Pedro Luis Echeverria
Hoy hablaremos de los inconformistas, los que cuestionan a
la autoridad írrita, de los que cada día asisten atónitos al espectáculo del
fanatismo y la creciente estupidez ideológica del gobierno. Vamos hablar del
poder, pero no del poder nominal que dicen detentar los que nos gobiernan, sino
del poder real, del que ejercen desde la sombra individuos e instituciones que
muchas veces pasan desapercibidos pero con capacidad para variar drásticamente
el curso de los acontecimientos e influir en la vida de millones de
venezolanos.
El imperio mediático erigido por el gobierno, con dinero y
amenazas, busca sustraernos una parte sustancial de la dura realidad en que
vivimos. No obstante, siempre la verdad encuentra los caminos para expresarse;
el tiempo del secretismo llega a su fin y serán muchas las sorpresas que
continuarán apareciendo y que desenmascararán a un régimen que quiere aparentar
lo que no es pero que, en la práctica, conculca impunemente el orden
constitucional. El país ha comprendido que un sano escepticismo y contrastar la
información que nos ofrece elrégimen son actitudes sumamente recomendables en
la vida cotidiana de estos tiempos. Aquí hay muy poco lugar para la fantasía y
mucho espacio para el dato veraz e incontrovertible.
Desde hace 16 años,
los usurpadores del poder han tratado de patrocinar y cimentar la mayor
falsificación histórica de nuestra Nación, al tiempo, que han desatado una desmedida
campaña de censura e intimidación destinada a silenciar y engañar a los
ciudadanos. La ideologización de la educación, el acoso a las Universidades, el
control del funcionariado gubernamental, el abusivo uso de los medios de
comunicación del país, la criminalización de la disidencia, la conspiración
contra la libertad, la anulación de la capacidad de crítica y el escarnio a los
derechos humanos son, entre otros, algunos de los hechos que han caracterizado las sofisticadas técnicas de
“lavado de cerebros” utilizadas por el gobierno para convertir e imponer al chavismo
como religión de Estado; un anteproyecto pensado para la completa dominación de
la sociedad venezolana. Un programa de múltiples tentáculos dedicados a
destruir los valores, principios y creencias del hombre común e infiltrarse y
dominar las instituciones políticas, sociales y económicas. Resulta asombroso
comprobar cómo la institucionalidad del país se ha ido adaptando como un guante
a los puntos de vista contenidos en el discurso gubernamental; una suerte de
psicodrama repleto de símbolos y significantes que sólo tienen sentido para los
líderes del régimen y que engañan y confunden a las masas de sus seguidores. Pero,
detrás de todo esto, en la sombra, y al amparo de la complicidad, servilismo y
cobardía del gobierno, han proliferado organizaciones mafiosas que han venido
saqueando al país con total impunidad, movidos por la codicia y el dinero fácil
y sembrando, a su alrededor, la devastación económica, el envilecimiento y la
mediocridad de hombres e instituciones. Individuos sin capacidades ni cualidades,
sin inteligencia ni fortaleza de espíritu, han escalado las más altas
posiciones y disfrutado del poder y, en su sordidez maliciosa, han urdido y
erigido la más grande corruptela de nuestra historia reciente. Situación ésta
que debemos combatir y denunciar constantemente para evitar
constituirnos en secuaces pasivos y cándidos de sus flagrantes latrocinios.
La conflictividad social sin precedentes que vive el país
está marcada por el profundo resentimiento que alberga una gran parte de la
población hacia la aristocracia gubernamental. Las desigualdades sociales se
profundizan y el escandaloso tren de vida de la “nomenklatura” contrasta con la
descarnada miseria en que viven los que menos tienen.
La conciencia y tenacidad de las mujeres, la juventud, los
intelectuales, la academia, los obreros, los campesinos y, en general, de la
población disidente, han sido los factores que han impedido la entronización
definitiva del ideario chavista y paulatinamente lo han alejado de la
consecución de su principal objetivo político.
Entre tanto, continúa la lucha para ganar la guerra que
contra Venezuela libran, tanto solapada
como abiertamente, las mafias “enchufadas”en el gobierno y evitar que el país termine de derrumbarse y lo
hacemos con la certidumbre que todos los esfuerzos que se realizan en tal
sentido, conducirán a garantizar una vida digna y enaltecedora para todos.
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