CUANDO EN PUEBLO SE EQUIVOCA
EDURNE IRIARTE
ABC
Pronto caerá el mito de la nueva política, con contribuciones importantes desde España de Podemos y de C’s. Pero hay un mito que ya ha caído en los últimos meses en toda la democracia occidental: el mito de la democracia directa y participativa, la idea de que una profundización de la democracia ha de hacerse con el aumento de los mecanismos de democracia directa, como los referéndums, y con la extensión de la democracia más participativa. Por aquello de que la democracia indirecta, la del gobierno de los representantes, está manipulada por las élites y el pueblo debe intervenir masivamente para salvarla.
Pero resulta que el pueblo ha intervenido a lo grande para tomar unas decisiones que no han gustado nada a los defensores de la democracia directa y participativa. El pueblo ha decidido sacar a Gran Bretaña de la Unión Europea en contra de una buena parte de las élites políticas, económicas y culturales, y ese mismo pueblo también ha decidido elegir a Trump candidato a la presidencia de Estados Unidos, en abierta discrepancia con las propias élites del Partido Republicano. También el pueblo le ha dado más del 20 por ciento de los votos a un partido extremista y populista en España, pero bien es cierto que esto no les parece mal a muchos de los defensores de la democracia directa. Lo que les ha destrozado sus esquemas ideológicos es lo del Brexit y lo de Trump, cuando han descubierto, de repente y con dos grandes golpes al mismo tiempo, que el pueblo no sólo puede llevar al Gobierno a populistas de extrema izquierda, sino que puede cometer equivocaciones de signo contrario.
Y he aquí a todo el progresismo occidental defendiendo por primera vez que quizá la multiplicación de los referéndums no sea todo lo deseable que parecía. O criticando duramente a David Cameron por poner en manos del pueblo la decisión sobre una cuestión muy controvertida en Gran Bretaña desde hace décadas. Pero ¿no había que consultar al pueblo todo aquello que generara debate social? ¿No hizo Cameron lo que ha exigido una buena parte de las élites intelectuales y políticas desde hace mucho tiempo? También en el mundo universitario, en el que las teorías sobre la democracia participativa o radical cuentan con el apoyo entusiasta de la izquierda académica, mayoritaria en casi todas partes.
A partir de ahora, podrían hacer lo que han hecho, por ejemplo, con los movimientos sociales: considerar como tales tan sólo a los que les gustan ideológicamente y desechar a los que les desagradan; lo hicieron en España con el movimiento antiterrorista o lo hacen con el movimiento antiabortista. Pero me parece que lo del Brexit, lo de Trump, va a ser imposible de obviar.
Y tendrá también efectos en el debate sobre las primarias en los partidos políticos, sobre sus supuestas virtudes frente a la democracia indirecta de los delegados. Cuando ese sistema tan participativo como el estadounidense, en el que el pueblo le quita a la cúpula de los partidos la decisión sobre los candidatos a presidente, ha dado como resultado la elección de un candidato nefasto como Donald Trump. Y que hasta podría llegar a ser elegido presidente de los Estados Unidos, porque el pueblo puede equivocarse igualmente con los mecanismos habituales de la democracia indirecta y sin que las élites de los partidos puedan hacer nada para evitarlo.
El pueblo ha interiorizado ese lema tan políticamente correcto de que el pueblo siempre tiene razón, y, para demostrarlo, lo mismo han votado por el Brexit que por Donald Trump que por Podemos en España.
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