viernes, 5 de junio de 2015

¿BROMA O PESADILLA KAFKIANA?

Foto de perfil de Fernando Martinez Móttola
FERNANDO MARTINEZ MÓTTOLA

Con razón se ha ganado la fama como referencia de lo absurdo. Muchas veces me he preguntado si nos estaría vacilando, si escribía riéndose de nosotros, sus futuros lectores. Y es que: ¿en cabeza de quién cabe que alguien va a despertarse una mañana convertido en un insecto sin saber a ciencia cierta si se refiere a un escarabajo, a una cucaracha o a cualquier otro bicho raro? Y lo peor: no se trata de un masoquismo inútil; es que después de que uno empieza no puede parar de leerlo:
 “Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana tras un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, en forma de caparazón, y al levantar un poco la cabeza, veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes, duras formas de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantener el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo.
“Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadas ante sus ojos. ‘¿Qué me ha ocurrido?’, pensó. No era un sueño. Su habitación, una auténtica habitación humana, permanecía tranquila entre cuatro paredes harto conocidas, pero ahora le resultaba estrecha”. (Frank Kafka, La metamorfosis: 1915).
No lo culpo, amigo lector, si la historia le parece insólita, desmesurada y hasta un poco extravagante. Pero, por favor, no piense usted que con esta referencia pretendo agregar nuevos motivos de estrés a su vida cotidiana, que bien consciente estoy de que como ciudadanos de estos tiempos en nuestro querido país ya tenemos suficientes razones de insomnios, tics, sarpullidos y otros cuantos trastornos del sistema nervioso. Relájese, pues, tómeselo con calma, y disfrute de un pasaje literario en el que el célebre escritor juega magistralmente con nosotros, llevándonos alternativamente entre el suspenso y el terror. Un portento de la imaginación; sin duda, uno de los grandes maestros de la literatura de todos los tiempos.
Sin embargo –cosas de la vida, sorpresas que uno no termina de llevarse–, como suele ocurrir a menudo: la realidad supera la ficción. Lo que yo nunca imaginé, le confieso, es que un día íbamos a despertarnos y, al salir a la calle, nos conseguiríamos el país convertido en un hormiguero. Tal como le sucedió a Gregorio Samsa, en este caso tampoco era un sueño. Igual que al personaje kafkiano en su habitación, la geografía de 912.000 kilómetros cuadrados mantenía su apariencia habitual, pero comenzó a resultarnos estrecha. Y solo porque existe un grupo de personas empecinadas en uniformarnos y restringirnos
en ponernos límites. Y todos, queramos o no, nos encontramos, entonces, haciendo colas y cargando bolsitas para satisfacer una extraña aberración de quién sabe quiénes, lo que nos ha llevado a este colosal disparate, basado en una supuesta visión humanística que promete un hombre nuevo.
Y como el cuento de Kafka, el hombre nuevo, tantas veces prometido,  despertó una mañana tras un sueño inquieto y se encontró “bachaqueando” de un lado a otro, lidiando para sobrevivir en medio de su nueva realidad.
Sin embargo, tenga usted por seguro, amigo lector, que se acerca el día en que todos saldremos simultáneamente, por millones, como hormigas, a hacer cola; pero, en esta ocasión frente a los centros de votación, a fin de acabar de una vez por todas con esta pesadilla kafkiana.

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