domingo, 6 de noviembre de 2016

LO QUE VA A DECIDIR QUIÉN GANA LAS ELECIONES EN EEUU

ANDRES OPPENHEIMER

EL  NUEVO HERALD

Si Hillary Clinton gana las elecciones del 8 de noviembre, será porque la mayoría de los estadounidenses decidieron que es mejor tener un presidente que se equivoca con sus correos electrónicos que uno cuya personalidad volátil lo convertiría en un peligro al frente del botón nuclear.
Por el contrario, si gana Donald Trump, será porque Clinton es una política poco carismática y porque, después de ocho años de un demócrata en la Casa Blanca, la mayoría de los estadounidenses votan por un cambio, incluso si las cosas van relativamente bien en el país. Tradicionalmente, en la política estadounidense es muy difícil que un mismo partido gane tres elecciones seguidas.
Pero, cualquiera que sea el resultado electoral, es probable que el voto hispano –aunque muy importante– no sea crucial en esta elecciones, por lo menos a nivel nacional. Si las elecciones estadounidenses fueran decididas por el voto popular a nivel nacional, como en Europa o en América Latina, los 27.3 millones de votantes hispanos en edad de votar serían un bloque electoral todopoderoso.
Pero el hecho es que la elección se decide en el colegio electoral, en base al voto de cada estado, y la mayoría de los latinos estadounidenses viven en estados que ya son sólidamente demócratas, o sólidamente republicanos. Cincuenta y dos por ciento de los latinos en edad de votar viven en California, Nueva York y Texas, que son estados sólidamente demócratas en los primeros dos casos, y republicano en el tercero.
A nivel nacional, Clinton lidera el voto latino con un 67 por ciento, contra el 19 por ciento de Trump, según una nueva encuesta de Univisión / Washington Post.
De manera que el voto latino será crucial en sólo tres estados donde hay un empate en las encuestas: Florida, Nevada y Arizona. Si los latinos salen masivamente a votar por Clinton en estos tres estados, eso podría convertirla en la próxima presidente de Estados Unidos.
Por eso, Trump no está muy preocupado por el voto latino a nivel nacional. Y por eso comenzó su campaña el 16 de junio de 2015 con un discurso en el que dijo que la mayoría de los inmigrantes mexicanos son criminales y violadores.
Gran parte de su campaña se ha basado en la xenofobia –los mexicanos están invadiendo este país, el libre comercio con México está “matando” los empleos en Estados Unidos, la economía de Estados Unidos es un “desastre”, etc.– destinada a captar a votantes blancos resentidos. Lo cierto es que la inmigración desde México es menor a la de hace ocho años, los empleos manufactureros de Estados Unidos han caído por la automatización, y no por México, y la economía de EEUU está mucho mejor que en 2008.
Trump también sabe que los latinos votan menos que el resto de la población. Sólo el 49.9 por ciento de los latinos habilitados votaron en las elecciones de 2012, casi un 20 por ciento menos que los votantes afroamericanos o anglosajones, según el Pew Research Center. El voto anticipado sugiere que los latinos esta vez saldrán a votar en mayores cantidades, pero no está claro si el aumento será mayúsculo.
El impacto electoral del voto latino “ha estado limitado durante mucho tiempo por la baja participación de los votantes, y una población concentrada en estados que ya están definidos electoralmente”, según un estudio del Pew Research Center.
Mi opinión: Cualquiera puede ganar el martes, y será muy importante que los latinos salgan a votar –especialmente en Florida, Nevada y Arizona– para mostrar su aversión por el candidato que ha pedido deportaciones de millones de hispanos y cuya retórica llena de odio está envalentonando a grupos neonazis en toda la nación.
Pero al final del día, estas elecciones no serán decididas por los latinos, sino por lo que la mayoría de los votantes considere un pecado peor: si usar el servidor de correos electrónicos equivocado, o construir una campaña basada en el racismo y la xenofobia, negarse a mostrar las declaraciones de impuestos, erosionar la democracia amenazando con no aceptar un resultado electoral adverso, y tener una personalidad voluble y autoritaria.

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