OSCAR HERNANDEZ BERNALETTE
EL NACIONAL
Me inspira esta nota mi amigo Pablo, un empresario que trata de que su negocio sobreviva en esta Venezuela deteriorada. Le preocupan más sus doscientos empleos que genera que la suerte individual de la que fue una sólida empresa que fundó su padre. Todos se quejan, no hay aumento que los alegre, el entusiasmo de antes por el trabajo lo han perdido, no ven los beneficios de una jornada de ocho horas al día. La inflación los tiene deprimidos.
En eso está nuestra Venezuela. Es una fábrica de miseria en su sentido más amplio. Es una desgracia que arrastra además valores invertidos por la violencia y el maltrato. El país se deteriora, pero también la esencia de su pueblo. Las prácticas del gobierno que ya suman tantos años nos han dado un país en franco retroceso. La gente está maltratada y maltratando. Un gobierno represivo que todos los días traspasa los niveles de sorpresa de la nación. Violentan las leyes, irrespetan a millones de ciudadanos y pareciera que no hay límite. Amenazar, destruir, dejar que todo se deteriore en una plataforma de ineficiencia que nunca pensamos que veríamos.
Viajan por el mundo glorificando un país que no existe mientras internamente atropellan los más básicos principios de la civilidad y la democracia.
Acabaron con nuestra clase media. Lo que fue un ejemplo en el resto del continente la barrieron sin anestesia. Los venezolanos han huido del país como nunca lo imaginamos. Casi 2 millones de buenos compatriotas buscando oportunidades fuera de su tierra. Se fueron al igual que los millones que han robado a la nación.
Cada día más pobres, más desesperanza, menos democracia y menos oportunidades para nuestros jóvenes. La otra noticia es que, además de la miseria, también crece la fábrica de opositores a esta manera de gobernar a Venezuela.
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