BEATRIZ DE MAJO
La hora que tenía que llegar, llegó. Sin embargo, le cuesta a uno comprender que China se haya expuesto de manera tan notoria en sus empréstitos a Venezuela durante periodos tan extendidos de tiempo y con montos significativos.
No hay sino que observar el desempeño económico de la “potencia petrolera” venezolana para entender que el país, bajo la administración Chávez, y más recientemente dentro de la administración Maduro, había iniciado un peligroso camino de retroceso y de vulnerabilidad que ponía en peligro su capacidad de pago. La observación de los expertos de la nación asiática de la dinámica venezolana debería haber sido muy estrecha a lo largo de la última década y media, tanto en el terreno de lo económico como en el de lo político. Cualquier tercer observador debía haberse percatado de la fragilidad del modelo económico de la revolución del tercer milenio unido a la torpeza de las dos administraciones –Chávez y Maduro– en alinear su economía a las exigencias del país y a la turbulenta realidad económica internacional.
No es un secreto que para un país casi exclusivamente petrolero la caída internacional de los precios del crudo lo iba a impactar severamente y que cada dólar producido tendría que ser dedicado a sostener la economía interna, dejando para más tarde el cumplimiento de sus compromisos financieros con terceros.
Cumplir con sus obligaciones de pago externas con barriles de petróleo fue, en su momento, una decisión muy equivocada que fue propuesta por los venezolanos a los chinos. Fue una suprema irresponsabilidad compartida, además, aunque no todos los empréstitos abrazaron este esquema, a Dios gracias.
Pero los chinos vieron en ese género de transacciones una excelente vía para hacerse de una materia prima importantísima en condiciones muy ventajosas. Alguien en Beijing tenía que haber pensado que la posibilidad de estrangulamiento de las variables venezolanas podía hacerse presente, como de hecho lo fue.
¿Privó en China la solidaridad ideológica a la hora de comprometer, a lo largo de los años, montos de ayuda financiera groseros y gigantescos en la medida en que veía al país antillano debatirse con una colosal crisis de ingresos? Me cuesta creerlo. Pero la cifra es elocuente. Desde 2007, los bancos estatales chinos le prestaron a Venezuela 60.000 millones de dólares y en la cuenta hay más de 20.000 impagados.
Era solo evidente que la caída de los precios del crudo unido al deterioro de la producción de Pdvsa pondría al país de rodillas, y junto con ello, amenazaría los pagos a China. Lo que ha ocurrido es que otra cantidad de buenos “negocios” e intercambios y proyectos, se iban dando con el gobierno venezolano, lo que explicaba ese género de una conducta díscola por parte de sus socios de Asia.
Ahora la consecuencia no es que China no otorgará nuevos créditos a Venezuela, como lo reseña la prensa internacional. El gran problema del momento es que Venezuela no tiene, ni tendrá, cómo hacerle frente a sus obligaciones actuales. Así que quien estará de primero en la fila de la reestructuración de la deuda global externa que se anunciará en Venezuela con grandes decibeles dentro del mediano plazo será China. Y ella terminará pagando los platos rotos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario