ANDRÉS HOYOS
Lo que sí se sabe es que el desenlace ocurrirá en 2016 pues las largas que se estaban dando se acabaron. La espiral descendente produce vértigo: no solo faltan medicinas y comida, no solo el crimen campea en las calles, no solo la burocracia no trabaja y se dan largos cortes de luz en toda la geografía, sino que ni siquiera es posible producir cerveza. A fines de este año Venezuela deberá pagar unos cuantiosos bonos que le sacarán al fisco el poco oxígeno que obtuvo tras la reciente alza del petróleo; la alternativa es que el país caiga en un peligrosísimo default, que enterraría para siempre al moribundo bolívar.
Por lo que me cuentan, los militares desempeñan un papel cada vez más importante en la balanza, pues no se ve quién más pueda imponer orden, de suerte que cualquier alternativa debe contar con al menos una parte de las FANB. Vladimir Padrino López, el ministro de Defensa, es todavía el protagonista central en la lucha por el mando. Se trata de un general bastante astuto. El hombre suelta perlitas aquí y allá, sin comprometerse con nada ni con nadie. La resistencia a su figura crece día a día, y ya hay fracciones militares sondeando a la oposición, un juego que no está no exento de riesgos.
Si en Venezuela quedara algo de legalidad, el referendo revocatorio para sacar a Maduro del poder sería inaplazable. La gente firmó en aluvión para convocarlo. Pero el chavismo parece dispuesto a todo con tal evitarlo.
Se le ocurren a uno tres escenarios. Llamémoslos el Regular, el Malo y el Pésimo, porque el Aceptable o el Bueno dejaron de existir hace marras.
Regular. La OEA invoca la Carta Democrática y, en general, el régimen se queda corto en sus propósitos. Por ende, la MUD logra, tras mucho forcejeo, que se convoque un referendo revocatorio antes del fin de 2016 y casi con seguridad Maduro pierde su puesto. En las elecciones presidenciales subsiguientes tal vez aspiren Henrique Capriles, Leopoldo López, María Corina Machado y alguna otra figura relevante de la MUD, así como un descolorido candidato chavista. Entre todos se disputan un puesto tan simbólico como envenenado.
Malo. Maduro y su cáfila, usando los trucos y subterfugios que les da controlar aún dos ramas del poder público, evitan el referendo revocatorio o, lo que es igual, lo demoran hasta 2017, en cuyo caso no hay nuevas elecciones, sino que el vicepresidente, sea quien sea, asume el poder. Nada de fondo se arregla, siguen los saqueos, la escasez y el descontento. O sea que la crisis se pospone y, pospuesta, se agrava sin todavía desembocar en una gran explosión.
Pésimo. Es la salida violenta, de la cual es preferible no hablar tanto, pues hay antecedentes de sobra que muestran que un baño de sangre es un túnel en el que se entra un día y se sale 40 años después, si es que se sale.
Este último escenario de espanto no parece el más probable por el momento, sobre todo porque el régimen, así tenga en su seno partidarios de la violencia masiva, está demasiado debilitado como para medírsele a desatarla. Y aunque seguramente también haya partidarios de la acción intrépida en la oposición, por lo que se sabe son una diminuta minoría. Por eso piensa uno que Venezuela se debatirá entre la salida Regular y la Mala. Igual, que nadie piensa que las cosas se van a arreglar de un día para otro.
andreshoyos@elmalpensante.com, @andrewholes.
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