Trino Márquez
La sentencia contra Leopoldo
López estaba cantada desde mucho antes de que comenzara el juicio en su contra.
La decisión de Susana Barreiros no sorprendió a nadie, aunque sí desconcierta
que la joven magistrada hubiese dictado una condena aún mayor que la solicitada
por la Fiscalía. Parece no favorecer al gobierno.
Dentro de los
esquemas autoritarios, el veredicto contra Leopoldo encaja perfectamente dentro
del estilo fidelista. El hoy decrépito dictador cubano aplicaba castigos
ejemplarizantes. A sus adversarios, por débiles que fueran, los fusilaba.
Contaba con Ernesto Guevara y Raúl Castro, quienes despreciaban la “justicia
burguesa”. No creían en el derecho a la defensa, en la presunción de inocencia
del acusado, en los jueces naturales del indiciado, ni en el debido proceso.
Todos estos fueros ciudadanos, surgidos con el desarrollo del Estado de Derecho
durante el largo proceso que condujo a la modernidad, fueron ignorados por la
claque que se instaló en La Habana a partir de enero de 1959. Bastaba que un
modesto funcionario de tercera línea del gobierno de Fulgencio Batista fuese
señalado como enemigo de los guerrilleros de Sierra Maestra, para que el
desafortunado fuese conducido, sin fórmula de juicio, al paredón de
fusilamiento en la fortaleza de La Cabaña o en cualquiera de los otros lugares
donde fueron asesinados varios miles de cubanos indefensos.
Con los
disidentes de sus propias filas, Fidel Castro se comportaba de igual forma. Sus
castigos también eran bíblicos. El comandante Huber Matos, héroe de numerosas
operaciones militares, algunas de las cuales se las atribuyen a Castro o a
Guevara, fue depositado durante veinte años en una mazmorra comunista por
haberse atrevido a enviarle una carta al líder de la revolución en la criticaba
el giro comunista adoptado por el proceso. De nada sirvieron las peticiones de
clemencia enviadas desde el exterior.
En todos los
casos se trataba de destruir a la víctima, desaparecerla, doblegarla,
humillarla y crear pánico a su alrededor. El Estado utilizado para aplicar el
terror. Jamás se buscó redimir al oponente.
El sello del
fidelismo, y de los otros autoritarismos comunistas y fascistas, está presente
en el proceso contra Leopoldo. Nada de extraño tiene que el dictamen se halla
concebido en Cuba, pero lo haya pronunciado una joven jueza que sirvió como
verdugo. El objetivo es claro: hay que demoler física y moralmente a uno de los
líderes que simboliza la posibilidad de cambio democrático, pacífico,
constitucional y electoral en Venezuela.
El mensaje es directo: se le dicta una sentencia arbitraria, ilegal e
inconstitucional a un dirigente político ampliamente conocido en Venezuela y en
el exterior, que goza del aprecio de millones de seguidores y que despunta en
las encuestas de popularidad. Si esto le ocurre a López, que cuenta con el
respaldo de líderes mundiales, a cualquier otro ciudadano puede ocurrirle algo
mucho peor. El gobierno de la dupla Maduro-Cabello está dispuesto a arrasar con
lo que se le ponga por delante. No importa quién o qué sea. La medida se tomó a
pocos meses de unas elecciones parlamentarias en las que todas las encuestas
indican que la oposición triunfará con un holgado margen. La actitud del
régimen frente a la eventual derrota consiste en atacar agrediendo a uno de los
líderes de mayor proyección nacional e internacional.
Importa acotar
que el gobierno no inhabilita a Voluntad Popular, partido fundado por López, ni
persigue a sus dirigentes. Se ensaña con el joven político. En él personifica
al enemigo del régimen. El gobierno les teme a los líderes carismáticos. Sabe
que todo el poder del régimen se basa en la capacidad de seducción que ejerció
Hugo Chávez. Sin él, ni Maduro ni Diosdado habrían existido. No habrían trascendido, ni dejado de ser las
personalidades mediocres que son.
El
madurismo-cabellismo le teme a López porque encarna la posibilidad de la recuperación
democrática. López es Voluntad Popular y, a la vez, mucho más que el partido
que creó. El 6-D habrá la posibilidad de derrotar el terrorismo de Estado y
comenzar una nueva etapa de la lucha por la reconstrucción
nacional.
@trinomarquezc
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