martes, 20 de septiembre de 2016

LA MUD Y LAS TRAMPAS DE LA ETICA

ANGEL OROPEZA

EL NACIONAL


La política es esencialmente el cultivo de la persuasión, el diálogo y la negociación para resolver las diferencias propias entre personas que piensan distinto. La política es un producto de la civilización. La brutalidad y la fuerza son lo primitivo, la barbarie. La primera representa lo propiamente humano, mientras las últimas son las peores expresiones de lo más bajo y salvaje de la naturaleza animal.
La anterior reflexión viene a propósito del debate generado en los últimos días sobre si la MUD debería mantener conversaciones con sectores del gobierno. Comencemos por lo básico.
La política es un “arte de lo posible”, y por tanto tiene que medirse siempre con las posibilidades. No es prometer el cielo para algún día, sino jugar con lo que se tiene en el aquí y el ahora. Sin embargo, hay en algunos venezolanos un componente de idealismo gaseoso que les lleva a ver en el juego del posibilismo político una claudicación permanente de los principios morales.
Mikel de Viana solía hablar del choque entre dos actitudes éticas distintas: la ética del absolutismo y la ética de la responsabilidad. La primera es la de quienes se guían por principios absolutos, sin preguntarse por las consecuencias de sus conductas. La segunda es la de quienes deciden precisamente en función de la consecuencia de las acciones. Y con frecuencia las personas, temiendo caer en un supuesto cinismo oportunista de decidir en función de las consecuencias y posibilidades reales del momento, se refugian en los principios absolutos. Su idealismo les hace ser sensibles hacia los planteamientos éticos pero insensibles a las condiciones y consecuencias –muchas veces indeseadas o ambiguas– de las decisiones políticas.
El olvido de ese factor clave –las inevitables mediaciones de las consecuencias– convierte a algunos venezolanos en ingenuos y reticentes en política. Son los que, por ejemplo, ante la necesidad de establecer contactos con el gobierno, no para “calmar” las cosas sino justamente para buscar acelerarlas, gritan a voz en cuello que “con delincuentes no se dialoga”. Esto suena muy bien y hasta lógico como principio general abstracto. Pero, Dios no lo quiera, si a usted que me lee le secuestran un hijo y el delincuente que lo hizo le llama para negociar, ¿usted qué haría? ¿Le diría que haga con su hijo lo que quiera porque usted se guía es por sus principios absolutos y no le importan las consecuencias?
El objetivo de la oposición está en tratar de mantener la solución a la dolorosa crisis venezolana en el terreno de la política. El día que salgamos de allí y caigamos en la aceptación de salidas no políticas se abre la puerta de entrada a la violencia, al comienzo de la dimensión desconocida, esa donde nadie sabe qué puede pasar, pero en la que lo único seguro es que todos perderemos.
Quienes insisten en la única salida que verdaderamente funciona, que es la de la política, no son “traidores”, ni indignos colaboracionistas del régimen, ni gente despreciable vendida al mejor postor. Son solo venezolanos que humildemente han aprendido de la historia y del comportamiento político y psicológico de nuestro pueblo, y no quieren repetir los lamentables errores del pasado. Ya bastante daño ha hecho a nuestra cultura política la indeseable penetración del fascismo militarista, para que quienes dicen oponérsele terminen adoptando sus mismos códigos de lenguaje.
Joaquín Villalobos, ex guerrillero del FMLN salvadoreño, confesó en una oportunidad que solo después de casi 100.000 muertos, durante la cruenta guerra civil de su país en los años setenta y ochenta, entendieron que había que dialogar con el gobierno. “Lo hubiéramos entendido antes –decía– y le hubiéramos ahorrado el dolor y el luto a 100.000 familias”. De eso se trata. Aquí nadie se chupa el dedo. Todos sabemos quiénes nos gobiernan. Pero el tratar de evitar que esto decante hacia más violencia y sangre justifica hasta la valentía de sentarse a conversar para intentarlo. Esa puerta no se puede cerrar de antemano.

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