La afirmación la hizo el coordinador de la Comisión Agroalimentaria de la Unidad Técnica de la Mesa de la Unidad (MUD), en el marco de una conferencia, que pronunció en un foro auspiciado por el Colegio de Ingenieros de Venezuela, y donde se abordó el tema de “un cambio para acabar con la escasez de alimentos”.
Comenzó su intervención presentando la problemática agroalimentaria en base a un evaluación hecha a comienzos de 2015. “Quisiera tocar este problema de la realidad agroalimentaria venezolana desde dos enfoques: el de la soberanía alimentaria y el caso de los productores, y el de la seguridad alimentaria; que sería la otra punta y que tiene que ver con el consumidor”.
En cuanto a la soberanía alimentaria, Agudo dijo que eso no significaba la autarquía, es decir, producir todos los alimentos internamente porque depende, a su juicio, de temas como el cambio climático y la ubicación geográfica de cada país, por lo que difícilmente un país puede producir 100%.
Precisó que desde el año 2007 la FAO concluyó que el componente central para la producción de alimentos es la tecnología, para asegurar que la producción de alimentos crezca más rápido que el crecimiento poblacional, y que esa producción se haga con menos recursos.
A ese respecto, Agudo definió a un país soberano desde el punto de vista alimentario, cuando tiene una balanza comercial positiva, “que exporta más de lo que importa. Se trata de aquel país que exporta lo que produce en forma eficiente para importar lo que no puede producir en su territorio”.
Puso como ejemplo a los EEUU, que constituye uno de los mayores importadores de alimentos del mundo, del orden de los 350 dólares per cápita; pero exporta 400 dólares per cápita, y que por lo tanto era un país soberano.
En cuanto a la definición de seguridad alimentaria; que sería el otro extremo, dijo que esta era una obligación del Estado, incluso de carácter constitucional: la disponibilidad, accesibilidad y variedad de los alimentos para garantizar que la población cuente con una alimentación sana, balanceada y, nutritivamente, sustentable.
A través de una lámina mostró las consecuencias de la política gubernamental de intentar cambiar el sistema económico capitalista a uno socialista, apoyándose en la rente petrolera – un proceso que denominó de transición
Indicó Agudo que eso implicaba intervenir la producción nacional en términos de cambiar las relaciones de propiedad; de la propiedad individual a una colectiva, y donde el Estado, como representante “colectivo” podía intervenir cualquier propiedad, y que el efecto que iba a tener en la producción de alimentos el cambio de esa propiedad lo solventaba con importaciones durante el período de transición, a los efectos de que, después que se hiciere la transición, tenía una oferta lo suficientemente atractiva para consolidar el nuevo modelo socialista.
Trajo a colación el tema de los commodities, cuyo boom se observó en la primera década de este milenio; momento en cual todos los países de Sudamérica incrementaron sus exportaciones agrícolas, a excepción de uno; todos avanzaron en el proceso de consolidar la soberanía agroalimentaria, y que gracias al incremento de sus exportaciones, pudieron financiar sus importaciones.
“El único país que bajó sus exportaciones en un 90% fue Venezuela, y ese diez por ciento que quedó es ron; porque ya ni siquiera exportamos tabaco”.
Explicó Agudo que el gobierno no publica cifras oficiales desde el 2007, pero que interpretando las que se pueden ver en las Memorias y Cuentas que presenta anualmente el Ejecutivo, se observa que el sector agrícola decreció un 3%, con respecto al 2013; un 13% con respecto al 2012, y un 18%, con respecto al 2010, lo que demostraba que tenemos cinco años decreciendo, y por lo tanto, perdiendo soberanía alimentaria.
Destacó que siete de los principales rubros de alimentación para garantizar la seguridad alimentaria están en manos del Estado por lo menos en más de un 50%; por lo que dedujo que un alto nivel de responsabilidad la tiene el Estado en el flagelo de la escasez de estos rubros: leche, café, arroz, productos de la pesca, carne, harina precocida, azúcar.
Admitió, apoyándose en una lámina, que hasta el 2012 se produjo un incremento del consumo; y que es falso lo que alegan algunos que han sido 15 años de dificultades, puesto que el medio venezolano mejoró sus condiciones de vida en esos doce años; que otra cosa lo constituyó el hecho de que a los venezolanos no los enseñaron a pescar, constituyendo esa supuesta situación de bienestar en un empoderamiento político, sobre todo, por la vía de los consejos comunales, y a los cuales, según sus palabras, hoy en día hay que pedirles permiso, hasta para ir al baño.
Pero que, a partir de 2010, cuando se le agotan los recursos a Hugo Chávez, con lo cuales financiaba su política populista de consumismo; de regalar las cosas, el país se empezó a endeudar, y que Venezuela pasó de 33 a 233 mil millones de dólares en términos de endeudamiento, al tiempo que rompíamos la cadena con nuestros proveedores tradicionales de productos.
“¿Por qué? Porque ese endeudamiento se orientó con base a convenios bilaterales con países amigos, y se acabaron nuestras relaciones y nuestros inventarios. Pero es que después; a cuenta de explotadores intervenimos la industria nacional y acabamos con los inventarios de la industria, y a cuenta de acaparadores intervenimos los mayoristas, y acabamos con los inventarios de los mayoristas; a cuenta de especuladores, intervenimos los detallistas: carnicerías, panaderías y acabamos con los inventarios de los minoristas”.
De acuerdo con Agudo, esa cadena de valor que necesita de siete a diez meses, dependiendo del producto, de inventario, para que siempre el producto esté en el anaquel, hoy no existe, y que, por lo tanto, el problema de la escasez, que estamos viendo no es un problema de coyuntura sino un problema estructural.
Estimó entre 15 ó 16 meses de inventario para volver a rellenar los anaqueles de toda la cadena de oferta de los diferentes productos; lo que, a su juicio, no se hace por un decreto, y menos con el decreto que Maduro acaba de aprobar de “precio máximo de venta”; al que Agudo calificó de inconstitucional porque reconoció que se podían establecer controles de precio sobre algunos productos básicos; pero no sobre toda la economía, pues consideró que eso viola las libertades económicas.
“Pero lo más grave es que con ese desabastecimiento también rompió el equilibrio de los inventarios en la familia. La familia venezolana manejaba siete días de inventario; cuanto más, para aquellos productos no perecederos, quince días, lo cual ha traído como consecuencia el fenómeno de las colas”.
Agudo pintó la situación y trajo a colación el trueque porque ahora el inventario de la familia se estima en cosa de dos meses; de modo que una familia puede intercambiar pañales por café, por ejemplo; luego la voracidad por todo: lo que estén ofreciendo en el supermercado, eso lo compro, así yo no lo necesite pero lo puedo intercambiar con el vecino.
“Ocho millones de familias tratando de formar dos meses de inventarios, esos son 24 meses de inventario de la cadena de valor. O sea, tenemos una demanda que triplica los inventarios no existentes de la oferta. Se trata de un sistema que no restablece el equilibrio de la noche a la mañana; sino siempre y cuando usted elimine la incertidumbre de un consumidor que no cesa de comprar; para lo cual tengo que estar seis meses sobre-ofertando de productos, para que ese consumidor se calle o deje de comprar”.
Imaginó la magnitud que significa el hecho de tener que multiplicar los inventarios por dos y por tres para alcanzar semejante sobre-abastecimiento; lo cual le pareció que no se lograba aunque Maduro pegue cuatro gritos por la televisión; pero, asimismo, descartó que la oposición también lo haga por cuatro decretos que apruebe si es que llega al poder; pues, según su punto de vista, no se trata de un problema político sino físico.
En otra lámina mostró la situación del consumo per cápita, y donde hizo ver que en doce años no sólo se ha caído sino que está por debajo de donde estaba en 1999, es decir, una situación mucho más paupérrima que antes del gobierno de Chávez, y con el agravante de tener un sistema de producción destruido. Por eso consideró que la tarea más prioritaria para lograr un equilibrio entre la oferta y la demanda es recuperar el aparato productivo del país; sobre todo, en un momento en que ya no podemos depender más del petróleo.
A ese respecto, calculó que restituir la normalidad nos puede llevar de unos dos a tres años, y destacó que tampoco el Ejecutivo puede solo; menos si sigue siendo excluyente; si sigue rechazando acuerdos con el sector privado de la producción; pues restituir la normalidad significa reactivar el aparato productivo y eso pasa por el reconocimiento al productor, aparte de decretar la emergencia agrícola.
Abordó, seguidamente, el tema de los negocios de la importación que el gobierno viene haciendo con países que considera aliados ideológicamente, y a través de una lámina recorrió aquellos que se tienen con los chinos, con los brasileños, y, en especial, se refirió al caso de los negocios con los uruguayos que calificó de chimbos, porque ellos asumían con Venezuela una deuda que se calculaba a cuatro bolívares, cuando debería ser a 6,30 bolívares, es decir, al precio actual de la divisa.
También destacó el caso de las importaciones de café que se hacen desde Nicaragua; donde se ha descubierto un sobreprecio, siendo, por lo demás, un café de baja calidad; aunque el caso que consideró más emblemático es el de los negocios con Vietnam; de donde no sólo se importa mercancía sino también gente para que venga al país a producir leche y arroz.
“Nosotros no creemos en los productores nacionales; pero me voy a traer vietnamitas para hacer tres complejos agroproductivos: uno en el occidente del país, otro en el centro y otro en el oriente; para que esos vietnamitas vengan aquí y produzcan arroz, azúcar, hagan la acuicultura, leche y carne”.
Pintó la situación geográfica de Vietnam, con respecto a su población, y su capacidad de producción; donde los avances tecnológicos, en materia agrícola están por debajo de los de Venezuela; “aquí, agregó, el arroz se produce con tecnología de nivelación láser; aquí hay fincas de 5 mil hectáreas de caña de azúcar, cuyo riego se hace por goteo; aquí se cuenta con una raza tropical, como la Carora”.
Juzgó, además, absurdo que teniendo a Colombia a un lado, que está produciendo todo lo que nosotros necesitamos, nos vayamos a Vietnam, y que, en última instancia, lo que pudieran enseñarle los vietnamitas al gobierno es la forma como ellos lograron salir de una economía feudal, a una economía en desarrollo, respetando la propiedad privada individual, que es lo que, a su parecer, sí han logrado lo vietnamitas.
Citó una serie de frases de los voceros gubernamentales: “hemos fortalecido la potencia agrícola”, “éste es el único país donde existe un ministerio de Alimentación”, “venceremos la guerra económica con los consejos comunales agrícolas”, y lo hizo para que se viera “como esta gente está divorciada de la realidad”.
Aparte, según Agudo, de que la tarea del oficialismo por el momento se concentra en tratar de mantener la maquinaria del Psuv; maquinaria que calificó de paraestatal, lejos de ser un partido político ya que se financia con los recursos del Estado, por lo que sus operadores políticos son funcionarios públicos y que lo poco que se está trayendo en estos instantes se está distribuyendo a través de la estructura del Psuv: bodegas socialistas o patrióticas; mercados populares, a través de operativos militares, y donde lo primero que se exige es la filiación partidista.
Al retomar el tema de la restitución del equilibrio de la oferta y la demanda, dijo que ante todo se requería de confianza; en especial, para que el empresario, en lugar de estar amparándose en los dólares, salga a comprar inventario sin el temor de que le venga un funcionario “de cuarto nivel” y confisque dicho inventario con el argumento de que está acaparando y lo venda afuera a precio del dólar paralelo, y lo quiebre. Esta confianza Agudo la extendió también al consumidor a los fines de que deje de acaparar inventarios en su casa, y baje la presión de esa demanda.
“Pero esta confianza –agregó- sólo se consigue con un gran acuerdo nacional del gobierno con el sector privado de la producción nacional y con la Academia, sobre todo, esta última para que apoye en la búsqueda de la estabilidad y de la sustentabilidad de la economía”.
En una lámina mostró el descenso que se ha padecido en la producción agrícola nacional, advirtiendo que el 2016 aún será mucho más penoso en términos de producción de algunos rubros; que habrá que importar.
Cerró su intervención apoyándose en una cita de Elías Jaua, quien ha dicho que el descontento no puede ser resuelto con el desmontaje del modelo de democracia originaria y participativa, para demostrar que la actual clase gobernante no está dispuesta, ni siquiera frente al actual estado de cosas, a reconocer que dicho modelo ha fracasado.
“Una autocracia partidista que ha devenido en una autocracia megalómana, enfermiza no tiene capacidad de abrir un proceso de diálogo con sus disidentes, así sea para beneficio propio, mientras sienta que tiene el control total de la institucionalidad”.
En consecuencia, aceptó que la aplicación de un modelo económico que restituya la normalidad económica del país pasa por un cambio en el equipo de gobierno; que garantice la ruptura de la hegemonía autocrática en poderes que realmente se controle y se auditen en beneficio de toda la población y no de una secta de iluminados, con una ignorancia exacerbada e ilimitada corrupción.
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