Trino Marquez
Nicolás Maduro, siempre
extraviado y desacertado, escogió un mal momento y una pésima estrategia para
oponerse a la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional. Continúa arrastrando
al país por el camino de la colisión y la crisis sin salida. No comprende el
mensaje del papa Francisco cuando en el pasado Urbi et Orbi, el discurso más trascendente y profundo que pronuncia
cada año, le dedica unos párrafos a la situación del país, llama al dialogo y a
la reconciliación entre los venezolanos, y sugiere que la iniciativa debe
tomarla el Gobierno, conductor de la Nación.
No entiende
que los tiempos cambiaron. Que la Guerra Fría quedó sepultada, no porque los
misiles capitalistas destruyeran a la URSS, sino porque la ineptitud de los
comunistas hizo implotar un sistema que fue capaz de arrebatarles la libertad a
los ciudadanos, pero fue incapaz de darles suficiente comida, electricidad,
agua, medios de transporte, hospitales y
autopistas.
La visita de
Barak Obama a Cuba, aliado histórico del chavismo, es un
claro reflejo de los vientos que soplan en este lado del planeta, muy distintos
a las persecuciones y atrocidades que asolan a buena parte de África y el
cercano Oriente, trasladadas por el integrismo islámico a la civilizada Europa.
El
acercamiento entre los dos archirrivales, en especial el magistral discurso
central del Presidente norteamericano, puso de relieve el despropósito de un régimen
que basa su poder y su continuidad, no en la eficiencia del Estado para mejorar
la calidad de vida de los ciudadanos, sino en la eficacia del aparato represivo
diseñado para perseguir, amenazar y eliminar sus oponentes. Raúl Castro tuvo
que aceptar que Obama se reuniera con
los opositores seleccionados por el gobernante estadounidense, a pesar de que en
la isla está prohibida toda actividad divergente con el dogma establcido por
las directrices del Partido Comunista. Ese encuentro podría alcanzar la fuerza
de un maremoto, si los grupos democráticos persisten. Obama apuesta a que el
Estado ideocrático cubano vaya perdiendo su perfil confesional y termine
aceptando la existencia de formas laicas de pensar, actuar y organizarse
diferentes a las proclamadas por los comunistas. En otras palabras: admita el
diálogo y la reconciliación en una sociedad que se fracturó sin posibilidades
de reconstitución hace casi sesenta años. Esta jugada no es caprichosa. La
calidez con la que el pueblo cubano recibió al mandatario norteamericano mostró
que seis décadas de discurso incendiario no mellaron la visión de ese pueblo,
que prefiere ver hacia el Norte próspero que hacia los empobrecidos países del
Sur donde el fidelismo ejerce o ejerció
una poderosa influencia. La faena fue rematada con la apoteósica presencia de The Rolling Stones, íconos de la
rebeldía democrática, librepensadora, antidogmática.
Maduro
argumenta que la Ley de Amnistía es impopular. Pero, ¿cómo?, ¿acaso el pueblo
no les dio una amplia ventaja a los candidatos que prometieron presentar ese ley
ante la Asamblea Nacional en las elecciones de diciembre? Las encuestas,
además, muestran un amplio apoyo a la iniciativa. Entonces: la gente quiere la
liberación de los presos políticos y el retorno de los exiliados, pasos primarios
para que se restablezcan los equilibrios democráticos. Para colmo, coloca como
ariete de su ataque a Pedro Carreño y a Diosdado Cabello, dos de las figuras
más desprestigiadas del chavismo.
Al lado de
estos desatinos, presta la Cancillería para mediar entre el Ejército de Liberación
Nacional (ELN) y el legítimo gobierno de Colombia. Antes propició el diálogo
entre las FARC y la Casa de Nariño. El ELN y las FARC son grupos terroristas,
ligados al narcotráfico, rechazados por los colombianos y responsables de
algunos de los crímenes y atentados más crueles
cometidos en la historia colombiana. No puede entenderse cómo Maduro
internamente enfrenta la Ley de Amnistía, y en cambio hacia afuera fomenta los
nexos entre un gobierno democrático y unas
pandillas de criminales barnizados con una ideología arcaísta que
postula la “justicia social”, con el único fin de darle cierta dignidad a los
desafueros que cometen.
La mayoría de
la Asamblea Nacional tiene que sancionar la Ley, publicarla y tratar de que se
cumpla. Cada Poder y cada institución
que asuma su responsabilidad constitucional. Esto incluye a los militares.
@trinomarquezc
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