POMPEYO MARQUEZ
Sin lugar a dudas el mundo post segunda guerra mundial es distinto, entre otras cosas por los avances que ha tenido el derecho internacional que coloca el principio de no intervención en forma relativa, supeditado a la defensa de la democracia, de los derechos humanos y de la paz.
Esta nueva realidad ha dado lugar, como ya lo hicimos en otro comentario, a la intervención multilateral, a que haya un acatamiento a las decisiones de principios que han sido discutidos en el marco de Naciones Unidas, la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, y que perfeccionen las llamadas “Cláusulas Democráticas” que han sido incorporadas en la Carta Fundacional de Naciones Unidas, en la OEA, en Mercosur y Unasur.
En fin, no hay agrupamiento multilateral universal o regional que no establezca en forma categórica principios fundamentales vinculados a los derechos humanos, a la paz, a nuevas interpretaciones sobre el derecho de no intervención que hacen del mundo de hoy, como dijo MacLuhan, una “aldea global” dentro del proceso universal de los intercambios comerciales, pero también en las relaciones internacionales en forma integral.
En estos momentos estos principios están en discusión con motivo de la solicitud de aplicación de la Carta Democrática Interamericana a Venezuela. La “aprendiz de canciller” venezolana “dio la cómica” al defender anacronismos que el mundo de hoy ha superado.
Para los demócratas del mundo este debate es fundamental porque de él depende que se avance en la defensa de la democracia, de los derechos humanos y de la paz. Venezuela no pudo escapar a la hora de la votación en el Consejo Permanente de la OEA, quedar en minoría (20 votos a favor de la discusión del informe del secretario general Luis Almagro; 12 en contra y 2 abstenciones).
El secretario general de la OEA se ha ganado la simpatía de quienes defienden la democracia y especialmente de los demócratas venezolanos, quienes luchamos por un cambio favorable a la democracia, que representa un sentimiento mayoritario de la población venezolana.
Hace años era impensable este debate y la posibilidad de aplicar la Carta Democrática a un país dictatorial que viola flagrantemente su Constitución, que mantiene presos políticos a los que se les han atropellado sus derechos humanos y el debido proceso, que coloca al desnudo las “acusaciones” de un régimen corrupto que está al margen de toda legislación tanto nacional como interncional.
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