FERNANDO OCHOA ANTICH
Responder al inmenso caos del
gobierno de Nicolás Maduro es el trascendente e histórico reto que tiene la
oposición democrática en el año 2017. En mi último artículo me referí a su
criminal estrategia. Su eficaz e inescrupulosa aplicación le ha permitido
permanecer en el poder y agravar vertiginosamente la tragedia que padecemos.
Sus objetivos están claros: mantenerse en el poder e impedir que se realicen
elecciones. Conoce perfectamente bien que su presencia como candidato, en
cualquier escenario electoral, traería por consecuencia un inmenso rechazo a su
persona y la aplastante derrota del chavismo. Esa estrategia debe ser
analizada con detalle por la Mesa de la Unidad a fin de establecer una
adecuada respuesta para superar los graves y costosos errores cometidos durante
el presente año por la alianza opositora y retomar la iniciativa en el año 2017
con miras a enfrentar y derrotar al régimen chavista. Es necesario que la
dirigencia opositora asuma con franqueza que el exceso de buena fe le ha
concedido ventajas al gobierno, lo cual ha generado una importante
desmotivación entre quienes anhelamos el
fin de esta tragedia, pero también es justo reconocer que esa dirigencia logró
derrotar al chavismo en las elecciones parlamentarias, alcanzando un
significativo triunfo con la conquista de la mayoría calificada. Esta realidad
nos muestra su capacidad para rectificar y retomar el camino de la victoria.
La inexistencia
de una unidad monolítica entre los distintos partidos políticos que constituyen
la oposición democrática en lo que respecta a su unidad de mando, a las acciones
que ejecuta, al necesario desprendimiento de sus aspiraciones particulares y a
la obligante claridad con la militancia opositora ha sido una de sus
principales debilidades, las cuales se magnifican aún más al enfrentar a un adversario
representado por un partido de disciplina leninista como es el PSUV, que
cuenta con todos los recursos del Estado y está dirigido por personas carentes
de límites éticos y morales. Esta dispersión no se puede seguir aceptando si en
realidad se quiere lograr la inmediata salida de
Nicolás Maduro del poder. Quisiera insistir en el problema de la unidad de
mando. La MUD no ha logrado contar con una dirección política que le permita
actuar con la suficiente rapidez, cohesión y fuerza a todas las exigencias que
se le plantean como fuerza opositora. Otro aspecto, que a mi criterio ha hecho
mucho daño, es la existencia de la Secretaría Ejecutiva de la MUD. No me
refiero a las actuaciones personales de Ramón Guillermo Aveledo y de Jesús
Torrealba, quienes han realizado un extraordinario y encomiable esfuerzo, sino
a la conveniencia de que dichas funciones sean ejercidas por uno o varios de
los dirigentes fundamentales de los principales partidos políticos.
Esta
falta de unidad de mando produce una gran confusión en la opinión pública
nacional e internacional que no logra interpretar con claridad la línea
política de la oposición democrática por ser esta expresada en muchas
oportunidades por distintos actores políticos que no tienen la suficiente
representatividad para ser considerados como interlocutores válidos de todo el sector
opositor. Este aspecto se hace mucho más delicado en el campo internacional al
debilitar el respaldo de los gobiernos amigos, de los organismos
multilaterales, de las ONG defensoras de los derechos humanos y de importantes
personalidades internacionales. Un buen ejemplo es el caso de los presos y
exiliados políticos. La labor que han realizado sus familiares y algunos de nuestros dirigentes ha sido de una
constancia admirable y merece nuestro más profundo reconocimiento, pero es imposible
negar que esa lucha hubiera tenido mucho más efecto si hubiera sido parte de
una coherente campaña dirigida por una dirección política de la oposición
democrática en la cual se hubieran utilizado todos los medios disponibles y en
particular los contactos personales en
el campo internacional de nuestros
principales dirigentes. De allí que sea imprescindible reorganizar y reimpulsar las acciones internacionales
desde los primeros días del próximo año.
Las
grandes luchas sociales de la historia siempre han sido impulsadas por el
surgimiento de nuevas ideas que generan en la sociedad trascendentes esperanzas
en un mejoramiento de las condiciones espirituales y materiales del hombre. La
oposición democrática se ha dedicado en estos dieciocho años a desenmascarar el
fraude que significa la Revolución Bolivariana. La lucha ha sido larga y tenaz.
Al principio fuimos pocos, pero en el transcurrir de los años, en medio de la
tragedia venezolana, nos transformamos en una indiscutible mayoría. La
oposición democrática ha presentado un conjunto de debilidades
organizativas que deben ser resueltas a
la brevedad posible. Entre ellas resaltan: establecer una sola línea política y
aprobar un programa común que le permita
percibir a nuestro pueblo el camino que Venezuela tomará después de la salida
del poder de Nicolás Maduro. Esos dos aspectos deben ser totalmente unitarios.
En particular el programa debe ser ampliamente discutido por expertos de todos
los partidos y de la sociedad civil a objeto de ser aprobado y expuesto ante la Nación por
nuestros principales líderes, con la finalidad de crear en nuestro pueblo
suficientes esperanzas para fortalecer su fe y su capacidad de lucha.
Los desmanes cometidos por
Nicolás Maduro durante estos primeros quince días de diciembre indican que el
próximo año será aún más traumático. Su creciente soberbia lo condujo a ignorar el contenido de la carta de monseñor
Pietro
Parolín, Secretario de Estado del Vaticano, ratificar de manera arbitraria e
inconstitucional a las rectoras del CNE
y enviar a la canciller Rodríguez a hacer el ridículo en Buenos Aires. No
satisfecho con todo lo anterior, decidió infringir más penurias a los
venezolanos con la caótica, intempestiva e injustificada medida de decretar la
recolección, en setenta y dos horas, de los billetes de Bs 100, pretendiendo
sumir a la población en la indigencia. En respuesta a tantas abitrariedades, la
oposición debe diseñar una panoplia de acciones tácticas que logren conducir al
gobierno a una crisis política de tal magnitud que comprometa su estabilidad.
Entre ellas auspiciar y dirigir las protestas sociales que surgen cada día en
Venezuela ante los gravísimos problemas que enfrenta nuestro pueblo y realizar
fuertes acciones políticas, entre las cuales deben resaltar grandes
manifestaciones públicas y paros de actividades laborales no mayores de 48
horas. En esa panoplia de acciones debe
considerarse el reto que significa para la oposición democrática triunfar
arrolladoramente en las elecciones de gobernadores. Es necesario escoger de
manera transparente a los candidatos y tener totalmente lista la maquinaria
electoral. Todas las acciones políticas deben impulsarse con igual fuerza para
evitar ser sorprendidos por alguna nueva triquiñuela madurista. Adelante. El
triunfo se otea en el horizonte.
Caracas, 18 de diciembre de 2016.
fochoaantich@gmail.com
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