MOISES NAIM
En mi anterior columna describí las dificultades económicas por las que atraviesa China. El menor crecimiento económico en 25 años, la masiva fuga de capitales, inmensas deudas imposibles de cobrar y una fuerte caída de la Bolsa de valores son algunos de los síntomas de que la economía del gigante asiático no anda bien. Las convulsiones macroeconómicas siempre generan turbulencias en otros ámbitos. A continuación, algunos de los raros microacontecimientos, que tienen macro-implicaciones para China, su Gobierno, su población e, inevitablemente, para todos nosotros.
El Partido Comunista reprime a la clase obrera. En enero de 2011 hubo ocho paros laborales en China. Este enero, 503. De acuerdo con el Boletín Laboral chino, en 2015 hubo 2.774 huelgas, el doble que en 2014. El aumento de la conflictividad ha llevado al Gobierno a reprimir fuertemente a los líderes de los trabajadores. Los observadores internacionales han alertado de que, si bien las organizaciones laborales chinas siempre han sufrido ataques sistemáticos y presiones del Gobierno (auditorías fiscales, violencia mafiosa, acosos policiales), la represión ha arreciado. Como señala un artículo en The Washington Post, el régimen parece decidido a acabar con el activismo laboral para siempre. “Es una cruel ironía que el Partido Comunista reprima a los trabajadores”, concluye.
Empresarios que se evaporan. A Guo Guangchang le llaman el Warren Buffet chino. Es un billonario que controla la empresa privada más grande de China, Fosun. En diciembre pasado, Guo desapareció. Se dijo que estaba “colaborando con ciertas investigaciones de las autoridades”. Días después, y sin mayores explicaciones, reapareció dirigiendo la asamblea de accionistas de Fosun.
A Yang Zezhu, uno de los más conocidos líderes del sector financiero chino, le fue mucho peor que a Guo. En enero, se tiró por una ventana. Dejó una nota explicando que su suicidio se debía a que el organismo disciplinario del Partido Comunista lo estaba investigando por “razones personales”. Estos son solo dos ejemplos de un sorprendente número de importantes empresarios que han “desaparecido”, han dimitido súbitamente, han emigrado o han sido detenidos. La lista incluye a lo más granado del sector empresarial. Se sabe que una de las prioridades del presidente Xi Jinping es la lucha contra la corrupción. Y la desaparición y detención de empresarios es, sin duda, una manifestación de esta cruzada. Pero igualmente refleja que la lucha anticorrupción sirve también para eliminar posibles rivales y consolidar el poder.
Los libros también desaparecen… Me refiero a los libros de contabilidad. Hace poco, la policía tuvo que usar dos retroexcavadoras para extraer de un hueco muy profundo 1.200 libros con la contabilidad de uno de los fraudes financieros más grandes de China. Ding Ning, de 34 años, es el fundador de Ezubao, una de las casas de inversión más conocidas. La empresa prometía un 15% de rendimiento anual a quienes depositaran allí su dinero. Así lo hicieron 900.000 personas. Y perdieron 7.600 millones de dólares que, según se sabe ahora, Ding usó para fines propios. El de Ezubao es el más grande y visible de los fraudes que plagan al sector financiero chino. Pero no es el único.
Y editores, libreros y escritores… El editor Lee Bo, de 65 años, ciudadano británico con residencia en Hong Kong, también se desvaneció en diciembre. Su esposa denunció a la policía que Lee había sido secuestrado y llevado a Pekín. Unos días después retiró la denuncia y explicó que su marido había viajado voluntariamente para ayudar a la policía china en una investigación. Otras cuatro personas asociadas a la editorial de Lee están desaparecidas desde el año pasado. Pequeño detalle: la empresa es conocida por publicar libros que son críticos con los dirigentes chinos.
Otro editor, Yiu Man, de 73 años, ultimaba la publicación de El Padrino Xi Jinping, un libro crítico escrito por el disidente Yu Jie. Pero no pudo publicarlo porque fue condenado a 10 años de prisión. ¿Su crimen? El Gobierno lo acusó de haber llevado unos bidones de pintura industrial desde Hong Kong a Shenzhen sin pagar aranceles. Naturalmente, la represión a los editores hace que los libros críticos desaparezcan y sus autores se exilien, se escondan o dejen de escribir.
Y las palabras y los números. El profesor Frank Fukuyama acaba de identificar las palabras que desaparecieron de la edición china de su último libro. Entre otras: “Mao”, “las protestas en Tiananmen”, “la gran hambruna”, “corrupción” y “el imperio de la ley”. También hay una larguísima lista de palabras que no aparecen en los buscadores de Internet o que se borran al ser escritas en redes sociales. También se han desvanecido datos estadísticos indispensables para evaluar la situación económica. Otros han sido claramente adulterados.
En resumen: censura, propaganda, ocultamiento de información, hostigamiento, encarcelamiento de disidentes, activistas, empresarios y quienquiera que proteste contra el régimen. Estas son algunas de las respuestas de Pekín a las consecuencias sociales y políticas de su crisis económica. Los gobiernos suelen agravar las crisis con sus reacciones. Este es un ejemplo.
Twitter @moisesnaim
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