TULIO HERNANDEZ
EL NACIONAL
I Hablo de William Niehous y Leopoldo López. Niehous era vicepresidente de la filial venezolana de Owens Illinois, empresa estadounidense productora de vidrio, cuando siete hombres armados con ametralladoras livianas, activistas de un partido de ultraizquierda llamado la Liga Socialista, irrumpieron en su casa de Caracas, y frente a sus hijos y su esposa Monna lo sacaron a empujones dando inicio a un secuestro que duró tres años y cuatro meses. Corría el año 1976.
López es uno de los dirigentes con mayor aceptación popular entre aquellos que adversamos el modelo político pervertido creado por Hugo Chávez. En febrero de 2014 un comando de militares armados con ametralladoras livianas allanó la casa de sus padres, la suya y la de su partido, Voluntad popular, con el propósito de secuestrarlo y convertirlo en rehén.
La decisión había sido tomada por una cúpula presidida por Nicolás Maduro, activista de la Liga Socialista desde los tiempos del secuestro de Niehous. Pero no lo encontraron. Días después se entregó en una plaza pública acompañado de una multitud estremecida por el abuso de poder de la ultra socialista devenida en ultra militarista.
II.
La decisión de secuestrar a Niehous la tomó la dirección nacional de la Liga Socialista, conducida por su secretario general Jorge Rodríguez, cuando en Venezuela ya no había lucha guerrillera ni terrorismo de izquierda. El pecado por el que fue seleccionado como víctima –es lo que sostienen algunos autores– era su relación de amistad con Harry Shalauderman, embajador de Estados Unidos en Venezuela, a quien la ultra identificaba como gran operador del golpe militar contra Allende.
El pecado aparente de López, porque en el juicio nunca hubo manera de comprobar delito alguno, era el haber convocado a manifestaciones de protesta contra el gobierno rojo establecidas como legítimo derecho en la Constitución nacional. Pero la verdadera sentencia de persecución y acoso al ex alcalde de Chacao la había firmado Hugo Chávez la tarde cuando se enteró, en una presentación de encuestas en Miraflores, que López lo superaba en nivel de aceptación popular.
La vanidad galáctica del comandante no soportó aquella afrenta y ordenó a uno de sus soldados civiles –el contralor Ruffian lo llamaba Petkoff– a que inhabilitara políticamente a López. Y el rufián lo hizo. Dictó una sentencia que le impedía a López ocupar cualquier cargo público por 12 años. Corría el 2008.
III.
El secuestro de Niehous fue un verdadero disparate político y dejó consecuencias trágicas. Para la familia Niehous que vivió en ascuas por tres años y cuatro meses sin saber si alguna vez volverían a ver al padre y esposo. Para Jorge Rodríguez, que fue míseramente asesinado por las torturas en los calabozos de la Disip. Para Salom Mesa Espinoza, que salió de la cárcel enfermo y murió luego. Para los activistas de la Liga, a quienes mataron al momento del rescate.
Pero, en cambio, por esas ironías de la historia, la mayoría de los autores intelectuales y operadores del secuestro de Niehous han formado parte del gobierno que hoy tiene de rehén a Leopoldo López. El veterano Fernando Soto Rojas y Mirelis Marcano, diputados oficialistas. David Nieves, cónsul en las Islas Canarias. Iván Padilla, viceministro de Cultura. Carlos Lanz, coordinador del Proyecto Educativo Nacional. Y Jorge Rodríguez hijo quien, siendo un niño –yo estuve allí, yo era estudiante– habló conmovedoramente en el velorio de su padre en el Aula Magna de la UCV, obviamente no participó del secuestro pero igual está en el gobierno.
IV.
Probablemente si haces vida política de oposición pateando traseros, violando derechos humanos, privando de libertad a inocentes, quebrando los mínimos derechos de los padres de criar a sus hijos, cuando llegues al gobierno harás lo mismo.
Jorge Rodríguez fue asesinado, hace 40 años y un mes, un día como hoy, un 25, cuando escribo estas líneas solidario con el sufrimiento de tres grupos de hijos: los de Niehous, los de Rodríguez y los de López.
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