Reencuentro, reconciliación, justicia, paz y progreso
VICTOR RODRIGUEZ C.
En su infundada y contradictoria decisión de la semana pasada, el Tribunal Supremo de Justicia declaró inconstitucional la Ley de Amnistía aprobada por la Asamblea Nacional. En su decisión, el TSJ se refiere de manera equivocada a los crímenes de lesa humanidad, a las violaciones de derechos humanos y a los crímenes de guerra para fundamentar la inconstitucionalidad de la ley. Más grave aún, el Tribunal Supremo, o más bien los redactores externos de la decisión, consideran, al justificar políticamente su decisión, desvirtuando el sentido y el alcance de su función judicial, que “las amnistías son manifestaciones de la justicia transicional que se refieren a verdaderos momentos de ruptura y a la necesidad de instaurar una comunidad política (…) lo que invalida (…) la ley bajo examen”. Paradójicamente y al mismo tiempo, al negar el TSJ la posibilidad de un proceso de justicia transicional, Maduro anuncia otro de sus mecanismos, a través de la creación de una comisión de amigos que, lejos de buscar la verdad, no es más que otro brazo del régimen para perseguir y amedrentar, en la que lamentable y penosamente participan personalidades como el ex primer ministro español José Luis Rodríguez Zapatero, una vez respetable dirigente social demócrata, defensor de la democracia y de los derechos humanos.
Independientemente de lo que podamos pensar de la decisión del TSJ y de las aberraciones en la que incurre un régimen en etapa terminal, todos somos conscientes de que estamos en momentos muy difíciles que solo con inteligencia y buena voluntad podríamos superar. No es fácil, por supuesto, encontrar espacios comunes, en pocas palabras, un mínimo común denominador, que permita un acercamiento básico en medio de una polarización de la sociedad antes nunca vista, cuando tenemos a un régimen que irrespeta la Constitución, desprecia las libertades y viola de manera sistemática y generalizada los derechos humanos de los ciudadanos, no solo opositores, perseguidos por su manera de pensar y por la osadía de protestar en contra de los abusos, sino de todos los venezolanos a los que se les impide el ejercicio de sus derechos igualmente fundamentales, el de alimentación y el de la salud por delante.
Para muchos estamos en una situación que supera la simple confrontación y que, lamentablemente, parece conducirnos a la ingobernabilidad y peligrosamente hacia conflictos mayores cuyas gravísimas consecuencias las sociedades, esperanzadas en las soluciones, no perciben en sus inicios.
De la manera más irresponsable, las instituciones del régimen insisten en desconocer la realidad y en despreciar los mecanismos pacíficos que pueden permitir la salida de la crisis y el inicio del camino hacia la construcción de la Venezuela que todos, sin distinción política ni de ninguna otra naturaleza, queremos.
Mientras haya presos políticos y no se abran espacios de diálogo y de consenso no habrá el reencuentro, menos aún la reconciliación y la paz a que todos aspiramos. Y sin ello mucho menos habrá soluciones a la crisis integral que atraviesa el país. Hablar de justicia transicional, en definitiva, favorece al país y no solamente a un grupo de la sociedad. Habrá que recurrir a este mecanismo y en ese contexto habrá de crearse una auténtica Comisión de la Verdad, independiente e imparcial, integrada por gente seria y responsable que con autonomía pueda decirnos lo que realmente ha pasado estos años y por qué ha pasado.
La sociedad venezolana quiere que se determinen las responsabilidades de los autores y responsables de las violaciones de los derechos humanos y por la realización de una serie de delitos que afectan el funcionamiento del Estado, lo que lejos de significar venganza, expresa justicia. Las víctimas y sus familiares, la sociedad entera, exigen que se les reconozca y que se les acuerde la reparación debida ante los daños causados.
Vendrán tiempos de cambio y se reestablecerá el orden y las libertades. Negar la transición es negar la crisis y las soluciones, es despreciar al pueblo, irrespetar a la nación y destruir el Estado.
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