Pero sería un insulto a la memoria del fecundo pensador italiano entender que la "hegemonía" se puede lograr a cualquier costo: comprando medios, censurándolos, prohibiéndolos, persiguiendo periodistas.
Eso es dictadura, no hegemonía a la manera de Gramsci, quien dijo: -Un grupo social puede y debe ser dirigente ya antes de conquistar el poder gubernamental. La hegemonía avanza al afirmarse la capacidad de dirección política, espiritual y moral.
La hegemonía comunicacional no puede ser asunto de palos y medidas cautelares, prohibiciones, multas, asedio a los trabajadores de los medios. Sería, por el contrario, el esfuerzo de aportar soluciones convincentemente argumentadas.
Persuadir, armonizar palabras y hechos. Así sí que se construyen mayorías conscientes. Con policías, decretos, castigos e incautaciones se logran silencios o respaldos medrosos, no hegemonías gramscianas. No creo que Izarra haya estudiado con seriedad al denso escritor sardo.
En fin, se trata de confrontar libre y densamente tesis y propuestas que se sometan al dictamen de la praxis. Con su amplísima mayoría en los medios el gobierno podría debatir con cierta comodidad, pero no se atreve, no confronta, no discute cara a cara como la comadreja, porque ideas es lo que no tiene.
Dispara por mampuesto, controla y dosifica el papel, aplica multas caprichosas, a veces amargas como las que promueven contra TalCual, quizá abrumados por sus certeros editoriales y las columnas de sus fogueados colaboradores.
El presidente de la Asamblea Nacional cree tener cercado a Teodoro Petkoff. Quizá se proponga amedrentarlo o encubrir el leñazo con un barniz de legalidad.
Hay gente que se endurece con las agresiones y éste es el caso. Y en cuanto a "velos de legalidad" ¡mire que no aprenden! En su desempeño legal el crédito del gobierno está tan por el piso como su manejo de las finanzas públicas.
Los gobiernos y los ciudadanos tienen derecho de defenderse pero, ¡hombre!, deberían disponer de un mínimum de criterio. Porque las hegemonías de Izarra y las iniciativas judiciales del presidente de la AN no dan para mucho.
Cuando los veo tratando de justificar lo injustificable recuerdo al personaje aquel que no sabía escabullirse del sitio donde se coleaba con fines non sanctos, porque siempre se le quedaba una chola adentro
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