JEAN MANINAT
Obviamente que el gobierno tiene temor a la realización de las elecciones regionales. Es allí, en los estados, cada uno con su peculiaridad, donde late una falla -más peligrosa que la de San Francisco- capaz de causar un terremoto político de consecuencias fácilmente predecibles. En su momento (2016), las encuestas indicaban que la oposición tendría la posibilidad de ganar una amplia mayoría de gobernaciones dejando al oficialismo a la intemperie en materia de poder regional, aislado en Miraflores. Pero… ya conocemos la historia, se establecieron otras prioridades que orillaron a las elecciones regionales en la estrategia de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y en el ánimo opositor.
En el cronograma, cautivo en alguna gaveta del Consejo Nacional Electoral (CNE), está previsto realizar las elecciones regionales en el primer semestre de este año. Así fue anunciado. Y ese debería ser el principal reclamo electoral de la oposición democrática, es el objetivo más realista e inmediato que se tiene. Pero todo indica que una vez más se podría imponer el maximalismo y se corre el riesgo de partir al asalto del cielo con las regionales de comparsa. Un combativo alcalde opositor razonó recientemente que era prematuro pensar en elecciones regionales y locales considerando la tragedia que vive Venezuela. Vea usted.
Exigir elecciones generales en este momento puede lucir muy loable, pero nos llevará de nuevo a una calle sin salida. Ciertamente, la defensa de los procesos electorales es una prioridad de la lucha democrática, sobre todo frente a gobiernos totalitarios o autoritarios. Pero el objetivo se hace más eficaz si está anclado en una exigencia concreta: el respeto a un cronograma electoral ya anunciado. Y en nuestro caso el primer evento electoral pautado -ya para el año pasado- es la elección de gobernadores y, por tanto, tiene poco sentido perderse reclamando procesos fuera de serie. Es asunto de enfocar las prioridades, de apuntar a lo posible -aun cuando luce hoy difícil-, de seguir el tedioso pero necesario esfuerzo de acumular fuerza a pulso y tesón electoral.
Las elecciones regionales podrían ser el catalizador para recuperar la Unidad extraviada. Para revivir el esfuerzo unitario que condujo al contundente triunfo del 6D en el 2015 y recuperar el entusiasmo marchito gracias a la falta de sindéresis en la línea opositora. Amores son obras, y obras son hechos concretos, triunfos factibles, y no gestos homéricos, poses grandilocuentes que suelen terminar en la tragedia del fracaso recurrente.
Con las elecciones regionales, la MUD tiene la posibilidad de recuperar el tiempo perdido y conducir, una vez más, a un gran triunfo opositor. No será fácil, el gobierno hará de nuevo todo lo que esté a su alcance para no contarse, pero ya está demostrado que sí es posible derrotarlo electoralmente. Hay que recuperar la política, dejar de lado el discurso para cultivar el fuego de artificio de las graderías. Es menos extravagante, qué duda cabe, pero es más eficaz para la recuperación democrática.
¿Quién le teme a las regionales?
@jeanmaninat
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