BERNARD HORANDE
Lorenzo Mendoza y particularmente el Grupo Polar constituyen un caso emblemático en Venezuela.
A lo largo de décadas, con esfuerzo, inteligencia, sagacidad, talento y mucha innovación, Polar ha logrado consolidarse como el primer grupo empresarial de Venezuela. Su éxito es reconocido a nivel nacional y también internacional.
Este sólo hecho, el de tener éxito a base de mucho trabajo, es suficiente para que un grupo de desadaptados sociales, a quienes por un error de la historia producto de la "sabiduría del pueblo" les ha tocado gobernar, decidan colocar a Polar como un objetivo a destruir.
No puede soportar el éxito en base al honesto trabajo quien alcanza un supuesto "éxito" en base al robo, al engaño y a la triquiñuela. En Polar, los maleantes que controlan por ahora a Venezuela ven a un enemigo.
Es lógico. No podría ser de otra manera: quien está acostumbrado a apropiarse de lo ajeno por la fuerza ve una víctima perfecta en aquél que perseverantemente ha logrado por vía del trabajo alcanzar una posición de prestigio y liderazgo.
No es una novedad que el chavismo-madurismo persiga a la empresa privada en Venezuela. No es solamente una cuestión ideológica asociada a un socialismo-comunismo, sino que va más allá. La empresa privada es un obstáculo para quien pretende dominar una sociedad de forma totalitaria, como lo han pretendido, hasta ahora, hacer los personajes siniestros que mandan en Venezuela.
Han sido innumerables las expropiaciones y estatizaciones de empresas productivas privadas, que han convertido a industrias, comercios y fincas en lamentables y absolutos fracasos. Este régimen "bolivariano" premia al empresario extranjero, al que produce afuera y exporta hacia Venezuela, y castiga al empresario nacional, al criollo, al que crea fuentes de empleo, riqueza y bienestar colectivo.
El asunto es que con Polar se han topado con un hueso duro de roer. En Polar se vive una cultura empresarial excepcional y la casi totalidad de los trabajadores de Polar está consciente de ello y respalda a su empresa.
Que Polar esté obligada a vender al consumidor la harina precocida de maíz a Bs. 19 el kilo, es decir, a 2 céntimos de dólar, lo que busca no es precisamente "beneficiar" al pueblo sino quebrar a la empresa.
Que la mayoría de los productos que vende Polar estén regulados, busca lo mismo.
Que el Estado, único administrador de las divisas en Venezuela, no le dé la gana de vender a Polar los dólares necesarios para importar la materia prima para elaborar sus productos, tiene un objetivo similar.
Que el gobierno sabotee la producción de cerveza de Polar, fuente importantísima de ingresos para la empresa, se inscribe en el mismo formato.
Que Polar sea controlada, supervisada y hasta intervenida por el gobierno de forma aviesa y continuada, busca que el grupo empresarial abandone la lucha y se entregue.
Ante el fracaso de todas estas perversas estrategias, los ataques ahora se redirigen hacia el líder del grupo empresarial: Lorenzo Mendoza. Difunden una grabación (ilegal, como todo lo que hacen...) en la que el empresario habla con un economista de renombre, y la intentan convertir en un acto de "traición a la patria".
En esa grabación, Mendoza hace lo que cualquier venezolano haría en este momento: buscar las soluciones que estén a su alcance para que el país salga de la ruina a la que la han llevado unos pillos. Soluciones que, por supuesto, este gobierno es incapaz de encontrar y menos estaría en capacidad de implementar.
Según varias encuestas, Polar tiene un nivel de aceptación y agrado en la población que casi llega al 90%. Esa cifra, por lo elevada, obviamente incluye a una gran porción de la gente que aún cree en el chavismo.
Bajo esta óptica, lo que parece no darse cuenta Maduro y su combo de incompetentes es que mientras más atacan a Polar y a sus líderes, más pierden respaldo y credibilidad de parte de aquellos que, a pesar de todo el desastre que han creado en Venezuela durante 17 años, aún los apoyan.
En su afán de controlar y ponerle precio a todos los productos y servicios, han decidido que también quieren ponerle precio al éxito.
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