RAMON GUILLERMO AVELEDO
Para que la Asamblea Nacional cumpla cabalmente con su triple deber constitucional de representarnos a todos, legislar para todos y controlar al Gobierno y la Administración en defensa del interés de todos, es necesario que sea presidida por una persona con conciencia de su responsabilidad, disposición a ejercerla y capacidad para desarrollarla.
La utilidad del Parlamento depende de la libertad de sus miembros para actuar conforme a su mandato. Garantizar esa libertad es la tarea principal de quien encarna las reglas, arbitra con equilibrio y respeto, y representa al cuerpo. Al hacerlo, el presidente parlamentario es también guardián de la libertad y los derechos de todos los ciudadanos.
La crisis nacional es económica y social, política e institucional, pero sobre todo es una crisis aguda de esperanza. Su gravedad exige que la próxima Asamblea Nacional, la que elegiremos el próximo 6 de diciembre, esté a la altura y haga su parte para que los venezolanos recuperemos la esperanza. Su primer acto al instalarse el 5 de enero, elegir su directiva, será clave.
Puede elegir un presidente o una presidenta en la tradición de Andrés Eloy Blanco, Mario Briceño Iragorry, Luis Beltrán Prieto Figueroa o José Antonio Pérez Díaz, digo por citar cuatro de los mejor recordados por su respeto a la institución, a sus miembros y al país, y su capacidad para hacerla respetar. Ellos son modelo a emular, ejemplo a seguir. Quien presida el Parlamento debe distinguirse por su tolerancia y su amplitud, nacida de la comprensión de la naturaleza plural de una asamblea. Por su adhesión a la Constitución. Por su entendimiento de la realidad nacional, sus urgencias, sus prioridades. Por su claridad de que, antes que su legítima lealtad al partido y a la coalición que lo llevó al Capitolio, está el compromiso con un país empobrecido, angustiado, dividido.
El ejemplo a seguir en todas las horas, pero sobre todo en esta tan exigente, está en venezolanos como Andrés Eloy y don Mario, el maestro Prieto y “el Negro” Pérez Díaz, no en Ño Pernalete, el jefe civil gomero de Doña Bárbara, o en algún “pran” de nuestras cárceles hacinadas y caóticas. Que se distinga por su talento y su talante, no por su grosería y su mandonería.
Con una presidencia así, brillará la Asamblea, no solo porque la nueva mayoría le enderece el rumbo hacia el bien común, sino porque los que pasarán a ser minoría, gozarán de respeto y oportunidad de servir dignamente.
Ramón Guillermo Aveledo
@AveledoUnidad
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