FRANZ VON BERGEN
EL NACIONAL
“Nadie podía estar plenamente satisfecho”. Esa frase reposa en una línea de un artículo que escribió en 1999 Óscar Godoy Arcaya, filósofo y antiguo director del Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile. El ensayo versa sobre la transición política que vivió ese país a finales de la década de los 80, cuando una mesa de negociación encaminó la salida del poder del general Augusto Pinochet luego de 16 años y de manera pacífica.
La frase es llamativa debido a que revela una realidad inherente a todo proceso de diálogo que termina de manera satisfactoria: ninguna de las partes que entran al debate termina obteniendo todo lo que quiere, lo que implica que en el camino se deben hacer concesiones que son las que hacen viable el encuentro.
El proceso chileno arrancó formalmente luego de que el gobierno de Pinochet perdió un plebiscito sobre su continuidad con 54,7% de los votos en contra y 43,01% a favor. Sobre esta realidad, Godoy escribió: “Aun cuando la Concertación había galvanizado a una mayoría clara y contundente, tenía enfrente y en actitud antagónica a una importante minoría que sobrepasaba el tercio del electorado nacional. En definitiva, se produjo una situación de equilibrio, en la cual ni los victoriosos eran suficientemente victoriosos, ni los derrotados suficientemente derrotados”.
Por ende, el diálogo y la negociación se hicieron necesarios en Chile durante aquel momento a fin de llegar a soluciones en beneficio de todo el país y para poder avanzar hacia una democracia más consolidada en el futuro.
A pesar de las diferencias entre los dos casos, Venezuela se encuentra actualmente en una situación similar debido a la necesidad de acuerdos. Académicos de distintos ámbitos coinciden en que el país necesita de la generación de ciertos puntos en común entre el chavismo y la Mesa de la Unidad Democrática para construir las condiciones idóneas para combatir la crisis económica y salir de ella.
“La paz está amenazada y el asunto trasciende lo político. Hay que construir un centro para que haya una referencia sobre la cual llegar a un acuerdo y que surja un gobierno que sea capaz de terminar el periodo con un proyecto nacional sin tonos ideológicos”, considera Colette Capriles, psicóloga social y profesora de la Universidad Simón Bolívar.
“Para salir de la situación desastrosa actual se necesitan acuerdos de Estado para poder generar una plataforma de unidad política”, comenta Miguel Ángel Martínez Meucci, politólogo especializado en situaciones de conflicto político.
“La polarización a veces obedece a la ausencia de diálogo y no ayuda a concentrarse en los problemas que verdaderamente perjudican la cotidianidad”, añade Temir Porras, internacionalista y profesor del Instituto de Estudios Políticos de París que trabajó con Nicolás Maduro desde sus años en la Cancillería y luego al inicio de su gobierno. Porras fue uno de los principales promotores del chavismo en el extranjero y se sigue identificando con el legado de Chávez aunque no forma parte del oficialismo.
La propuesta de diálogo que inició a finales de mayo con la mediación de la Unión de Naciones Suramericana (Unasur) brinda la posibilidad de que el gobierno y la oposición se sienten a debatir sobre posibles soluciones a la crisis. Sin embargo, el proceso será lento, difícil y distintos elementos pudiesen condenarlo al fracaso si las partes no lo llevan a cabo con la seriedad necesaria. En juego está salir de la crisis.
Lo necesario. Cualquier diálogo debe iniciar con una pre-negociación que sirva de base para la realización de las discusiones posteriores sobre las cuales se tratarán de construir los consensos.
Martínez Meucci considera que existen tres puntos que son esenciales durante esta fase: 1) elegir mediadores que sean aceptados sin limitaciones por ambas partes, 2) generar confianza en los distintos actores que dialogarán, lo cual se puede conseguir mediante gestos de buena voluntad que pueden incluir medidas como la liberación de presos políticos y 3) trabajar en una agenda común de puntos a negociar.
El diálogo actual que plantea la Unasur sigue en la etapa de pre-negociación y enfrenta problemas en los tres elementos que menciona Martínez.
Sobre los mediadores, factores de la oposición han cuestionado la imparcialidad del ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, pieza principal propuesta por la Unasur como facilitador, debido a las relaciones que tuvo con Hugo Chávez durante su gobierno.
“Esto se podría arreglar si la oposición propone añadir otra figura internacional para que se integre a la mediación”, advierte el experto en conflicto político, quien también es profesor de la USB y escribió el libro Apaciguamiento, en el cual analizó la ronda de negociaciones que hubo entre chavismo y oposición en los años 2003 y 2004.
El experto advierte que en aquella oportunidad el chavismo utilizó el diálogo como una forma de retrasar el referendo revocatorio y ganar tiempo para recuperar su popularidad y poder vencer en esa contienda. Actualmente muchos opositores piensan que la estrategia oficial es similar.
Desde que inició su segundo año de gobierno, Maduro ha tenido 23 reuniones en las que han participado opositores o empresarios no afines a su gobierno. 56,5% de esos encuentros se dieron después de que el oficialismo perdió las elecciones del 6 de diciembre y la crisis económica arreció en 2016. El otro momento en el que planteó la posibilidad de un diálogo fue durante las protestas de principios de 2014, lo que sugiere que sólo se piensa en esta opción ante periodos de crisis extrema.
La desconfianza aumenta por el hecho de que el chavismo todavía, por lo menos hasta el viernes, no había realizado una propuesta pública y formal sobre lo que espera conseguir con el diálogo y la Unasur tampoco ha revelado sus intenciones. El tema de agenda lo complica también que la oposición se ha mostrado dividida sobre sentarse en la mesa o no y en los puntos que quiere llevar al debate.
El alcance del diálogo será totalmente distinto si simplemente se limita a lo económico o si se decide extenderlo al tema político para plantear cambios dentro del actual gobierno o incluso la posibilidad de un nuevo gobierno.
“Por ahora parece que cada uno de los actores tiene su propia agenda. Eso empastela más la situación del diálogo, la cual de por sí es difícil”, señala Colette Capriles.
Finalmente, el tema de los gestos de buena voluntad complica más el escenario. El chavismo afirma públicamente que se niega a liberar a políticos presos y parece aspirar a que la oposición deponga sus intentos de cambiar el gobierno este año. La MUD, por su parte, aspira a que se agilicen los trámites para un referendo.
En estos momentos cualquiera de estos gestos parece imposible de materializarse. O al menos así lo sugieren las discusiones públicas.
La necesidad. Sin embargo, a pesar de las diferencias entre las partes, la crisis económica se agudiza y cada día se hace más difícil de manejar, lo que revela la necesidad de acuerdos.
Temir Porras considera que hasta ahora las agendas políticas han dictado las acciones de los distintos actores, lo que complica la resolución del principal problema que tienen los venezolanos, que es el económico.
“Sería positivo concertar un plan mínimo entre todos los actores políticos para superar la crisis. Pero no sabremos si eso es realmente posible si no se da un debate sobre las políticas públicas y las propuestas económicas de cada uno. Siempre es importante que exista un debate sobre ese tipo de decisiones, pero en medio de una crisis como esta es aún más importante”, sostiene Porras.
El internacionalista sugiere que al debate pueden ser incorporados expertos de la academia en materia económica si la idea es generar una propuesta nacional sobre este punto.
Por su parte, Colette Capriles va más allá de la idea de un plan mínimo económico y sugiere que el diálogo debería aprovecharse para construir las bases de un nuevo gobierno que mantenga ciertos equilibrios y que termine el actual periodo presidencial con un proyecto nacional provisional y sin tonos ideológicos.
“Si se realizara un referendo revocatorio este año eso podría implicar ir a una nuevas elecciones presidenciales. Ese nuevo gobierno tendría que enfrentar situaciones complicadas y no debería manejarse ideológicamente”, afirma.
En la historia de Venezuela ha habido experiencias de gobiernos de unidad que se trazan el objetivo de mantener la estabilidad política en periodos convulsos.
En 1958 los principales partidos políticos firmaron el llamado pacto de Punto Fijo como una forma de garantizar la estabilidad democrática tras salir de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez.
Ese acuerdo incluyó posteriormente un programa mínimo de gobierno firmado por los tres candidatos presidenciales de las elecciones del 6 de diciembre de 1958.
Con eso se evitó reeditar los errores del llamado trienio adeco, periodo entre 1945 y 1948 durante el cual Acción Democrática creó una nueva hegemonía apoyándose en su fortaleza electoral y minimizó los espacios de sus rivales políticos. Esto animó a algunos actores a tramar conspiraciones, lo que precipitó el golpe de Estado contra el gobierno de Rómulo Gallegos.
En la historia reciente ha habido distintos casos de situaciones de alta tensión social y política que se han resuelto a través del diálogo. Aunque los expertos advierten que la situación de Venezuela es particular y no puede ser comparada totalmente con ninguno de los procesos que se detallarán a continuación, cada uno presenta elementos a tomar en cuenta y que arrojan enseñanzas sobre la importancia y los resultados que puede tener una negociación.
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