CARLOS TABLANTE
Leopoldo López cumple mil días preso en una cárcel militar. Durante casi tres años ha sufrido todo tipo de maltratos, abusos y violación de sus derechos humanos, al igual que su familia y sus abogados, que han pasado por decenas de vejámenes para poder verlo, de vez en cuando.
Aislado la mayor parte del tiempo, espiado, golpeado, insultado, en resumen, torturado, Leopoldo no ha claudicado en sus valores y sus ideas. Se mantiene firme y con su ejemplo nos hace un llamado a perseverar en la lucha por una mejor Venezuela. El régimen de Maduro y sus esbirros no han logrado doblegarlo.
Lo que sostiene a Leopoldo es su total confianza en la profunda vocación de cambio de los venezolanos.
El cambio que queremos es uno que lleve a la transformación positiva de la insoportable situación que padecemos: El hambre, la escasez de medicinas e insumos de todo tipo, la violencia, el desbordamiento de la inseguridad personal y jurídica. La violación sistemática de los derechos humanos. La hiperinflación y la ruina económica del país. A diario mueren venezolanos por falta de medicinas, por desnutrición o en manos del hampa.
Para alcanzar el cambio profundo que anhela Venezuela, el único camino es la unidad. Como bien dice Leopoldo: “No puede haber fracturas que nos debiliten. Debemos permanecer unidos en la protesta, unidos en la calle y unidos en el voto”. No son estrategias excluyentes, sino complementarias.
Debemos seguir en la mesa de diálogo pero también tenemos que continuar protestando pacíficamente en todos los espacios a nuestro alcance para resistir la imposición de este modelo fracasado, corrupto y violador de las garantías fundamentales de todos los venezolanos, como lo hemos hecho hasta ahora.
Todos queremos un cambio ya! La rabia del pueblo frente a todo ésto se ha expresado de manera cívica y democrática. La AN es la expresión legítima de esa nueva mayoría, sin embargo, la casta cívico militar que se ha adueñado del país se aferra con una codicia sin límites al poder y, al secuestrar el Revocatorio, trata de anular el derecho constitucional que tenemos todos al voto.
Producto de las movilizaciones y protestas en defensa de la Constitución, y sobre todo del sacrificio de los presos y perseguidos políticos, y con la intervención de El Vaticano y de los ex presidentes mediadores, se ha logrado un espacio de diálogo para buscar una salida urgente a la grave crisis.
Siempre hemos creído en el valor del diálogo. El diálogo ha permitido la solución de terribles episodios en la historia de la Humanidad: Colombia, luego de medio siglo y más de 200.000 muertos, está negociando la paz. Guatemala hizo lo mismo después de un genocidio que eliminó a más de 100.000 indígenas. En El Salvador, luego de 11 años de guerra y 80.000 muertos, los adversarios optaron por la paz. En Sudáfrica, lograron superar el abominable apartheid con acuerdos políticos y el extraordinario papel de Mandela, reconocido por todos. En Ruanda, 800.000 personas fueron asesinadas a machetazos pero al final víctimas y victimarios tuvieron que reconciliarse. Estados Unidos y Cuba, después de vivir casi sesenta años en un conflicto que puso al mundo al borde de una guerra atómica, decidieron hacer las paces. Vietnam derrotó al gigante EEUU en una sangrienta guerra de dos décadas, mientras las partes enfrentadas negociaban en París.
La Unidad democrática venezolana quiere el diálogo, pero el verdadero. Venezuela vive un momento demasiado grave para cederle más tiempo a este régimen incompetente y corrupto que quiere perpetuarse en el poder.
Continuemos perseverando unidos con nuestra agenda: perseverar en la presión para que llegue la ayuda humanitaria; perseverar en la presión institucional para que la AN ejerza plenamente sus competencias y se logre el sometimiento de los poderes públicos a la Constitución; perseverar en la presión internacional para que el régimen respete los derechos humanos, cese la persecución y se libere a los presos políticos. Pero sobre todo, debemos perseverar en la unidad para que juntos logremos que se realice la consulta electoral que lleve a un nuevo gobierno.
Debemos mantenernos firmes y llenos de esperanza; comunicar y contagiar esa determinación de seguir luchando a todos aquellos que piensen abandonar el camino que lleva al cambio profundo que Venezuela necesita.
Por encima de nuestras diferencias, debemos permanecer unidos. No es tiempo de claudicar, es tiempo de perseverar en la calle, en el diálogo, en las instituciones pero, sobre todo, en la unidad.
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