Entrevista de Macky Arenas a Pompeyo Márquez
“Reconozco que cada vez que rectificamos un error avanzamos”
El país confronta problemas de una alta gravedad. Es uno de los más críticos en toda nuestra historia después de la muerte de Gómez.
Ninguna lucha se pierde, sobre todo cuando esa lucha es por valores como la libertad, la independencia y la democracia, declara el histórico dirigente político.
Santos Yorme fue el seudónimo con que escribió durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez sin que nadie nunca pudiera identificarlo.
Lo entrevistamos en su casa, donde nos recibió el último día de diciembre del 2016.
Tiene 95 años de edad y nadie le quita lo “bailao”. Carga muchos “ex” en su haber: comunista, clandestino, insurrecto, preso político, tenaz luchador social. Escribe ocho artículos al mes y lee sin cesar. Una trayectoria convulsa, intensa. Pero lo permanente en su vida son sus convicciones democráticas, su lucha por la libertad, su tránsito por la faena pública sin concesiones a la corrupción. Tampoco traiciones a sus principios y a su compromiso con la promoción de la justicia y la vigencia del Estado de Derecho en Venezuela. No es precisamente un creyente, pero confiesa rezar cada noche al Ángel de la Guarda.
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“Aquí todos somos necesarios”
– ¡Usted está en plena actividad!
– Digamos que no estoy inactivo, para ser más exactos.
– ¿Cómo evalúa el momento político que vivimos los venezolanos?
– Es uno de los más críticos en toda nuestra historia… desde la muerte de Gómez, apartando el período de la dictadura perezjimenista. Pero esto de Maduro la ha superado en ilegalidad, en violación de la Constitución. Ha sido destruido el aparato productivo del país.
– ¿Tenemos un gobierno boqueando pero aún se mantiene…qué lo posibilita?
– No termina de conformarse una estrategia y una política sobre la que hemos venido insistiendo desde hace años. El país confronta problemas de una alta gravedad. Lo que hemos conseguido es la inflación más alta del mundo, escasez, desabastecimiento. Sufrimos tal número de muertes violentas que ha convertido a Venezuela en uno de los países más peligrosos del planeta. A ello se agrega un desastre: un millón de empleos perdidos en el 2016. Y ni qué decir de los cambios monetarios cuya intencionalidad es desviar la atención de la falta de soluciones que el aprendiz de dictador, Nicolás Maduro, se empeña en no reconocer.
– No todos parecen dar correcta lectura a ese cuadro…
– Mi amigo Nicolás Espinoza Barrios, experto en la materia agroalimentaria, ha descrito con claridad, no solo el diagnóstico sino que ha aportado medidas que lucen elementales y que podrían hacer que Venezuela produjera lo necesario para el consumo del pueblo. La perspectiva para el 2017 es peor. La producción disminuirá dramáticamente. Es triste para un país que era uno de los más adelantados de América Latina, hoy a la cola. Esto produce un tremendo descontento. Las últimas encuestas se mueven entre un 85 y 90% que cree que el país está mal y va para peor.
– ¿Qué alternativa tenemos?
– Un cambio político: Maduro debe dejar la presidencia, hay que modificar el régimen económico, atender de inmediato el sector agropecuario, estimular la inversión y la volver a la exportación que exitosamente desarrollamos en el pasado con el café, el arroz y otros rubros.
– ¿Qué frena ese cambio político?
– No se ha logrado entender que ninguna fuerza, sector social y menos personalidad por sí sola puede ser capaz de terminar con esta dictadura. El país está en condiciones de conformar una gran unidad nacional. Hay coincidencia en el diagnóstico, en que la unidad es la clave.
– Eso parece claro para el país nacional. Más no tanto para la dirigencia de oposición. Cada uno tiene su propuesta, deja ver su interés parcial y calcula sus tiempos…
– Hay que ver eso desde dos ángulos. Uno, el positivo: cuando hubo unidad se obtuvo la victoria clamorosa de diciembre del 2015, consiguiendo la mayoría en un Poder del Estado como es la Asamblea Legislativa. El otro ángulo: al crearse fricciones en el campo de la unidad hemos retrocedido. Aquí no se termina de entender que todo el que actúa comete errores. Si a cada error que comete un dirigente, se le sataniza y se le cambia, pues llegará otro que cometerá iguales o mayores errores. Hay en las universidades del mundo cátedras donde se estudia el error. Si existiera la cultura del error se vería claro que el problema no es cometerlo. Yo llevo 80 años de vida política a cuestas. Reconozco que cada vez que rectificamos un error avanzamos.
– ¿Algún ejemplo que pueda comentar?
– La lucha armada. La línea insurreccional sobre la cual he señalado severas críticas por el papel que yo mismo desempeñé en ese período. Cuando rectificamos fuimos llamados por Fidel Castro “agentes de la CIA”, “cobardes” y muchas cosas más. ¿Cobardes? y estábamos en el Cuartel San Carlos cavando un túnel para fugarnos. No para irnos del país sino para reincorporarnos y continuar la lucha en otras condiciones. Después de la fuga, celebramos una dirección nacional que rectificaba la línea insurreccional y retornamos a la llamada lucha de masas, a la lucha política y el cese de la insurrección. Debatimos con Fidel, con el Che y con Regis Debray en torno a la teoría del foco a través de un libro que titulé “Una polémica necesaria”.
– ¿Cómo se percataron del error?
– Aquello fue una locura porque nos estábamos enfrentando a un gobierno que había surgido apenas un año después del derrocamiento de la dictadura proceso en el cual nosotros habíamos tenido destacada participación. Sin embargo, la victoria de la revolución cubana en el año 1959 introdujo cambios importantes en América Latina y el Caribe. Entre esos cambios vi yo la invitación a querer reproducir lo de la Sierra Maestra y los focos guerrilleros, que fue justamente a lo que nosotros nos enfrentamos. Nosotros no tuvimos una línea guerrillera. Éramos un país urbano así que lo que nos planteamos fue una línea insurreccional donde participaban las Fuerzas Armadas, tal y como se demostró en Carúpano y Puerto Cabello. Hasta que, al fin, rectificamos. Tengo entre mis grandes errores haber sido uno de los principales impulsores de esa temeridad; y tengo entre mis méritos haber sido uno de los primeros en comprender que íbamos por un camino equivocado; que no se trataba de derrotas militares sino de derrotas políticas. Habíamos llamado a la abstención militante echando plomo y, a pesar de ello, se produjo un índice de participación electoral de los mayores que ha visto Venezuela. Eso era señal de que algo andaba equivocado en nosotros. Y comenzamos la línea de rectificación donde se nos llamó cobardes, oportunistas, agentes de la CIA…
– Hay que tener mucha humildad y coraje para reconocer el error y rectificar…
– Eso es. Y abrió la oportunidad para entrar a la lucha democrática. Fundamos un partido que se convirtió en una fuerza importante en la vida política venezolana. Tuvimos otro error garrafal: la abstención, cuando no concurrimos a la elección parlamentaria y dejamos en manos del gobierno el Poder Legislativo para aprobar todas las leyes que les dio la gana.
– Hace poco se ganó la Asamblea Nacional y existe la impresión de que las pugnas entre los partidos podrían revertir ese logro…
– Ninguna lucha se pierde, sobre todo cuando esa lucha es por valores como la libertad, la independencia, la democracia. Con las cárceles llenas de presos, decenas de perseguidos –entre los cuales me encontraba yo- y cientos de exiliados, se convocó a la elección de 1952. Pasó en aquella oportunidad que no hubo unidad. Pérez Jiménez tuvo 48 horas de vacilaciones, dilucidando si reconocía o no los resultados, hasta que el 2 de diciembre decidió dar el golpe de Estado y desconocer los resultados. A partir de ese año se desató una de las represiones más feroces del siglo XX. En el año 1956 comienzan los contactos para establecer la unidad. Se había entendido que para derrocar al dictador se requería una amplia y sólida unidad nacional además de contar con un sector que, en el seno de las fuerzas armadas, estaba en desacuerdo con los métodos terroristas de Pérez Jiménez.
– ¿Cuál era la postura de los partidos ante la elección planteada para 1957?
– Un sector del PCV (en la clandestinidad) decide participar en la elección, Betancourt llama a la abstención y Caldera iba con su candidatura. El 30 de noviembre y, en medio de aquellas condiciones adversas, se logra tomar la calle, hacer actos multitudinarios y promover a la Junta Patriótica. El dictador tuvo miedo a la elección y convocó a un plebiscito cometiendo un fraude descarado. Nos fuimos a nuestras respectivas “conchas”. Si me hubieran dicho en ese momento que el 23 de Enero del 58 Pérez Jiménez iba a huir, yo habría pensado: “Están locos”.
“No soy militarista”
– No obstante, fue posible…
– Ocurre que se levantan Martín Parada y Hugo Trejo (Aviación y Motoblindados), golpe que fue develado por la dictadura. Pero a partir de ese instante comenzó una ofensiva donde la Junta Patriótica y el Movimiento Estudiantil, unidos, desempeñan un importante papel. Los estudiantes solos no tumban gobiernos. Hubo la coordinación de un Comité Cívico-Militar que se reunía en la farmacia del doctor Centeno Lusinchi. El régimen arrecia su ofensiva y cambia el gabinete el 10 de Enero. Se van dos de los personeros más siniestros: Pedro Estrada y Vallenilla Lanz. Ello redundó en la intensificación de la lucha opositora. Se convocó a una huelga de prensa, antesala de una huelga general en la zona metropolitana. Luego surge Larrazábal y asume la presidencia de la Junta de Gobierno.
– ¿Qué hará falta para que el estamento político termine de asumir que solo la unidad garantiza la consecución de los objetivos?
–Así son las crisis políticas. Pienso que aquí se va a producir un hecho inédito que nadie ha pensado, como nosotros no pensamos en diciembre del 57 que un año después saldríamos de Pérez Jiménez. Aquí están dadas las condiciones para una unidad nacional. La Iglesia está jugando un papel sumamente importante. Los cardenales Urosa y Baltazar Porras, Mons Padrón, Mons. Luckert y así otros tantos obispos están desempeñando un rol cada día más determinante. El Padre Ugalde, con sus lúcidos escritos y certeras reflexiones. Igualmente el sector económico, destrozado, pero demostrando lo equivocado del modelo-Maduro. Los rectores de universidades, las academias, los trabajadores. Es decir, que existe fuerza suficiente la cual, si se unifica como se unificaron en diciembre del 2015, otro gallo cantaría.
–¿Se podrá con la Mesa de Diálogo?
–Opino que hay que ampliar la participación. A la Junta Patriótica no hubo necesidad de ampliarla pues estaban todos representados y con un único objetivo: salir de Pérez Jiménez. Hoy existen coincidencias en salir de Maduro, en sustituir al régimen, en lograr un cambio político. Pero para llegar a eso la clave es la unidad nacional. Yo habría convocado ese diálogo en el momento en que Maduro dijo que no lo sacarían ni con balas ni con votos. Hay que tener sentido de la oportunidad.
–¿Y los militares?
–Yo, que no soy militarista y que desde los 14 años estoy combatiendo dictaduras y semi-dictaduras militares, considero que es indispensable que un sector de las fuerzas armadas intervenga, no para salvar a un partido ni a un líder, sino para salvar a Venezuela. Este país no entrará a la modernidad mientras no salga de este régimen primitivo en incapaz.
–¿Por dónde se podría comenzar?
–En este momento, están dadas todas las condiciones. Mire: como primera acción la MUD, la Iglesia, el movimiento estudiantil, o bien un grupo de personalidades, deben convocar a una reunión donde esté presente el país real, el país nacional, y firmar un acuerdo sobre los objetivos por los cuales se luchará. Hay coincidencias en salir de Maduro casi en un 90% de la población. Esto reclama el esfuerzo de todos. Aquí todos somos necesarios. Retornar a la democracia se convierte en el objetivo central de esta hora. Sin importar si se es más o menos radical, uno tiene que tener la sensatez de estar claro en torno al momento que se está viviendo.-
Macky Arenas
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