Trino Márquez
Luego de un año del espectacular
triunfo del 6 de diciembre de 2015 para la elección de los diputados de la
Asamblea Nacional, se ha producido, si no un divorcio al menos una separación
entre la Mesa de la Unidad Democrática y sus bases sociales de apoyo. Hoy
llueven las críticas a la conducción de los líderes opositores, incluso en
grupos y analistas que durante los últimos años se han batido a favor de la
plataforma unitaria en distintos escenarios: artículos de prensa, foros,
programas de opinión en la radio y la televisión.
El motivo
central del cuestionamiento reside en haberse incorporado al diálogo con el
gobierno, el Vaticano y los expresidentes, sin haber definido con anterioridad
una estrategia coherente, sin mantener una política comunicacional transparente
y sin que se encuentren en la Mesa las figuras de mayor relieve opositor.
Adicionalmente, se aceptó la desincorporación de los diputados de Amazonas y se
abandonó la presión de calle, incluida la anunciada marcha hacia Miraflores, y
el juicio político a Nicolás Maduro, el cual, aún sin provocar consecuencias
legales como la destitución, constituía un mecanismo de reafirmación de la
autoridad de la Asamblea Nacional frente a ese Presidente tan inepto y
arbitrario.
Algunas
de esas críticas son acertadas. La relación de la MUD y de sus representantes
en las Mesas de Diálogo con el pueblo opositor ha sido errática, la información
ha sido insuficiente y a destiempo. Esta falla ha creado la atmósfera para que
surjan los rumores arteros y las sospechas malsanas acerca de hipotéticos
acuerdos tras bastidores. No participo en esa comparsa. Cuestiono esas visiones
conspirativas. No creo que reunirse con personajes siniestros como Jorge
Rodríguez para planificar una tratada contra el país y la democracia sea muy
estimulante. Sin embargo, no dudo de que los errores tácticos han minado la
confianza y el optimismo de la gente. Se evaporó parte del desbordante
entusiasmo mostrado en las marchas del 1
de septiembre y el 26 de octubre.
Ahora
se trata de recomponer el piso político de la MUD y lograr cuanto antes la
reconstrucción de los canales de apoyo entre el foro unitario y los ciudadanos.
No hay espacio ni tiempo para la frustración o el desaliento. La MUD necesita
que la gente crea en sus líderes y la gente necesita depositar plenamente su
confianza en los dirigentes de la MUD. Este doble vínculo surge de una serie de
hecho irrebatibles: la crisis nacional tenderá a agudizarse con el paso del
tiempo, ninguno de los indicadores que miden la calidad de vida mejorará, el
colapso económico y social puede tomar cualquier cauce, la conflictividad será
más intensa porque Nicolás Maduro y la gente que lo rodea y mayor influencia
ejerce sobre él están atrapados por la ineficacia y carcomidos por el morbo de
la corrupción.
Ante
un panorama tan adverso se necesita de una dirección unida, coherente,
confiable y, hasta donde sea posible, homogénea. Por allí han surgido unas
voces exigiendo la renuncia de los miembros de la MUD y su sustitución por integrantes
más aptos y comprometidos con el pueblo. Estas no pasan de ser quimeras. No hay
tiempo ni condiciones para emprender un proceso de renovación drástico de la MUD. Menos, sustituirla por otro organismo. Lo que la
situación actual impone es demandarle a la dirigencia opositora consecuencia y
claridad estratégica. La rendición de cuentas que se les pide a figuras públicas
como el gobernador, el alcalde o los diputados, hay que exigírselas a quienes
conducen este durísimo conflicto entre la sociedad y una camarilla arrogante
que pretende mantenerse en el poder sobre los escombros económicos y morales de
la nación.
El
replanteamiento del diálogo, para lo cual el Vaticano ha sido un aliado
excepcional, constituye una singular oportunidad de curar las contusiones
dejadas por los descarrilamientos recientes. 2017 será un año muy duro, peor
que 2016. Los demócratas y nuestros numerosos aliados en el exterior
necesitamos un liderazgo fuerte capaz de ser interlocutor de la gente que
reclama el cambio democrático dentro del país y de quienes a diario nos respaldan en el resto del mundo.
Larga
vida a la MUD autocrítica y en permanente revisión de sus obligaciones con sus
bases sociales.
@trinomarquezc
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