ELECCIONES Y MILITARES
Amalio Belmonte
Algunos venezolanos, ante cualquier circunstancia aguzamos el ingenio y la creatividad para incluir el “factor militar” en momentos donde se definen procesos políticos importantes. Así, surgen anécdotas, historias, relatos pródigos de escaramuzas, enfrentamientos con detalles impresionantes de lugares, fechas y participantes.
Diversas versiones sobre episodios transcurridos al amparo de la clandestinidad inflaman relatos de uniformados definiendo caminos. A los militares les fascina porque aparecen, así sea de ficción, como los eternas salvadores de la Patria, y los civiles como pasivos y agradecidos por tanta magnanimidad de los miembros del estamento armado.
Amigos: los militares son tan improvisados y defectuosos como los civiles. Nacieron aquí y actúan aquí. Vale la pena recordar la cadena de ambigüedades en Fuerte Tiuna la noche del 11 de Abril de 2002. A propósito, me pregunto por qué no hubo advertencia previa del golpe de Hugo Chávez; nadie dijo “miren, hay un grupo de comacates que se reúnen en tal lado y el 4 de febrero darán un golpe.” Tampoco cuando hubo alarma frente al golpe de noviembre del mismo año dirigido por el almirante Gruber Odremán.
No, sólo somos especialistas para crear relatos después que suceden los hechos o sobre hechos que nunca ocurrieron. Por favor, lo que ocurrió el 6D fue la combinación de un inmenso esfuerzo de personas impermeables a desalientos, fatigas o frustraciones. Esos cientos de miles: políticos, testigos, estudiantes, informáticos, periodistas, cooperadores, chóferes, motociclistas, gente de a pie. candidatos, líderes comunales que actuaron sin camuflaje o disimulo para movilizar a casi 8 millones de personas. No es justo restarle méritos a ellos y a nosotros mismos.
No nos salvó un uniformado de estrellas relucientes.
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