PEDRO PALMA
Angustia y deprime observar el profundo deterioro que está sufriendo
Venezuela. Los que en ella habitan padecen un empeoramiento cada vez más
intenso de su calidad de vida, debido al desabastecimiento crónico de
productos básicos, como alimentos, medicinas y otros bienes esenciales,
lo cual se traduce en penuria, hambre y sufrimiento, sin que exista la
esperanza de que las cosas cambien para mejor, por lo menos en el futuro
inmediato. Es desgarrador ver la angustia de unos padres que no tienen
la posibilidad de proveer los alimentos que sus hijos necesitan, o el
dolor y la desesperación de los que ven morir a un hijo o a un hermano
por la falta de medicamentos o de la infraestructura hospitalaria para
tratar la enfermedad que padecen. Es deplorable observar cómo nos
empobrecemos día a día, debido a la inflación galopante y cada vez más
intensa que se afronta, la cual aniquila la capacidad de compra de las
remuneraciones, cuyos ajustes cada vez se rezagan más con respecto al
aumento de los precios. Causa zozobra la inseguridad, que nos acosa,
haciendo que la vida de cualquier ciudadano esté permanentemente
amenazada, o que no podamos disfrutar de actividades tan básicas como
caminar por un parque o ir a un cine, por temor a ser asaltados,
secuestrados o incluso asesinados.
Esa realidad caótica ha sido
fundamentalmente producto de las erradas políticas públicas que se han
implementado durante los últimos tres lustros, no solo en materia
económica, sino también en lo referente a la institucionalidad del
Estado, seguridad pública, relaciones internacionales, salud y tantas
otras áreas fundamentales de la vida en sociedad. El gobierno ha desoído
los múltiples análisis y advertencias que han hecho las Academias, las
universidades, múltiples centros de análisis, organizaciones no
gubernamentales y profesionales liberales sobre las consecuencias de las
desatinadas políticas y decisiones que regularmente se han aplicado,
así como las propuestas y sugerencias para corregirlas y mejorarlas.
Múltiples
son los ejemplos de esas orientaciones que se le han presentado al
país, y más específicamente al gobierno, siendo estas no solo ignoradas
por este último, sino también rechazadas y desacreditadas en muchos
casos, tildándose a sus autores de profetas del desastre y de agoreros.
Uno de esos estudios fue el que presentaron las Academias Nacionales en
2011 con el título Propuestas a la nación, en el que se
recopilaron concienzudos análisis sobre distintos problemas
fundamentales que aquejaban al país en materia institucional, salud,
educación, ciencia y tecnología, economía, y desarrollo sostenible,
haciéndose detenidos diagnósticos de los problemas estudiados y
planteándose acciones concretas y específicas para su solución y
manejo. Otro ejemplo fue el trabajo presentado en 2006 por el Equipo
Acuerdo Social con el título Venezuela: un acuerdo para alcanzar el desarrollo,
en el que se expusieron una serie de propuestas para atender los
principales problemas nacionales, con el fin de estimular su discusión y
el contraste de ideas.
De haberse implementado las
recomendaciones incluidas en estos estudios, o en otros que presentaron
múltiples instituciones e individuos, no estaríamos hoy sufriendo las
penurias y tribulaciones que vivimos a diario, pues habríamos estado
mucho mejor preparados para afrontar y manejar problemas y shocks
externos, como el de la caída de los precios petroleros desde mediados
de 2014 hasta nuestros días.
Es realmente frustrante ver cómo la
tozudez de quienes nos gobiernan ha condenado a la población a la
penuria, siendo los más pobres los que más la sufren, a pesar de ser
ellos a quienes, supuestamente, el gobierno más protege. De ahí que sea
válido que nos preguntemos si todo esto es algo más que tozudez, por
aquello de que la miseria y la pobreza crean dependencia del Estado y
sumisión al gobernante.
Twitter: @palmapedroa
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