TRINO MARQUEZ
El Acuerdo de Paz firmado por el
gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC no logró convencer a la mayoría de
los electores colombianos. Algo más de 60% de los votantes
se abstuvo, y de la franja que acudió a las urnas, la porción más alta se
inclinó a votar por el No. Esto ocurrió a pesar de la abrumadora propaganda
orientada a atraer los ciudadanos a las urnas
y a votar a favor del Sí. La
pompa de la firma del Acuerdo el lunes anterior en Cartagena, con la presencia
del Secretario General de la ONU, el rey de España y numerosos jefes de Estado
y personalidades que avalaron ese pacto, permitía pensar que los colombianos se movilizarían más
de lo acostumbrado a los centros de votación y que el triunfo del Sí sería
amplio. Esto último era lo que indicaban la mayoría de las encuestas.
Los
pronósticos se cayeron. El No ganó por escaso margen, pero dada las condiciones
en las que ocurrió, esa victoria representa una conquista homérica. Se obtuvo
contra todos los vaticinios y superando el ventajismo del Gobierno y el
chantaje desatado contra quienes pensaban que votar por el No era la mejor
opción para el presente y el futuro de Colombia. Vistos los resultados finales,
se desprenden varias conclusiones.
El triunfo del
Sí, de haberse producido, habría sido por muy estrecho margen. Una victoria
ajustada le habría restado legitimidad al tratado y habría terminado por
dividir aún más a un país plagado de desigualdades e inequidades como Colombia.
El Sí tenía que ganar por un amplio margen para que garantizase una paz y una
reconciliación duraderas, o de lo contario mejor era que perdiese, tal como
ocurrió. Que el No ganase por estrecho margen no era grave; que el Sí lo hiciese
habría sido negativo para el Gobierno, las FARC y el proceso de paz. La
controversia habría persistido.
El Acuerdo no
convenció por la sensación que se creó en la mayoría del electorado de que
favorecía la impunidad, no trataba con respeto a las víctimas de los
terroristas, convertía en caballeros
bienandantes a los insurgentes que durante más de seis décadas asolaron el
territorito colombiano y no era ninguna garantía de paz, progreso y estabilidad para los neogranadinos.
El éxito del
No obliga a redefinir los aspectos más polémicos del Acuerdo, especialmente los
que favorecen la impunidad y lavan de forma obscena el rostro y las manos de los
líderes guerrilleros, dejando intactos sus bolsillos. Se abre una nueva etapa
en la que todos los participantes del conflicto estarán interesados que culmine
de forma exitosa.
Los dirigentes
de la FARC comprobaron, una vez más, que son repudiados por la inmensa mayoría
de los colombianos. Su método de lucha, la violencia y el terrorismo, es
rechazado y carece de toda posibilidad de atraer las mayorías, convertirse en
opción triunfadora y conquistar el poder. El interés de esa dirigencia debería
residir en buscar una vía que permita insertarse en la vida institucional y
someterse a las normas constitucionales, tal como ocurrió con el M-19.
Al gobierno de
Juan Manuel Santos también le interesa que nuevos acuerdos prosperen. El golpe
recibido fue muy fuerte. Santos subordinó hasta la dignidad del Estado y del
Ejército a alcanzar esos acuerdos. Desde el mismo comienzo realizó concesiones
que parecían inadmisibles, como el orden de la agenda, para tratar de obtener
el favor de los dirigentes de las FARC. Estos no cedieron ni un ápice. Ni
siquiera acordaron una tregua cuando comenzó la ronda de negociaciones en Cuba.
Esa falta de firmeza se reflejó en la larga lista de acuerdos finales. Su
debilidad como negociador fue castigada por los electores. Ahora tendrá que
introducir correcciones que permitan firmar un nuevo pacto.
Por último,
quienes promovieron el No, particularmente Álvaro Uribe y su grupo, se
encuentran obligados a pasar de la etapa negativa a la etapa propositiva y
afirmativa. Los colombianos esperan propuestas aceptables y conciliadoras, que
limen los aspectos más ásperos de los acuerdos vigentes y puedan ser aceptados
por las partes en conflicto, sin que el rostro de la venganza o sea el
dominante.
Cada uno de
esos sectores posee razones suficientes para aspirar alcanzar resultados
positivos en la nueva fase. Creo que debe decirse que perdió el Acuerdo, pero puede
ganar la Paz.
@trinomarquezc
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